Trilogía - Jon Fosse

«[...] y padre Sigvald dijo que si la cosa era así, si Asle era músico e iba a seguir siéndolo, pues entonces tendría que ser así, al fin y al cabo Asle tocaba ya tan bien que, en cuanto a la música en sí, podía considerárselo un músico hecho y derecho, y cuando se era músico, se era músico, poco podía hacerse con eso, también el hijo sería músico y tampoco eso era de extrañar puesto que tanto su padre, el viejo Asle, como su abuelo, el viejo Sigvald, también habían sido músicos, al parecer era el destino de la familia, eso de ser músico, aunque lo de ser músico quizá hubiera que verlo más bien como una desgracia, dijo padre Sigvald, pero cuando se era músico, se era músico y, una vez que lo eras, ya nada se podía hacer, seguramente, al menos eso pensaba él, dijo padre Sigvald y si alguien le preguntara a qué se debía, respondería que debía de tener que ver con el dolor, con el dolor por algo o solo con el dolor, y padre Sigvald dijo que al tocar, el dolor podía aliviarse y transformarse en vuelo, y que el vuelo podía transformarse en alegría y felicidad, y por eso había que tocar, por eso tenía que tocar él y algo de ese dolor debían de compartir también los demás y por eso había tanta gente a la que le gustaba escuchar música, así creía él que era, porque la música elevaba la existencia y le proporcionaba altura, ya fuera en bodas o funerales, o cuando la gente sencillamente se reunía para bailar y festejar, pero por qué justamente les había tocado a ellos el destino de ser músicos, eso no lo sabía padre Sigvald, claro, y no es que él hubiera tenido nunca mucho juicio ni muchas luces, pero era un músico muy aceptable desde que era muchacho, desde que tenía la edad de Asle, del mismo modo que Asle era ya un músico muy aceptable, Asle y él se parecían en muchas cosas, dijo padre Sigvald, y de la misma manera en que él, a la edad de Asle, acompañaba a su padre cuando el abuelo de Asle tocaba en las bodas, así acompañaría ahora Asle a padre Sigvald, así aprendería y, a finales de verano, le dejaría acompañarlo también cuando tocara en los bailes, y en los convites funerarios, igual que había acompañado él a su padre a las bodas, los bailes y los convites funerarios, aunque otra cosa, dijo padre Sigvald, era que eso le gustara, otra cosa era que le gustara que su hijo también fuera a ser músico, pero eso no iba a preguntárselo nadie, el destino del músico no pregunta y quien carece de propiedades tiene que salir adelante con los dones que Dios le ha concedido, así era la cosa, así era la vida»

«Así son las cosas, los hay que son propietarios de algo y los hay que no lo son», y Asle no es propietario de nada como tampoco Alida lo es. Asle tan solo tiene en propiedad un violín, como lo tuvo su padre Sigvald, porque es músico como lo fue su padre y como lo fue el padre de su padre. Por no tener Asle ya no tiene padre y ahora ya tampoco tiene madre. Y Alida tiene madre, pero su madre no la quiere porque siempre ha querido más a su hermana. Y el padre de Alida se fue cuando ella era pequeña, y «Quieres que te cuente algo, dice Alida / Sí, dice Asle / Mientras tocabas, dice ella / Sí, dice Asle / Mientras tocabas oí cantar a mi padre, dice Alida / Siempre me cantaba cuando era pequeña, dice / Y eso es lo único que recuerdo de mi padre Aslak, dice / Recuerdo su voz, dice / Y su voz se parecía mucho a como tocas tú, dice / y se acerca más a Asle y se quedan así sentados un rato, sin decir nada», y eso le dice Alida a Asle el día que Asle acompaña por primera vez a su padre a tocar en una boda. Eso le dice Alida el día que «ve a Asle sentado en una silla y están en una boda y él toca y la música alza el vuelo, y lo eleva a él, y la eleva a ella, y juntos vuelan por el aire con la música y están juntos como un pájaro en el que cada uno de ellos es un ala, y como un solo pájaro vuelan por el cielo azul y todo es azul y liviano y azul y blanco» «y ya nada existe, solo existirá el vuelo, ni alegría, ni tristeza, ya solo queda el vuelo, ese vuelo que es él, ese vuelo que es Alida», ese vuelo conjunto que es su destino, como el destino de Asle es el de ser músico.

Y todo es azul y liviano y azul y blanco entre Asle y Alida, como en azul relumbrará el fiordo en ese bonito día en el que Alida presiente, como azules serán las perlas de esa pulsera de oro que «mira que es bonita, [...], tan dorada y tan azul y tan bonita, del oro más puro tiene que ser, y luego estas perlas azules, tan azules como lo estaba el cielo cuando Asle y ella fueron el cielo, como lo estaba el mar cuando Asle y ella fueron el mar, así de doradas y bonitas y azules son las piedras» de esa pulsera que es la más bonita del mundo y que parece estar hecha del oro más puro y de perlas tan azules como el relumbre del fiordo y como el cielo en el que vuelan Asle y Alida.

