Hermanos de alma - David Diop
«Pero yo, Alfa Ndiaye, he entendido a la perfección las palabras del capitán. Nadie sabe lo que pienso, soy libre de pensar lo que quiera. Lo que pienso es que no quieren que piense. Lo impensable está escondido tras las palabras del capitán. La Francia del capitán necesita que hagamos el salvaje cuando convenga. Necesita que seamos salvajes porque los enemigos tienen miedo de nuestros machetes. Lo sé, lo he entendido, no tiene mucha más complicación. La Francia del capitán necesita nuestro salvajismo y como nosotros somos obedientes, los demás y yo, hacemos el salvaje. Cercenamos las carnes enemigas, mutilamos, decapitamos, destripamos. La única diferencia entre mis camaradas los tuculores y los sereres, los bambaras y los mandingas, los susus, los hausas, los mossis, los markas, los soninkés, los senufos, los bobos y el resto de los wólofs, la única diferencia entre ellos y yo es que yo me he vuelto salvaje por reflexión. Ellos solo hacen teatro cuando salen de la tierra, yo solo hago teatro con ellos, en la trinchera protectora».
«Fuimos iniciados en los secretos de la edad adulta por el mismo anciano del pueblo. Él nos explicó cómo comportarnos. El secreto más grande que nos contó fue que no es el hombre quien dirige los acontecimientos, sino que son los acontecimientos los que dirigen al hombre. Los acontecimientos que sorprenden al hombre han sido vividos por otros hombres antes que él. Todas las posibilidades humanas han sido experimentadas. Nada de lo que aquí abajo nos pasa, por grave o provechoso que sea, es nuevo. Pero lo que experimentamos es siempre nuevo, dado que cada hombre es único, como cada hoja de un mismo árbol es única. El hombre comparte con los demás hombres la misma savia, pero se alimenta de manera distinta. Aun cuando lo nuevo no sea verdaderamente nuevo, siempre son nuevos para aquellos que recalan en el mundo, generación tras generación, ola tras ola. Así que, para orientarse en la vida, para no perderse por el camino, hay que escuchar la voz del deber. Pensar demasiado por cuenta propia es traición. Aquel que comprende este secreto tiene posibilidades de vivir en paz. Pero no hay ninguna garantía».
No, no hay ninguna garantía. Alfa Ndiaye escuchó la voz del deber. Alfa Ndiaye no pensó por cuenta propia. Sin embargo, desde que ignoró la petición de piedad de Mademba Diop, Alfa Ndiaye no vive en paz. Ahora lo sabe. Ahora lo ha entendido. Ha entendido que si en vez de escuchar la voz del deber hubiera hecho lo que debía, hubiera perdido igualmente a su más que hermano, pero podría vivir en paz.
Alfa Ndiaye y Mademba Diop fueron iniciados en los secretos de la edad adulta por el mismo anciando del pueblo. Alfa Ndiaye y Mademba Diop partieron juntos desde Gandiol hacia las trincheras de la Gran Guerra. Junto con el resto de sus camaradas los tuculores y los sereres, los bambaras y los mandingas, los susus, los hausas, los mossis, los markas, los soninkés, los senufos, los bobos y el resto de los wólofs eran los chocolate de África, la fuerza salvaje del ejército francés. Son su amenaza salvaje. Ahora lo sabe Alfa Ndiaye. Ahora que piensa que «Soy libre de imaginarme lo que piensa el enemigo de enfrente porque lo sé, lo he entendido. Observando los ojos azules del enemigo, veo a menudo el pánico a la muerte, al salvajismo, a la violación, a la antropofagia. Veo en sus ojos lo que le han contado de mí y lo que ha creído sin que nos hayamos cruzado antes. Pienso que al verme observarle sonriendo se dice que no le han mentido, que con esos dientes blancos en la noche, con o sin luna, voy a comérmelo vivo o algo todavía peor».
O algo todavía peor. Sí, tal vez sea algo todavía peor lo que comienza a hacer Alfa Ndiaye tras la muerte de Mademba Diop, tras haberse negado a aligerar su sufrimiento. El macabro ritual que inicia entonces no solo es tomado como un acto de salvajismo por el bando enemigo sino que terminará por alertar a sus compañeros de trinchera. «La locura temporal permite olvidar la verdad de las balas. La locura temporal es la hermana del valor en la guerra». Pero cuando la locura se trae de regreso a la trinchera y se queda a vivir ahí genera incomodidad. Es un recordatorio de la vulnerabilidad, de la falta de inmunidad. Es algo que no se perdona. Ahora lo sabe. Ahora lo entiende. Sabe que sus compañeros han pasado de considerarlo un héroe a pensar de él que es un dëmm devorador de almas. Ha entendido que es más fácil para ellos recurrir a una figura mitológica que aceptar la barbarie sin sentido causada por el ser humano.
