Fiesta - Ernest Hemingway
No me preguntéis por qué, pero hay autores que nos salen al paso. Nos hacen guiños. Nos piden ser leídos. De repente, comenzamos a encontramos con obras suyas con una frecuencia más corta de la habitual. Algún comentario sobre las mismas nos llama la atención cuando, hasta entonces, ningún interés nos había producido. Nos encontramos con alguna referencia suya en alguno de los libros que leemos. Tenemos noticia de que algún escritor o escritora que nos gusta mucho admiraba a ese autor, de hecho, no es la primera vez que me ocurre que siento que un escritor me recomienda a otro o incluso algún libro en concreto. Así, el nombre de Ernest Hemingway y su importancia literaria los conozco desde siempre. Nunca, sin embargo, me había planteado leer nada suyo. Ya no recuerdo qué migas de pan me arrojó desde el más allá el escritor estadounidense ni dónde las encontré. Sí recuerdo que Carson McCullers habla de él en Iluminación y fulgor nocturno y que, recién terminada la lectura de ese libro, una mañana de rastro dominical recién estrenado el 2022, me topé con un ejemplar viejuno de segunda mano con varias obras del Premio Nobel de Literatura de 1954. Esa fue la señal definitiva. Ya no pude ignorar más su llamada. Evidentemente, me llevé a Hemingway y a sus cuatro obras seleccionadas a casa.
Las cuatro obras que contiene mi viejo (y por otra parte, dado su estado de conservación, bastante nuevo) ejemplar de Planeta son: Fiesta, Adiós a las armas, Al otro lado del río y entre los árboles y El viejo y el mar. Si yo hubiera tenido que elegir un título de Hemingway para leer probablemente me hubiera decantado por Por quién doblan las campanas o por El viejo y el mar. El primero, ni siquiera está incluido en mi libro —cosa que me extrañó y me sigue extrañando—; el segundo, viene en último lugar. Claro está que no estaba obligada ni a leer todas las obras que contiene mi ejemplar ni a hacerlo por el mismo orden en que el mismo las presenta. Claro está que, metódica como soy, las iba a leer, si bien no seguidas, sí por el orden en que vienen en el libro. Pero hete aquí que no me apetecía leer Fiesta. No me hubiera importado probar con Adiós a las armas. El título Al otro lado del río y entre los árboles no me sonaba de nada y precisamente por ello me llamaba la atención. El viejo y el mar —como ya he dicho— sí lo quería leer. Pero mi libro empieza por Fiesta y no me apetece leer Fiesta. Y ahí va quedando el libro, relegado, que no olvidado, porque de tanto en tanto me he ido acordando de él (sin más y porque sí o por nuevos guiños como cuando Rosa Montero me habló de Hemingway en El peligro de estar cuerda) en plan: quiero leer a Hemingway, no me apetece leer Fiesta; quiero leer a Hemingway, no me apetece leer Fiesta. Y entonces, algo más de dos años y medio después de haber adquirido el libro (lo cual es mucho para alguien que, como yo, está muy lejos de practicar el tsundoku), pasó lo que pasó y que os conté hace un par de reseñas y me dije: vámonos de fiesta, vámonos de Sanfermines.
Fiesta narra el viaje y estancia en Pamplona de un grupo de amigos estadounidenses afincados en París para disfrutar de las fiestas de San Fermín allá por los años veinte del pasado siglo. Está dividida en tres partes o libros. El primero de ellos —a saber por qué— me trae reminiscencias de La playa, de Cesare Pavese. El segundo y más extenso, que narra la historia desde que los personajes llegan a España hasta que terminan los Sanfermines, hace que al principio me acuerde del Benidorm de Sylvia Plath y de la Ibiza de Janet Frame. Lejos está Pamplona del Mediterráneo, pero supongo que, aunque con algunos años de distancia, la visión que pudiera tener otra estadounidense y una neozelandesa de España, ha influido en la asociación. En el tercer libro, más breve aún que el primero, sabremos de la 'resaca' de algunos de los personajes tras la 'fiesta'. Lo que yo voy sabiendo de esta novela es lo que sigue.
