Contra toda esperanza - Nadiezhda Mandelstam
«Mandelstam y yo nos conocimos el Primero de Mayo de 1919; [...]... Nos separamos en mayo de 1938. No tuvimos tiempo de decirnos nada: nos interrumpieron a media palabra y no nos dejaron despedirnos».
«Algunos poemas y textos en prosa de Mandelstam desparecieron, pero se ha conservado la mayor parte y esta es la historia de mi lucha contra las ciegas fuerzas de la naturaleza que intentaron arrasarme a mí y a los pobres trozos de papel que conservaba».
En el prólogo de Contra toda esperanza, que, por cierto, me ha gustado y recomiendo mucho, Joseph Brodsky nos cuenta que «de sus ochenta y un años de vida, Nadiezhda Mandelstam pasó diecinueve como la esposa del poeta ruso más grande de su siglo, Ósip Mandelstam, y cuarenta y dos como su viuda. El resto fue niñez y juventud. En los círculos cultos, y en especial entre la clase ilustrada, ser la viuda de un gran hombre bastaba para conferir una identidad. Esto sucedía especialmente en Rusia, donde en los años treinta y cuarenta el régimen creaba viudas de escritores con una eficiencia tal que a mediados de los años sesenta había un número suficiente como para haber organizado un sindicato».
No voy a caer en el tópico de decir eso tan manido de que detrás de un gran hombre se esconde una gran mujer. Sí afirmaré que Nadiezhda Mandelstam, cuyo nombre, por cierto, significa esperanza, fue una gran compañera. Probablemente fuera una gran compañera del hombre, del esposo. Por seguro doy que lo fue del poeta. Quizás no debiera hacer distinción entre ambos, pues el deber de poeta de Ósip Mandelstam era algo intrínseco a su persona. Como el mismo declaró: «Cuando se tiene algo que decir, se dice siempre...» Sin embargo, «el poeta no es más que un hombre, un hombre simplemente, y le debe ocurrir lo más habitual, lo más característico y corriente para el país y la época, lo que nos espera a todos y a cada uno. No el esplendor y el espanto del sino individual, sino el sencillo camino «en tropel y en manada»».
Por ese camino en tropel y en manada le acompañará su esposa Nadiezhda. Ella no llegará hasta el final de ese camino, sin embargo. Esa interrupción a media palabra y sin despedida lo impedirá. Nadiezhda seguirá, pues, su propio camino durante cuarenta y dos años más. Pero dicho camino nunca dejará de ser el de su marido. Dicho camino no dejará de ser el del poeta. El de su poesía. Nadiezhda, fiel compañera.
«Un día cayó en mis manos un libro sobre las especies extinguidas de pájaros y comprendí de pronto que todos mis amigos y conocidos eran precisamente eso: especies extinguidas y volátiles. Enseñé a Mandelstam una ilustración del libro que representaba a una pareja de papagayos de una especie ya desparecida y adivinó de inmediato que se trataba de nosotros. Acabé por perder ese libro, pero la analogía me hizo comprender muchas cosas. Lo único que entonces no sabía es que los pájaros poseen extraordinaria vitalidad, mientras que los cuervos se distinguen por su poca resistencia para la vida».
Extraordinaria fue la vitalidad de Nadiezhda Mandelstam. Fue archivo memorístico de la obra de su marido, tanto en vida como tras la muerte de este. «El papel, dicho en general, era peligroso. Lo que reforzaba los lazos de ese matrimonio [...] era un tecnicismo: la necesidad de confiar a la memoria lo que no podía ser confiado al papel». Pero la memoria por sí sola no basta. La memoria con los años flaquea. Nadiezhda trascribía al dictado de su marido. Nadiezhda cultivó su faceta de copista. Nadiezhda guardaba; escondía; dividía los papeles con la esperanza de que si algunos eran confiscados o resultaban perdidos, otros, en cambio, se salvarían; confió ese legado a personas, algunas más confiables que otras. Nadiezhda se preguntaba: «¿Cuántas mujeres como nosotras aprenderían de memoria y por las noches los mensajes de sus maridos exterminados?» Y lo incontable de la respuesta abruma, asusta. Ninguna vida de ninguna persona es indisoluble de la época que le toca vivir. Por eso estas memorias de Nadiezhda Mandelstam son un inestimable testimonio de la Rusia de aquellos años.