El punto final del párrafo anterior lo pongo yo, pues yo no sé escribir como Jon Fosse, digo yo, por mucho que el estilo de esta reseña se esté mimetizando con el del escritor noruego, pienso yo. Pero a ver cómo lo hago, digo yo, a ver, si empiezo con un fragmento de esta novela, cómo lo hago para seguir y no romper el ritmo, y no perturbar la cadencia, y no separar lo que bien está que permanezca unido como es el sueño y la vigilia, como lo es el pasado y el presente, como fundido está en esta novela del premio Nobel de Literatura titulada Trilogía, digo yo, pero que sin embargo no lo está, pienso yo, en esta reseña que yo escribo para esta novela, pues yo no sé escribir como escribe Jon Fosse, yo solo sé hacer una burda imitación. No tengo su talento, digo yo. No tengo su mirada, ni su sensibilidad, ni su poeticidad, ni su sencillez. No tengo nada, pienso yo, como nada tienen Asle y Alida, que tienen música, vuelo y azul, mientras yo tengo en mis manos un libro que es música, vuelo y azul.

Y es que qué bonito es este libro de Jon Fosse, pienso yo. Y qué bonita es esa pulsera que debe de estar hecha con el oro más puro, dice Asle, y con las perlas más azules, piensa Alida. Aunque lo más bonito no se puede tener, digo yo, no se puede tomar porque lo más bonito solo pertenece a unos pocos, y para los que no poseen nada lo bello es como un espejismo, pienso yo, es como un canto de sirenas, creo yo, como tentar con un festín a quien solo tiene ruido en el estómago.

«Pues que ese día también necesitábamos algo de comer, dice él / Sí, se necesita casi todos los días, dice ella / Eso parece, dice él», y también se necesita dónde dormir, dice Asle, estás cansada. Sí, dice Alida, estoy cansada. Y porque en Dylgja no tienen dónde dormir es que se van a Bjørgvin, pues en una ciudad tan grande algún sitio tiene que haber para ellos, dice Asle. Pero no hay sitio en Bjørgvin para Asle y Alida. Podría haberlo para Asle sin Alida, pero no lo hay para Alida en su estado y menos sin estar casados, y a las que son como tú bien que las conozco yo, le dicen a Alida, y todas las puertas se les cierran y cuando hay hambre, frío y sueño y en la calle está lloviendo alguna puerta hay que abrir. Y Asle y Alida son tan inocentes, digo yo. Y Asle tiene la inocencia de lo primitivo y Alida la inocencia del candor, creo yo. Y la vida es trueque y regateo y cada uno lo aprende cuando lo aprende y a algunos no les da tiempo a aprenderlo, pienso yo.

Y siento la tristeza, el hambre y el frío, y la lluvia me cala los huesos, pienso yo, y Asle y Alida son tan bonitos que me calientan los huesos, siento yo. Y me acuerdo de Aki Ollikainen, que no es noruego, sino finlandés, pero escribió un libro en el que hacía hambre y frío, y me acordaré de otra Nobel de Literatura como fue Alice Munro, que en La vista desde Castle Rock inventó una maravilla y escribió la historia de sus antepasados, y Asle y Alida tendrán un hijo que se llamará Sigvald, como antes se llamó Sigvald el padre de Asle, y que «se hizo músico, y no mucho más, aunque tuvo una hija, una bastarda, y al parecer la hija tuvo un hijo que por lo visto se llama Jon y que dicen que también es músico y ha publicado un libro de poemas, pues sí, qué cosas más raras hace la gente», piensa alguien en este libro, y qué rareza tan bonita, tan sencilla y tan natural ha hecho Jon Fosse con este libro, pienso yo, casi casi como si brotara de la nada, digo yo, al igual que todos los bienes brotan de la tierra, tal y como me enseñó su compatriota Knut Hamsun en La bendición de la tierra, si bien, como leo en este libro, de lo que la tierra da, a saber por qué, algunos son propietarios y otros no, leo yo. Y qué bien que Jon Fosse toque música con palabras y nos haga volar, digo yo

y el párrafo anterior no lo he querido terminar con un punto y este que estoy escribiendo no lo he querido comenzar con una letra mayúscula, pues sería como irrumpir bruscamente en el trascurrir del tiempo, sería negar que «pasan los días y un día se parece al siguiente», «y un día se parece al siguiente y por la mañana hace frío y la estufa calienta bien y llega la primavera con su luz y su calor, y el verano con su sol abrasador, y el invierno con su oscuridad y su nieve, y su lluvia, y luego nieve y de nuevo lluvia», y Asle y Alida volando juntos en el azul del cielo y en el azul del mar, y mira que es bonito Trilogía, mira que parece que está hecho con el oro más puro y las perlas más azules y que es luminoso como un fiordo que relumbra, y qué bonito lo feo cuando se cuenta bonito, y qué bonito cuando en lo feo se ve lo bonito y cuando con lo feo se hace algo bonito, pienso yo.

