Hamnet - Maggie O'Farrell
Esto, como aclaración y presentación, antes:
REFERENCIA HISTÓRICA
En la década de 1580, una pareja que vivía en Henley Street (Stratford) tuvo tres hijos: Susanna y Hamnet y Judith, que eran gemelos.
Hamnet, el niño, murió en 1596 a los once años.
Cuatro años más tarde su padre escribió una obra de teatro titulada Hamlet.
Hamlet, Acto IV, escena V
Hamnet y Hamlet son en realidad dos formas perfectamente intercambiables de un mismo nombre, según consta en los anales de Stratford de finales del siglo XVI y principios del XVII.
STEVEN GREENBLATT, «The death of Hamnet and the making of Hamlet», New York Review of Books, 21 de octubre de 2004.
Despúes, Maggie O'Farrell, como aclaración y puntualización, nos cuenta que Agnes en realidad se llama Anna, pero que su padre, Richard Hathaway, la nombró como Agnes en su testamento y es en respuesta a ese nombre como ella decide resucitarla. Nos comenta que no se sabe si Joan fue madre de Agnes o madrastra, tal y como ella nos la presenta. Nos informa de que tampoco se conoce si la familia que formó William Shakespeare vivía en la misma casa que sus padres o si, por el contrario, habitaban una propiedad adyacente, la misma en la que ella decide instalarlos. Asimismo, confiesa que aún se sigue ignorando la causa de la muerte del pequeño Hamnet, a pesar de que en su novela queda muy clara la causa que ella le imagina.
Entre el antes y después supongo que debería escribir: Hamnet, tal es el título de esta novela de Maggie O'Farrell. Entre el antes y el después solo atino a pensar: Agnes. Dejaría un gran espacio en blanco, escribiría en el centro Agnes y con ello habría escrito la mejor reseña que de esta novela se pueda escribir. O rellenaría todo ese espacio con Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes y sé que los que la hayáis leído, y por tanto conocido a la Agnes de Maggie O'Farrell, poco o nada más tendríais que añadir. Los que no, supongo que necesitaríais que escribiera algo más. Tengo la impresión, sin embargo, de que todo lo que pudiera agregar sería superfluo. A ello voy, no obstante.
«Ella, como todas las madres, siempre lanza pensamientos hacia sus hijos como si lanzara cañas de pescar al agua, piensa en dónde están, en lo que estarán haciendo, en cómo se encuentran. Cuando está sentada junto al fuego, tiene la costumbre de repasar mentalmente el paradero de cada uno: Judith, arriba; Susanna, al lado. ¿Y Hamnet? Su parte inconsciente lanza la caña una y otra vez, no entiende que no piquen, no entiende la respuesta: ha muerto, se ha ido. ¿Y Hamnet?, pregunta la cabeza otra vez. ¿En la escuela, jugando, en el río? ¿Y Hamnet? ¿Y Hamnet? ¿Dónde está?»
En aquellos tiempos perder algún hijo, esa pérdida insondable que hoy consideramos antinatura, era algo habitual: un bebé que nace muerto, si es que no era la madre la que fallecía durante el parto; un infante que muere a los pocos días o en los primeros años de vida. Por muy habitual que fuera, nadie se acostumbra a ese dolor; nadie está preparado para recibirlo. O tal vez sí: en cualquier lugar del mundo, en cualquier época, una madre sabe (también un padre) que «lo que se nos da se nos puede quitar en cualquier momento. La crueldad y la devastación nos aguardan a la vuelta de cualquier esquina, dentro de un arcón, detrás de una puerta: saltan sobre una en cualquier momento como un ladrón o un bandido. La cuestión es no bajar nunca la guarda. No creer nunca que se está a salvo. No dar nunca por hecho que el corazón de tus hijos late, que tus hijos beben leche, que respiran, que andan y hablan, sonríen, discuten y juegan. No olvidar ni un momento que pueden desaparecer, que te los pueden robar en un abrir y cerrar de ojos, que se los pueden llevar como leves vilanos».
