Formas de estar lejos - Edurne Portela

¿Cuánto hubiera tardado en darme cuenta de no haberlo sabido de antemano? ¿Hubiera pensado que esta historia era sin más la del declive de un matrimonio, la de su desgaste, la crónica de una muerte anunciada siendo esa muerte la de una pareja que tal vez ya desde su inicio no hubiera debido apostar por seguir adelante? ¿Hubiera estado tan atenta a los detalles desde el principio si no fuera porque ya sabía con anterioridad el tema que tocaba esta novela, porque en su sinopsis se menciona varias veces la palabra violencia e incluso llega a hablarse de abuso, porque una vez comenzada Alicia me cuenta en su prólogo que «No podría decir cuándo empezó todo. Cuándo mi vida comenzó a torcerse y esa que fui dejó de existir y se convirtió en una mujer que se encerraba a llorar en un armario» y Matty me confiesa que «Lo peor es cuando me dijo que llevo toda la vida huyendo de mi padre y he acabado siendo igual que él»?

¿Cuánto tardó Alicia en darse cuenta? Cuánto tardó en reaccionar. Porque Alicia se encoge con cada desavenencia de la pareja, se paraliza y no sabe reaccionar ante cada brusco cambio emocional de Matty. Es él quien cede y se apiada de ella porque «le conmueve esa Alicia más pequeña, más insegura, en la que no queda rasgo de la soberbia o el enfado anterior, y sabe que tiene que ser él quien dé el paso y que ella se lo agradecerá». Y no deja de haber asimismo algo conmovedor en ese Matty, algo que me enternece como a él en esos momentos le enternece Alicia. Incluso al final, sabiendo todo lo que por entonces ya sé y sin que nunca me haya gustado, consigue conmoverme por un leve instante.

Alicia y Matty se conocen al poco de llegar ella a los Estados Unidos. Suelen frecuentar el mismo bar. Ella siempre con su inseparable Alfredo, apartados del resto de compatriotas con los que comparten programa en la universidad. Él con sus colegas de máster pero siempre mirándola. Hasta que un día ella le devuelve la mirada, él se acerca y comienzan a charlar. Ella intenta hacerse entender en su todavía mal inglés. Él oculta que comprende y habla español, le inspiran tanta ternura sus esfuerzos. Ella no terminará de entender ese engaño cuando lo descubra tiempo después.

La relación avanza rápido. Pronto se van a vivir juntos. Al poco se compran una casa en un pueblo. Un día Matty la visita por sorpresa en la biblioteca de la universidad y la urge a que la acompañe. Sin saber cómo Alicia se encuentra estampando su firma en una licencia matrimonial. El matrimonio pronto será oficial pero Alicia tampoco sabrá cómo contárselo a sus padres cuando próximamente viaje a España para visitarlos.

Cada vez ve menos a Alfredo. El trabajo y el estudio la absorben y la ubicación apartada de la casa tampoco ayuda. Es normal, además, que se tenga menos tiempo para los amigos cuando se tiene pareja. Lo que tal vez sean menos normales sean los celos que Matty parece tenerle a Alfredo, mas siendo este último homosexual. «Su cercanía me gusta porque me tranquiliza. ¿Qué hay de malo en eso?», se justifica Alicia sobre sus referencias a Alfredo en su diario. «¿No te basta con la mía? ¿Conmigo no estás tranquila?», le espetará Matty como respuesta. Y sí, está mal leer un diario íntimo. Pero Matty no lo buscó. Alicia lo dejó olvidado sobre la mesa de la cocina. ¿Quién resistiría la curiosidad?

«Cada vez me resulta más extraño todo ese mundo, como si estuviera viviendo una realidad que cada vez me pertenece menos. Y es cierto, cada vez me siento más lejana», se dice Alicia cuando piensa en su Euskadi natal y en lo que era allí su vida. Aun así, aunque al principio tarda y duda, visita periódicamente a sus padres. Matty solo la acompañará una vez. Se siente de menos cuando Alicia está con su madre. Tampoco se siente mucho más integrado cuando está con sus amigas así que no la acompaña en las salidas nocturnas. A Alicia parece no importarle y tampoco hace nada porque él se sienta mejor. Por otra parte, ella tampoco lo acompaña cuando él visita a sus padres. A ese hombre maltratador que ahora es un despojo humano lastrado por la enfermedad, a esa mujer que le produce rechazo como víctima y que ahora está consumando su dulce venganza. No, a mí tampoco me despiertan simpatía los padres de Matty pero no por ello dejan de ser sus padres y en determinadas situaciones no puedo dejar de pensar que Alicia podría cortarse un poco.

