El coloquio de los perros - Miguel de Cervantes Saavedra
Sólo le falta hablar. Cuántas veces habremos escuchado esta sentencia de boca de quienes poseen perros refiriéndose al propio, cuántas incluso la habremos pronunciado nosotros mismos si pertenecemos a aquellos afortunados que poseen uno. Poseer, qué injusto vocablo. Hace ya miles de años que el hombre domesticó al perro, que este se convirtió en fiel compañero del primero. Pareciese que esa que se nos antoja ya eterna convivencia entre ambas especies nos arrojara un balance de superioridad sobre nuestros amigos cánidos. Nos erigimos en sus dueños, en sus amos, y ellos, casi siempre dóciles, ocupan gustosos ese lugar de subordinación a cambio de unos pocos mimos y cuidados. Pero precisamente, por esa larga convivencia, y a veces me atrevería a decir incluso simbiosis, los perros han tenido una posición privilegiada para observar y conocer al hombre. Nadie como ellos conocen nuestras rutinas, nuestros comportamientos, nuestros sentimientos y nuestros estados de ánimo, son incluso capaces de anticiparse a todos ellos. Y nosotros, en nuestro egocentrismo, no podemos sino dejar de maravillarnos de tanta percepción y sagacidad. Por eso no nos cansamos de declamar admirativamente ante el que nos quiera escuchar eso de 'sólo le falta hablar'. No es exceso de cariño, como muchos puedan pensar, sino reconocida justicia. Muchos además desearían en secreto que así fuese, pues nadie como ellos nos escuchan y comprenden. Sin embargo, yo soy de las que pienso que a veces es peligroso que los deseos se conviertan en realidad. Estoy segura de que muchas de las palabras que emitiesen estos seres a los que hemos vuelto dependientes de nosotros y les hemos dado acceso sin pretenderlo a nuestra intimidad, nos causarían más de un sonrojo.
Algo parecido debió de pensar don Miguel de Cervantes Saavedra, allá por el siglo de oro, cuando acometió la escritura de su novela El coloquio de los perros. Esta novela corta, que nos ofrece la particular visión del autor tanto de sus coetáneos como del noble arte de contar historias, forma parte de una colección de doce que el más ilustre exponente de nuestras letras escribió entre los años 1590 y 1612. Recibe esta serie de novelas el nombre de Novelas ejemplares, por adolecer todas ellas en mayor o menor grado de un carácter didáctico o moralizador. No me corresponde a mí indagar en las otras once, labor que han desempeñado más que bien a lo largo de este año las compañeras y compañero que han participado también en este Reto cervantino conmemorativo del 400 aniversario de la muerte del literato y que ha tenido a bien organizar Carmen Forján en su blog Carmen y amig@s. Tan solo comentaré, a modo de anécdota, que la novela que ocupa esta reseña, aunque considerara independiente, se desprende en realidad de una de las otras once, en concreto de El casamiento engañoso. Es uno de sus personajes el que escucha una noche el coloquio de esos perros, trascribe dicha charla y se la da a leer a otro de los personajes. Y esa trascripción, ni más ni menos, es la que compone la novela cuya lectura y reseña supone mi colaboración en este reto.
El coloquio de los perros responde en realidad al título de Novela, y coloquio, que pasó entre Cipión y Berganza, perros del Hospital de la Resurrección, que está en la ciudad de Valladolid, fuera de la puerta del Campo, a quien comúnmente llaman "Los perros de Mahudes". Efectivamente, en ese Hospital de la Resurrección, sito en aquella época en la ciudad de Valladolid, trascurre la conversación entre los perros Cipión y Berganza. Los primeros sorprendidos de ese recién descubierto don de la palabra son ellos mismos e, ignorantes de la duración de esa repentina capacidad lingüística, deciden prestos contarse sus respectivas vidas. Esa primera noche será Berganza quien narre sus andanzas a Cipión, dejando para la posterior, si aún conservaran tal insigne facultad, el intercambio de roles.