La novela comienza presentándonos a Robert Cohn y contándonos que había sido boxeador. Pienso por tanto que tal vez se trata del protagonista y me apunto mentalmente que su vinculación con el boxeo puede ser importante en el posterior desarrollo de la trama. Me intriga el narrador. Se implica en sus opiniones sobre Cohn, lo que me lleva a pensar que su voz no es una mera figura narrativa sino que está relacionada con la trama o los personajes del libro. Pronto descubro que se trata de un amigo de Cohn y que responde al nombre de Jake Barnes. También conozco poco después al resto del grupo, que se completa con Brett Ashley, Bill y Mike. De ellos, Brett es la única mujer. Ha estado casada con un aristócrata y próximamente va a casarse con Mike, que está arruinado. Cohn es escritor, Jake es periodista y Bill no sé muy bien a qué se dedica.
Jake y Brett se conocen desde la Primera Guerra Mundial. En el prólogo de mi libro Carlos Pujol cuenta que durante la contienda Ernest Hemingway, que destinado a Italia conducía una ambulancia en el frente, fue herido por un obús en ambas piernas. Durante la convalecencia se enamoró de una enfermera norteamericana con la que albergó deseos de matrimonio que no fructificaron. Pujol cuenta que esa experiencia es la base del personaje de Catherine en Adiós a las armas. No puedo evitar pensar al leer Fiesta que en ella está también el origen de Brett. Sobre ella y Jake pulula una especie de amor frustrado que no se puede realizar. La obra de Hemingway (me refiero a su obra en general y no a esta novela en particular) no es autobiográfica, pero me da que hay en ella muchos guiños a su vida personal.
El grado de amistad entre los diferentes miembros del grupo difiere. Algunos se conocen desde hace tiempo. Otros se acaban de conocer. Surgen desavenencias, incomodidades, descortesías, desabrimientos, celos.
El hecho de que Jake sea el narrador, que cuente lo que presencia, lo que le cuentan y que sean sus pensamientos los que se ven reflejados en la novela lo hace destacarse como protagonista. Sin embargo, toda la trama de la novela orbita alrededor de Brett. Es este un personaje que al principio me confunde un poco (en realidad, a todos los personajes tardo en cogerles el punto), pero que termina por revelarse como uno de los más complejos. Vive un gran conflicto interno y sufre por ello. Se debate entre sus incontrolables impulsos («No puedo evitarlo. Nunca he sido capaz de evitar nada») y la moral dictada por los roles de género.
El resto de personajes, a excepción de uno, son secundarios, apenas meras comparsas. Entre ellos destaco a Montoya, un empleado del hotel en el que se alojan los amigos. Es un gran aficionado que trabaja en un hotel que todos los años acoge a muchos aficionados y a muchos toreros. «Afición significa pasión. Un aficionado es alguien que se apasiona por las corridas de toros». Un aficionado es, por tanto, alguien que vive las corridas de toros con auténtica pasión. No todos los aficionados son aficionados de verdad. Montoya es un auténtico aficionado. Jake Barnes también lo es. Igualmente, no todos los toreros son toreros genuinos. La confrontación entre la emoción auténtica y la falsa emoción es una constante en esta la novela cuando se habla de las corridas de toros.
Pedro Romero es un torero auténtico y es la excepción a la que me refería en cuanto a personaje que no forma parte del grupo original pero que sí tendrá relevancia en la trama. Es curioso cómo este torero genuino —y también muy joven— escapa en parte de la imagen que se espera de un torero. En una de las primeras conversaciones que mantiene con Barnes, por ejemplo, llega a medio disimular que conoce su idioma. «Quedaría muy mal que un torero hablara inglés». «No les gustaría. Los toreros no son así». Al final, sin embargo, resultará no estar tan adelantado a su tiempo ni ser tan diferente del resto.
