Ella en la otra orilla - Mitsuyo Kakuta
«Me pregunto hasta cuándo seguiré siendo yo».Una frase. Un mundo. O dos.
«Me pregunto hasta cuándo seguiré siendo yo». Esta es la primera frase de la novela que hoy os traigo. También es el primer párrafo, así que me detengo en ese primer punto y aparte. Hasta cuándo seguiré siendo yo. Es un entrecomillado también en el original porque refleja un pensamiento. Los pensamientos son eso que nos decimos a nosotros mismos pero también eso otro que les decimos mentalmente a los demás y por tanto no verbalizamos y así, claro, no hay manera de que esos demás se enteren de lo que nos gustaría decirles. Habrá más entrecomillados en este libro. No será por tanto este el único pensamiento con el que me encuentre.
«Me pregunto hasta cuándo seguiré siendo yo», leo, y me quedo pensando. Me pregunto: ¿a) tiene miedo la persona que se interpela de dejar de ser ella o b) acaso muestra exasperación por seguir siéndolo? Sigo leyendo para salir de dudas. Opción correcta: b). Salgo momentáneamente de la lectura y no necesito hacerme la pregunta pues hace ya tiempo que tengo la respuesta.
Es Sayoko quien se hace esa pregunta y se la hace mientras está en un parque observando jugar a su hija. Tal vez quisiera hacerle la pregunta mentalmente a su hija. Tal vez si su hija dejara de recordarle tanto a ella sería un poco como si a través de la niña hubiera conseguido por fin dejar de ser ella misma. Una especie de triunfo.
La pequeña Akari tiene tres años y juega sola. No tiene amigos. En una de esas tardes de parque hay un par de niños jugando juntos en el arenero un poco más allá de donde ella está. Ansía unirse a ellos pero es incapaz de acercarse, no al menos de una forma natural. A su madre, Sayoko, también le costaba hacer amigos. Ahora vaga tarde tras tarde de un parque a otro incapaz de sentirse cómoda dentro de ninguno de los grupos de madres que los frecuentan. Dejó de trabajar por decisión propia cuando se casó. El ambiente de trabajo se había enrarecido en los últimos tiempos y una cosa llevó a la otra. Ahora piensa que tal vez sería buena idea buscarse un trabajo. Así tendría más posibilidades de sociabilizar y de hacer amigas.
Aoi bien podría haberse preguntado muchas veces durante su adolescencia hasta cuándo seguiría siendo ella. Si se piensa bien, la pregunta es toda una declaración de no gustarse a uno mismo. Aoi no debe de gustarse mucho cuando se culpa, cuando piensa que hay algo que no está bien en ella. Sufre bullying en su escuela y consigue convencer a sus padres de que se muden para poder partir de cero en un sitio donde nadie la conozca. Así que se trasladan de Yokohama a la prefectura de Gunma de donde es originaria su madre, un lugar más provinciano al que esta nunca pensó que volvería.
Me estoy adelantando, aunque en realidad estoy yendo hacia atrás en el tiempo, pero es que a Aoi no la conocemos de adolescente sino cuando es una mujer afincada en Tokio en torno a los treinta y cinco años, edad que cuenta Sayoko pues, aunque por entonces no se conocían, ambas pisaron los mismos pasillos, tal vez incluso llegaran a cruzarse en algún momento cuando estudiaron en la misma universidad.
Aoi ha dejado de ser la adolescente burlada y acosada por sus compañeros y ahora es la propietaria de una empresa de viajes a la que va a incorporar un servicio de limpieza para el que quiere contar con Sayoko. El hecho casual de haber estudiado en la misma universidad parece crear un conexión inmediata entre ambas mujeres cuando Aoi entrevista a Sayoko para la vacante de empleo. También ayuda el carácter extrovertido y seguro de Aoi que parece hacerlo todo fácil.
