En una pensión alemana y La fiesta en el jardín - Katherine Mansfield

«—Ach!, ¿cómo ha sabido que estoy escribiendo un libro?
—Elisa, aquí presente, lo ha sabido por Lisa. Y como nunca hasta ahora había tenido ocasión de conocer a una mujer que escribiera un libro... ¿Cómo se las arregla para encontrar cosas suficientes que decir?
—Eso no es lo difícil —dijo la dama de ideas avanzadas, asiendo a Elsa del brazo y apoyándose afectuosamente en él—. Lo difícil está en saber cuándo ha de detenerse uno».

Este diálogo extraído de La dama de ideas avanzadas, relato recogido en el libro de Katherine Mansfield En una pensión alemana, me recuerda a lo que la propia escritora dejó escrito en su diario acerca de que en una novela hay que poner solo un número de cosas y es mejor callar parte de lo que se sabe y se quiere utilizar. El diálogo continúa con la suposición por parte de una de las interlocutoras de que el libro que se está escribiendo es una novela. No sé, pues, si Katherine Mansfield haría extensible su idea sobre las novelas a los relatos, pero, en mi opinión, es algo que se puede aplicar perfectamente a estos, incluso más que en las novelas.

Hasta ahora solo había leído de la autora neozelandesa su Diario, pero tenía muchas ganas de leer alguno de sus cuentos, género que me gusta y por el que Mansfield está altamente considerada. No pensaba, sin embargo, repetir tan pronto con la autora, aunque, bien mirado, pensaba que había sido este mismo año cuando había disfrutado de sus anotaciones personales, siendo esto en realidad el ya pasado 2019. Katherine Mansfield ha sido, sin embargo, la elegida en el club de lectura Viajar leyendo autoras para viajar a Oceanía y yo vuelvo a ella encantada y deseosa.

Lo suyo, pues, habría sido viajar con ella a Nueva Zelanda, su país natal, esa tierra en la que, como escribe en su cuento La abandonada o la mujer solitaria, «el crepúsculo no existe; sólo hay una extraña media hora en que parece todo grotesco, terrorífico, como si hubiera quedado en libertad el selvático espíritu del país, y anduviese por ahí mofándose de todo lo que viese», no en vano, tanto en este cuento como en Millie, también ambientado en el país de origen de la escritora, hay un sabor como de salvaje oeste. La autora, sin embargo, deja bien joven el continente insular para instalarse en Inglaterra, amén de viajar y de pasar temporadas en otros países como Francia, por lo que la ambientación de su obra es variada. Mi viaje, pues, es de contrastes, pero no por la ubicación geográfica sino por lo bien que plasma la autora los contrastes entre clases sociales y las contradicciones internas de sus personajes.

Una vez conocida la guía que me acompañaría en mi último viaje literario del año, tocaba elegir lectura o lecturas. A ello me puse y di con la edición ilustrada de Nórdica de La fiesta en el jardín, último relato publicado en vida por la autora y considerado una de sus obras más logradas. Como no puedo resistirme a las exquisiteces que son las ediciones ilustradas de Nórdica, seleccioné sin dudar ese librito.

La fiesta en el jardín combina a la perfección esos contrastes enseña de la autora que he mencionado anteriormente: los sociales y los introspectivos a nivel individual. Me regala también un fragmento que me hace recordar el cansancio manifestado por Katherine Mansfield en las últimas entradas de su diario (la autora convivió varios años con la enfermedad) y que transcribo a continuación:

«Había un hombre joven, profundamente dormido. Dormía con tal calma, con tal intensidad, que se hallaba lejos, muy lejos de allí. ¡Tan distante, tan apacible! Soñaba. Nunca volvería a despertar. Tenía la cabeza hundida en la almohada y los ojos cerrados, ciegos bajo los párpados. Se había entregado al sueño. ¿Qué le importaban ya las fiestas, las cestas o los vestidos de encaje? Se encontraba muy alejado de todas esas cosas. Era magnífico, hermoso. Mientras ellos reían, mientras sonaba la orquesta, este prodigio había llegado al callejón. Feliz…, feliz… Todo está bien, decía aquel rostro dormido. Todo es como debería ser. Estoy contento».