«En mi infancia, cuando leía libros sobre la Revolución francesa, me hacía con frecuencia la siguiente pregunta: «¿Es posible salvarse en una época de terror?». Ahora sé con firmeza que no es posible. El que haya respirado ese aire está perdido, incluso si por casualidad conserva la vida. Los muertos están muertos, pero todos los demás, verdugos, ideólogos, ayudantes, adeptos entusiastas, los que cerraban los ojos y se lavaban las manos e incluso aquellos que por las noches rechinaban los dientes, todos ellos son también víctimas del terror. Cada capa de la población dependiendo de cómo iba dirigido el golpe contra ella, pasaba su propia forma de la terrible enfermedad que se llama terror; y hasta la fecha no se ha recobrado aún, sigue enferma y no es apta para una vida cívica normal. Ese mal se transmite por herencia, los hijos pagan por los padres y, tal vez, sólo los nietos empiezan a sanar o, mejor dicho, la enfermedad adquiere en ellos otra forma».
Ósip Mandelstam. Foto de la prisión de su expediente de investigación. 17 de mayo de 1934. |
«La gente, cuando lee, se sumerge en un mundo ilusorio y procura recordar lo leído; dicho de otra manera, se entrega por completo al poder de la letra impresa. Mandelstam proponía que se leyese sin recordar, sino acordándose, es decir, comprobando cada palabra con la propia experiencia o bien confrontándola con la propia idea principal, la misma que le da personalidad al individuo. A su juicio, en la lectura masiva, «recordada», se ha estructurado a lo largo de los siglos la propaganda de ideales comunes a todos y se ofrecía para el consumo masivo verdades ya fabricadas y bien pulidas. Una lectura semejante no despierta el intelecto, sino que se convierte en una especie de hipnosis, aunque la época moderna tiene recursos más poderosos para privar al hombre de voluntad».
Probablemente fuera una mezcla de todos los motivos que he enumerado lo que llamó mi atención. El primero y el último de ellos supongo que se los debo a Marina Tsvietáieva. A ella y a otras muchas figuras de la vida cultural de la época se las cita en estas memorias. La que cobra entre todas ellas cierto protagonismo, sin embargo, es Anna Ajmátova, quien fuera amiga personal del poeta desde su juventud, y que lo sería también, tras el matrimonio de este, de su esposa, de quien siguió siéndolo después de la muerte del poeta.
Explica Jospeh Brodsky en el ya mencionado prólogo a este libro que la calidad literaria del mismo bebe de la convivencia de su autora con Mandelstam y de la estrecha relación con Ajmátova. El hecho continuado de memorizar poemas, repetirlos y copiarlos moldearon la mente de Nadiezhda Mandelstam para su futura prosa. Al hilo de esto, el autor del prólogo plantea varias cuestiones sumamente interesantes sobre las que no indagaré aquí para no desviarme del propósito de esta entrada.
Fotografía de Ósip Mandelstam tomada por la NKVD tras su arrestro, 1938 |
«El toro, cuando lo llevan al matadero, confía aún en escapar y pisotear a los sucios matarifes. Los otros toros no han podido enseñarle que una suerte semejante es imposible y que el ganado que va al matadero jamás regresa. Pero en la sociedad humana se efectúa un ininterrumpido cambio de experiencias y por ello jamás he oído decir que un hombre a quien llevan al patíbulo se resista, se defienda, rompa las barreras y escape. Los hombres han llegado a considerar incluso como un acto de valor del condenado el que se niegue a que le venden los ojos. Yo prefiero al toro, su ciega furia. Prefiero al animal obstinado que no calcula sus probabilidades de éxito con la sensatez y torpeza humanas y desconoce el sucio sentimiento de la desesperanza.Más tarde medité largamente en si debía uno aullar cuando le pegan y patean. ¿Vale más refugiarse en un satánico orgullo y responder a los verdugos con un despectivo silencio? Y decidí que se debía aullar. En ese lastimero aullido que penetra de vez en cuando, y que se ignora de dónde proviene, en los sordos calabozos, casi impenetrables para el sonido, están concentrados los últimos restos de la dignidad humana y la fe en la vida. En ese aullido, el hombre deja su huella en la tierra y comunica a los demás cómo ha vivido y muerto. Con su aullido defiende su derecho a vivir, envía un mensaje a los que están fuera, exige defensa y ayuda. Si no queda ningún otro recurso, hay que aullar. El silencio es un verdadero crimen contra el género humano».