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Los fusileros senegaleses fueron un cuerpo de soldados pertenecientes a las tropas coloniales formado dentro del imperio colonial francés en 1857 y disuelto a principio de la década de 1960. En la fotografía, de autor desconocido y en dominio público, Fusileros senegaleses en la línea del frente cerca de Souain durante el bombardeo francés del 4 al 6 de junio. Octubre de 1916. Fuente: La Guerra Mundial en imágenes. Editorial: Knaur, Leipzig 1920 |
«Traducir nunca es fácil. Traducir es traicionar en el filo, es trapichear, es negociar una frase a cambio de otra. Traducir es una de las pocas actividades humanas en las que uno está obligado a mentir sobre los detalles para contar la verdad general. Traducir es arriesgarse a comprender mejor que los demás que la verdad de la palabra no es solo una, sino doble, incluso triple, cuádruple o quíntuple. Traducir es alejarse de la verdad de Dios, que, como todos sabemos o creemos saber, es una». Pero yo no creo saber, sino que sé que la verdad nunca es solo una, al igual que Alfa Ndiaye —que ya no cree pensar, sino que piensa—, ha entendido que «todo lleva en sí su contrario». Por eso ahora entiendo. Por eso ahora sé. He entendido que lo que ha empezado como una novela sobre el horror de la guerra con el interesante añadido del punto de vista colonial ha virado a una historia sobre la culpa y, algo más adelante, a una de celos y rivalidad; he entendido que los celos y la rivalidad también se dan entre hermanos del alma y que ello no empaña el amor entre ambos, sino la conciencia de quien sobrevive. Sé que he entendido el final de esta novela. Sé que no estoy segura de haber llegado a entender lo que David Diop me ha querido decir con él, que no sé si acierto a traducirla, que la historia escondida tras la historia que me cuenta me ha dejado un tanto desconcertada, que tal vez no haya estado destinada para mí. Y sé que esta novela se ha quedado para mí en un pudo ser y no fue o, mejor aún, en un pudo ser y no ha sido del todo, dado que algo de ella sí ha permanecido en mí. He sabido, he entendido que tenía que contar mi historia con esta historia para que quizá alguien a quien sí le esté destinada la pueda escuchar y ver así a su través lo que yo no he visto o lo que tal vez ni siquiera exista.
«Te juro que la historia del hechicero-león la escuché justo antes de irme a la guerra. Esta historia, como todas las historias interesantes, es una historia breve llena de sobrentendidos pícaros. El que cuenta una historia conocida como esta del hechicero-león y la princesa caprichosa puede disimular dentro otra historia. Para ser advertida, la historia escondida bajo la historia conocida debe desvelarse un poquito. Si la historia escondida se esconde demasiado tras la historia conocida, entonces permanece invisible. La historia escondida debe estar ahí sin estar, debe dejarse adivinar al igual que un vestido ceñido color amarillo azafrán deja adivinar las hermosas formas de una muchacha. Debe transparentar. Cuando es comprendida por aquellos a quienes está destinada, la historia escondida tras la historia conocida puede cambiar el curso de sus vidas, empujarlos a metamorfosear un deseo difuso en un acto concreto. Puede curarles de la enfermedad de la vacilación, contra todas las expectativas de un cuentista malintencionado».
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Gandiole, Sant-Louis, Senegal, enero de 2010. Fotografía de cristina sebastiani bajo licencia CC BY-NC-ND 2.0. Gandiol (o Gandiole o Ganjool ) es, históricamente, una región de Senegal situada en la Grande-Côte , un poco al sur de Saint-Louis , no lejos de la desembocadura del río Senegal . Desde 2014 es un municipio con pleno derecho. |
Has hecho una reseña magnífica independientemente de que el libro se te haya desdibujado por momentos o sientas que tal vez no te estaba destinado. A mí, leyéndote, me atrae mucho. Tan solo me disuade un poco esa parte de la guerra y las trincheras que me suele resultar muy agresiva. Como ya sabrás, esa parte de la culpa que siente Alfa Ndiaye por no haber estado a la altura de lo que Mademba Diop le pedía, y cómo esa culpa le impide vivir en paz es lo que más me atrae.
ResponderEliminarMe ha encantado ese párrafo sobre la traducción porque he reflexionado muchas veces sobre ello. Siempre he pensado que la traducción de literatura era un tipo de creación paralela a la del autor. Hay que huir de la literalidad para que el texto fluya con naturalidad en la nueva lengua y eso sólo se puede hacer re-creando el texto en otro idioma. Aunque también pienso que esa cita sobre la traducción tal vez no se refieres a la traducción en sentido literal sino a la que hace un lector ante un libro que tiene que interpretar.
No sé si me animaré, pero apuntado queda.
Un beso.
¡Hola Lorena! este libro ya sabes que en principio no es para mí ¿o sí? nunca se sabe..., pero la verdad que me va a costar elegirlo.
ResponderEliminarEstoy e acuerdo con Rosa, tu reseña como siempre es una maravilla, una pena que se haya ido desinflando y al final no te haya convencido
Besos!
Me ha parecido la mar de interesante el asunto. La participación de la población africana en el Iª Guerra Mundial es asunto que suele obviarse. Se diría que la guerra fue sólo europea; y lo fue, pero estos europeos tenían colonias en África y utilizaron a sus habitantes como carne de cañón explotando todos los tópicos existentes sobre ellos: salvajes, violentos, antropófagos... Que sea un africano el autor y además que el personaje al que se alude constantemente tenga el mismo apellido que él da mayor credibilidad a la historia. ¿Era familiar suyo el tal Mademba Diop? Me da que sí, pero no lo sé.
ResponderEliminarTe ha decepcionado algo la novela, pues piensas que el asunto es importante y el autor no lo explota en profundidad. Puede ser, seguramente lo es. Tomo nota del nombre del novelista para cuando quiera hacer una incursión en territorio africano.
Un beso