El exilio interior: la vida de maría Moliner - Inmaculada de la Fuente
No recuerdo cuándo supe de ella. Soy incapaz de discernir el momento en el que su nombre dejó de ser para mí el de un diccionario y comenzó a convertirse en el de una mujer. Sí recuerdo cuándo esa mujer dejó de ser solo un nombre y comenzó a tener identidad propia; cuándo comencé a interesarme por ella, cuándo empecé a admirarla, cuándo se sembró el germen de esta lectura que os traigo hoy.
Fue hace cinco años, cuando estudiaba mi certificado de profesionalidad de Prestación de Servicios Bibliotecarios. Nuestra profesora, otra bibliotecaria de pro, nos trajo un día varios textos a leer y a comentar. Entre ellos estaba la carta a los bibliotecarios rurales redactada por María Moliner usada como prólogo a las Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas publicadas en 1937, en plena Guerra Civil. Soy una gran admiradora y defensora de las bibliotecas en general y de las públicas en particular. Mi ideología casi es un calco de lo que simbolizan estas últimas. Estas son mucho más que un lugar en el cual se prestan libros, si bien es cierto que, al igual que la mayoría de la ciudadanía, durante gran parte de mi vida no fui consciente de que existía ese mucho más. Si algo queda patente en esa carta que escribió María Moliner es cuál debe ser el auténtico espíritu bibliotecario. Si tuviera que elegir una única palabra para describir lo que transmite esa misiva, esa palabra sería fe. Y, sí, debía de ser necesaria mucha fe para poner a andar en aquellos tiempos bibliotecas rurales; de hecho, pienso que aún se sigue requiriendo mucha fe para que las bibliotecas actuales sean mucho más que esos lugares en los que se prestan libros.
De esta biografía de María Moliner escrita por Inmaculada de la Fuente supe tiempo después de leer esa carta (si a alguien le apetece leerla puede hacerlo aquí). Fue un encuentro causal; tampoco recuerdo cómo supe de este libro, pues postergué algunos años su lectura tras dar con él. Tras concluirlo, echo la vista atrás y contemplo el camino recorrido: María Moliner fue para mí un diccionario; entré en este libro a la búsqueda de la María Moliner bibliotecaria; salgo de él descubriendo un diccionario que es María Moliner.
La guerra, efectivamente, acaba y tras ella llega la dictadura. «Moría una forma de vivir, un entorno cultural privilegiado, una etapa feliz que ya no volvería. Los pocos amigos que quedaban eran de algún modo supervivientes en un exilio interior más o menos confortable, pero siempre triste». Moliner se convierte en una de tantas víctimas de la depuración franquista. Valencia fue capital de la segunda república durante el conflicto civil y María compartió espacio de trabajo con miembros del gobierno republicano, hecho que no juega a su favor. La bibliotecaria, aunque afín, me imagino, a las ideas defendidas por la república, no es una persona que se haya involucrado nunca en política ni que se haya significado ni a favor ni en contra de unos u otros. Es tan solo una mujer dedicada a su trabajo y a su familia. Poco importan los hechos (o más bien la falta de ellos), sin embargo, a quienes ya parecen tener tomada una decisión de antemano. En el escrito con el que responde a los cargos que se le imputan queda constancia nuevamente de su carácter y de que sabe plegarse a las circunstancias pero sin achicarse. Aun así, y sin ser de las peor paradas por la depuración, la descienden dieciocho niveles en el escalafón del Cuerpo y la envían de vuelta al Archivo provincial de la Delegación de Hacienda. Su último destino será la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Madrid, en donde se jubilará en 1970, veinticuatro años después de su llegada.
Es este último un destino sin estímulo intelectual alguno para ella. María pasa las mañanas en la biblioteca de la escuela de ingenieros. Las tardes transcurren solitarias en su casa. Los hijos son mayores; ya no precisan de ella. Su marido, el catedrático de física Fernando Ramón Ferrando, víctima también de la depuración franquista, que tras su rehabilitación ha sido destinado a la Universidad de Salamanca, solo puede pasar con ella las vacaciones y fines de semana. María dista mucho de sentirse sola, sin embargo, o, tal vez, el tiempo vacío para una mujer tan inquieta intelectualmente nunca se tarda demasiado en llenar. Es por aquel entonces cuando nace en ella la idea del diccionario. Un diccionario, además, es algo inofensivo en aquellos tiempos; quién podría considerar censurable un diccionario. Poco sospecha entonces que, cuando se publique, su diccionario causará, aunque no política, una revolución.
