Adultos -Marie Aubert

Me pregunto por qué el libro que os traigo hoy se titula Adultos. Me pregunto qué es en realidad ser adulto, qué es lo que se entiende por serlo, qué rito iniciático marca el paso a la adultez; si es quizás irse de la casa parental, si acaso es conseguir una posición laboral que permita ser independiente o si es tal vez la escisión de la familia de origen para formar una propia. Cabría preguntarse también si tal escisión no es sino una prolongación. Cabría pararse a pensar lo que pasa con las ramas que se escinden del tronco familiar pero no fructifican en nuevos brotes, con esas ramas quebradas, secas, esos esquejes estériles, mustios.

Ida siempre ha sido la adulta. Era la hermana mayor y no solo en edad. La responsable, la cumplidora, el apoyo incondicional de su madre. La que ponía los ojos en blanco ante la rebeldía de Marthe, la hermana menor. Ida la adulta de niña, Ida la adulta de adolescente. Cuando llega a la edad adulta, Ida ya se ha ido de la casa de su madre, tiene éxito profesional, pero no ha conseguido que ninguna de sus relaciones amorosas cuaje. Difícilmente podría considerarse a ninguno de los chicos o los hombres con los que ha salido un novio de verdad. «No está bien. Que a los demás les resulte tan fácil y a mí tan difícil, no sé qué pasa, no sé si se tratará de una fórmula, de un código que se saben los demás, que se saben desde pequeños, y del que yo nunca me he enterado», no puede evitar pensar mientras lo que no puedo evitar pensar yo es si ese código Ida no lo ha aprendido de pequeña por ser adulta cuando tenía que ser niña o si simplemente la mayoría de las personas lo traen de fábrica mientras que otras pocas carecen de él. 

«Hace tanto que nadie me toca, nadie. Intento recordar cómo es, las manos, la piel, la respiración contra el cuello [...]».

El caso es que Ida tiene cuarenta años. Sus esporádicos contactos con el sexo opuesto no son sino un desesperado y patético mendigar una pizca de afecto que palie su soledad. Está en esa edad en la que la frase no tiene hijos está a punto de convertirse en no ha tenido hijos. No tengo muy claro si ella misma tiene claro si realmente quiere tenerlos o no, pero sí sé que esa irreversibilidad a la que su ciclo biológico como mujer la conduce y el hecho de no tener un hombre a su lado para dar el paso es para ella un abismo fuente de una gran angustia. Cabría también preguntarse cuánto de las necesidades sin colmar y las frustraciones de Ida son algo intrínseco y cuánto extrínseco, es decir, cuánto se debe a sus propios anhelos y cuánto a lo que supuestamente debe de tener para realizarse plenamente en la vida, es más, cuánto a lo que tienen todos a su alrededor y de lo que ella, sin embargo, carece.

«—Hay veces —digo y tomo aire profundamente, el llanto me presiona las costillas—. Hay veces que, pues que lo único que quiero es que, en fin, que lo único que quiero es que alguien, bueno —me atasco—. En fin, que me siento un poco sola».

La soledad se lleva mejor en soledad. Así, a Ida le duele menos su soledad en la soledad de su apartamento. De él sale sola todas las mañanas para ir a trabajar y a él regresa sola todas las noches para estar sola. En compañía, en cambio, entre aquellos otros que manifiestamente no están solos, la soledad despierta de su letargo y se revuelve atacando con su aguijón ponzoñoso. Y es ese dolor punzante el que va a sentir Ida el próximo fin de semana. Va a ver a Marthe, la hermana pequeña, la desastrosa en comparación con ella, que tanto se esfuerza y por tanto merece; ella, tan perfeccionista y buscando siempre el reconocimiento y la aceptación de los demás. Marthe, en cambio, … Marthe, sin embargo, …

«No creía que fuera a pasar, la verdad. Mis amigas me han adelantado ya todas, pero que Marthe, que ella también, en algún sitio de mi interior creía que no ocurriría, que nada cambiaría, que siempre tendría ahí a Marthe para consolarla, que ella no me adelantaría.
No puede adelantarme».