El torero Cayetano Ordóñez Aguilera, apodado Niño de la Palma, fue un gran amigo de Ernest Hemingway. En él se inpira el personaje de Fiesta Pedro Romero. Fuente de la imagen, en dominio público: Los ases del toreo, por Uno al sesgo, seudónimo de Tomás Orts Ramos. |
Me gustan las descripciones de Ernest Hemingway. Me gustan sus diálogos. Me gusta cómo escribe, aunque no puedo señalar nada destacable en su estilo. Me gusta lo que me voy encontrado a lo largo de la lectura que me da que pensar. Estas son algunas cosas que he subrayado:
«Tenía todo el aspecto de ser una filosofía inteligente. Dentro de cinco años, pensé, me parecerá tan estúpida como cualquiera de las otras filosofías inteligentes por las que había pasado.Sin embargo, tal vez no era cierto. Tal vez uno aprendía algo a medida que pasaban los años. No me importaba el sentido de la vida. Lo único que quería era saber cómo vivir. Tal vez si uno descubría cómo vivir podría deducir de ahí el sentido de la vida».
«La moralidad consiste en eso: en las cosas que le hacían sentirse asqueado a uno después. No, eso debía de ser la inmoralidad. Era una opinón muy amplia».
«¿A qué se dedica ese que está borracho?—A nada.—¿Es por eso por lo que bebe?»
Todos los componentes del grupo (y no solo «ese que está borracho») beben mucho, al menos durante sus festivas vacaciones. En cuanto a mí, me he ido a la fiesta pero no me he ido de fiesta. He sido una espectadora. No me he involucrado. Será que no he seguido el ritmo de los cinco amigos. Será que mi cuerpo no tolera tanto alcohol y que mi ánimo no lo pide. Será que no pertenezco a esa Generación perdida a la que se dice pertenecen los personajes de esta novela —si bien parece ser que el autor los daba por tocados pero no por hundidos (no en vano, el título original de la novela es The sun also rises)—. Y, sin embargo, he disfrutado de mi condición de voyeur. No me preguntéis por qué, pues no acertaría a decirlo. Recién comenzada la novela —tampoco sé por qué— se instaló en mi la impresión de que en un momento dado se iba a desencadenar la tragedia. Sin embargo, no ha sido así (lo cual no quiere decir que en la novela no pasen cosas). Sin embargo, mucho antes de acercarme al final ya tenía claro que no iba a ser así (a no ser que la tragedia consista en cargar con uno mismo, con la propia vida, en, tal vez, querer lo que no se puede tener). Sin embargo, no me ha importado en absoluto que no haya sido así.
Para mí esta novela podría haberse ambientado en cualquier otro escenario que no fueran los Sanfermines (y conste que la ambientación finalmente no me supuso ningún hándicap para el disfrute de la lectura). Supongo que para Hemingway no. Pero, claro, yo no soy una aficionada. Lo que tampoco soy es una mojigata. Sé y acepto que en el mundo hay violencia. Me intereso, además, por ella. Lo que no me interesa es la violencia gratuita, vacía, provocada para generar espectáculo. Como dice un camarero que pasaba por esta novela: «Gravemente cogido [...]. Y todo por deporte, todo para divertirse». No sé, se me ocurren otras maneras de sentirme viva, de conjurar a la muerte. Supongo que son diferentes maneras de ser. Además, pienso que la vida ya proporciona suficientes envites como para tener también que ponerse delante de un toro o ponerse a correr detrás. Prefiero coger la vida por los cuernos que acercarme a los cuernos de un toro o ver cómo lo hacen otros. Los personajes de esta novela, en cambio, admiran la valentía del torero pero luego encadenan días y noches de fiesta alcoholizados y sin apenas dormir; aborrecen del artificio, de la creación de falsa tragedia, de la simulación de quien no es torero auténtico, pero luego su actitud ante la vida responde al consejo de «Coge una trompa. Sobreponte a tu maldita depresión».
Y, sin embargo, me ha gustado lo que me ha contado Hemingway. Y, sin embargo, me he interesado por lo que ha ido aconteciendo en su Fiesta. Y me he quedado con ganas de seguir indagando en su obra. Y ni siquiera me va a hacer falta que me vuelva a hacer guiños o que me tire migas de pan, pues ya tengo el camino marcado. Y bien sé que los planes lectores se desplazan unos a otros y que hay más lecturas pendientes que tiempo de lectura. Y también sé que tener a Hemingway ya en casa le da papeletas extra. Y que donde digo digo, diré Diego. Pero, no me preguntéis por qué, lo que ahora mismo me apetece decir es: hasta algún próximo año, Ernest Hemingway, y hasta alguna próxima fiesta literaria.
