Hermanos de alma - David Diop

«Pero yo, Alfa Ndiaye, he entendido a la perfección las palabras del capitán. Nadie sabe lo que pienso, soy libre de pensar lo que quiera. Lo que pienso es que no quieren que piense. Lo impensable está escondido tras las palabras del capitán. La Francia del capitán necesita que hagamos el salvaje cuando convenga. Necesita que seamos salvajes porque los enemigos tienen miedo de nuestros machetes. Lo sé, lo he entendido, no tiene mucha más complicación. La Francia del capitán necesita nuestro salvajismo y como nosotros somos obedientes, los demás y yo, hacemos el salvaje. Cercenamos las carnes enemigas, mutilamos, decapitamos, destripamos. La única diferencia entre mis camaradas los tuculores y los sereres, los bambaras y los mandingas, los susus, los hausas, los mossis, los markas, los soninkés, los senufos, los bobos y el resto de los wólofs, la única diferencia entre ellos y yo es que yo me he vuelto salvaje por reflexión. Ellos solo hacen teatro cuando salen de la tierra, yo solo hago teatro con ellos, en la trinchera protectora».

Sí, Alfa Ndiaye lo ha entendido. Él ahora sabe. Sabe que se ha convertido en un salvaje. Ha entendido que no era salvaje cuando, siguiendo las órdenes del capitán, emergía de la trinchera para arrojarse al campo de batalla a eliminar el máximo número de enemigos posible. Le ha costado, pero lo ha entendido. Le ha costado perder a Mademba Diop, su amigo del alma, su hermano no de sangre pero sí elegido. Y es porque ha perdido a Mademba Diop que se ha convertido en un salvaje. Ahora lo entiende. Ahora entiende que se ha convertido en salvaje por no haber sido salvaje con Mademba Diop. Ahora sabe que lo verdaderamente salvaje fue no haber sido salvaje con su hermano del alma. Él le suplicó. Él se lo pidió. Tres veces le pidió Mademba Diop a su más que hermano Alfa Ndiaye que acabara con su sufrimiento, con su agonía, que terminara con su vida y le ahorrara la tortura de una muerte lenta y dolorosa. Tres veces le negó Alfa Ndiaye a su más que hermano Mademba Diop su último deseo, como tres veces Pedro negó a Jesús. Ahora que es tarde Alfa Ndiaye ha entendido. Ahora ha aprendido que por querer ser humano se comportó de forma inhumana con quien menos lo merecía, con Mademba Diop, su más que hermano. «Hay que tener cuidado, cuando uno se cree libre de pensar lo que quiere, de no dejar que se cuele a hurtadillas el pensamiento disfrazado de los demás, el pensamiento maquillado del padre y de la madre, el pensamiento emperifollado del abuelo, el pensamiento disimulado del hermano o de la hermana, de los amigos, incluso de los enemigos». Eso es lo que piensa ahora Alfa Ndiaye. Eso es lo que piensa ahora que ya no se cree libre de pensar lo que quiere sino que realmente lo es. Ahora que su pensamiento se ha liberado de creencias y tradiciones adquiridas. Ahora que esa libertad lo ha convertido en un auténtico salvaje.

«Fuimos iniciados en los secretos de la edad adulta por el mismo anciano del pueblo. Él nos explicó cómo comportarnos. El secreto más grande que nos contó fue que no es el hombre quien dirige los acontecimientos, sino que son los acontecimientos los que dirigen al hombre. Los acontecimientos que sorprenden al hombre han sido vividos por otros hombres antes que él. Todas las posibilidades humanas han sido experimentadas. Nada de lo que aquí abajo nos pasa, por grave o provechoso que sea, es nuevo. Pero lo que experimentamos es siempre nuevo, dado que cada hombre es único, como cada hoja de un mismo árbol es única. El hombre comparte con los demás hombres la misma savia, pero se alimenta de manera distinta. Aun cuando lo nuevo no sea verdaderamente nuevo, siempre son nuevos para aquellos que recalan en el mundo, generación tras generación, ola tras ola. Así que, para orientarse en la vida, para no perderse por el camino, hay que escuchar la voz del deber. Pensar demasiado por cuenta propia es traición. Aquel que comprende este secreto tiene posibilidades de vivir en paz. Pero no hay ninguna garantía».

No, no hay ninguna garantía. Alfa Ndiaye escuchó la voz del deber. Alfa Ndiaye no pensó por cuenta propia. Sin embargo, desde que ignoró la petición de piedad de Mademba Diop, Alfa Ndiaye no vive en paz. Ahora lo sabe. Ahora lo ha entendido. Ha entendido que si en vez de escuchar la voz del deber hubiera hecho lo que debía, hubiera perdido igualmente a su más que hermano, pero podría vivir en paz.