Pero, por el momento, su diccionario es tan solo una idea. Eso sí, es una idea que crece, crece y crece. Será un trabajo que ocupará días, meses, años. Un trabajo, el de la concepción de un diccionario de una lengua viva, que, si se piensa bien, no está llamado a terminar nunca. Y, así, «aquella mujer que trabajaba de sol a sol no era ninguna solitaria. Escribía para sus futuros estudiosos, usuarios y lectores».
Lo que Moliner concibe, pues, como un trabajo de unos meses, como mucho de un par de años, termina por convertirse en una titánica aventura que durará tres lustros. María sabe que, por su formación ajena a la filología y lexicografía, corre el riesgo de ser considerada una intrusa, y por ello pone tanto empeño en ser precisa. La verdadera razón, sin embargo, de que el desarrollo del diccionario se dilate tanto en el tiempo es que la bibliotecaria es una trabajadora incansable y perfeccionista en extremo. «¿Qué perseguía con ese perfeccionismo rayano en la desmesura? Organizar el mundo, buscar la armonía de las cosas, dice su hija Carmina Ramón Moliner. Le gustaba organizar, crear, construir, relacionar. Sujetar el mundo, controlar el ingente caudal del lenguaje, nombrar las cosas con su nombre genuino para llegar a su núcleo original, a la idea desnuda...»
A la hora del recreo, Institución Libre de Enseñanza. Fotografía en dominio público de Christian Franzen Fuente: Alma española, Año I. nº 7 de 20 de diciembre de 1903. p. 3 |
«"Si yo me pongo a pensar qué es mi diccionario, me acomete algo de presunción", le dijo María Moliner a Santiago Costelo. "Es un diccionario único en el mundo [...] Aparte de las definiciones, cada palabra trae un catálogo y con él vienen las palabras, tanto usuales como no, que equivalen a aquellas. Es un diccionario principalmente para escritores". Escritores, traductores, estudiantes, gente común capaz de deleitarse con esa definición que le llevaba a la idea que andaba buscando. Entre los traductores, hay un aserto común: "Lo que diga el María Moliner va a misa". En ese sentido María Moliner elaboró un diccionario a la vez descodificador y codificado, puesto que sirve para entender y para decir. Porto Dapena lo califica de "reversible", porque permite tanto interpretar una palabra y llegar a la idea, como lo contrario: partir de la idea y encontrar la expresión precisa». Hasta el propio Gabriel García Márquez lo elogia. Dice de él que es el diccionario «más completo, útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana», «más de dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y -a mi juicio- más de dos veces mejor».
Para ocupar un sillón en la Real Academia de la Lengua, precisamente, es propuesta la lexicógrafa, pero finalmente no es admitida. De haberlo sido, María Moliner se hubiera convertido en la primera mujer en formar parte de tan ilustre institución. Parece que la RAE no solo no estaba preparada para admitir a una mujer en sus filas, sino que tampoco supo reconocer debidamente a quien, independientemente de su sexo, tanto hizo por limpiar, fijar y dar esplendor a la lengua que representa.
Inmaculada de la Fuente dice en este libro que María Moliner no era feminista. Fundamenta su opinión en el hecho de que la autora del DUE mantenía una actitud conservadora respecto a la organización de su hogar, algo, por otra parte, más que habitual en aquellos años. Era María, efectivamente, y no su marido, quien se encargaba de la organización de las tareas domésticas. Afortunadamente, contó con empleadas del hogar, lo cual le dejaba tiempo para desarrollarse profesionalmente y para ocuparse en cosas que le agradaban más que las labores de ama de casa, es decir, para dedicarse a ser «una estudiosa de las palabras enamorada de su trabajo, del saber por saber, raíz de toda vocación intelectual».
Probablemente María Moliner no llegara a plantearse nunca si era o no feminista y seguramente ni siquiera le importara, lo cual, en mi opinión, no significa que no pueda considerársela feminista. El feminismo, como el exilio que da título a este libro, puede ser exterior o interior. María Moliner fue una mujer que no cejó en su empeño de conseguir todo lo que se propuso. Supo, desde bien jovencita, adaptarse a circunstancias adversas y sobreponerse a las mismas. El trabajo y el tesón fueron su bandera. Tal vez no se planteara alcanzar ningún hito como mujer, pero con la consecución de su realización personal, consiguió más de uno sin proponérselo. La profesión bibliotecaria es hoy en día mayoritariamente femenina, pero no siempre fue así. Cuando María obtuvo su plaza en 1922, fue la sexta mujer en conseguirlo y la más joven desde la creación del Cuerpo Facultativo. Dos años después, en 1924, fue nombrada ayudante en la facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia, convirtiéndose en la primera mujer que impartiera clases en dicha universidad. El feminismo empieza en uno, en el día a día, en el propio entorno. Tal vez sea hora de abogar por un feminismo menos dogmático y más plural.