Entre el corazón de Hamnet que late y el que deja de latir; entre el Hamnet que respira, anda, habla, ríe y juega y el que deja de respirar, andar, hablar, reír y jugar; entre la primera y la segunda de las dos partes que componen esta novela; entre la Agnes que piensa que sabe y ve y la que ni vio ni supo (yo sí veo, yo sí sé, por eso lo vivo como una cuenta atrás, porque conozco lo que va a pasar, pero ellas no, lo recordarán luego, como si pudieran haberlo evitado si se hubiesen fijado en los detalles, en las señales, en esos detalles y señales con los que Maggie O'Farrell nos pega y nos lleva por esta novela, a los que yo me pego y por los que me dejo llevar y es por ello por lo que para mí no hay distinción entre primera y segunda parte, por lo que para mí todo es la misma irreversibilidad y el mismo dolor), entre lo uno y lo otro, digo, nuevamente unos versos de Hamlet, que ya sabemos que es nombre equivalente a Hamnet.
Hamlet, Acto V, escena III
Se piensa que Shakespeare escribió Hamlet inspirado por la muerte de su hijo Hamnet. Así lo da por supuesto O'Farrell y así nos regala un padre que escribe una obra de teatro para devolver a su hijo a la vida, para ponerse él en su lugar, para burlar la muerte como antes la burló Hamnet, como la hubiera burlado Agnes quizás de haber sabido y visto: «Date la vuelta», le hubiera dicho a la muerte como le dijo Hamnet. «Cierra los ojos. Solo un momento».
No se menciona el nombre de Shakespeare ni una sola vez en esta novela. Supongo que porque aquí no es el gran dramaturgo, ese estandarte no solo de la literatura inglesa sino de la literatura universal. Aquí es hombre, apenas un muchacho al principio, es marido, es padre, es hijo y hermano. La mención del ilustre nombre opacaría todo esto.
Agnes, que ve y sabe, ve en él «algo de gran alcance: de eso estaba segura; con muchas capas y estratos, como un paisaje. Vio espacios y vacíos, partes densas, cuevas subterráneas, elevaciones y depresiones. No le dio tiempo a entender la totalidad de aquello: era demasiado grande y complejo. Escapaba a su comprensión casi por completo. Sabía que había más de lo que podía asimilar, que era más grande que los dos juntos. Y también notó la sensación de una atadura que lo retenía; había un nudo en alguna parte, un vínculo que había que soltar o romper para que él pudiera habitar ese paisaje por completo, para que pudiera dominarlo».
The Room in Which Shakespeare Was Born, pintura de Henry Wallis (1830-1916) Imagen en dominio público. Fuente: Art UK ¿Vivirían Agnes, su marido e hijos en estancias parecidas a esta? |
Ella, que ve y que sabe, ve y sabe que él tiene que sacar esas cosas que lleva dentro para poder ser feliz. Ella ama tanto que lo libera de la atadura para que pueda habitar ese paisaje que ve en él. Ella le dirá: «Has ido a ese sitio y ahora es más real para ti que cualquier otro. Nada puede alejarte de ahí. Ni siquiera la muerte de tu propio hijo». Y es que él también ama y mucho, pero ese amor no es suficiente para él. Y a él también le duele la muerte de Hamnet y mucho, pero Agnes y su marido viven su dolor cada uno a su manera.
«Se quedan así, juntos, unidos, un momento, y ella nota la atracción que siempre siente y siempre ha sentido, como si una cuerda invisible le rodeara el corazón y lo uniera al de él. Nuestro hijo estaba hecho de una parte suya y otra mía, piensa. Lo hicieron juntos; lo enterraron juntos. El hijo nunca volverá. Una parte de su ser quiera devanar el tiempo, recogerse en él como el hilo. Quisiera dar marcha atrás a la rueca, deshacer la madeja de la muerte de Hamnet, su niñez, su infancia, su nacimiento, hasta el momento en que su marido y ella se unieron en esa cama para dar vida a los gemelos. Quisiera desdevanarlo todo, devolverlo todo al estado de vellón crudo, encontrar el camino de regreso a aquel momento y ponerse de pie, elevar el rostro hacia las estrellas, hacia el cielo y la luna, y pedirles que cambiaran lo que quiera que aguardara a su hijo, rogarles que por favor por favor dispusieran otra cosa para él. Haría lo que fuera por conseguirlo, renunciaría a lo que el cielo quisiera a cambio».