Alfa Ndiaye y Mademba Diop fueron iniciados en los secretos de la edad adulta por el mismo anciando del pueblo. Alfa Ndiaye y Mademba Diop partieron juntos desde Gandiol hacia las trincheras de la Gran Guerra. Junto con el resto de sus camaradas los tuculores y los sereres, los bambaras y los mandingas, los susus, los hausas, los mossis, los markas, los soninkés, los senufos, los bobos y el resto de los wólofs eran los chocolate de África, la fuerza salvaje del ejército francés. Son su amenaza salvaje. Ahora lo sabe Alfa Ndiaye. Ahora que piensa que «Soy libre de imaginarme lo que piensa el enemigo de enfrente porque lo sé, lo he entendido. Observando los ojos azules del enemigo, veo a menudo el pánico a la muerte, al salvajismo, a la violación, a la antropofagia. Veo en sus ojos lo que le han contado de mí y lo que ha creído sin que nos hayamos cruzado antes. Pienso que al verme observarle sonriendo se dice que no le han mentido, que con esos dientes blancos en la noche, con o sin luna, voy a comérmelo vivo o algo todavía peor».

O algo todavía peor. Sí, tal vez sea algo todavía peor lo que comienza a hacer Alfa Ndiaye tras la muerte de Mademba Diop, tras haberse negado a aligerar su sufrimiento. El macabro ritual que inicia entonces no solo es tomado como un acto de salvajismo por el bando enemigo sino que terminará por alertar a sus compañeros de trinchera. «La locura temporal permite olvidar la verdad de las balas. La locura temporal es la hermana del valor en la guerra». Pero cuando la locura se trae de regreso a la trinchera y se queda a vivir ahí genera incomodidad. Es un recordatorio de la vulnerabilidad, de la falta de inmunidad. Es algo que no se perdona. Ahora lo sabe. Ahora lo entiende. Sabe que sus compañeros han pasado de considerarlo un héroe a pensar de él que es un dëmm devorador de almas. Ha entendido que es más fácil para ellos recurrir a una figura mitológica que aceptar la barbarie sin sentido causada por el ser humano.

Los fusileros senegaleses fueron un cuerpo de soldados pertenecientes a las tropas coloniales formado dentro del imperio colonial francés en 1857 y disuelto a principio de la década de 1960.
En la fotografía, de autor desconocido y en dominio público, Fusileros senegaleses en la línea del frente cerca de Souain durante el bombardeo francés del 4 al 6 de junio. Octubre de 1916. Fuente: La Guerra Mundial en imágenes. Editorial: Knaur, Leipzig 1920

Yo sé. Yo entiendo. He sabido durante toda la lectura de esta novela y he entendiendo todo lo que he leído en ella. Me ha llamado la atención el estilo narrativo escogido por su autor. He querido entender que este ha buscado transmitir la inocencia de quien descubre por primera vez cómo es el mundo real, la pureza mancillada de la virginidad corrompida. Me ha gustado la premisa de partida de esta historia. He lamentado, por tanto, sentir que, al poco de iniciada su lectura, tanto el estilo como la historia se me hicieran repetitivos. He entendido que se estaba desaprovechando una gran oportunidad. He sabido que algo muy potente se me estaba escapando entre los dedos. Me ha alegrado, por tanto, salir del campo de batalla y regresar en el tiempo con Alfa Ndiaye y Mademba Diop a su aldea natal. He disfrutado descubriendo sus líneas vitales convergentes a la vez que divergentes. Me he acordado en algunos momentos de algún episodio de la maravillosa novela La más recóndita memoria de los hombres de Mohamed Mbougar Sarr. He sonreído porque sé, entiendo, que he llegado al francés de origen senegalés David Diop a través del escritor senegalés afincado en Francia Mohamed Mbougar Sarr. He vuelto a lamentar, por tanto, que al final de esta novela toda mi alegría se haya vuelto a evaporar.