Aoi me recuerda a Nanako, esa que pareciera que «en lugar de centrarse en las cosas que le desagradaban, trataba de poner el acento en lo que sí le gustaba. En lugar de manifestar sus fobias, sólo hablaba de sus filias. En lugar de decir que era incapaz de hacer algo, insistía en lo mucho que le gustaría hacerlo y, si en alguna ocasión se enfadaba, lo hacía de tal modo que los demás terminaban por reírse»; esa a la que poco le importaba lo que la gente dijera sobre ella pues «lo que la gente dice sobre mí... en realidad lo dicen sobre ellos mismos». Pero las apariencias son eso, apariencias, porque por dentro van esos entrecomillados que acallamos y nadie escucha. Esos que si alguien escuchase tal vez se sorprendería al descubrir lo mucho que se parecen a los suyos propios, o más que sorprenderse se asustaría y nos rechazaría por ello, porque nadie quiere verse descubierto (ese yo que sigo siendo desnudo ante los demás, expuesto a los ojos escrutadores y al dedo señalador del grupo), mejor pasar desapercibido y que se fijen en otro. Los otros y yo: todos tan parecidos y sin saberlo; o tal vez todos diferentes y renuentes a aceptarnos.
Never Off, fotografía de MapHobbit |
La Aoi adulta me recuerda a Nanako y Sayoko me recuerda a la Aoi adolescente. Y aquí habría que preguntarse cuánto distamos del adolescente que fuimos, «siempre esforzándose (esforzándonos) por ir a alguna parte para volver sin remedio al punto de partida».
«¿Por qué no podemos elegir nunca por nosotros mismos [...]? [...] A lo mejor parece que lo hacemos, pero es sólo una ilusión. Ni siquiera elegimos el camino que recorremos con nuestros pies. [...] ¿Para qué crecemos? Cuando nos hacemos mayores, ¿podemos decidir algo por nosotros mismos? ¿Podemos escoger el camino que nos parece oportuno sin perder por ello a la gente que queremos?»
«Se daba cuenta de que no había logrado nada, pero había algo más oculto entre sus sentimientos. La mujer depresiva atrapada en el círculo vicioso de errar de parque en parque había decidido hacer un cambio en su vida, ponerse en pie, empezar de cero, luchar para sentirse parte de algo más grande que ella, más importante, luchar junto a las demás mujeres, aprender de sus errores, de sus aciertos, dar forma a lo que se traía entre manos, lenta pero segura. Eso era mucho más importante para ella que cualquiera de las dudas que su marido le planteaba sobre la oportunidad o no de su trabajo».
Ella en la otra orilla es una historia de soledad y de seres solitarios, así como del miedo que nos provoca la idea de estar solos. «En algún momento de nuestras vidas nos han metido en la cabeza la idea de que los niños que tienen muchos amigos son listos y alegres, mientras que los que no los tienen son torpes y sombríos» pero, tal vez, lo realmente importante sea «encontrar una razón que disipe el miedo a la soledad, en lugar de tener montones de amigos que sólo sirven para maquillar ese temor».
«Nunca fuimos a ninguna parte -dijo Nanako con un suspiro. -Me pregunto a dónde queríamos ir en realidad».Y es además una novela sobre la amistad, diferenciando entre esa amistad auténtica que nos permite ser nosotros mismos, que nos hace sentirnos poderosos e invencibles, capaces de afrontar cualquier cosa, que nos asusta también por la exposición, por la cercanía, por el compromiso, por la posterior pérdida, y esa otra más falsa o interesada que se basa en las circunstancias comunes.
Nagahama Beach (Atami), fotografía de Izu navi |
Si tuviera, no obstante, que elegir un único tema entre todos los que toca este libro, diría que Ella en la otra orilla es una novela sobre lo que supone crecer, sobre analizarnos, aceptarnos y seguir adelante.
«¿De qué había servido cumplir años después de todo? ¿Para esconderse en su mundo a medida que se cansaba de la gente? ¿Para buscar excusas todo el tiempo, como que tenía que ir al banco, a recoger a su hija o preparar la cena, y poder así cerrar la puerta tras de sí?»
«¿De qué habían servido todos estos años? No para esconderse en su diminuta existencia y cerrar la puerta tras de sí, sino para salir al encuentro del mundo, para conocer a otra gente, para caminar por propio pie hasta lograr sus objetivos».De fondo a todo lo que he enumerado está la problemática a la que han de enfrentarse día a día las madres trabajadoras. Sayoko no se siente apoyada por su esposo cuando decide volver a trabajar. La minusvalora porque no considera su puesto de trabajo importante y le reprocha que descuide los quehaceres domésticos. Su suegra también la cuestiona y no ve con buenos ojos que deje a Akari en la guardería mientras trabaja. En las mujeres de la generación de Sayoko hay una clara división y animadversión, como si hubiera madres de clase A y de clase B según estas se dediquen plenamente al hogar y los niños o además de eso trabajen fuera de casa. Es una novela con gran presencia femenina en la que los personajes masculinos quedan en un segundo plano. Entre estos últimos encontramos al marido de Sayoko, que genera una clara antipatía, si bien es cierto que está retratado de manera parcial; un personaje ambiguo del entorno laboral de Aoi y Sayoko; y el padre de Aoi que, aunque en un discretísimo tercer plano, cobra en un punto de la novela su cota de protagonismo teniendo un auténtico y merecido momento de gloria.