Y así van transitando por sus catorce años de relación estos dos que, parafraseando al autor de El principito, comenzaron mirándose a los ojos pero olvidaron hacerlo en la misma dirección. Ella, que no dudó en dejarlo todo atrás para embarcarse en su propio sueño americano, que estudió y trabajó con ahínco para labrarse una carrera profesional, que rechazó ganarse la residencia en los Estados Unidos a través del matrimonio, que siempre tuvo claro que no quería ser madre (muy significativo el capítulo justo anterior al epílogo sobre Vargas y Llosa, las gatas de la pareja), pero que también era una inepta para orientarse conduciendo y delegaba todo lo que olía a papeleo y burocracia en Matty, que tenía una y mil inseguridades que la hacían frágil y vulnerable y un blanco fácil de ataque, que cuando observa fotos de su infancia «casi siempre reconozco la misma expresión, entre el desvalimiento y el reproche, el aislamiento y una soledad buscada». Él, que sí quería hijos, ese proyecto común de familia, que confundió la protección con el control y se consumía pensando todo lo que había hecho por ella y lo poco que ella se lo agradecía.
«Pensó que iba a pegarle a ella, pero en el último segundo el puño cambió de recorrido, retumbó contra la pared. Alicia todavía estaba desnuda. Matty también. Ella se cubrió hasta la barbilla con la sábana. Él, sin mirarla, abandonó la cama. Después de unos segundos, oyó el extractor del baño, el sonido del agua de la ducha. Pasaron los minutos. Sentía cómo el semen salía de su cuerpo, se deslizaba lento por la entrepierna, manchaba la sábana. Moverse en ese momento significaba pensar qué decir, cómo actuar, ¿qué dices, cómo actúas cuando algo así acaba de pasar? Esperó bajo las sábanas hasta que él volvió a la habitación, ya vestido. Se encogió un poco más y echó de menos estar limpia, estar vestida. Él gritó durante mucho tiempo, mucho, cosas que Alicia ya no entendía. Sólo pensaba en el semen seco entre sus piernas y la mancha amarillenta que posiblemente había dejado en las sábanas blancas de algodón, sus sábanas blancas favoritas, las que le dio su madre cuando se fue de casa, con sus iniciales bordadas, sí, qué cursi su madre, pero cuánto le gustaban esas sábanas de blanco impoluto que planchaba cada vez que las lavaba, para que quedaran bonitas y se vieran bien sus iniciales, que a él le molestaban porque sólo eran las suyas, suyas, y las de él no estaban, y ahora esas sábanas tendrían una costra de su semen, del semen de este hombre que le había levantado la mano y que ahí seguía, gritándole cosas que ella no podía escuchar, que no quería escuchar porque las iba a entender. Y entonces sí, entonces se iba a sentir más culpable que nunca porque él tenía razón. Cómo podía haberlo traicionado así».
closet, fotografía de douceurs d'etre

Al poco de comenzar a vivir juntos se relata una escena en la que Matty regresa a casa, «va a meter la llave en la puerta, pero antes de hacerlo apoya la oreja contra ella. Le gustaría saber qué está haciendo Alicia al otro lado, verla sin ser visto, escuchar su respiración tranquila si es que está leyendo o más profunda si es que se ha quedado ya dormida, escuchar si está oyendo música mientras prepara la comida de mañana o limpia la cocina después de cenar y verla meneando la cabeza y el cuerpo un poquito, como cuando cree que nadie la está mirando, escuchar si está cepillándose los dientes con tanta fuerza que, si lo estuviera haciendo ahora mismo, sería capaz de oír el roce del cepillo contra sus dientes, grandes y blancos, desde el otro lado de la puerta». Matty no escucha nada y entra en la casa en la que sorprende a una Alicia leyendo que se muestra feliz de su llegada. Ah, el anhelo de un hombre enamorado, el mismo hombre que al final acechará otra puerta en otra casa (pues la pareja se muda varias veces), esta vez la del cuarto de Alicia, la cual tiene echado el cerrojo. Pero Alicia ya no se muestra feliz. Ahora es una mujer con miedo. Y hace tiempo que se encierra a llorar en un armario.