Pero, para mi gran alegría, esa fiesta en el jardín no viene sola. La acompaña La señorita Brill, relato que en calidad no le va a la zaga a aquel otro más popular. La soledad, la falsa ilusión, el desencanto, la aceptación y el dolor son palpables en esa señorita Brill cuya mayor emoción en la vida reside en descifrar si el trozo de pastel de miel que, invariablemente, compra cada domingo contiene a modo de sorpresa una almendra. «Una lástima, porque la señorita Brill siempre disfrutaba de un poco de conversación. Se había convertido en toda una experta, pensó, en escuchar como si no escuchara, en penetrar fugazmente en las vidas de las personas que hablaban a su alrededor». Una lástima, pues, que la mayor emoción de la señorita Brill no sea ser ella misma partícipe de una conversación. No puedo evitar, cuando leo la anterior cita en este cuento, pensar en Katherine Mansfield como en toda otra experta en escuchar como si no escuchara, en penetrar fugazmente en las vidas de las personas que hablaban a su alrededor, y en plantar, regar y florecer esas conversaciones en sus cuentos.

Presumiendo que dos cuentos me sabrán a poco, y aún sin haber tenido previsto volver tan pronto a ella, aunque ya con muchas ganas de hacerlo, continúo con mi selección y recalo en En una pensión alemana, en concreto en una edición viejuna de Plaza & Janés (hay una más reciente de la editorial Renacimiento) que contiene también la antología Algo infantil y otros cuentos. Son trece y veinticinco cuentos, respectivamente. En una pensión alemana es el primer libro publicado por Katherine Mansfield. La autora contaba por aquel 1911 con tan solo 21 años. Más tarde se resistiría a posteriores reediciones. La consideraba una obra temprana en la que ya no se sentía reconocida (el nivel de exigencia de Mansfield y su compromiso con la escritura ya me quedó claro cuando leí su Diario) y tampoco quiso aprovecharse del clima de animadversión hacia los alemanes que reinaba en los años en los que se le propuso volver a publicar esos relatos. En cuanto a las piezas contenidas en Algo infantil y otros cuentos, fueron escritas entre ese primer libro publicado y el segundo, Felicidad y otros cuentos (1920), a excepción de las dos primeras, que fueron escritas con anterioridad, y las dos últimas, que fueron escritas con posterioridad. Fue John Middelton Murray, quien, además de editor, fuera marido de Mansfield, quien reunió y publicó estos relatos tras la muerte de su esposa, así como también publicó póstumamente gran parte de su obra, y escribiera las introducciones a estas dos antologías que nos ocupan. Decido, pues, por seguir un orden cronológico, comenzar mi viaje literario por este libro de Plaza & Janes, a pesar de haber comentado antes el de Nórdica.

El germen de En una pensión alemana es una estancia de la propia Katherine Mansfield en un balneario de Baviera, de hecho, esta obra se ha traducido en ocasiones como En un balneario alemán. Los relatos giran en torno a los clientes de ese balneario, entre los que se encuentra no sé si la propia Katherine Mansfield o un alter ego de la autora, quien ejerce a la par de narradora y personaje. Esta figura dual (y con germen en las vivencias personales, aunque, probablemente, en muchos casos con más ficción que realidad) me la encontraré después en alguno de los relatos de Algo infantil y otros cuentos, como puede ser Viaje a Brujas y Una aventura verídica, y también en Un viaje indiscreto, relato que tiene como contexto esa guerra (la primera de las dos mundiales) que tanto desoló a Mansfield al arrebatarle a su querido hermano.

«¿Existiría realmente lo que llaman la guerra? ¿Todos aquellos que reían iban a la guerra? Y esos bosques sombríos, esclarecidos tan misteriosamente por los blancos tallos de los abedules y los fresnos; esos campos encharcados sobre los que revoloteaban grandes pájaros; esos ríos que refulgían al sol, verdes y azulados, ¿sería posible que en ellos se hubiesen librado batallas? Qué cementerios más hermosos dejamos atrás. Centelleando gozosamente a la luz del sol, parecían llenos de flores de aciano, de amapolas y de margaritas. Pero, ¿cómo podría haber tanta flor en esta época del año? No, no eran flores, sino manojos de cintas anudados en las tumbas de los soldados».