Ernest Hemingway con su primera mujer y con unos ilustres amigos en un local hostelero de la Pamplona de 1925 durante las fiestas de San Fermín de ese año. Imagen en dominio público. Fuente: John F. Kennedy Library, Ernest Hemingway Collection. |
¡Hola!
ResponderEliminaryo si hubiese estado en tu lugar con esas ganas de leer este libro pero no la primera de sus obras, pues me la habría saltado y me habría puesto con las otras, pero entiendo que eres metódica y no te gusta hacer eso.
Te cuento que a mi, solo con ver esa cubierta y ese toro en la plaza, pues me produce repulsión, soy ANTITAURINA (no soporto ni corridas ni Sanfermines ni nada) y estoy de acuerdo en todo lo que dices sobre dicha afición, porque menuda afición, divertirse viendo sufrir a un animal, es algo que nunca he podido entender ni compartir, me han dicho muchas veces que soy demasiado cerrada en eso, pero es que no lo soporto. Y tampoco soporto que a lo primero que se relaciona con un español sea la fiesta de los toros
Aún así, entiendo que la obra te haya gustado, por cómo escribe el autor y lo que te ha transmitido, muchas veces el tema que trata las novelas pues igual no es de nuestro gusto pero las disfrutamos igual
Yo hace mucho leí Por quién doblan las campanas y también El viejo y el mar, creo que de adolescente o jovencita, instada por los profes del colegio y sé que me encantaron.
Me alegra saber que la has disfrutado a pesar del tema que toca
Besos
Sí, me imagino que habrías hecho exactamente eso, que ya nos vamos conociendo.
EliminarQuiero pensar que ya se ha comenzado a cambiar la visión de España que se tiene fuera, aunque no sé yo, también nosotros damos por hecho muchos tópicos sobre otros países. Y además no estoy de acuerdo con que se considere a las corridas de toros la Fiesta Nacional, y no solo porque a mí no me gusten ni comparta todo lo que conllevan, sino porque pienso que hay una gran parte de la población a la que no respresentan.
En cuanto a la novela, te diré que las corridas y los sanfermines no es el tema que se trata en ella, aunque sí es la ambientación en la que se desarrolla la misma y tienen una gran presencia en su trama. En todo caso lo importantes es que he disfrutado de una novela que a priori no me decía ni fu ni fa, y que además he quedado con ganas de seguir leyendo a Hemingway. El hecho de que te haya gustado lo que has leído de él, contribuye a animarme a ello.
Besos
Leí a Hemingway hace tanto que la mayoría de lo que leí ni siquiera aparece en mi lista de leídos que empieza en 1978. En esa lista y justo en ese año, leí Adiós a las armas y El viejo y el mar.
ResponderEliminarHabía empezado lógicamente con Por quien doblan las campanas en una época monotemática en mis lecturas siendo ese tema la guerra civil. Me gustó, pero esperaba más de ella. Luego leí varios más. De Fiesta recuerdo que me había encantado la película y el libro me decepcionó. Luego he vuelto a ver la película y tampoco entiendo el entusiasmo que me causó la primera visión.
Tampoco me pareció merecer tanta fama El viejo y el mar Con todo ello dejé de leer al autor y siempre digo que de los famosos autores estadounidenses es el que menos me gusta.
Puede que debiera volver sobre él porque a los diecinueve años tal vez no llegué a entenderlo y se me escaparon muchas cosas.
Un beso.
Sobre lo que me ha gustado o no de lo que he leído (o visto) en, como digo yo, una vida anterior, suele gustarme expresarme con cautela. Nunca podemos estar seguros de sí de leerlo ahora mantendríamos la misma opinión.
EliminarA Hemingway no lo he leído de joven y lo que puedo decir de esta lectura adulta es que me ha gustado, no sé muy bien por qué o no sé explicarlo. Y tal vez no me ha gustado tanto como otros grandes escritores estadounidenses, pero sí que me he quedado con ganas de leer más cosas suyas.
Besos
De Hemingway leí hace ya mucho "El viejo y el mar", me gustó mucho; luego Recuerdo con gusto su "Adiós a las armas" y yambién, aunque no he leído la novela recuerdo mucho la película "Por quién doblan las campanas", película de culto durante mis años universitarios con esa visión de las brigadas internacionales de las que el propio Hemingway formó parte.