La prolífica y multipremiada Mitsuyo Kakuta es una de las escritoras más vendidas en su país. Para mí era una completa desconocida hasta que supe hace unos meses de esta novela. La comencé a leer con curiosidad. Continué dejándome arrastrar no sé muy bien por qué. A ratos me parecía una lectura ordinaria salpicada de tanto en tanto por párrafos de esa belleza pura y tranquila tan característica de la prosa japonesa. Cada vez iban siendo más, sin embargo, los momentos de epifanía con los que me iba encontrando. No es la primera vez que os cuento que la literatura japonesa es para mí como esa lluvia fina que nos va calando de a poco. Me reitero una vez más para deciros que la apenas perceptible cadencia pluvial de esta historia ha hecho que llegara a su fin dándome cuenta de que la joven Aoi y la mujer Sayoko llevaban tiempo lloviendo en mí.
Los días previos y posteriores al que redacto el primer borrador de esta entrada me acompaña como lectura La campana de cristal. Pocas horas después de guardarlo y cerrarlo retomo esa por entonces mi lectura actual y me encuentro con unas frases que hacen que al día siguiente cambie el final de esta reseña (la verdad que no me había convencido mucho cómo había quedado). Sylvia Plath me ha confesado: «Mi árbol favorito era el sauce llorón. Yo pensé que debían de haberlo traído del Japón. En Japón entendían las cosas del espíritu». Y yo la leo y pienso en un sauce que llora libros y lluvia. Así que sigo sin tener claro si los premios, ventas y fama de Mitsuyo Kakuta son merecidos o no, pero sí siento profundamente que la japonesa que es entiende muy bien las cosas del espíritu.
japanese students, fotografía de Amanda |
Ficha del libro:
Título: Ella en la otra orilla
Autora: Mitsuyo Kakuta
Traductores: Yoko Ogihara y Fernando Cordobés
Editorial: Galaxia Gutenberg
Año de publicación: 2016
Nº de páginas: 224
ISBN: 978-84-8109-736-8
Comienza a leer aquí
Si te ha gustado...
¿Compartes?
↓
Leí este libro hace un par de años. Fui de vacaciones a Japón y antes de ir quise leer algunos libros. Este fue el primero y me dejó buen sabor de boca. La literatura japonesa, para mí, no es fácil de leer, tal vez porque no suelo hacerlo, pero aún así me gustó. La manera de narrar de la autora me transportó por completo a Japón y la historia que cuenta este libro me atrapó.
ResponderEliminar¡Besos!
Mis primeros encuentros con la literatura japonesa no fueron muy fructíferos. Me gustaba su cadencia pero las historias me dejaban muy fría, no conseguía conectar del todo hasta el punto de casi descartar la lectura de un libro solo por proceder de ese país. El año pasado tuve suerte con mis incursiones por la literatura nipona, así que, de ahí en adelante, si un libro me atrae no lo descarto solo por ese motivo.
EliminarElla en la otra orilla me ha dejado muy buen sabor de boca. Muestra la sociedad japonesa contemporánea y a la vez nos permite ver que en algunas cosas no es tan diferente a la nuestra.
Besos
Soy asidua a la literatura japonesa, así que me apunto este. Me parece que tienen una forma especial de narrar y una sensibilidad diferente. La última autora que he leído que me ha encantado es Banana Yosimoto, autora de "Un viaje llamado vida".
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
Yo le estoy cogiendo el gusto poco a poco, así que tomo buena nota de la autora que comentas.