Volviendo a En una pensión alemana, en ella se nos sirven «anécdotas de la nobleza, endulzadas para sorberlas mejor. Nos atiborramos de escándalos aristocráticos generosamente embadurnados de mantequilla». El esnobismo campa entre los húespedes de la pensión, «así que, de acuerdo con los rigurosos usos de la pensión, nos preguntamos mutuamente cuánto tiempo habíamos dormido aquella noche; si habíamos tenido sueños agradables; a qué hora nos habíamos levantado; si acababan de servir el café cuando bajamos a desayunar y cómo habíamos pasado la mañana». Katherine Mansfield se ríe de todo ello. Su ironía campa por doquier y consigue sacarme más de una sonrisa con situaciones que consigue convertir en deliciosamente cómicas y divertidas. No obstante, es ese espíritu incisivo, afilado y cínico con el que se sentirá descontenta poco después y el que le hará distanciarse de estos relatos. También deja constancia en esta obra de cómo, como representante inglesa, era tratada con condescendencia por parte de los huéspedes alemanes, de cómo se sentía «un tanto humillada. [...] Era como expulsarme de su sociedad, marcándome con el hierro de mi extranjerismo». En cuanto al papel encorsetado que le suponen como mujer, se ríe sin ambages de él y vuelve a la carga con sus pullitas veladas. Respecto al contraste social tan representativo de la autora, en esta obra se acusa de manera suma, pues con el tipo de narraciones que acabo de describir se intercalan otras, ya desprovistas de ironía, en las que la autora cede el protagonismo a los supongo que también habitantes de la misma población que acoge el balneario. Entre ellas me ha impactado sobremanera La niña que se sentía cansada.

Katherine Mansfield, fotografía de los Archivos de Nueva Zelanda

Es en el balneario real de Baviera en el que se hospedó Katherine Mansfield donde la escritora sufrió un aborto. Mansfield no tuvo hijos. Ya me llamó la atención cuando leí su Diario las constantes, y en cierto modo enigmáticas, menciones a la figura del niño o el hijo. La maternidad y la no maternidad también es una constante en su obra de ficción. «¿Tendría ella que verse así algún día? ¿Que sentirse así? Sin embargo, era tan grato tener un niñito a quien vestir, a quien agitar por los aires», reflexiona un personaje en Casa Lehman.

Son también varios los cuentos en los que cobran gran protagonismo los niños, como son, entre otros, Cómo secuestraron a Pearl Button, Los vestidos nuevos o La niña, todos ellos contenidos en Algo infantil y otros cuentos. En Seis peniques, sin embargo, son el padre de un niño y su culpabilidad los que se revelan como auténticos protagonistas.

Vuelve a destacar la sutil introspección de personajes de Kate Mansfield en los cuentos de Algo infantil..., en los que también se incide en la complejidad y vaivenes de las relaciones de pareja. En La gorra nueva es precisamente ese complemento del título el que hace que una mujer de repente perciba a su amante como un desconocido. Similar recurso había ya utilizado la autora en Un día de parto, incluido este en En una pensión alemana, en el que un hombre desconoce a su esposa al contemplarla en una fotografía. Veneno, cuento que en un primer momento John Middelton Murray consideró no estar del todo logrado pero sobre el que más tarde declaró ser una obra maestra, también contempla una relación de pareja con una deriva muy particular.

Sin duda, el cuento más hermoso entre todos los contenidos en este libro (y entre todos los que he leído de Mansfield) es el que le da título, Algo infantil, pero muy natural. Me he recreado releyéndolo y subrayándolo, y me ha traído reminiscencias, por su aurea mágica y sus no menos mágicos diálogos, de un cuento de Mercè Rodoreda titulado Carnaval, de cierto pasaje de La Reina de las Nieves de Carmen Martín Gaite y de las conversaciones entre la protagonista de mi más reciente lectura La mujer silenciosa de Monika Zgustova con otro de los personajes de esta novela.

«—¡Qué noche! —dijo—. ¿Conoce aquel poema de Safo donde habla del reflejo de sus manos en las estrellas? Soy curiosamente sáfica. Y lo más notable es que, no sólo soy sáfica, sino que en todas las obras de todos los grandes escritores, y especialmente en sus cartas inéditas, encuentro algún toque, algún indicio de mí, alguna semejanza, algún trozo de mí misma, como un millar de reflexiones de mis propias manos en un negro espejo.
—¡Qué cosa más molesta! —exclamé.
—No sé qué entiende usted por molestia. Es más bien la maldición de mi genio».