Hay más personajes en esta novela. Todos me gustan, incluso los que me caen mal. Todos, con mayor o menor protagonismo, aparecen en su justa medida y, con esa justa medida, nos muestran sus claroscuros y apuntalan la diversidad de sentimientos que se dan en esta novela.
Están la madrastra de Agnes, su hermano (ay, Bartholomew), sus hermanastros. Están el padre de él, la madre (otro gran personaje), los hermanos. Están Susanna, la hija mayor, y Judith: «¿Cómo se dice, pregunta Judith a su madre, cuando una persona tenía un gemelo y ya no lo tiene?» Pero, por encima de todos ellos, está Agnes, que ve y que sabe pero que ni vio ni supo; Agnes anclada en esa pregunta que es el núcleo de su vida: «¿Y Hamnet? ¿Dónde está?» Agnes que ya es, y no quiere ser otra cosa que, una eterna respuesta:
«Mire donde mire: Hamnet».
Y es por esto por lo que yo, que he visto y sabido con Agnes, que he visto y sabido lo que ella ni supo ni vio, que he sentido su dolor, asistido a su incredulidad y negación ante el hijo frío y desvalido, que la he acompañado en su «coser la sábana, hacer el sudario. Es un marinero cosiendo una vela, disponiendo el barco que se va a llevar a su hijo al mundo siguiente», es por esto, repito, por lo que yo, que he visto esta novela a través de sus ojos, yo, aunque mire donde mire: Agnes, si Agnes mire donde mire: Hamnet, concedo entonces que el título de esta novela no ha de ser otro sino Hamnet. Pero, eso sí, las 350 páginas que suceden a ese título, lo que va entre el antes y el después, porque Maggie O'Farrell así lo ha querido, para mí han sido, son y serán Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes…
Anne Hathaway, consorte de William Shakespeare, retratada por sir Nathaniel Curzon en 1708 Fotografía de JschneiderWiki bajo licencia CC BY-SA 3.0 Anne, por obra y gracia de Maggie O'Farrell, se ha convertido en Agnes |
Bueno, pues evidentemente me has dejado con ganas de conocer a esa Agnes y a todos esos personajes que te han gustado (curioso como incluso los personajes que nos caen mal, nos pueden gustar mucho, a veces son los que más nos gustan ¿verdad?). Y curioso lo que cuentas, yo cuando vi este título no recuerdo en que blog, pensé que tenía algo que ver con Hamlet y claro, así es. Esta autora la tengo en la cabeza desde hace tiempo, acabará cayendo
ResponderEliminarBesos
Es cierto. Hay personajes a los que no querrías tener cerca en la vida real pero que literariamente son magníficos.
EliminarEs mi segundo encuentro con la autora. El primero fue con Tiene que ser aquí. Me gustó muchísimo hasta aproximadamente la mitad de la novela. A partir de ahí como que se me desvanecieron todas las expectativas que me había ido creando la autora. Fue como si comenzara a abrir demasiados hilos y no supiera como resolverlos y conciliarlos todos. Recuerdo que hasta llegué a mosquearme con O'Farrell por lo que prometía y la posterior decepción que me causó. Hamnet es tal vez una novela menos ambiciosa pero más consistente. Con ella me he reconciliado con la autora.
Ya me contarás si te animas.
Besos
Veo que Maggie O'Farrell cambia de registro y veo que, por fin, te ha convencido. Espero leer ya esta novela y espero que termine de convencerme a mí también. Es curioso lo que me pasa con la autora, eso de no saber muy bien qué opinar de ella.
ResponderEliminarLa muerte de un hijo es algo que no me puedo imaginar. Una de mis abuelas tuvo catorce y le sobrevivieron cinco. Siempre me he preguntado cómo se puede sobrevivir a la muerte de nueve hijos por mucho que murieran "en mantillas" como decía ella (aunque uno murió ya con cinco años). Lo único que se me ocurre es que era algo tan frecuente que ya contaban con ello. Aunque su dolor lo llevarían con ellas.
Preciosa reseña.
Un beso.