EliminarUn abrazo
Parece que me persiguen las autoras japonesas, aunque me daré un descanso antes de meterme con más. No obstante, tomo nota de esta novela. Me atrae mucho esa idea de lo que cambiamos con el paso del tiempo. "Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos" decía Neruda y qué cierto es. Me cuesta reconocerme en mi adolescencia y más aún en mi niñez. Recuerdo actitudes y comportamientos que me avergüenzan, otros que no entiendo cómo yo, siendo tan tímida, fui capaz de llevar a cabo. Vamos que no es un mito eso de que vamos transformándonos con el paso del tiempo y las vivencias. Aunque puede que todo sea un simple engaño de la percepción y en el fondo siempre seamos los mismos si se escarba un poco. Uff, qué lío.
ResponderEliminarMe apetece ver más en profundidad lo que les sucede a Sayoko, Aoi y Nanako, pero esperaré un tiempo.
Por cierto, las fotos de esta entrada no se ven, al menos en mi ordenador.
Un beso.
Misterios de blogger, Rosa. He tenido que volver a subir las imágenes. El caso es que he estado revisando y se habían eliminado también algunas de las fotografías de mis entradas más recientes. Gracias por avisar.
EliminarYo creo que la esencia y ese batallar con uno mismo es imperecedero. Luego, claro está, vamos ganando madurez y sumando experiencias que nos van moldeando en plan cómo hemos cambiado si echamos la vista atrás. Pero ese adolescente que fuimos sigue escondido en algún rinconcito de nosotros.
Soy tímida, introvertida, me cuesta relacionarme y hacer amigos, hablo poco porque no sé manejarme en esas conversaciones de cháchara en las que al final no se dice nada... Lo tengo todo, vamos. Todo para triunfar en este mundo y todo para que me gustaran Sayoko, Aoi y Nanako.
Besos
"Soy tímida, introvertida, me cuesta relacionarme y hacer amigos, hablo poco porque no sé manejarme en esas conversaciones de cháchara en las que al final no se dice nada...". Lo copio de tu respuesta literalmente, igual de literal que podría aplicármelo a mí misma. Y añadiría, me cuesta tanto relacionarme que a veces peco de descortés y poco educada, pero es que o no sé cómo hacerlo o me lío yo sola y termino haciendo justo lo contrario de lo que la sensatez me ordena. Como ves, yo también lo tengo todo. Creo que leemos tanto para vivir en el mundo sin relacionarnos demasiado.
EliminarA los tímidos nos tildan ocasional e injustamente no solo de maleducados sino incluso de engreídos y presuntuosos.
EliminarYo te copio tu última frase. Me has recordado esta cita de Paul Auster: «La literatura es esencialmente soledad. Se escribe en soledad, se lee en soledad y, pese a todo, el acto de la lectura permite una comunicación profunda entre los seres humanos». Leemos también para identificar otros solitarios, reconocernos en ellos, sentirnos comprendidos en ellos, absolvernos en plan no soy el único bicho raro del planeta y sentirnos menos solos o acompañados en nuestra soledad.
Llego tarde al intercambio epistolar, pero me apunto a lo que comentáis, Guapas. Creo que todos los que nos visitamos pertenecemos a un club que no emite carnet de afiliación ni membresía de pertenencia ninguna, pero quienes nos sabemos incluidos, basta solo con vernos -o con leernos, en nuestro caso- para identificarnos. Los libros son los mejores compañeros cuando se es tímido, solitario, o no se tiene circunstancialmente nadie alrededor. Abrazos a las dos.
EliminarAbrazo, Marcelo. Y bienvenido al club ;)
EliminarLlevo años sin acercarme a la literatura japonesa y no sé por qué, porque en las pocas ocasiones en que lo he hecho, he disfrutado mucho con sus obras. Aprendiendo de su cultura, de su forma de vida tan distinta a la nuestra, de su sensibilidad también tan distinta... Me atrae mucho lo que nos cuentas de este libro, así que apuntado queda.
ResponderEliminarBesotes!!!
A mí me ha costado entrar en ella pero últimamente voy consiguiendo disfrutarla.
EliminarSi la lees, ya me contarás ;)
Besos
No he leído nada de Mitsuyo Kakuta y sí he leído hace ya unos años "La campana de cristal" de Silvia Plath que me impresionó. Es cierto que la literatura japonesa desprende un saber bien comprender el espíritu. Respecto a la novela que traes ese problema de identidad que arrastran los personajes femeninos y la incomprensión por parte del marido de Sayoko que llega incluso a la humillación me parece -quizás me equivoque; si es así, perdón- que no es algo tan inhabitual en la cultura de ese país.