No solo libros llevaron las Misiones Pedagógicas a los pueblos más recónditos, sino también teatro y otras manifestaciones artísticas y culturales, así como cursos para maestros rurales con el fin de que las zonas más apartadas contasen con los mejores maestros. En la fotografía, de autor desconocido y en dominio público, maestra rural sobre 1936. |
Frágil o controvertido, el enfoque original de María Moliner me parece que le da una dimensión brutal y no puedo dejar de estar de acuerdo con su hijo Fernando y considerar su eliminación un auténtico desatino. Parece ser que Gredos, sello editor del diccionario, lo había acordado con Pedro Ramón Moliner, otro de los hijos de la autora del DUE, el cual heredó los derechos del diccionario aunque falleció poco después de su madre. No hay constancia de si fue sugerencia suya o si la editorial ya había tratado algo al respecto con su madre. Personalmente, me cuesta entender que Moliner consintiera en un cambio tan sustancial de su concepción original.
Existen otras dos versiones posteriores del diccionario, de 2007 y 2016, disponibles ambas también en CD-ROM. Esto ya no se cuenta en esta biografía, como tampoco se da cuenta en ella de los pleitos legales a cuenta de la versión 'apócrifa'. La sola mención del formato CD-ROM me suena completamente obsoleta. Me da una inmensa pena ver tan ingente y extraordinario trabajo tan desaprovechado y en cierto modo comatoso para los hispanohablantes actuales y los estudiosos de nuestro idioma. Mi espíritu de bibliotecaria se revela y sueña. Sueña con una versión online del DUE fiel a la original pero en constante actualización y revisión. Sueña con un equipo de filólogos y lexicógrafos a su servicio cargados de esa fe inquebrantable que derrochaba esa carta a los bibliotecarios rurales de la que os hablaba al principio de esta entrada. Sueña con que el diccionario de María Moliner llegue a todos los rincones del planeta. Y tengo, además, la firme convicción de que María, la bibliotecaria solícita, la mujer que se embarcó en las Misiones pedagógicas para que los libros llegasen a los núcleos rurales, allí donde eran más necesarios, la que durante la guerra adquirió libros y libros para que, a la conclusión de esta, la gente no sufriera su carencia, compartiría mi mismo sueño, así como que, de continuar con vida, ella misma se aplicaría incansablemente a la tarea, convirtiendo, así, nuestro sueño en realidad.
Ha sido un placer, María Juana Moliner Ruiz.
¡Hola Lorena!
ResponderEliminarpara mí también ha sido un placer leerte, esta reseña me ha parecido muy especial, me ha gustado de forma especial, porque conozco gran parte de la información que cuentas sobre María Moliner y su andadura en el mundo bibliotecario. Cuando estudié mi oposición a Bibliotecas, el temario la abordaba ampliamente y no me extraña porque fue toda una institución en sí misma. De hecho recuerdo que cuando la descubrí fue una especie de heroína para mí, me flipaba saber todo lo que había conseguido para las Bibliotecas públicas y su maravilloso Diccionario de uso de español.
Me alegra mucho saber que para ti esos espacios no son únicamente lugares donde se pueden llevar prestados libros, sino que son mucho mas (por cierto desconocía que en algún momento estudiaras algo relacionado con los Servicios Bibliotecarios).
Es maravillosa la labor de esta incansable mujer, sobre todo y especialmente loable lo luchado por las Bibliotecas rurales, su lucha por conseguir que la lectura llegase a toda los rincones, incluso los más inaccesibles.
¡Madre mía, como me enrollo!
Pues nada, Lorena, lo dicho, que me ha encantado esta reseña y he disfrutado mucho leyéndote
Besos
Pues ya ves, Marian, mi currículum es así de variado e incoherente, porque los servicios bibliotecarios no tienen nada que ver con mi formación académica ni con el resto de experiencias laborales que he tenido, y ahora además ando por derroteros muy diferentes. Fíjate que incluso he llegado a trabajar un año en una biblioteca y por alguna bolsa de empleo ando, igual un día me dan la sorpresa y me llaman.
EliminarNo me extraña que, siendo bibliotecaria, te haya gustado encontrarte con María Moliner por aquí. Esa mujer no es tan solo una institución en el mundo bibliotecario, sino también una fuente de inspiración.