"Si en contar las condiciones de los amos que has tenido y las faltas de sus oficios te has de estar, amigo Berganza, tanto como esta vez, menester será pedir al cielo nos conceda la habla siquiera por un año, y aun temo que, al paso que llevas, no llegarás a la mitad de tu historia. Y quiérote advertir de una cosa, de la cual verás la experiencia cuando te cuente los sucesos de mi vida; y es que los cuentos encierran y tienen la gracia en ellos mismos, otros en el modo de contarlos (quiero decir que algunos hay que, aunque se cuenten sin preámbulos y ornamentos de palabras, dan contento); otros hay que es menester vestirlos de palabras, y con demostraciones del rostro y de las manos, y con mudar la voz, se hacen algo de nonada, y de flojos y demayados se vuelven agudos y gustosos; y no se te olvide este advertimiento, para aprovecharte dél en lo que te queda por decir."
Grabado de la edición de las Novelas ejemplares realizada por Antonio de Sancha en 1783 |
Cabría pensar, dado que nuestros protagonistas son dos animales que hablan cual si de humanos se tratase, que estamos ante una novela con elementos de fantasía (más acertado sería decir que toda ella es un magnífico ejemplo de la figura alegórica). Sin embargo, excepto esta premisa y cierta vivencia que Berganza le relata a Cipión y que podría ser la 'explicación' a la milagrosa locuacidad da ambos canes, el resto del relato hace gala de un más que manifiesto realismo. Miguel de Cervantes, con una riqueza de vocabulario admirable y un virtuoso uso del lenguaje, deja patente el modo de vida y comportamiento de las gentes de la época de distintas posiciones y oficios. No sé si atreverme a calificar esta como una novela picaresca, pero sí me arriesgo a decir que comparte con las de este género ciertos elementos: el ser una especie de autobiografía, el que su protagonista vague de un lugar a otro y pase de dueño en dueño buscando una mejor fortuna, el ofrecernos un retrato de una sociedad hipócrita y el carácter satírico y moralizante que se desprende de sus páginas.
"Pues todo lo que has oído es nada, comparado a lo que te pudiera contar de lo que noté, averigüé y vi desta gente: su proceder, su vida, sus costumbres, sus ejercicios, su trabajo, su ociosidad, su ignorancia y su agudeza, con otras infinitas cosas: unas para decirse al oído y otras para aclamallas en público, y todas para hacer memoria dellas y para desengaño de muchos que idolatran en figuras fingidas y en bellezas de artificio y de transformación."
A pesar de los muchos personajes que pueblan las páginas de esta novela, Berganza y Cipión son sus protagonistas indiscutibles. El primero por ser el narrador de su propia vida, el segundo por ofrecer la contrarréplica perfecta. Se permite Cipión interrumpir, aconsejar, dirigir el discurso de Berganza, y se regalan ambos a filosofar "porque son razones que consisten en buena verdad y en buen entendimiento", evitando en lo posible el arte de la murmuración "que no es buena [...], aunque haga reír a muchos, si mata a uno; y si puedes agradar sin ella, te tendré por muy discreto". No están exentas sus diatribas de cierta ironía, algo que siempre agradezco y valoro en lo que leo, y creo además que en ellas está el meollo de esta especie de cuento y de cuanto de ejemplar de él se pueda sacar y haya querido imprimirle Miguel de Cervantes.
"La costumbre del vicio se vuelve naturaleza".
Me cuesta. Me cuesta acercarme a la literatura escrita siglos ha. Los clásicos, especialmente los más añejos, son mi gran asignatura pendiente como lectora. Temo la distancia temporal. Rectifico, temo la existencia de una brecha temporal que por mi parte sea insalvable. Sin embargo, en las escasas ocasiones en las que me aventuro a alejarme de lecturas más contemporáneas, siempre hallo puentes tendidos a mi encuentro. En este caso también ha sido así. No hemos cambiado tanto. A veces pienso que en lo esencial no hemos cambiado nada. Termino esta novela y me doy cuenta de que un coloquio entre cualquiera de nuestros perros no sería muy diferente a aquel que mantuvieron Cipión y Berganza en ese ya no existente hospital vallisoletano. Y no puedo evitar preguntarme qué se hubiesen dicho ciertos dos de su misma especie que no llegaron a conocerse y con cuyas imágenes me he tomado la libertad de ilustrar y finalizar esta reseña, si hubiesen coincidido y tenido la oportunidad de departir. Cómo nos habrían contado a mi familia y a esta que aquí escribe. Espero que su coloquio no fuese para mí motivo de sonrojo.
