La calle de las Camelias - Mercè Rodoreda

Es que me sale así: escribir chiquito, como hablan los niños, como si abriera los ojos y descubriera el mundo por primera vez. Pero es la mía una mirada miope: no veo en la lejanía, no mido distancias, no me oriento en espacios grandes; lo mío es absorber detalles, deslizarme y ahogarme en poros de piel, recrearme y abstraerme en pupilas hipnóticas. Creo que es por ella. Ella alumbra lo que cuenta (en su acepción de importar y narrar) y difumina lo demás. Ella es Mercè Rodoreda y su mirada no es miope sino mágica. Sus protagonistas, en cambio, sí que acusan miopía, y esa cortedad de miras que suplen con su capacidad de registrar y redimensionar todo lo cercano, es lo que las hace tan únicas y especiales. Ellas también hablan así, chiquito, y con la sensibilidad a flor de piel. Esa inocencia y candor nos traspasa y nos atrapa, y nos podría hacer pensar que todas ellas son copias de una misma mujer etérea; no es así. Yo conocí a dos de las mujeres de Rodoreda: Natalia y Cecilia. Natalia es agua cristalina; Cecilia, aguas turbulentas. Ambas parecen brotar de la misma fuente e incluso seguir en sus primeros pasos un mismo camino, pero Natalia se deja llevar y encuentra su propio cauce y el mar en el que desembocar; Cecilia en cambio corre indómita, arrolla, se deja empantanar, escapa, pero a veces pienso que ni siquiera ella sabe de qué escapa o a dónde quiere ir a parar. De Natalia os hablé aquí; de Cecilia, abro ahora las compuertas para dejarla olear.
"Cuando cesó de reír me puso una mano en la rodilla y dijo, sonriendo tan sólo: "¿Qué has hecho en la vida?" Estuve a punto de decirle que me la había pasado buscando cosas perdidas y enterrando enamoramientos".
Ay, Cecilia, lo que se pierde no vuelve y lo que se entierra es que está muerto. Y Cecilia no sabe lo que busca porque no sabe lo que ha perdido y, en su virtud de enamoradiza, parece incapaz de amar. A veces pienso que Cecilia no sabe ni por qué vive ni, lo que es más triste, para qué vive.
"Tenía  que vivir hasta la muerte. Una vida son muchos días."
A Cecilia la abandonaron con escasos meses una madrugada frente a la verja del jardín de una casa en la calle de las Camelias (para mí Barcelona ya será siempre la ciudad de las flores, los jardines y los tilos; una ciudad triste, también, como triste es Cecilia). La encontró el sereno, y los señores de la casa, sin hijos y cautivados por la risa de la beba, decidieron quedársela. Tan sólo traía una seña, prendida del babero a modo de papelito con su nombre: Cecilia Ce, con el último Ce escrito con prisa e interrumpido. Y así le pusieron, pues: Cecilia Ce.

Cecilia pasa sus primeros años escuchando conjeturas de las vecinas sobre quiénes serán sus padres, especialmente su padre. La primera vez que sale sola de casa va en su busca. Lo ha visto en una lluvia de estrellas que caía del techo. Cecilia busca su estrella y vuelve a casa, con fiebre y delirio, pero se volverá a escapar. Da muestras de ser una niña especial, descubre un mundo nuevo cada vez que traspasa los muros de ese hogar de adopción y su talante enamoradizo comienza a despuntar. Y quiere ser como su prima María-Cinta, que lleva un colgante con una cruz de brillantes al cuello y a la que acompaña un señor elegante; y quiere ir al Liceo a ver a los músicos sin que la gente la empuje y la deje atrás. Cecilia es enamoradiza, recordemos, y un día se escapa y ya no vuelve más.

Parece querer comerse el mundo y estar llena de ansias de libertad, pero esa libertad ambicionada termina por ahogarla y engullirla. Se queda sola y sentimos su soledad, nos cala hasta los huesos. Creo que Cecilia se ha sentido y se sentirá siempre sola. Porque eso es Cecilia: soledad y tristeza, y recuerdos que atesora, y anhelos que roza y se van.
""Estoy seguro -dijo- de que le gustará; en fin, de que se gustarán." Y que él se pondría muy contento de conocer a una chica con los ojos tristes. "Sólo hay que abrir la mano y ponerla de modo que le tape la parte inferior de la cara. La boca se ríe y los ojos no." Y todavía me dijo que yo me reía sin saber de qué, como si sólo lo hiciese para los demás."
Looking at the sunset from Tuileries
Garden. Fotografía de Carlos ZGZ
Los años de posguerra son duros. Y el hambre. Y ya lo dice Cecilia en un altercado que tiene en un café: "si me había pegado era porque nadie me defendía". Y cuando se ve sola, va y busca a alguien que la defienda y la sostenga. Ella elige su camino, al principio como una niña asustada, después, cuando no parece importarle nada, con meditada y fría determinación.