Calle principal de Bad Wörishofen, localidad en la que se encuentra el balneario en el que se hospedó Katherine Mansfield. Fotografía de Spurzem

El anterior diálogo está extraído de Un alma moderna, contenido en En una pensión alemana. Me pregunto, si se diera la imposible situación de que pudiera conversar con Katherine Mansfield, si también me soltaría una puyita al declararle que en todas las obras de todos los grandes escritores, como lo es ella, encuentro algún toque, algún indicio de mí, alguna semejanza, algún trozo de mí misma. Me pregunto también cuántos trozos de sí misma ha dejado Katherine Mansfield en todos estos relatos. Me gustaría que no fuera ella la mujer (y probablemente no lo haya sido) que en En altas horas de la noche se manifiesta de la siguiente manera: «Me gustaría saber por qué llega un momento en que parezco repeler a la gente. Es curioso. Al principio les gusto; me encuentran poco corriente, original; pero luego, en cuanto quiero hacerles ver —o insinuárselo siquiera— que me agradan, dan muestras de asustarse y desaparecen. Creo que, al fin, acabaré amargada con todo esto. Quizás adivinan que tengo mucho que dar. Quizás es esto lo que les amedrenta. Siento que estoy en posesión de un cariño tan ilimitado para ofrecérselo a alguien y de un modo tan total, tan absoluto... Velando por él, alejando de él todo lo que fuera desagradable, haciéndole comprender, cuando quisiese algo, que yo estaba allí para hacerlo... Sólo con saber que alguien precisa de mí, que puedo ser útil a alguien, ya soy otra. Sí, éste es para mí el secreto de la vida: sentirme amada, sentir que alguien necesita de uno; saber que hay alguien que cuenta conmigo en absoluto para todo y para siempre. Porque yo soy firme y más, mucho más generosa que otras mujeres. [...] Pero no hago más que preguntarme si esto cambiará o si continuaré así hasta que me haga vieja. Esperando, siempre esperando». Casi puedo escucharla en la voz de La dama de ideas avanzadas cuando declara: «Pero el inconveniente para mí [...] es que mi alma no quiere aferrar a nadie. Estoy segura de que el peso muerto de un amigo cuya adhesión ella hubiera experimentado la mataría inmediatamente. Nunca ha mostrado el más leve indicio de un garfio». Y, aunque soy consciente de que lo que he leído son obras de ficción, no puedo evitar sentir que en los cuentos es dónde mejor se reflejan las inquietudes de un escritor. Así que puede ser que no haya estado tan lejos de esa imposible conversación con Katherine Mansfield. Pudiera ser que por un momento haya tenido acceso a las emociones que Katherine Mansfield, como el personaje de Violet, cuento incluido en Algo infantil y otros cuentos y con cuya cita concluyo esta reseña, se empeña en ocultar. En este último viaje con autoras de este 2020 en el que tan complicado se ha vuelto viajar, siento que, más que desplazarme, he tenido un tête à tête con té incluido con esta genial cuentista. Os aseguro que pocas veces he saboreado un té más delicioso.

«—¿Por qué te empeñas en ocultar tus emociones? ¿Por qué te avergüenzas de ellas? —preguntó.
—No las oculto, pero las guardo bien guardadas y sólo las saco a relucir en contadas ocasiones. Como tarritos de mermelada muy selectos, para cuando las personas a quienes quiere uno vienen a tomar el té».

Katherine Mansfield Garden, jardín perteneciente a la colección Fantasy Garden de los Hamilton Gardens, Hamilton, Nueva Zelanda.
Recrea la fiesta en el césped del cuento La fiesta en el jardín. Fotografía de Johnragla.





Ficha de los libros:
Título: En una pensión alemana / La fiesta en el jardín
Autora: Katherine Mansfield
Traductores: Esther de Andreis y Manuel de la Escalera / Magdalena Palmer
Ilustradora: ... / Carmen Bueno
Editorial: Plaza & Janés / Nórdica Libros
Año de publicación: 1982 / 2019
Nº de páginas: 251 / 88
ISBN: 84-01-42114-4 / 978-84-17651-63-3




Viajar leyendo autoras: con la lectura de En una pensión alemana y La fiesta en el jardín concluyo mi participación de este año en el club de lectura #ViajarLeyendoAutoras organizado por Isa Martínez (@MtnezIsa@readingsnorth). La iniciativa consiste en lo siguiente (copio y pego de la descripción del club facilitada por Isa en el grupo de facebook en el que se desarrolla el mismo):

Club Viajar Leyendo Autoras 2020:
Las lecturas serán bimestrales. En enero y febrero viajaremos a África. En marzo y abril viajaremos a América. En mayo y junio viajaremos a Asia. En julio y agosto haremos el viaje especial a España. En septiembre y octubre viajaremos a Europa. Y por último, en noviembre y diciembre viajaremos a Oceanía.
Cada bimestre, a través de una encuesta, escogeremos una autora y cada uno leerá la obra u obras que decida. 
Iremos comentando nuestras elecciones, compartiendo impresiones y haciendo recomendaciones.