Ida no va a ver solo a Marthe. También va a estar Kristoffer, su marido, y Olea, la pequeña hija de este. De hecho, cuando llega a la cabaña familiar junto al mar, los tres ya se encuentran allí. Van a menudo. La disfrutan mucho más que ella. También se ocupan de mantenerla y adecentarla. Ida percibe pequeños cambios: un color diferente en la fachada, nuevos enseres comprados, … Nadie le ha consultado y eso le duele, la hace sentirse desplazada. Sin embargo, si bien no puede evitar dejar escapar alguna pequeña pulla al respecto, siente que no tiene derecho a protestar. Al fin y al cabo, si Marthe y Kristoffer han ido haciendo suya la casa es porque ella apenas va. Claro que si apenas va es porque no tiene a nadie con quién ir. A Ida no se le ha ocurrido aún lo que acabará por pensar, que «debería haber venido mucho más, o debería haber venido de otra manera, nadie sabrá que estuve aquí».

«Podría continuar por el estrecho hasta salir al mar. Podría hacerlo ahora. Podría seguir hasta perder de vista la costa, hacerme cada vez menor, disolverme, transformarme en agua, concha, alga y piedra. No se darían ni cuenta. ¿Dónde está Ida? No sé. Estaba aquí hace un momento, ¿no? Ya volverá. Al mismo tiempo que llaman a Olea, le ponen una tirita en la rodilla, le aplauden porque ha aprendido a hacer la voltereta lateral, mientras Marthe se acaricia la tripa y lee una revista. ¿Qué fue de Ida? No acabó muy bien. Ya, supongo que pasó lo que tenía que pasar. Es una pena. Sí, fue muy triste. ¿Dónde está Olea?, ¿podrías acostarla tú hoy?, yo estoy agotada, nos metemos dentro, ¿qué cenamos mañana?, ¿quién hace la compra?, ¿cómo andas?, me ha crecido la tripa».

hammock love, fotografía de joeannenah bajo licencia CC BY 2.0

Pero a Ida nunca se le ha ocurrido ir a la cabaña de otra manera. Supongo que en su mente ese lugar está demasiado asociado a una idea familiar. Ida piensa en cuando era pequeña e iban los cuatro a la cabaña: su padre, su madre, ella y Marthe. Se recuerda feliz, se recuerda parte de una familia. Pero, en esa familia que es la única que ha tenido y que barrunta será la única que tendrá, el padre ya no está, la madre tiene a Stein, su nueva pareja, y Marthe tiene a Kristoffer y además lleva tiempo intentando formar su propia familia con él. Cada vez que Ida regresa a la cabaña no puede evitar pensar que «hay algo desesperante en el hecho de que nada cambie, de que siga aquí, haciéndome cada vez más mayor», aunque tal vez tan solo piensa eso para solaparlo a ese otro pensamiento más atroz que es la idea de que es ella la que no cambia mientras que todos a su alrededor han continuado avanzando. Todos tiene una vida, una familia mientras que ella, tan adulta de niña, no es ahora más que una adulta con pataleta. Cada cambio introducido en la casa por Marthe y Kristoffer no es sino un recordatorio de la rama rota y solitaria que es y de que la raíz que es esa cabaña cada vez le pertenece menos.

«Mamá llevará en brazos a unos nietos que serán hijos de Marthe, pasarán aquí los veranos, Marthe llamará a mamá y le preguntará si no quiere ir a pasar el verano con ellos, y vendrán aquí sin mí, yo no estoy aquí. Siempre lo he sabido, pienso, me tiemblan las manos, tengo que sentarme encima de ellas para que nadie lo note, siempre lo he sabido, siempre he sabido que esto iba a acabar así».