ResponderEliminarCreo que la dialéctica maternidad-realización personal que es común a las mujeres de muchas partes del mundo quizás en Japón esté peor resuelta que en otros lugares donde los roles están menos establecidos o donde las personas tienen más claro lo que quieren hacer. Por eso la frase que inaugura tu reseña y el libro es fundamental desde luego: ¿Hasta cuándo seguiré siendo yo? Para cualquier persona sea de un sexo u otro. Es el asunto de la identidad, de quién soy yo, qué pinto en el mundo, cuál es mi función en él, etc., etc.
Interesante novela parece. Tomo nota.
Toca temas muy interesantes, Juan Carlos. En cuánto al quién soy yo, en este caso es más bien un poco el deseo de dejar de ser ese yo que somos, cambiar lo que pensamos que está mal en nosotros porque es lo que produce el rechazo de los otros y a la vez nos impide ser parte de lo que esos otros representan.
EliminarCreo que la problemática de las mujeres y de la maternidad y la realización tanto personal como profesional que refleja esta novela se puede extrapolar a más países que a Japón. Yo misma no he sentido extraña ni muy distante en el tiempo muchas de las situaciones que presenta esta novela. El personaje del marido, así como el de la suegra generan antipatía por su incomprensión hacia Sayoko y ese hacerla sentir constantemente mal. También es justo decir que la narración está contemplada desde el punto de vista de Sayoko y que esta también habría podido intentar explicar a su marido cómo se sentía. Ese tragarse los sentimientos e intentar abarcar la perfección en todos los ámbitos tal vez sí sea una actitud más japonesa que nuestra. En cualquier caso es una novela que da para reflexionar y debatir sobre muchos temas.
Besos
Esta novela trata algunos de los temas que me preocupan y según mi estado de ánimo llegan a obsesionarme. Desde el primer momento, cuando describes la escena del parque, el miedo de una madre (pon padre, en mi caso) a que sus hijos tengan en la vida, por predestinación genética, idénticas dificultades a las suyas. Es angustioso.
ResponderEliminarUna relación difícil con la soledad, la impronta del adolescente que fuimos, la auténtica amistad y la falta de ella...No sé si debo leer una novela que haría aflorar todas estas cosas que desde hace tiempo pueblan mis océanos, pero no me resisto a anotarla en mi larga lista.
Aparte de que para mi Japón es un imán.
Un abrazo.
Como le digo a Rosa tenía que identificarme sí o sí con Sayoko y Aoi. Son sentimientos con los que siempre tendremos que lidiar.
EliminarRespecto a los hijos me parece magnífica esa cita que dice que siempre se valora mejor a los niños que tienen muchos amigos cuando tal vez lo que se debería hacer es ayudarles a manejar la soledad. Los padres no tienen derecho a trasladar sus miedos a sus hijos pero, por otra parte, es muy normal intentar evitarles aquello que a nosotros nos ha hecho sufrir. Cita aparte, demasiado bien sabemos que en este mundo no triunfan ni los tímidos ni los introvertidos ni los solitarios.
A pesar de todo ello y de la identificación, la lectura de este libro no ha sido dolorosa para mí. Espero que si alguna vez te animas tampoco lo sea para ti.
Un abrazo
«lo que la gente dice sobre mí... en realidad lo dicen sobre ellos mismos»
ResponderEliminarUna frase del libro para enmarcar, la has seleccionado con gran criterio.
Comentas que es “una historia de soledad y de seres solitarios, así como del miedo que nos provoca la idea de estar solos.”
En cuanto a esa idea de la soledad, es curioso, estuve leyendo un ensayo del psiquiatra López Ibor y dejaba esta frase:
“La reducción del hombre así mismo produce la angustia”
No tiene que ver estrictamente con la soledad, pues esa reducción puede darse en alguien que no sea solitario, pero también encuentro relación en confinarse en uno mismo, no sé si como estos personajes japoneses que nos traes.
Pienso lo mismo, los escritores, autora en este caso, japoneses entienden bien las cosas del espíritu.
Un abrazo, Lorena.
Es complicado evadirse de todo y mirarse a uno mismo. Y sí que puede producir angustia e incluso ser un callejón sin salida.
EliminarSí, eso pienso. La literatura japonesa siempre me ha mostrado personajes desnudos.
Otro abrazo para ti.