Hombres de los que se enamora y que se enamoran de ella, hombres que no le han importado nada. Otros a los que ha llevado hasta la locura, algunos que casi la hacen enloquecer. Escenas bellas, cual poesía, y un capítulo final tan triste como hermoso. Episodios claustrofóbicos, dignos de una película de Hitchcock. Y siempre lo que ha tenido al alcance y nunca ha llegado a atrapar.

A Cecilia tampoco la alcanzo, es compleja. Es hermosa, su mirada enamoradiza y nostálgica, bella, vulnerable, pero tiene una zona oscura. Hay una parte suya a la que no llego, cuando creo que la tengo asida, se me escapa de entre los dedos. Y pienso que hay una evolución (o tal vez involución) en ella, no lo sé. La conocemos de niña, la despedimos de mujer. Veo su cambio en su cuello desnudo y en las diferentes joyas que lo adornan con el paso de los años; lo advierte ella misma en dos momentos de su vida desnuda frente al espejo: la mujer incipiente, la que empieza a decaer. 

Tal vez quien no sabe de dónde viene difícilmente puede vislumbrar hacia dónde va. O tal vez, inevitablemente, siempre hubo algo revelador ahí, dentro de Cecilia. Releo fragmentos guardados para escribir esta reseña y me sorprende el significado que cobran ahora que he llegado al final de esta historia. Rodoreda es grande, su mirada inmensa y chiquita, sus novelas hermosas y los detalles de las mismas se entrelazan tejiendo el tapiz sobre el que se asientan sus historias. Sin duda, una relectura remataría los cabos de esos detalles y arrojarían más luz sobre Cecilia. Mientras tanto, mi mente vuela cual colometa y sigue pensando en Natalia. Regresará en algún momento a Cecilia Ce, lo sé, y a su luz de luna robada de soles incendiarios por los que se dejó quemar y devorar.
"...y por eso le dije que, a veces, pensaba qué harían el sol y la luna cuando eran pequeños. Que el sol era una bola podrida que, al irse, dejaba manchada toda la noche. Y que la luna estaba carcomida, llena de gusanos en sus muchos agujeros, como los muertos dentro de los nichos. Roída como un queso y ardiente de desesperación, que se moría sin darse cuenta, como nuestro cerebro. Muerta por montañas de gusanos de todas las especies que le dejarían ni una cuarta de blancura. Y cuando los gusanos fueran los dueños, todo caería, y sobre la tierra se iría formando una costra de personas y de criaturas muertas, aplastadas. Espesa. Y no sabía cómo sacarme las palabras de la boca porque entonces volvimos a mirarnos de aquel modo y sólo pude decir que cuando el sol y la luna cayesen la tierra iría volando."
Crystal Heart. Fotografía de Zartla

Esta reseña forma parte de una lectura conjunta organizada por Lourdes Ilgr en su blog El despertar de un libro para conmemorar los 50 años transcurridos desde la primera publicación de esta novela y los mismos desde el fallecimiento de Caterina Albert i Paradís con la lectura de su novela Soledad cuya reseña podéis leer aquí. Un placer también participar en las tetulias sobre las mismas organizadas en el grupo de facebook Los libros de Carmen y amig@s.


Ficha del libro:
Título: La calle de las Camelias
Autora: Mercè Rodoreda
Editorial: Edhasa
Año de publicación: 2000
Nº de páginas: 274
ISBN: 9788435016520

Comentarios

  1. Cada vez que leo a Rodoreda me adentro en su universo. Qué gran escritora, que enorme escritora. Qué personaje Cecilia (ya lo fue Colometa), tan complejo. Y siempre Barcelona y sus calles. El imaginario de las mujeres protagonistas de Rodoreda son un mundo en el que hay que adentrarse sí o sí.

    Un abrazo

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    1. Es cierto, Ana. Es una maravilla de escritora. Consigue crear un mundo propio a partir de detalles cuyo significado redimensiona y con una aparente sencillez que es muy difícil de conseguir. Su prosa es bella y la leería sólo por el gusto de leerla pero, además, qué historias y qué mujeres nos trae siempre, ¿verdad?
      Un abrazo

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  2. ¡Qué ganas tengo de leer a Rodoreda, y ahora me apunto esta novela también porque creo que me encantaría! Muchas gracias por una reseña tan bonita.