A los ya presentes en la cabaña se les unirán la madre de Ida y Marthe, que acude con Stein. En realidad, el motivo de la reunión es la celebración del sexagésimoquinto cumpleaños de la madre. Si bien Ida siente simpatía por el marido de su hermana y la complicidad entre ambos es palpable, con la pareja de su madre se muestra mucho más cautelosa. Sin embargo, es Stein, el personaje más a la sombra en esta novela, quien más y mejor ve a Ida. Esta siempre ha buscado la complacencia de su madre. Desde que llegó a la cabaña lleva buscándole las cosquillas a su hermana, pero, tras la aparición de su progenitora, la competencia con Marthe por la atención de su madre se recrudece y se vuelve mucho más feroz. En la mente de Ida se desatan rencores e injusticias pasadas. Además, no duda en buscar una aliada para su particular cruzada en la pequeña Olea. Utilizar a una niña no es algo para sentirse orgullosa, pero la envidia la ha vuelto mezquina y es esa misma mezquindad, que a la vez de hacerla sentir triunfante la devasta por dentro, la que se cuela y se filtra por los resquicios que toda aparente fachada de felicidad tiene, pues las vidas ajenas nunca son tan perfectas como simulan ser.

«Sé que es ella por cómo suena, por algo del ritmo. Estas son las cosas que sabemos las hermanas, pienso, cómo hacernos daño, cómo suenan nuestros pasos, a través de la casa en la noche, por la gravilla junto a la cabaña».

Ida podría ser yo: en la cuarentena, sin pareja y sin hijos. Me falta la cabaña junto al mar y, afortunadamente, su mezquindad. Todos me han adelantado: amigas, hermanos, … Todo ha seguido igual año tras año o, mejor dicho, yo he seguido igual año tras año mientras los demás seguían su camino, mientras las ramas que eran los demás verdecían y en cambio la mía, que tanto prometía, se tornaba de un gris apagado. Y esa sensación lacerante de que algo falla en mí, de que algo tienen los otros de lo que yo carezco, de la nulidad que soy para tantas cosas. De haber leído esta novela hace algunos años, hubiera sido una lectura tremendamente dura para mí. Aun ahora, me he identificado muchísimo con Ida. Me ha traspasado su soledad. He comprendido (que no aprobado) hasta sus comportamientos más reprochables. Marie Aubert tiene la maravillosa virtud como escritora y obra ese maravilloso milagro para mí como lectora de precisar en palabras sentimientos que por mí misma sería incapaz de saber expresar. Asimismo, me declaro incapaz de expresar lo muchísimo que me ha gustado este libro (y aprovecho, por tanto, para agradecer a Marian que me haya hecho fijarme en él y a Rosa Berros Canuria y Juan Carlos Galán que no lo hayan dejado descender en mi interminable lista de pendientes). No quisiera, no obstante, que nadie se quedara con la idea de que Adultos me ha gustado tanto tan solo por ese reconocimiento, por ese reflejo parcial de mí misma que me ha mostrado. La novela de la escritora noruega es un artefacto literario en el que todo funciona y fluye con pasmosa naturalidad y brillantez. La trama se desarrolla en un solo fin de semana pero nos presenta una amplitud temporal mucho mayor. Los personajes están perfectamente perfilados. Las complejas relaciones entre ellos y los contradictorios sentimientos que los unen y los separan son absolutamente creíbles y convincentes. La prosa de Aubert es de esas que te cogen desde la primera frase y no te suelta (ni te hace soltar la novela) hasta el final. Todo está medido, todo está estudiado, pero no asoma ni una puntada ni una costura en este ejercicio literario de factura liliputiense que no puedo más que admirar. Ruego por ello a las editoriales españolas que sigan apostando por esta escritora y que Adultos no siga siendo lo único de su autoría traducido a nuestro idioma.