Mi relación con la literatura japonesa ha sido regular. No me ha parecido malo lo que he leído en absoluto, y hasta ha sido interesante, pero no termino de vibrar tampoco. Y creo que es por algo que me suena que comenté en tu blog (o quizás fue en otro): es como muy fría y distante. Aunque se hable de sentimientos, hay como una lejanía.
ResponderEliminarMe pregunto si esta novela también es así.
Me ha encantado esta cita: "siempre esforzándose (esforzándonos) por ir a alguna parte para volver sin remedio al punto de partida»." La vida es un eterno punto de partido, o así lo siento yo.
¡Un abrazo!
La autora es japonesa y su novela es muy japonesa. Hay quien distingue variaciones entre autores japoneses pero a mí de momento, gustándome más o menos, los encuentro a todos simplemente muy japoneses. No sé si algún día llegaré a captar tales sutilezas pero de momento me conformo con haber aprendido a disfrutar de la literatura de ese país. Al principio me pasaba como a ti, me dejaba muy fría.
EliminarUno siempre vuelve a uno mismo por más que intente alejarse.
Un abrazo
Pues tampoco lo he leído. De literatura japonesa sólo conozco a Yasunari Kawabata, Yukio Mishima y poco más. En ambos (y me refiero a mis lecturas) la construcción de la psicología y los sentimientos de los personajes siempre ha sido un terreno minado de traumas...
ResponderEliminarEstupenda reseña y narración. Lo apunto también.
Un abrazo!
No he leído a los autores que mencionas pero tampoco es que haya leído demasiada literatura japonesa. No me he animado hasta hace relativamente poco y de cuando en cuando con las letras de ese país. Me gustaron mucho unos relatos de Murakami que leí, el diario de juventud de Hayashi Fumiko y una novelita de Yoko Ogawa. También una novela de Aki Shimazaki, aunque esta autora vive en Canadá y escribe en francés pero su estilo es muy japonés. Investigaré sobre los autores que citas.
EliminarUna abrazo
Me parece que aborda temas muy profundos y complejos, una lectura reposada y que requiere su tiempo. Su minuciosa reseña me ha tentado y eso que yo no soy mucho de literatura oriental, pero observo que este libro es para tenerlo en cuenta. Gracias por la reseña. Besos
ResponderEliminarToca esos temas que normalmente nos solemos guardar para nosotros. Ya me contarás si te animas.
EliminarGracias a ti por la visita y la lectura.
Besos
¡Hola Lorena! Me gusta mucho la literatura oriental (también las pelis) y hace tiempo que no leo una, así que me la apunto (aunque tengo en espera otra que me apetece también mucho, "Momoko y la gata"). Prosa de "belleza pura y tranquila" define muy bien ese tipo tan peculiar de narrar que tienen los autores orientales en general, que a mí también me encanta
ResponderEliminarBesos
Así la he sentido siempre que me he acercado a ella. Aun dejándome algunas veces fría, siempre he sabido reconocer esa calma que me transmite la literatura japonesa, así como el lirismo de su prosa.
EliminarNo conozco la novela que mencionas y que tienes ganas de leer. Pero el título me ha llamado la atención. Así que indagaré.
Besos
Había leído una reseña de este libro hace cosa de tres años, donde se hablaba mayormente del bullying; creo que por eso no lo apunté debidamente. Ya me he hecho de una versión digital del mismo, tras leer tus líneas.
ResponderEliminarLa literatura oriental ofrece una mirada distinta de lo que solemos apreciar -o no-. Repara en pequeñas cosas que la prisa cotidiana impide observar con detenimiento. Puedes adentrarte en estas aguas en remanso, con la condición de que te tomes el tiempo, y ver cómo resuenan en ti esas minúsculas ondas que estas letras van esparciendo hasta desvanecerse.
Siempre he de tener presente las palabras de Stephen Dixon: ¿Por qué soy siempre tan lo mismo?
Gracias por tan sentida reseña.
Un abrazo.
La novela contempla el tema del bullying pero yo no diría que es una novela sobre el acoso escolar. Destacaría otros temas antes en ella.
EliminarProbablemente haya escritores japoneses superiores a Mitsuyo Kakuta (tampoco es que yo haya leído a demasiados) pero este libro suyo tiene algo que te arrastra a seguir leyendo, amén de esos momentos de reconocimiento con los personajes.
Espero que disfrutes de su lectura.
Un abrazo