Para leer en noviembre y diciembre han sido propuestas Katherine Mansfield, Helen Garner y Anna Funder, siendo elegida por votación la primera de ellas.

Katherine Mansfield, pseudónimo de Kathleen Beauchamp, nació en Wellington, Nueva Zelanda, en 1988, en el seno de una familia de origen colonial bien posicionada. Pasó gran parte de su infancia en Yarori, localidad cercana a Wellington, junto a sus padres y hermanos. Con catorce años fue enviada a estudiar a Londres, regresando a Nueva Zelanda en 1906 para conseguir volver definitivamente a Londres dos años después, pues consideraba la vida en Wellington demasiado provinciana y poco acorde a su espíritu bohemio y su talento creativo. Cultivó la novela corta y el cuento, convirtiéndose en una de las autoras más representativas del género. En su obra se captan influencias de Chéjov. Murió en Fontainebleau, Francia, en 1923, con tan solo 34 años, a causa de la tuberculosis.





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Comentarios

  1. Tengo una edición muy extraña de "En una pensión alemana". La compré en una feria del libro antiguo y de segunda mano. Compré tres libros y tan solo he leído uno. No sabría decir por qué, pero se fueron quedando olvidados.
    Yo también me encuentro en la mayoría de las buenas novelas. Imagino que los buenos escritores nos cuentan la vida y, por lo tanto, nos cuentan a nosotros mismos.
    Voy a buscar a Katherine Mansfield en mi biblioteca y la voy a rescatar del olvido.
    Un beso.

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    1. La elección de lecturas a veces es caprichosa.
      Sí, imagino que los buenos escritores tienen el poder de hacer que nos encontremos en sus personajes y a la vez también de situarnos en nuestras antípodas.
      Ya me contarás qué tal te va con la Mansfield.
      Besos

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  2. Pinta muy bien, yo creo que logras esa conversación a priori imposible con Mansfield a través de la lectura de sus relatos. Estoy contigo que en ese género el escritor suele dejar más de si mismo. El fragmento de En altas horas de la noche me resulta conmovedor por su honestidad y esconde una gran verdad. Lo apuntaré porque no he leído nada de la autora.
    Un abrazo.

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    1. Es un fragmento ciertamente demoledor.
      Siempre he pensado que en los relatos es donde mejor quedan expresados las inquietudes de un escritor. Puede que no afloren a priori, pero, en cuanto se leen varios y se vuelve sobre ellos van surgiendo puntos comunes aunque los relatos sean muy diferentes entre sí.
      Mansfield es una cuentista magnífica. Algunos de sus cuentos dejan esa sensación de no alcanzar a abarcarlos en su totalidad, pero creo que esas zonas oscuras son también parte de la magia de los cuentos.
      Un abrazo

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  3. Menuda reseñaza, me encanta todo lo que cuentas. A esta autora la tenía anotada, pero aún no me he acercado a nada de ella, precisamente la edición ilustrada de Nórdica está en pendientes. Pero creo que es interesante empezar por sus diarios, no sé a ver si este 2021 me animo y me pongo en algún momento a descubrirla. Estoy totalmente de acuerdo con lo que comentas de que en los relatos dejan mucho de sí los autores... En fin, un post muy interesante, gracias por el trabajazo y por compartirlo.

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    1. Gracias a ti por la lectura y el comentario.
      Sus diarios son una maravilla. Creo que los disfrutarás mucho.
      Un abrazo

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  4. Tengo ‘Cuentos completos’ y ‘Fiesta en el jardín’ esperando desde hace diez años. Cuando tomé en mis manos el primero, quien vivía conmigo –traductora de inglés-, me lo quitó y devolvió al estante de la biblioteca diciendo: ‘Busca algo más llevadero; Mansfield es decididamente aburrida’. Aún están allí.
    Como nada he leído de la autora, apunto tus títulos para hacer experiencia. Gracias por tan buena reseña.
    Un abrazo.

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    1. Curiosamente una profesora me comentaba que siempre recomendaba leer a sus alumnos a Mansfield en inglés por el inglés fluido y elegante que utilizaba. Le parecía perfecto para sus alumnos.
      Muchas de las historias de Mansfield son de esas en las que aparentemente no pasa nada pero realmente sí pasan cosas. Supongo que es cuestión de gustos. En todo caso, ni me hagas caso a mí ni a la traductora que por aquel entonces vivía contigo. Sigue tu propia intuición.
      Un abrazo

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