Adultos es la historia de Ida porque Marie Aubert ha elegido la voz de este personaje para contárnosla. Aun así, es la historia de Ida en un momento determinado de su vida. Ese momento es el de una mujer joven que siente que se le ha agotado el tiempo y que ha perdido el tren que había de llevarla a un destino que ni siquiera está segura de querer o de haber elegido por ella misma pero que es como una tierra prometida de satisfacción y plenitud; de una mujer que ni siquiera sabía dónde vendían ese billete ni cómo comprarlo, que no tenía la moneda de curso legal para ello, que está tan cegada por su obsesión y por el profundo dolor que le provoca su soledad que ignora que hay más billetes a otros destinos, que, como llega a decirle Stein, «hay muchas maneras de llevar una buena vida».

«[...] todo lo que no será mío, la pena vuelve a invadirme como una ola, cierro los ojos y siento que pierdo pie, me pierdo en la ola. El tiempo me ha dejado atrás, a hurtadillas, sin que yo me diera cuenta, ha pasado de puntillas por la habitación mientras yo dormía. En el fondo, en algún sitio, noto también una especie de alivio duro: ya no hay nada por lo que agobiarse».

Sea cabins, fotografía de Steve Edney bajo licencia CC BY 2.0





Ficha del libro:
Título: Adultos
Autora: Marie Aubert
Traductora: Cristina Gómez-Baggethun
Editorial: Nórdica
Año de publicación: 2022
Nº de páginas: 200
ISBN: 978-84-18930-48-5
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Comentarios

  1. ¡Hola Lorena!!
    no sabes lo que me alegra saber que disfrutaste tanto esta lectura como yo, antes que nada ¡gracias por la mención!! Yo estaba convencida de que te iba a encantar, ya nos conocemos un poquín literariamente hablando tú y yo, y ya sabemos lo que a la otra puede o no gustarle. Sabía que este es de los tuyos.
    Me flipó esta novela, la forma de narrar de la autora y lo que se nos cuenta en ella, el tema también me apasiona, las rencillas familiares, celos, envidias entre hermanas, el papel y presión de la sociedad ante la voluntad de cada mujer de decidir tener o no tener hijos, pareciendo que si una mujer no quiere o no puede tener hijos, entonces para el resto del mundo no tiene familia, y nunca va a ser ni se va a sentir una “mujer completa”. Eso es desesperante, te cuento que yo eso lo he sentido en mis propias carnes, en ese aspecto también me sentí identificada con Ida, un personaje que me fascinó y que me ha encantado recordar contigo. Yo también conseguí perdonarle ese comportamiento mezquino para con su hermana, casi deseando hacerle daño, compitiendo con ella por el cariño de la pequeña Olea y haciendo ya sabes qué..., porque la autora consigue que empaticemos con ella a pesar de todo.

    Entiendo por lo que nos cuentas que te hayas sentido identificada con Ida, en el aspecto de la soledad, de sentirte sola en determinados momentos (como en el confinamiento, claro) creo que para los que tuvieron que pasarlo en solitario, fue muy muy duro y seguramente habrán muchas Idas en el mundo. Pero yo no considero que no hayas avanzado en la vida, todos evolucionamos por un camino o por otro, da igual (¿quizás lo sientas así mas también por la presión social de amigos y familiares que hacen dañinas comparaciones?) creo que no es cuestión de ir adelantando a los demás en la vida, es cuestión de ir viviéndola según se nos vaya dando, pero te repito que entiendo perfectamente que lo sientas así. Pero cómo dices, hay muchos trenes que pasarán y que podremos coger...
    En fin, que por supuesto sí has sido capaz de transmitir perfectamente lo que te ha gustado esta lectura, por ese entusiasmo que destila tu reseña.
    Yo también ruego a las editoriales que sigan apostando por y traduciendo a esta autora, yo estoy ansiosa por volver a leerla
    Besos

