Pues aquí estoy de nuevo con una entrada de mini-reseñas. Como ya os he comentado en anteriores ocasiones, las mini-reseñas consisten en el rescate de comentarios que en su día publiqué en mis perfiles de redes sociales sobre libros leídos de los que, por diversos motivos, no escribí reseña para el blog. Para esta sexta entrega de esta sección, sin embargo, voy a hacer algo de trampa, pues la segunda de las lecturas que incluyo es reciente y el comentario que he escrito sobre ella no ha aparecido con anterioridad en redes, pues es un poco extenso para ello (es decir, que supera el número de caracteres permitido por Instagram). También es un poco breve para una reseña de blog, por lo que he decidido que lo acompañe uno de esos libros que en su día se quedaron (inmericidísimamente, además) sin reseña y que está escrito por el mismo autor. Y si hago inciso en lo de inmericidísimamente es porque ese autor no es otro que Stefan Zweig. Rescato pues, mis breveísimas impresiones sobre Novela de ajedrez, nouvelle leída por mí a finales de 2018 y que con una atmósfera opresiva remite —en la línea de la maravillosa Mendel el de los libros o de las imprescindibles para comprender el siglo XX memorias El mundo de ayer— a la realidad histórica que tanto dolor causó al escritor austriaco, y me extiendo un poco más sobre ¿Fue él?, leída —tras llevar tiempo con ganas de hacerlo y empujada finalmente por la reseña que de ella hizo mi amigo Juan Carlos Galán en su blog— hace escasas semanas, una brevísima novela que, aunque no hace pensar en ese contexto histórico y a priori es más apacible, no deja también de brillar en el retrato psicológico de sus personajes, así como de dejar al lector con cierto regusto a inquietud. Os dejo, pues, con dos joyitas de Stefan Zweig.
Novela de ajedrez - Stefan Zweig
«¡UN LIBRO! Hacía cuatro meses que no te tenía un libro en las manos y ahora, la sola idea de un libro con palabras alineadas, renglones, páginas y hojas, la sola idea de un libro en el que leer, perseguir y capturar pensamientos nuevos, frescos, diferentes de los míos, pensamientos para distraerse y para atesorarlos en mi cerebro, esa sola idea era capaz de embriagarme y también de serenarme. Mis ojos quedaron suspendidos de aquel bulto que formaba el libro en el bolsillo, como hipnotizados, con una mirada tan ardiente como si quisiera perforar el tejido. Finalmente no pude controlar mi avidez; involuntariamente me fui acercando. Sólo con pensar que podía tocar un libro con las manos, aunque fuera a través de la ropa del bolsillo, ya me ardían los dedos hasta la raíz de las uñas. Casi sin darme cuenta fui acercándome cada vez más. [...] Ahora había llegado ya al lado mismo del capote y eché las manos a la espalda para poder palparlo sin llamar la atención. A través de la ropa conseguir percibir, en efecto, una cosa cuadrada, una cosa flexible y que crujía levemente: ¡un libro! Y una idea me atravesó el cerebro como un relámpago: «¡Róbalo! ¡Tal vez lo consigas y puedas esconderlo en la celda y después leer, leer, leer, por fin volver a leer!»»
Mucha ansia y desesperación hay no solo en este fragmento sino en buena parte del libro del cual procede. Ansia y desesperación y no solo por leer. Porque «es bien sabido que nada en el mundo puede oprimir tanto el corazón del hombre como la nada» y porque «querer jugar contra uno mismo representa, en definitiva, una paradoja tan grande en ajedrez como querer saltar sobre la propia sombra». Al ajedrez precisamente juega en esta Novela de ajedrez un hombre que reúne las anteriores circunstancias contra un contrincante de «juego tenaz, lento, imperturbable». Me ha sido imposible leer esta obrita, en diminutivo por extensión y no por calidad, sin sustraerme de evocar el contexto histórico que le tocó vivir a su autor y sus convicciones personales. Este libro es el cuarto que leo de Stefan Zweig y ha sido mi última lectura de 2018.
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¿Fue él? - Stefan Zweig
«Jamás, antes de conocer a Limpley, habíamos visto nosotros, gente mayor, que virtudes tan justas como la bondad, la cordialidad, la franqueza y la afectuosidad, por culpa de un estridente exceso, pudieran llevarle a uno a la desesperación».