Besos
Hola de nuevo, pues me ocurre lo mismo con mi currículum, yo estudié Veterinaria y cuando acabé la carrera estuve trabajando en clínica más de diez años, pero estaba bastante harta de precariedad, mal pagada (si no tienes tu clínica propia no hay manera de tener un sueldo decente ni vacaciones u horario normal). Así que me decidí a opositar a Bibliotecas públicas y a los dos años saqué mi plaza, donde estoy feliz como una perdiz, me valió la pena el esfuerzo de trabajar y estudiar a la vez, sin duda.
EliminarA ver si tienes suerte y te llaman para trabajar en una
Un beso
Qué cierto es que el feminismo está dentro de una, cada una lo vive de forma distinta, lo malo es que en este mundo uniformizado, de dogmas sectarios y únicos, de postureo de todo tipo de tendencias, tan solo entran en el saco algunas formas de ver el feminismo que no me gustan demasiado.
ResponderEliminarConozco el María Moliner desde que con catorce años, la monja que me daba clase de Lengua lo llevaba diariamente al aula. Bueno, lo llevaba la alumna (una cada semana por turnos estrictos) que iba a buscarla antes de clase para «ayudarla» a llevarlo. Eran dos tomos gordos con el lomo en blanco y negro. No siempre lo usaba, pero nunca sabía cuándo lo iba a necesitar. Curiosamente, para nosotras, María Moliner era el nombre del diccionario. Creo que también para ella pues jamás nos habló de la autora. Nunca hubo mención para una mujer que se llamó María Moliner y que fue una adelantada a su época. Eran los primeros setenta e imagino que aquella monja tenía mucho cuidado de lo que decía en un colegio en que los padres de las mayoría de las alumnas eran de derechas. No los míos desde luego.
Interesante ver cómo un diccionario se convierte en una mujer que es un diccionario.
Un beso.
Veo también mucho postureo con el tema del feminismo. Mucho decir al resto lo que tienen que hacer y poco hacer más allá del cara a la galería. Y siempre con la escopeta cargada, lo cual creo que a veces consigue lo contrario a lo perseguido y comienza a ser un poco agotador. Se está implantando, además, una línea de pensamiento único que a mí tampoco me gusta nada. Por muy loable que sea el objetivo a alcanzar el dogmatismo nunca conduce a nada bueno.
EliminarYo conocía el diccionario de nombre pero nunca lo he utilizado. Me gustaría tener ahora acceso a algún ejemplar de esa primera edición; siento mucha curiosidad. Soy consciente también de que es bien posible que de haber tenido acceso en mis años escolares probablemente ni le hubiera prestado atención. Me has recordado con tu anécdota a mi propio colegio, que también era de monjas. El fin de las clases y el comienzo de recreos se avisaba haciendo sonar una campana. Cada semana era una alumna la encargada de hacerla sonar, y ahí nos íbamos por todo el pasillo correteando con la campana.
Creo que me ha quedado más parte de la entrada dedicada al diccionario que a la faceta bibliotecaria de María Moliner. Ello ha sido porque lo referente al DUE ha sido un mayor descubrimiento para mí. De su labor de bibliotecaria sabía más pero es igual de interesante y meritoria.
Besos
Qué placer ha sido leerte y aprender muchísimo con esta reseña de una figura tan grande como fue María Moliner. El libro me lo llevo apuntadísimo.
ResponderEliminarBesotes!!!
Muy grande. Tanto por su incansable trabajo vocacional como por haber sabido adaptarse y sobreponerse a todas las circunstancias que le tocó vivir.
EliminarBesos
El María Moliner era el diccionario que los que estudiábamos Filología Románica más apreciábamos. Con mi primer sueldo fue con el Julio Casares -diccionario ideológico, éste- el diccionario que compré para tenerlo siempre a mano en casa. Es una obra fantástica.
ResponderEliminarHará cosa de 7 ú 8 años vi una puesta en escena en el teatro de La Abadia de la vida de María Moliner. Me encantó por muchas cosas, y no fue la menor la dificultad de llevar a las tablas la vida de una "coleccionista de palabras". Lo logró con nota alta el director José Carlos Plaza adaptando a la escena un texto de Manuel Calzada Pérez. Es la obra prácticamente un monólogo de la Moliner realizado de maravilla por la actriz Vicky Peña. Vemos a María Moliner ingresada en un sanatorio por culpa de la arterioesclerosis cerebral que la fue retirando de la actividad intelectual . Es en este hospital donde recuerda toda su vida y su grandísimo amor por la palabra justa, el sentido preciso y los usos diversos del término en contextos distintos. Una obra magnífica.