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    1. Pues fíjate, Marian, que yo el confinamiento lo pasé bastante bien. No lo pasé sola, lo pasé con mis padres, pero creo que de haberlo pasado sola lo hubiera llevado igualmente.
      Evidentemente en la vida no se avanza más o menos por tener hijos o por tener pareja. E independientemente de mi situación siempre lo he entendido así. Es solo que hubo unos años en mi vida en los que a las cosas que vienen al hilo de esta novela se le sumaron otras. Pero bueno, en la vida todo pasa; no solo los trenes sino también las malas rachas. Y hay muchas formas de realizarse.
      La novela me ha encantado. Tienes buen ojo, jeje. Así es: ya vamos intuyendo lo que nos puede gustar a cada una. Y es cierto que los sentimientos de Ida están tan bien retratados que hasta le 'perdonamos' cuando su comportamiento deja bastante que desear.
      Ojalá podamos seguir leyendo a Marie Aubert.
      Besos

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  2. Maravillosa reseña la que le has hecho a Adultos. Muy merecida por otra parte. Es una gran novela en la que los sentimientos mezquinos asoman por cada esquina. Por otra parte, como dices, son sentimientos inevitables. Vivimos en una sociedad en la que parece que lo que tiene que ser la vida de una mujer está perfectamente determinado, no se sabe por quién. Y en esa vida predeterminada no pueden faltar los hijos y la pareja, a poder ser tradicional. Puede que haya algo biológico en las mujeres que nos impulsa hacia esa maternidad. Al fin y al cabo algo tiene que hacer la naturaleza para que la especie no se extinga. Pero también es cierto que el ser humano escapa un poquito de esos impulsos meramente biológicos y hay mujeres que no sienten ese famoso reloj biológico hacer tic tac.
    Te agradezco la sinceridad con la que nos cuentas como puede afectarte este tema en particular. Por otra parte, hay más asuntos por los que Ida guarda sus rencores hacia Marthe y son también muy interesantes y están muy bien tratados.
    Yo conocí la novela por Marian y enseguida supe que tenía que leerla. Muchas gracias por la mención. Me alegro de haber contribuido a que la hayas leído y disfrutado.
    Un beso.

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    1. Me ha encantado la novela. Es cierto que el tira y afloja de Ida con Marthe viene de la infancia. Es otro de los fuertes de esta novela, lo bien que están retratados la envidia y los celos entre hermanos o esas injusticias que se sienten por parte de los padres. No importa que los hermanos se lleven bien o que sigan manteniendo buena relación de adultos. Eso sigue ahí inoculado, aletargado, como si fuera una mina que en cualquier momento se puede pisar y explotar.
      Probablemente, más allá de la presión social, haya algo biológico que imprima ese deseo de maternidad en las mujeres, o al menos en algunas. En mi caso, si me hubieran preguntado hace muchos años si quería tener hijos hubiera respondido que sí sin dudar. Ahora creo que hubiera respondido que sí pero sin pensar. No sé si me hubiera planteado la maternidad de tener pareja. Sí que dudo mucho que de haber sido y haber tenido problemas para concebir me hubiera embarcado en el via crucis por el que pasan muchas mujeres y parejas. Por una parte me hubiera gustado tener hijos, pero por otra... Lo que sí tengo claro es que el hecho de no ser madre y de tener asumido que no lo voy a ser no es algo que me pese.
      La soledad no es un tema del que se suela hablar o, más bien, no es un sentimiento que se suela reconocer. Lo cual es una putada —con perdón de la expresión— porque el hecho de saber que hay más personas que se sienten solas ayuda a sentirse menos solo, pues el que se siente solo tiende a pensar que es el único y que todo el mundo a su alrededor es más feliz que él. No, no es algo de lo que guste hablar ni de lo que me guste hablar, pero era la única forma de dejar reflejado en la reseña lo extraordinariamente bien que Marie Aubert pone en palabras sentimientos que he tenido y que yo no sabría expresar igual de bien. Afortunadamente, aun sola y con mi soledad, estoy ya en un estado diferente al de Ida, por lo que esta no ha sido una lectura muy dolorosa.
      Besos