ResponderEliminarCuriosamente no he leído "Fiesta", aunque sí conozco el asunto que toca. De hecho, pienso ahora, es tal la asociación que se realiza entre el nombre de Ernest Hemingway y los Sanfermines que eso mismo me ha quitado las ganas de ponerme a leer la novela. Pero tu reseña me ha avivado el deseo. Hemingway y ese hotel mítico de Pamplona donde se alojaba durante los sanfermines; y luego, claro, el final trágico del novelista, e incluso el de algún miembro de su familia (creo que una hija)... Todo eso me llama de este escritor y forma parte de su leyenda.
Sobre el tema de los toros, sin ser un entusiasta de la fiesta, sí soy tolerante con ella y disfruto cuando el arte se apodera de toro y torero. Quizás la visión de los autores del 27 es la que se apodera de mí. Lo que no soporto es a los malos toreros que martirizan al morlaco porque su arte es escaso o nulo y no son capaces de darle la salida digna y esperable de este mundo. No, ese toreo, lo odio.
Un beso grande, Lorena
A mí Fiesta era lo que menos me atraía de Hemingway precisamente por su ambientación, pero si yo que no soy taurina he podido disfrutar de su lectura, en tu caso, que sí gustas algo de los toros, aún será menor problema. En todo caso, como vengo diciendo, no es una novela ni sobre los toros ni sobre los sanfermines, por mucha presencia que ambos tengan en esta obra.
EliminarEn cuanto al trágico final de Hemingway, cierto es que hay varios miembros de su familia que también se suicidaron. El escritor sufrió varios percances de salud y accidentes a lo largo de su ajetreada vida. También he leído que podría haber tenido una enfermedad genética llamada hemocromatosis, que dificulta la metabolización del hierro y contribuye al deterioro mental y físico. Sin olvidar que el alcoholismo es algo que deteriora muchísimo la salud. Temas sanitario aparte, su vida, sin duda, fue muy interesante, y, como indico en la reseña, sin ser para nada autobiográficas, sí que en sus obras hay guiños a su propia vida.
Besos
He leído de Hemingway “El viejo y el mar” y “Las nieves del Kilimanjaro”, ésta última, que parece un título menor de su cosecha, me gustó especialmente por el tema que subyace de fondo, el hombre mirándose al espejo de la muerte, y las reflexiones que se suscitan en el protagonista durante su estancia en África.
ResponderEliminarTampoco me gusta la denominada “fiesta nacional”, no logro entenderlo. Tienes razón, Lorena, un gran escritor como Hemingway puede utilizar el tema central de la novela; toda la parafernalia de las corridas de toros en este caso, para deslizar otros trasuntos que en principio no tendrían mucho que ver, aunque luego todos los aspectos acaben formando un todo uniforme. Hemingway era periodista, muy bueno, y su estilo bebe mucho de esa formación, conciso, a veces lacónico, poco tendente al lirismo en la narración, pero con una potencia comunicativa indudable, Vargas Llosa y Gabo, escritores que me entusiasman, siempre han tenido en un pedestal a escritores como Hemingway, con ese estilo conciso y directo sin alardes narrativos.
“Me gusta cómo escribe, aunque no puedo señalar nada destacable en su estilo.”
Apuntas, y ahí tenemos la clave de Hemingway, él busca deliberadamente eso, que no haya nada destacable en su estilo, y el lector se adentré en la historia limpiamente, sin más, sin otras consideraciones. A veces puede gustar más y otras menos, eso ya forma parte del lector y su universo particular.
Un placer leerte, estimada Lorena.
Muy cierto todo lo que dices, Paco. Es el de Hemingway un estilo muy medido y conciso pulido por el ejercicio de su labor periodística. No hay nada en su prosa para extasiarse en ella pero sin embargo consigue decir mucho con la misma y abrir espacios por si el lector quiere adentrarse a pensar. También, como bien dices, cuando estamos ante un gran escritor, poco importa el tema tratado o la ambientación escogida: el lector siempre se lleva algo.
EliminarUn placer tenerte por aquí, aunque sea de vez en cuando, Paco.
Un abrazo