«¿Es que no ves que él, fanfarroneando de felicidad y con su mortal vitalidad, hace profundamente infeliz a esa mujer?»
Ese nosotros, gente mayor de la primera cita sobre estas líneas hace referencia a los vecinos del señor Limpley y su esposa. Es ella, la vecina, la narradora de este bocadito delicioso con un regusto amargo que es el relato ¿Fue él? de Stefan Zweig. Cual si fuera la más vieja del lugar, la mujer aún recuerda el trágico devenir de los Limpley y aún le sigue martilleando esa pregunta que da título a esta obra.
El lugar es un entorno idílico situado en la campiña inglesa a donde los Limpley se trasladan a vivir. Pronto hacen buenas migas con el vecino matrimonio de más edad. Limpley es un hombre afable, bien dispuesto hacia los demás, vital y entusiasta, pero ocurre que las virtudes, si se dan en exceso, pueden tornarse en exasperantes y dañinas. La narradora pronto detecta que su joven vecina no es feliz. Habiéndole sido negada la maternidad, ha de lidiar además con un marido que más que compañía lo que proporciona es agobio y agotamiento. Es por ello por lo que la buena mujer decide regalarle un cachorro de bulldog que le han ofrecido pensando que el juguetón animal le brindará a la señora Limpley alegría y consuelo. Lo que sucede, en cambio, es que su enérgico vecino se vuelca con el animal. Cual si de un bebé malcriado se tratara, lo idolatra y lo colma de caprichos y atenciones hasta el punto de convertir al joven cánido en un tirano.
Lo que Acantilado —sello editor de Zweig en España— cuenta en la sinopsis de este librito es que, en él, el escritor austriaco «nos habla de los celos con su habitual maestría: elusivo, con la virtud de la intriga irresuelta, ahonda en el dolor y el desamparo que produce el sentirnos sustituidos en los afectos de nuestras personas queridas por un tercero que, cuanto menos, tiene los mismos derechos que nosotros. La rabia y la violencia pueden conducir a una venganza que agravará, si cabe aún más, nuestra orfandad». Suscribo esas impresiones de la editorial en cuanto a los celos, el peligro del traslado de afectos y la venganza, pero, personalmente, esta lectura me ha hecho poner más el foco en los difusos límites de la responsabilidad y en los peligros de la falta de previsión de las consecuencias de ciertos comportamientos. «En lo más mínimo se trataba de malicia o de una deslealtad intrínseca. Se trataba tan sólo de la confusión de una persona muy apasionada y casi propensa a la monomanía, que con todos sus sentidos, pensamientos y emociones se perdía en un único objeto», he leído en esta novela, y no he podido evitar pensar en si la falta de intención descarga la responsabilidad sobre las repercusiones que pueden tener nuestros actos o la omisión de los mismos, así como en esa identificación tan extendida del carácter expansivo con la bondad. ¿Fue él? es maravillosa obra de Stefan Zweig. Su brevedad la hace ideal para disfrutar en una de estas cortas tardes otoñales o de las invernales que ya tocan a la puerta. Su final, aun jugando a la duda, es bastante previsible. Pero ni siquiera esa previsibilidad ha sido capaz de quitarle ni un ápice de disfrute a esta lectura.
Ficha de los libros:
Traductores: Manuel Lobo / Berta Vias Mahou
Editorial: Acantilado
Año de publicación: 2013 (c. 1935) / 2010 (1942)
Nº de páginas: 96 / 80
ISBN: 978-84-15689-92-8 / 978-84-92649-31-0
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Dos magníficas novelas que leí, como todas las del autor, con gran placer. Hice reseña de ¿Fue él?, pero no de Novela de ajedrez. Como a ti te pasó en su momento, esta novela se quedó sin aparecer en el blog y tampoco en otras redes en las que solo daba noticia de lo que aparecía en el blog. Hoy le hubiera hecho una mini reseña en Instagram.
ResponderEliminarNo sé cuál de las dos me gustó más, pero ambas son magníficas. Como todas las del autor, por otra parte del que he leído unas cuantas novelas y su genial libro de memorias, El mundo de ayer, y jamás me ha defraudado. No entiendo por qué hace ya más de dos años que no le visito.
Un beso.