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    2. Mi hermana tenía problemas para quedarse embarazada y anduvo con historias de inseminación artificial e in vitro. También se apuntó para adopciones. Yo le decía que no se preocupara, que tener hijos tiene sus ventajas y no tenerlos, también. Claro ella me decía que yo ya tenía uno y me era muy fácil dar consejos. Al final se quedó embarazada por sí misma y cuatro años después, le dieron una niña en adopción. Pero yo creo que de no haber sido por las presiones sociales, por eso de que todo el mundo tiene hijos y una también quiere... creo digo que ninguna de las dos, hubiéramos elegido libremente y sin esas presiones ser madres. A veces en broma le digo, anda que tantas ganas que tenías de tener hijos y ahora los devolverías a los dos. Es broma claro, las dos estamos encantadas con nuestros hijos, pero la maternidad nos ha costado y hemos sentido muchas veces las limitaciones que conlleva. Somos muy nuestras y muy de dedicarnos a nuestros asuntos sin que se nos interrumpa, y eso con hijos es muy difícil.
      Por lo demás coincido con lo que le dices a Marcelo, todos estamos solos y puedo asegurar, porque lo he vivido, que no hay nada peor que la soledad en compañía. Yo ahora tengo pareja, que no es el padre de mi hijo, y me va muy bien, pero cuando él se va unos días de viaje o cuando yo me voy sola a León, disfruto muchísimo de la independencia que me da la soledad. Claro que sé que es una soledad con fecha de caducidad. No sé qué sentiré si algún día me quedo sola, sola.
      Uf menudo rollo me ha salido.
      Otro beso.

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    3. De rollo nada. Al contrario, te agradezco que compartas tu experiencia. Supongo que cada uno es diferente y hay mujeres que tienen un deseo claro y real de ser madres y un sentido mucho más familiar y otras que son madres más por dejarse llevar socialmente: una vez que se tiene casa, trabajo más o menos estable y pareja parece que es lo que toca. Mi hermana y yo para eso somos super diferentes. Claro que yo siempre he tenido muchas más inquietudes intelectuales y siempre he tenido claro que quería ser independiente económicamente (aunque laboralmente no siempre me haya ido lo suficientemente bien para serlo), pues es la única forma de ser independiente. Igual es que esas cosas nos llenan eso que otras mujeres necesitan llenar con la maternidad.
      Respecto a vivir solo o en pareja creo que ambos estados tienen su parte positiva y negativa. Pero como no se puede tener todo, pues habrá que quedarse con lo positivo de nuestra condición y llevar lo negativo lo mejor que se pueda.
      Hala, otro rollo más.
      besos

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  3. Llegué a la novela gracias a Juan Carlos y no dudé en proponerla a un grupo de lectores el pasado mes de marzo. Grupo con el cual hicimos una valiosa puesta en común porque los temas que aborda son de actualidad, y Aubert los expone maravillosamente.
    Yendo a tus líneas, albergo la esperanza que ese 'parcial reflejo de ti misma' no sea tan agudo como la soledad, carente de pareja y descendencia, que siente Ida. Al menos a mi, que estoy igual que tú y con dos décadas más de vida, no me pesa (tanto).
    Gracias, Lorena, por regalarnos tu sinceridad y esta emotiva reseña.
    Recibe un fuerte abrazo.

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    1. Creo, Marcelo, que, en realidad, todos estamos solos. Lo que pasa es que algunos somos más conscientes de ello que otros. Creo, además, que ese 'ruido' que suponen la pareja, hijos, etc. anestesia e impide a muchos 'escuchar' su soledad. Vamos a pensar que somos unos privilegiados por tener esa constancia y ese conocimiento, aunque, probablemente, tal privilegio no sea más que un triste consuelo. Eso sí, nuestra soledad nos proporciona un tiempo para nosotros mismos que ya quisieran muchos. En todo caso te confirmo que tu esperanza es una realidad, pues actualmente estoy lejos de sentir una soledad tan devastadora como la que siente Ida.
      Desconocía que habías leído esta novela. Creo que ha sido una buena lección de lectura conjunta. Efectivamente, aborda temas muy actuales, y ya ves a tenor de los comentarios precedentes que es una lectura que tanto literaria como personalmente da mucho de sí.
      Otro abrazo para ti.