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    1. Gracias a ti por pasarte a leerla. Yo sólo puedo animarte a leer a Rodoreda. Es una maravilla.
      Besos

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  3. Ays, qué reseña más bonita! Desde luego, tengo que estrenarme de una vez con esta autora.
    Besotes!!!

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  4. Has hecho un maravillosa reseña. Rodoreda estaría orgullosa de ver lo que puede transmitir. Es curioso que nos han llamado la atención iguales frases y episodios. Y me ha encantado esa comparación de Natalia con aguas mansas y de Cecilia con aguas turbulentas.
    Gran reseña. Felcidades.
    Un beso.

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    1. Gracias, Rosa. Es que Rodoreda transmite muchísimo con esa forma tan única de escribir. Ya te comentaba que habíamos coincidido en destacar ciertos detalles y también en alguna de las citas. Y en cuanto a las dos protagonistas de las dos novelas suyas que he leído, ambas son vulnerables, dependientes (aunque su dependencia es muy diferente) y con una gran carencia de afecto, pero son dos mujeres completamente distintas. Tengo que confesar mi especial debilidad por Natalia, pero ambas novelas son una maravilla.
      A ver si el año próximo volvemos a coincidir en alguna lectura conjunta.
      Besos

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  5. Yo leí La plaça del diamant en el instituto, y me dejó bastante frío, yo no veía la obra maestra. Claro que entonces era un adolescent, y por eso merecería una relectura. O leer cualquier obra de Rodoreda, la que sea, tal vez la que reseñas en esta entrada.
    Un abrazo.

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    1. Normalmente los gustos lectores van evolucionando con nosotros. Así que puede ser que ahora la disfrutaras más. O tal vez simplemente no tengas feeling con la autora, a veces pasa. A mí me encanta, así que no soy muy imparcial al respecto.
      Un abrazo

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  6. No he leído nada de la autora pero echaré un ojo a sus obras porque me ha encantado la forma en la que describes su modo de escribir.

    Besitos

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    1. Es que tiene una forma muy especial de escribir. Es como entrar en un mundo propio creado por sus personajes, o más bien por sus protagonistas. Espero que te guste si te animas a leerla.
      Besos

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  7. Esta autora es uno de mis grandes agujeros que tengo que tapar. La tengo pendiente y después de leer tus reseñas de ella creo que es bastante urgente que me lance ya a leerla. Tu reseña, preciosa, como siempre. Un beso :)

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  8. Aún no me he estrenado con Rodoreda, pero cualquiera que conozca un poco nuestra literatura sabe que estamos ante una de las grandes narradoras de este país. Se percibe nítidamente la huella que ha dejado un libro por la reseña que se escribe, parece que te ha entusiasmado por esas líneas tan bonitas que nos dejas.
    Me lo apunto.
    Felices fiestas Lorena :)

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    1. Me ha entusiasmado porque me entusiasma esa forma tan bonita, sensible y única de escribir de Mercè Rodoreda. Una grande, como dices, que descubrí gracias a este maravilloso mundo de la blogosfera. Haces bien en apuntarlo. Espero que te guste.
      Felices fiestas para ti también, Paco.

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  9. Ostras Lorena, había leído tu reseña en mi mail y pensaba que te había comentado en el blog, que despiste y encima con lo que me ha gustado tu reseña. Tienes toda la razón sobre la sensación que da Cecilia, a mí me pasó lo mismo. Parece que se deje llevar y que no sepa que hace en el mundo, muy triste. Y eso es verdad, Rodoreda mezcla la dureza y la dulzura, ¿verdad?.
    Muy bonita reseña. Me ha gustado mucho. Ahora dudo si la compartí. Soy un desastre.
    Un besote.

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    1. No te preocupes, estamos todas a mil, el tiempo no da para todo y ya no sabemos ni lo que hemos hecho el día anterior.
      Sí, Rodoreda mezcla dulzura y dureza y consigue crear con ambas un universo único.
      Gracias por esta lectura.
      Besos

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  10. Casualidades, días después de leer tu reseña, encontré la novela en la biblioteca. Recién terminada, que decir que no hayas dicho ya en tu reseña. Cecília gran personaje y a la vez extraño,no he acabado de entenderla..., pero que vida y como nos la cuenta!. Me ha gustado!!.
    Tengo de leer mas de esta gran escritora!!.

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    1. Yo tampoco he terminado de entenderla. Aun así, es un personaje extraordinario y Rodoreda construye con él una novela hermosa. Te recomiendo "La plaza del diamante", una auténtica maravilla y con un personaje con el que creo que se consigue empatizar más.
      Me alegra que hayas disfrutado de esta novela. Gracias por pasarte a dejarnos tus impresiones.
      Besos

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