Esta vez, sí. Creo que el centrarse en menos cosas le ha venido bien a Maggie O'Farrell. Tenía un pálpito con esta novela. A pesar de estar viéndola mucho por ahí y de no haberme encontrado todavía con ninguna opinión negativa, ni siquiera tibia, hechos que suelen hacerme poner los libros en cuarentena, algo me decía que esta lectura me iba a gustar. Claro que también había tenido un pálpito con Tiene que ser aquí y en esa ocasión me quedé a medias.
EliminarMe pregunto también si el desgarro causado por la pérdida de un hijo se sentiría igual en aquellos tiempos en los que era algo habitual a como se siente ahora en el que nuestro estado de bienestar lo ha convertido en algo inconcebible. Si realmente alguien puede acostumbrarse a algo así. Si se afrontaba la maternidad tal vez con cierta distancia y frialdad como mecanismo de defensa. Qué mujer hoy en día podría superar la muerte de nueve hijos como tu abuela. Por otra parte, qué mujer hoy en día, al menos en las sociedades occidentales, tiene nueve hijos, ya no digamos catorce. En Hamnet ese dolor va por dentro, claro que Maggie O'Farrell escribe desde la perspectiva actual. Agnes no es la única mujer en la novela que ha perdido un hijo. En ese sentido se plasma la hermandad entre las mujeres ante un episodio así a pesar de que en otros aspectos de la vida no estén demasiado bien avenidas. Es algo que también me ha gustado mucho.
Bueno, ya me contarás cuando la leas si a ti también te convence del todo O'Farrell con esta novela.
Besos
Como para no querer conocer a Agnes y y sumergirme en esta historia que tiene que dejar muy tocada. Gran reseña.
ResponderEliminarBesotes!!
Gracias, Margari.
EliminarBesos
Espero que el libro me guste tanto como tu reseña. Tomo nota. :)
ResponderEliminar¡Besos!
Yo también lo espero, Estefanía.
EliminarBesos
Pensaba que te había dado un ataque a lo Jack Torrance, pero no, resulta que tenías entre manos un novelón, jaja. Me atrevo a aventurar que la pérdida de un hijo es terrible en cualquier contexto. La gente sufre en las buenas y malas épocas y un hijo es un hijo, sobre todo si esa muerte sobreviene cuando ya se ha conformado su personita. Me llegaría hasta las entrañas este libro, así que no sé. Pero como todos, anotado queda.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me ha faltado la camisa de fuerza y pegarme cabezazos contra la pared, jaja.
EliminarNo sé si calificar esta lectura como novelón, pero sí que creo que ha quedado claro que me ha gustado mucho. El personaje de Agnes ha conseguido atraparme. Es cierto que hay partes de la historia contadas a través de otros personajes pero Maggie O'Farrell le da el mayor protagonismo a la madre de Hamnet.
No me imagino dolor ni desgarro más grande que la pérdida de un hijo, independientemente del lugar y la época. Más que comparar duelos pretendía comparar épocas. Hoy damos muchas cosas por supuestas, aunque, supongo que en el caso de los hijos siempre hay un temor ancestral de que les pueda pasar algo y no estar para evitarlo, ese lanzar cañas de pescar de Agnes.
Un abrazo
Interesante novelar a Shakespeare y su familia partiendo de Hamlet, parece un buen desafío. Creo que esta autora irlandesa está sonando mucho últimamente. La literatura irlandesa siempre me ha resultado una opción muy acertada, aunque en este caso no es Irlanda el telón de fondo, sino el bardo inglés, la verdad es que tu reseña hace muy atractiva esta novela.
ResponderEliminarUn abrazo, Lorena.
No, no es una novela muy irlandesa que digamos a pesar de que su autora lo sea. La novela es muy de ficción, Paco. Aunque se apoya en algún dato biográfico, se trata de una interpretación muy libre de los hechos. La historia que cuenta y como está contada me ha gustado mucho, eso sí.
EliminarOtro abrazo para ti.
Creo que aunque la muerte de los hijos fuera más abundante en aquel periodo, el dolor era el mismo. He leído con el corazón encogido ese párrafo sobre cómo pueden desaparecer en cualquier momento y me ha recordado a lo que decía Cersei Lannister, que tener un hijo era darle al mundo una forma de hacerle daño.
ResponderEliminarUn abrazo, Lorena.
Es un párrafo tremendo, Rocío, que revela esa inquietud constante y esa responsabilidad convertida en culpa que tantas veces llevan a cuesta los padres. Muy acertada también la frase de ese personaje de ficción que mencionas.