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    2. Comparto tus líneas, Lorena. Y me alegra saber que puedes sobreponerte a un estado que, para muchos -y muchas- no deja de ser preocupante -y lastimoso-. Por supuesto que este estado dispara ciertos tonos de envidia; habría que evaluar costos y beneficios, ¿verdad?. Como en todo.
      Un fuerte abrazo.

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  4. Impresionante tu reseña, Lorena. A tu magnífica manera de escribir añades en esta ocasión una sinceridad absoluta. Dices haberte identificado con Ida en el aspecto superficial de la edad y la no maternidad; verdaderamente creo que la autora lo que busca precisamente es llamar la atención sobre/a las mujeres de ese sector de edad en el que las posibilidades de la maternidad se van diluyendo cada vez más. En el fondo la Aubert quiere denunciar un poco esa injusticia -natural, pero injusta- por la que la Naturaleza corta a las mujeres en dos grupos: con hijos y sin hijos.
    Pero como tú bien dices no sólo es eso lo que hay en esta novela. En ella hay más cosas. Quizás hayan sido esas otras cosas que en las reseñas de Marian, Rosa y mía (gracias también Marcelo Z por citarme en tu comentario) puede que vieras las que además te impulsaron a leer "Adultos".
    Me encanta comprobar cómo las buenas lecturas de unos y otros nos van influyendo y gracias a vuestras reseñas y comentarios todos nos vamos enriqueciendo y disfrutando con las lecturas que elogiamos. Por esto, Lorena, me alegro haber contribuido a tu disfrute lector de "Adultos" gracias en parte a mi reseña, que como en el cuento de El gallo Quirico, que se debió a Rosa, que leyó la de Marian, que...

    Un beso grande y a seguir disfrutando con tus excelentes reseñas, querida Lorena

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    1. Me encanta cuando un libro va viajando entre los blogs amigos. Somos lectores con muchas cosas en común pero también muy diferentes entre sí. Eso hace que cuando leemos un mismo libro, como es el caso, todos señalemos bastantes cosas comunes pero a la vez cada uno se fije más en detalles y matices diferentes. Y por eso cada uno de vosotros con vuestras reseñas ha contribuido a que cada vez tuviese más ganas de leer esta novela y a que, finalmente, la haya leído.
      Efectivamente, el tronco, por decirlo de alguna manera, de esta novela, es esa edad biológica de Ida en la que o se es madre o no se es. Pero, como hemos venido comentando, hay muchas más cosas en esta novela y todas igual de interesantes.
      Besos

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    2. Terciando en tu espacio, Lorena, aprovecho para agradecer a Juan Carlos su breve reseña de este libro, que ha sido un éxito en el grupo lector que lidero. Qué bueno es tener amigos lectores con quienes compartir lecturas, miradas y opiniones! Resulta altamente enriquecedor.
      Gracias a ambos.

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  5. Entre tu reseña, tan entusiasta y tan sincera, y entre los comentarios que ha suscitado, resulta imposible no querer leerla.
    Besotes!!!

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  6. Parece una historia muy emotiva, bonito post.

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  7. Suscribo las palabras de Margari, porque es que justo te iba a poner lo mismo. La reseña en sí, y tu apertura a compartir las sensaciones y los reflejos que han suscitado en ti, ya me ha dejado boquiabierta; pero los comentarios, más de lo mismo. Había visto la obra, pero no me había parado demasiado en ella... Ahora se queda más que anotada, lectura interesante y muy bien llevada, por lo que veo. Nórdica trae libros y autores/as noruegos que me están resultando todo un descubrimiento. Excelente post, Lorena.
    Un abrazo.

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    1. Es cierto que Nórdica trae literatura nórdica (valga la redundancia) muy buena. Y esto libro y esta autora han sido todo un descubrimiento.
      Y de mis comentaristas, pues qué voy a decir: que son los mejores, jaja.
      Un abrazo

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