En el exilio interior quedaron algunos intelectuales que se ocupaban principalmente de la Lengua y Literatura como Dámaso Alonso o ella misma. Fueron bastante bien recibidos por otro núcleo fuerte de intelectuales lingüistas y escritores falangistas como Gerardo Diego, Luis Rosales, José Nieto, Dionisio Ridruejo y otros más. Con el tiempo también estos falangistas serían maltratados por el Régimen franquista. No obstante hay que decir que los gerifaltes franquistas, militarotes especialmente, no consideraban interesante para nada todo lo relacionado con la cultura lingüística y dentro de lo que fue la Dictadura dejaron bastante tranquilos a estas personas y dentro del cementerio que era España -"Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)"- que decía Dámaso Alonso pudieron sacar trabajosamente obras magníficas como este DUE
Muy buen rato he pasado leyéndote, Lorena. Una gozada, como siempre.
Un beso
Siempre aportas datos interesantes en tus comentarios, Juan Carlos.
EliminarDe muchos otros exiliados internamente da cuenta Inmaculada de la Fuente también en esta biografía. Por eso digo que la historia de María Moliner es, en cierto modo, un cachito de la historia del siglo XX en España.
Veo que fuiste uno de los adeptos al diccionario de la Moliner. Gracias por compartir aquí tu experiencia.
No tenía ni idea de la obra de teatro que mencionas, pero debió de ser una gozada ese monólogo interpretado por Vicky Peña. Me produce muchísima curiosidad.
Besos
Un placer inmenso leerte y conocer junto a tu entrada a esa sabía mujer.
ResponderEliminarTrabajo en una biblioteca en Argentina sólo por placer soy parte de una comisión y me encanta lodo libros y todo lo que me acerqué a historias Cómo estas. 😊
Otra apasionada de las bibliotecas, por lo que veo. Me alegro, pues, de que hayas disfrutado de la entrada.
EliminarUn saludo
Me ha encantado tu reseña. Gracias por traernos este libro. A María Moliner se la conoce por el diccionario del mismo nombre, pero su vida fue apasionante.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Sí, lo del diccionario fue una empresa titánica, pero es cierto que el resto de su vida profesional no desmerece para nada.
EliminarOtro abrazo para ti.
Ayyyy, este sí, este sí me apetece mucho, Lorena (nótese mi entusiasmo). Me interesa mucho la figura de María Moliner y en tu reseña ya veo que hay datos muy curiosos. Lo dejo apuntado en la recámara. Me encantaría leerlo. Besos
ResponderEliminarSeguro que lo disfrutas, Marisa.
EliminarBesos
Me ha encantado esta reseña, no sabía de tu perfil de bibliotecaria aunque no me extraña. Tuve el María Moliner en CD-ROM, jaja. Pero una versión del 2000 o así, era mi primer ordenador. Recuerdo usarlo mucho, lo prefería al de la RAE. Como dices, estaría bien disponer de una versión online que mantuviera y ampliara el espíritu del original, porque si no, quedará como reliquia para estudiosos y no creo que ese fuera el objetivo de la autora. Hace tiempo le dedicaron un Imprescindibles, me impactó su tesón. Se habla poco de las miles de personas preparadísimas que fueron purgadas y forzadas a un exilio interior, pero a mí me parece uno de los peores legados del franquismo y un atraso que nuestro país arrastró por décadas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me he ido directa a A la carta pero no tienen disponible el Imprescindibles de María Moliner.
EliminarMi etapa bibliotecaria fue breve e inesperada. Un regalo que me dio la vida en una época además en la que me hacía mucha falta que la vida me regalara algo.
Los datos de las últimas ediciones los he sacado de la wikipedia. La biografía se queda en la segunda edición y me entró curiosidad por saber si el DUE se había seguido actualizando o incluso modificando como en esa segunda edición. Pero no sé, puede que falte algún dato o que la segunda edición se haya publicado también en CD-ROM. En cualquier caso coincido contigo en que ese formato es dejar morir el diccionario. No sé cómo está actualmente el tema de los herederos y supongo que Gredos, que creo sigue teniendo los derechos editoriales también tendrá algo que decir, pero me parece una pena que ese gran legado de María Moliner se quede obsoleto y apenas utilizable.
El franquismo produjo un atraso grandísimo, ciertamente. Iba a decir que fue algo así como volver a la casilla de salida pero ni siquiera eso. Se tardaron décadas en poder posicionarse en esa casilla e iniciar nuevamente el avance.
Un abrazo