Título: Novelas ejemplares
Autor: Miguel de Cervantes
Editorial: Crítica
Año de publicación: 2001
Nº de páginas: 1160
ISBN: 9788484322009
Descarga gratuita aquí
Nota: los datos que os dejo corresponden a una de tantas ediciones existentes del volumen que recoge las doce novelas ejemplares de Miguel de Cervantes Saavedra. El enlace de descarga no corresponde a esa edición, sino a la facilitada para su lectura on-line por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes que la web de descarga de libros libres de derecho de autor Elejandría, de la que proviene el enlace, ha tomado como fuente.
Nota: los datos que os dejo corresponden a una de tantas ediciones existentes del volumen que recoge las doce novelas ejemplares de Miguel de Cervantes Saavedra. El enlace de descarga no corresponde a esa edición, sino a la facilitada para su lectura on-line por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes que la web de descarga de libros libres de derecho de autor Elejandría, de la que proviene el enlace, ha tomado como fuente.
Estoy en una época en que me cuesta mucho revisitar el Siglo de Oro. Me pasa como a ti. Lo veo lejano, separado de mí y de mi (nuestro) mundo por es brecha insalvable, y luego, efectivamente, la brecha se disipa porque los clásicos lo son por algo y una de las razones es tratar temas atemporales, eternos. Pero aún así me llaman mucho más la atención los libros ambientados en la actualidad o, como muy remotos, en el siglo XIX. Y ante la falta de tiempo, creo que Cervantes, al que leí mucho en una época clasica que tuve, quedará de momento esperando.
ResponderEliminarUn beso.
A mí también me cuesta alejarme literariamente más allá del siglo XIX, aunque al final he consiguido disfrutar con Berganza y Cipión. Si has de volver a encontrarte con Cervantes o Cervantes contigo, ya llegará ese momento.
EliminarBesos
Cuesta acercarse a la literatura medieval, a la de los Siglos de Oro, pero cuando lo hacemos, nos damos cuenta por qué son clásicos. Estoy ahora releyendo estas novelas ejemplares, que también me apunté al reto de Carmen pero no he logrado ponerme al día. Me queda aún por llegar a esta novela. Excelente reseña.
ResponderEliminarBesotes!!!
La tuya fue de las primeras, creo recordar. Cómo pasa el tiempo, un año ya. Yo las leí todas a principios de año, por si acaso por ha o por b mi propósito se quedaba por el camino. Esta la he releído para la tertulia que hicimos en el grupo de Carmen. Es una de mis favoritas. Espero que la disfrutes cuando la leas.
EliminarBesos
Este año cervantino me decanté por el Quijote, pero tengo ganas de leer alguna de sus novelas ejemplares. Esta es una de ellas. En tu reseña se nota que has hecho una lectura a conciencia. Coincido respecto a la maestría de Cervantes y a pesar de esos cuatrocientos años largos que han pasado, sigue sorprendiendo lo insólito de su argumento y es que la naturaleza humana adolece de las mismas virtudes y defectos, no hemos cambiado tanto.
ResponderEliminarNo tengo perro, así que mis intimidades están a salvo. A no ser que imaginemos un coloquio de gatos, pero estos yo creo que van más a lo suyo, son menos chismoso, jeje.
Saludos.
Fíate tú de los gatos, Gerardo, que son muy suspicaces ;)
EliminarA mí el Quijote me impone, bueno, Cervantes también me imponía. Por eso me apunté al reto de Carmen. Pensé que estas novelas, al no ser muy extensas, serían más asequibles. Veremos si algún día me atrevo a batallar con molinos.
Y sí, ciertamente seguimos con las mismas virtudes y sobre todo defectos. Parece que no hemos aprendido demasiado en estos siglos.