EliminarUn abrazo
Acabo de leer "Hamnet" y mirando opiniones por ahí llego hasta tu blog, Lorena, que, mira tú por donde, en esta ocasión no había leído tu reseña sobre esta novela.
ResponderEliminarEs la primera novela que leo de la autora irlandesa a la que llegué por una elogiosa crónica que escuché en una emisora de radio durante un viaje. Mis expectativas sobre ella eran grandísimas. Y habiéndome gustado bastante resulta que se me han roto un tanto pues -veo que equivocadamente- yo pensaba que la figura de William tendría mayor relevancia, algo que no es así. Bueno, no es así, y sí es así porque en el fondo la escritora nos muestra las entrañas ocultas de la creación; en esta ocasión el lugar escondido, ignoto para los demás, donde se cuece la obra que, en esta ocasión, por muy de Dinamarca que sea en la tragedia shakespeariana el Príncipe, éste y su deseo de venganza nacen de algo tan cotidiano entonces como la muerte de un hijo. Esto, tras reflexionar la lectura recién finalizada, me parece de quitarse el sombrero.
Muchas cosas me han gustado de la novela y hay algo que hace que me distancie un poco de ella. Me refiero a esa sensación de estar escuchando hablar a alguien desde el hoy; es una sensación que a veces me invade en películas históricas en las que veo a heroínas como Elena de Troya o héroes como Héctor o París que con su 'guapura' parecen recién salidos de una peluquería de Paco Rabanne (ja, ja...; es una broma). Esta sensación es lo único que en algún momento me ha hecho no sentirme del todo dentro del relato.
Pero todo lo demás me ha gustado. Y tras leer tu reseña esa comparación que realizas sobre la pérdida de un hijo ayer u hoy me parece muy interesante. Muy interesante, como bien dices, todos los personajes. Muy bien diseñados todos ellos: la seria y organizada Susanna, la tierna Judith, la mala persona que es Joan, el bueno de Bartholomew...
Una novela que no deja indiferente desde luego.
Besos
Conozco esa sensación de pensar que voy a encontrar determinada cosa en una lectura y encontrarme con otra diferente. Suele ocurrirme que por esperar aquello que yo imaginaba tardo en ubicarme en lo que realmente me está ofreciendo el libro. En este caso iba un poco sobre aviso porque había leído opiniones de lectores que destacaban sobremanera el personaje de Agnes, algo con lo que, tras terminar esta lectura, no he podido sino estar de acuerdo.
EliminarEs cierto también que a veces las expectativas juegan malas pasadas. Ante tantas críticas positivas y tantos comentarios entusiastas de tantos lectores, aunque luego nos guste el libro, esperábamos que nos gustase aún más. Si te digo la verdad, Juan Carlos, me animé a leer esta novela porque tuve un pálpito con ella. Cuando veo un mismo libro hasta la saciedad en un corto período de tiempo, normalmente suelo ponerlo en cuarentena. Además, había leído con anterioridad otra novela de Maggie O'Farrell con una primera mitad brutal pero una segunda que me decepcionó mucho, lo cual me generó cierta desconfianza respecto a esta autora. Pero algo me dijo que esta novela me iba a gustar, como finalmente así ha sido.
Entiendo tu broma sobre esas adaptaciones históricas que casi parecen como de anuncio publicitario o incluso de telefilm. Aunque, en este caso, yo no lo he sentido así. Tampoco veo esta novela como histórica, sino como una recreación muy libre por parte de la autora que parte de un hecho real como es la muerte de uno de los hijos de William Shakespeare y la creencia de que dicho hecho inspiró su obra Hamlet. Aunque O'Farrell se haya documentado sobre el entorno del dramaturgo (así como tomado licencias propias) y la época (el capítulo de la pulga me pareció genial) creo que su pretensión era ponernos en la piel de los personajes que, aunque reales, imaginó y en esa transmisión de los sentimientos y en el manejo de los tiempos creo que es donde brilla y atrapa al lector, o al menos en mi caso así ha sido.
Veo que, aunque no te haya convencido plenamente, sí has disfrutado de esta lectura. Me alegro de ello.
Besos