Nadiezhda Mandelstam poco después de casarse en marzo de 1922, autor desconocido |
Ficha del libro:
Título: Contra toda esperanza
Autora: Nadiezhda Mandelstam
Prologuista: Joseph Brodsky
Traductora: Lydia Kúper
Traductor del inglés de prólogo: Javier Fernández de Castro
Editorial: Acantilado
Año de publicación: 2012
Nº de páginas: 656
ISBN: 978-84-15689-10-2
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¡Hola Lorena! es cierto que "detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer" (se podría decir de las dos maneras, aunque yo lo veo más así) Es verdad que algunas veces una novela nos llama la atención y si nos preguntamos que ha sido, nos cuesta averiguarlo, pero es bueno y no nos suele defraudar seguir nuestro instinto lector. Es muy fuerte eso de que alguien que ha pasado por una época de terror considere, tras años después, que es imposible salvarse, pero al mismo tiempo no me extraña, porque las secuelas psicológicas que deja ese terror pueden ser muy grandes, a veces supongo que incluso imposibles de restablecer en toda una vida por delante
ResponderEliminarEn fin, que me parece interesante la novela, aunque no creo que la lea (más que nada por cuestión de preferencias, ya sabes, lo de siempre, poco tiempo y mucho nuevo por descubrir)
Un beso
Debe de ser muy duro vivir en ese estado permanente de miedo hasta el punto de hacer de ese miedo algo cotidiano. Sin poder, además, confiar completamente en nadie, pues no se sabía quién, para congraciarse o complacer al régimen, podría ser un delator. Supongo que debe de ser difícil aprender a vivir sin miedo después de tanto tiempo.
EliminarTe comprendo perfectamente: poco tiempo para todo lo que se querría leer, por eso me gusta tanto tener noticias a través de la mirada de otros lectores de libros y autores a los que probablemente no leeré.
Besos
¡Hoooola!
ResponderEliminarUy pues no conocía yo a este poeta -madre mía, es para matarme- y mucho menos sabía de su vida ni de su esposa, que lo acompañó durante parte del camino (una pena que no pudiera ser todo). Por lo que veo el libro está genial y tiene muchísima calidad, y desde luego que me ha entrado curiosidad por conocer a esta mujer, que puede parecer frágil pero que tiene una gran fortaleza.
¡besos!
La pena más bien es que él no pudiera seguir acompañándola a ella. En el libro se menciona varias veces la idea del suicidio como algo que se planteaba en ocasiones el matrimonio. Curiosamente, de esa manera hubieran llegado juntos al final del camino.
EliminarComo comento en la reseña, Nadiezhda Mandelstam debió de distar mucho de ser una entrañable abuelita. Sin ir más lejos, en el prólogo de estas memorias Joseph Brodsky destaca su falta de humildad, rasgo de su carácter que no se desprende para nada de esta lectura.
Besos
Gracias por compartirnos tu lectura. No lo conocía y me atrae mucho la historia que nos cuentas. Un abrazo
ResponderEliminarMe alegra habértela descubierto, entonces.
EliminarUn abrazo
Fascinante laberinto literario el que te lleva de una lectura a otra. Creo que nos hace falta sumergirnos en ese mundo ilusorio de los libros, con estos tiempos que corren casi es una necesidad.
ResponderEliminarUn abrazo Lorena, a pesar de mis ausencias no os pierdo de vista.
Aunque nos sintamos únicos y abrumados por la presente situación, libros como este nos recuerdan que se han vivido épocas y situaciones peores que la nuestra.
EliminarMe alegra tu visita, Paco. No me gustaría perderte de vista.
Un abrazo
"[...]todos aquellos que ansiaban proporcionar felicidad a los hombres sólo les causaron inmensos males". Creo que el gran fallo de esos hombres, los burgueses intelectuales que gestaron la revolución, fue que se empeñaron en proporcionar la felicidad aun en contra de los supuestos beneficiarios. Quisieron obligarles a todos a ser felices de la manera que ellos creían que se era feliz.
ResponderEliminarPero es que no se puede obligar a nadie en contra de su voluntad ni siquiera a ser feliz. Eso por no hablar de intereses más espurios que terminaron por hacer de la Revolución algo peor que lo que se pretendía combatir.
La foto de la portada es preciosa. Transmite una fuerte personalidad en un cuerpo frágil.
Un beso.
No se puede obligar a nadie a ser feliz, como decía Borges.
EliminarLa gran tragedia rusa es cómo algo que comenzó con tan buenas intenciones terminó convirtiéndose en un sistema injusto, terrorífico e incluso paranoico. En fin, la utopías por propia definición son irrealizables, y parece ser que la intelectualidad de esos burgueses no les alcanzó para otear el recorrido de lo que estaban iniciando.
Oh, me encanta la foto de portada. Una mujer en el ocaso de la vida que, a pesar del cansancio, transmite tanta vida.
Besos
Fabulous blog
ResponderEliminarThank you.
EliminarPlease read my post
ResponderEliminar
ResponderEliminarHola.
Este libro lo voy a dejar pasar, no me llama mucho y ademas tengo demasiados pendientes y quiero centrarme en ellos. Gracias por la reseña.
Nos leemos.
Gracias a ti por la visita.
EliminarNo conocía a este poeta ❤Quiero leer sus obras❤
ResponderEliminarYo de momento no tengo pensado leerlo, aunque quién sabe en un futuro.
EliminarGracias por la visita.