Saludos
Yo no me apunte al reto de Carmen pero tenía pensado leer este año las novelas ejemplares espero no tardar mucho en hacerle un hueco, un beso
ResponderEliminarYa me contarás tu opinión, entonces.
EliminarBesos
Me apetece mucho esta historia! Pero antes tendré que terminar el Quijote... 1beso!
ResponderEliminarTe dejo entonces con tan hidalgo caballero.
EliminarBesos
Yo hace años sí leí muchas obras del Siglo de Oro, pero ahora debería volver a releerlas todas (y así hacer poder hacer reseñas para mi blog). No he leído aún ninguna novela ejemplar de Cervantes (que por cierto, él pensaba que pasaría a la historia más por estas novelas ejemplares que por su Quijote).
ResponderEliminarSiempre digo que merece la pena leer clásicos. Y añado: siempre aconsejo leerlos en buenas ediciones críticas, con notas al pie.
Si te ha gustado Cervantes, te aconsejo mucho sus Entremeses. Son geniales, y ahí encuentras unas críticas sociales de antaño... completamente extrapolables a nuestra actualidad. Como tú dices, en lo esencial no hemos cambiado nada.
¡Un abrazo!
Soy más de narrativa contemporánea pero me gusta de vez en cuando recurrir a los clásicos. Sobre todo porque creo que tengo grandes lagunas en ese sentido y, además, últimamente salvo mucho mejor esa brecha temporal de la que hablo en la reseña y los disfruto más. Así que tendré en cuenta tu recomendación.
EliminarUn abrazo
En este año que finaliza he leído las múltiples entradas y homenajes que se han hecho al gran escritor.
ResponderEliminarPero de momento no he encontrado el momento de releerlo.
Un beso
Ya llegará ese momento, Conxita. Normalmente, son los libros los que deciden por nosotros.
EliminarBesos
Será pecado decirlo pero, personalmente, me atrae mucho más esta lectura que "El Quijote".
ResponderEliminarAdemás me incluyo en el grupo de los que dicen "sólo les falta hablar" y de los que seguramente se sonrojarían con los comentarios de nuestros perros. Creo que puede ser una lectura divertida y diferente, así que no lo descarto para más adelante.
Besitos
De pecado, nada. Allá cada uno con sus filias y fobias. Espero que te animes y que lo disfrutes.
EliminarBesos
Uy, hace tela que lo leí! Y si algo recuerdo es exactamente eso que mencionas: pese a ser dos "animales" que hablan, hay una coherencia que te hace vivirlo como real. Al fin y al cabo ¿no se puede "traducir" el lenguaje de los perros? Anda que los que tenemos animales no les ponemos voces, así como si fuera lo más normal del mundo :)
ResponderEliminarUn abrazo
Es que en realidad no es que sólo les falte hablar, es que no les hace falta. Somos nosotros los que queremos traducirlo todo a 'nuestro idioma'.
EliminarUn abrazo
Me encanta que te hayas animado a leer otra vez a Cervantes. La novela ejemplar que aquí nos traes a mí también me gustó mucho. El extracto inicial que citas me llamó igualmente la atención, esa alusión a cómo un cuento puede gustar por lo que cuenta, por la forma de hacerlo o por las dos cosas.
ResponderEliminarAcercarse a los clásicos (otra vez) puede presentarse como un ejercicio de fuerza de voluntad pero creo que con Cervantes es más fácil que con otros, o quizás la rendida devoción que le profeso (este escritor es mi debilidad) me ciegue, todo es posible.
Genial reseña Lorena.
Un beso.
Sí, Cervantes, además de no dejar títere con cabeza, se permite el lujo de dejarnos una clase magistral sobre cómo contar historias.
EliminarCierto que cuesta volver a los clásicos, especialmente cuando son tan añejos como este, aunque una vez que uno consigue meterse en la lectura, todo va más rodado.
Gracias por pasarte.
Besos
Yo también creo que no hemos cambiado nada. Ay si nuestros chuchitos hablaran. Como siempre un placer leerte.
ResponderEliminarUn besote.
Casi mejor que no puedan hablar, ¿no? De todas formas, ellos se hacen entender perfectamente.
EliminarEl placer es tenerte por aquí, Lourdes.
Besos