«Traducir nunca es fácil. Traducir es traicionar en el filo, es trapichear, es negociar una frase a cambio de otra. Traducir es una de las pocas actividades humanas en las que uno está obligado a mentir sobre los detalles para contar la verdad general. Traducir es arriesgarse a comprender mejor que los demás que la verdad de la palabra no es solo una, sino doble, incluso triple, cuádruple o quíntuple. Traducir es alejarse de la verdad de Dios, que, como todos sabemos o creemos saber, es una». Pero yo no creo saber, sino que sé que la verdad nunca es solo una, al igual que Alfa Ndiaye —que ya no cree pensar, sino que piensa—, ha entendido que «todo lleva en sí su contrario». Por eso ahora entiendo. Por eso ahora sé. He entendido que lo que ha empezado como una novela sobre el horror de la guerra con el interesante añadido del punto de vista colonial ha virado a una historia sobre la culpa y, algo más adelante, a una de celos y rivalidad; he entendido que los celos y la rivalidad también se dan entre hermanos del alma y que ello no empaña el amor entre ambos, sino la conciencia de quien sobrevive. Sé que he entendido el final de esta novela. Sé que no estoy segura de haber llegado a entender lo que David Diop me ha querido decir con él, que no sé si acierto a traducirla, que la historia escondida tras la historia que me cuenta me ha dejado un tanto desconcertada, que tal vez no haya estado destinada para mí. Y sé que esta novela se ha quedado para mí en un pudo ser y no fue o, mejor aún, en un pudo ser y no ha sido del todo, dado que algo de ella sí ha permanecido en mí. He sabido, he entendido que tenía que contar mi historia con esta historia para que quizá alguien a quien sí le esté destinada la pueda escuchar y ver así a su través lo que yo no he visto o lo que tal vez ni siquiera exista.

«Te juro que la historia del hechicero-león la escuché justo antes de irme a la guerra. Esta historia, como todas las historias interesantes, es una historia breve llena de sobrentendidos pícaros. El que cuenta una historia conocida como esta del hechicero-león y la princesa caprichosa puede disimular dentro otra historia. Para ser advertida, la historia escondida bajo la historia conocida debe desvelarse un poquito. Si la historia escondida se esconde demasiado tras la historia conocida, entonces permanece invisible. La historia escondida debe estar ahí sin estar, debe dejarse adivinar al igual que un vestido ceñido color amarillo azafrán deja adivinar las hermosas formas de una muchacha. Debe transparentar. Cuando es comprendida por aquellos a quienes está destinada, la historia escondida tras la historia conocida puede cambiar el curso de sus vidas, empujarlos a metamorfosear un deseo difuso en un acto concreto. Puede curarles de la enfermedad de la vacilación, contra todas las expectativas de un cuentista malintencionado».

Gandiol (o Gandiole o Ganjool ) es, históricamente, una región de Senegal situada en la Grande-Côte , un poco al sur de Saint-Louis , no lejos de la desembocadura del río Senegal . Desde 2014 es un municipio con pleno derecho.





Ficha del libro:
Autor: David Diop
Traductor: Rubén Martín Giráldez
Editorial: Anagrama
Año de publicación: 2019
Nº de páginas: 308
ISBN: 978-84-339-8052-6
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Comentarios

  1. Has hecho una reseña magnífica independientemente de que el libro se te haya desdibujado por momentos o sientas que tal vez no te estaba destinado. A mí, leyéndote, me atrae mucho. Tan solo me disuade un poco esa parte de la guerra y las trincheras que me suele resultar muy agresiva. Como ya sabrás, esa parte de la culpa que siente Alfa Ndiaye por no haber estado a la altura de lo que Mademba Diop le pedía, y cómo esa culpa le impide vivir en paz es lo que más me atrae.
    Me ha encantado ese párrafo sobre la traducción porque he reflexionado muchas veces sobre ello. Siempre he pensado que la traducción de literatura era un tipo de creación paralela a la del autor. Hay que huir de la literalidad para que el texto fluya con naturalidad en la nueva lengua y eso sólo se puede hacer re-creando el texto en otro idioma. Aunque también pienso que esa cita sobre la traducción tal vez no se refieres a la traducción en sentido literal sino a la que hace un lector ante un libro que tiene que interpretar.
    No sé si me animaré, pero apuntado queda.
    Un beso.

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  2. ¡Hola Lorena! este libro ya sabes que en principio no es para mí ¿o sí? nunca se sabe..., pero la verdad que me va a costar elegirlo.
    Estoy e acuerdo con Rosa, tu reseña como siempre es una maravilla, una pena que se haya ido desinflando y al final no te haya convencido
    Besos!

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  3. Me ha parecido la mar de interesante el asunto. La participación de la población africana en el Iª Guerra Mundial es asunto que suele obviarse. Se diría que la guerra fue sólo europea; y lo fue, pero estos europeos tenían colonias en África y utilizaron a sus habitantes como carne de cañón explotando todos los tópicos existentes sobre ellos: salvajes, violentos, antropófagos... Que sea un africano el autor y además que el personaje al que se alude constantemente tenga el mismo apellido que él da mayor credibilidad a la historia. ¿Era familiar suyo el tal Mademba Diop? Me da que sí, pero no lo sé.
    Te ha decepcionado algo la novela, pues piensas que el asunto es importante y el autor no lo explota en profundidad. Puede ser, seguramente lo es. Tomo nota del nombre del novelista para cuando quiera hacer una incursión en territorio africano.
    Un beso

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