A Norwegian Fjord, fotografía de Paul bajo licencia CC BY 2.0CC BY 2.0





Ficha del libro:
Título: Trilogía
Autor: Jon Fosse
Traductoras: Cristina Gómez Baggethum y Kirsti Baggethum
Editorial: De Conatus
Año de publicación: 2018 (2014)
Nº de páginas: 168
ISBN: 978-84-17375-14-0
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Comentarios

  1. Pues seguramente no tienes el talento de Jon Fosse, pero ese mimetismo da una idea de cómo escribe y me ha convencido totalmente. Tenía esta novela en el punto de mira desde que le dieron el Nobel. Me encantan las citas que extraes, me encanta esa comparación con La vista desde Castle Rock, que me gustó mucho, y me causa curiosidad esa similitud con la noche en que María y José no encontraban donde alojarse en Belén, como no lo encuentran en Bjørgvin Alida y Assle.
    Muchos puestos ha subido en la lista este libro gracias a tu reseña.
    Un beso.

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    1. Yo también pensé al inicio de esta lectura que la novela tenía algo de historia bíblica, aunque luego sigue su propio recorrido. En cuanto a La vista desde Castle Rock, que también me encantó, la verdad es que ambas narraciones no se parecen en nada, pero es cierto que esa referencia en esta novela a un descendiente de los protagonistas llamado Jon que escribe poemas me ha hecho pensar que se trata del propio autor y que lo que este ha hecho con esta obra es fabular sobre la historia de sus antepasados como hizo Munro en el citado relato. No he podido encontrar confirmación al respecto, pero me gustaría averiguar si mi sospecha se corresponde con la realidad.
      En cuanto a la imitación por mi parte del estilo de Jon Fosse, ha sido la única forma que se me ha ocurrido de dar una idea cercana a cómo escribe este autor, además de que no sabía (y sigo sin saber) cómo hablar de este libro y cómo expresar de lo que habla este libro, así como transmitir lo muchísimo que Jon Fosse me ha transmitido con tan poco (con una narración aparentemente tan simple y reiterativa).
      Me alegro de que mi reseña haya hecho que este libro escale posiciones en tu lista, pues pienso que te gustará. Ya me contarás.
      Besos

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  2. ¡Hola!
    te has animado con Fosse! fíjate que cuando hay Premios o fallecimientos de autores, pues de repente todo el mundo quiere leerlos, lo veo normal, pero no me pasa. Y en la biblio pues todo el mundo pide sus novelas (eso me echa mucho para atrás) y la verdad es que no tenía demasiadas ganas de leerlo, pero ciertamente lo que cuentas me resulta atractivo, así que no sé..., ya veré
    Besos

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    1. Es cierto lo que dices, Marian. Los premios dan visibilidad y a veces tanta visibilidad provoca el efecto contrario al buscado. También es cierto que hay premios que, al menos a mi entender, ofrecen más garantías que otros. Por ejemplo los Planeta me dan muchísima pereza, y estoy segura de que son de los que más te piden en la biblio y que al día siguiente de fallarse el premio ya te están preguntando por el ganador sin que ni siquiera se haya publicado. En cuanto a los Nobel, siempre me producen curiosidad y no puedo evitar cuando recaen en algún autor que no conozco indagar sobre él, indagación que a vecer resulta en que se me antoja leerlo. De todas formas, ya ves que me tomo mis antojos con calma, hasta el punto de que muchos de ellos siguen esperando y algunos probablmente no pasen de intenciones.
      En cuanto a Jon Fosse, pues fíjate que con este libro pienso que tal vez podríamos coincidir. Bueno, ya verás. Y si ves, pues ya me contarás.
      Besos

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  3. Pues, pienso yo, qué bien que escribe Lorena, y qué bien que lo demuestra en esta estupenda reseña que nos regala hoy.
    Sí, Lorena, escribes de mareo. Transmites con tu estilo que dices mimetizado de Jon Fosse perfectamente lo que pretendes: así es, queridos amigos, la manera peculiar y hermosísima como escribe este Premio Nobel.
    A mí Jon Fosse me asustaba un poco. Ojeé en las librerias los pocos títulos que de él tenían cuando le dieron el Nobel y me asustaron un poco. Sin embargo al leer tu reseña todos mis miedos se han ido. Quiero leer a Jon Fosse, quiero hacerme con "Trilogía", quiero disfrutar tanto como, dice ella, ha disfrutado.
    Un beso grande, Lorena

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    1. No sé qué me está pasando con mi cuenta de Google. Soy Juan Carlos, de El blog de Juan Carlos y no sé por qué acabo de salir en tu blog como Anónimo. En fin, misterios de Blogger.

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    2. Misterios de blogger, que a veces le da por hacer cosas extrañas.
      Estamos muy 'fosseizados', por lo que veo, jaja. Me ha encantado tu comentario. Me encanta que me sigan el juego. Te diré que no creo que Jon Fosse deba asustarte, Juan Carlos. Trilogía me ha parecido muy fácil de leer. Es cierto que esa sencillez es muy difícil de conseguir, pero lo es para el escritor y no para el lector que lo disfruta. Y ojalá tú lo disfrutes tanto como yo, te deseo yo.
      Besos

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