En esa casa con cerrojo en la puerta de ese cuarto en el que Alicia pareciera estar atrincherada, sitiada por los ratones, como si todo estuviese a punto de desmoronarse cual si fuesen las ruinas de su matrimonio, comienza y termina Edurne Portela esta su segunda novela, con sendos prólogo y epílogo en los que Alicia y Matty nos cuentan su situación. Entre medias, el grueso de la novela, que narra la deriva del matrimonio hasta llegar a ese punto y en la que tenemos acceso también a la visión de ambos protagonistas aunque en este caso la autora se decante por la tercera persona para darles voz. Me quedo con la sensación no obstante de que Alicia tiene algo más de protagonismo. Tal vez sea porque no he podido dejar de ver a Portela detrás de ella, al igual que me ocurrió con el personaje de Amaia en Mejor la ausencia, su anterior novela, aunque por distintos motivos. Y, sin embargo, nuevamente no estamos ante una novela autobiográfica, pero la coincidencia del contexto vital entre autora y personaje me hace difícil disolverlas, más aún cuando en el caso que nos ocupa creo (y otra vez es una sensación mía personal) que la autora manifiesta en ocasiones opiniones propias por boca de Alicia.

Sea como fuere, la escritora vasca aprueba con nota este mi segundo encuentro con ella demostrándome que no es autora de una única novela y que aún tiene carrete para seguir contándome cosas que me interesan. No ha logrado el nivel de empatía que consiguió con su primera novela, para mi alivio emocional, amén de que pienso que hubiera sido algo milagroso, pero vuelve a convencerme con esa prosa suya que hace ligera una lectura que toca temas tan indigestos. Vuelve a apostar por la violencia (por el tema de la violencia, evidentemente, no por la violencia en sí), aparcando en este caso el conflicto vasco (aunque ahí sigue Euskadi como un punto lejano en el mapa) pero reincidiendo en la violencia cotidiana de puertas para adentro. Ha escrito dos novelas muy diferentes entre sí pero con sello indiscutible de la casa. Se centra en este caso en el día a día de una pareja. Es sutil, tanto que a veces pienso que debería haber contado algo más entre los diferentes episodios o sobre los mismos. Se dedica a narrar hechos y allá el lector que se las apañe con ellos. Pocas veces nos deja oír su propia voz (eso que comentaba antes de que a veces me parecía que hablaba por boca de Alicia) y me gusta más cuando no lo hace. No se circunscribe sin embargo exclusivamente a la pareja formada por Alicia y Matty.

Como contexto está esa mezcla de racismo y clasismo con la que Alicia se encuentra cuando llega a los Estados Unidos. Es considerada como hispana y nota a veces un desprecio velado hacia ella. Detecta segregación racial en la universidad, así como también existe en el barrio al que Matty acude con sus amigos a jugar al baloncesto. Su amiga Sylvia y una amiga de su madre fueron mujeres maltratadas (tal vez me sobre esa violencia machista alrededor y pienso que con la historia de Alicia y Matty hubiera sido suficiente). En la universidad a la que se traslada cuando se muda y cambia de trabajo «los escándalos estallan en silencio». En silencio se queda ella incapaz de entablar conversación con su amigo de juventud Gorka cuando se reencuentra con él en una de sus visitas al País Vasco. Invadida por la inhibición (que no deja de ser otra forma de silencio) se muestra Alicia cuando le gustaría tomar partido por algo por «miedo a un propio estallido de violencia que no sabría cómo manejar».

Silencio. Como si así todo se pudiera tapar u ocultar. Como si lo que no se nombrara no existiera y sin embargo ahí está, capa tras capa de silencio. Como si el silencio fuera un aislante (y realmente lo es pero no de lo que pensamos). «Calles vacías de gente, ni blancos ni negros, todos en sus casas, aislados, protegidos, como su hija», piensa la madre de Alicia cuando en una ocasión es ella quien la visita. Y en una de esas casas termina su hija, aislada pero no protegida. Aislada en su cuarto del resto de la casa por un cerrojo en la puerta. El miedo, dentro de ella. Y afuera, la nieve que cae y cae silenciosa. La nieve que aísla esa casa que aísla ese cuarto que aísla a Alicia con su miedo.
«La nieve crea un ambiente propio, irreproducible. Hace que la realidad se suavice, que los contornos se difuminen, que se pierdan los ángulos. Crea una versión particular del silencio. La nieve protege. La nieve es una forma de estar lejos».
Cat, fotografía de wenliang che





Ficha del libro:
Título: Formas de estar lejos
Autora: Edurne Portela
Editorial: Galaxia Gutenberg
Año de publicación: 2019
Nº de páginas: 240
ISBN: 978-84-17747-10-7
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Comentarios

  1. Buena novela. A mí me gustó mucho cuando la leí. Lo hice junto a la de Patricio Pron, "Mañana tendremos otros nombres". Hice reseña conjunta de ambas pues las dos plantean temas semjantes, en especial el asunto de los hijos, aunque la violencia es más evidente en la de Edurne Portela. Recuerdo que para mí el asunto de la maternidad era el más relevante del relato y luego también esa sensación de soledad, de distanciamiento que siente ella al verse lejos de su familia, de su país, encerrada rodeada por la nieve, junto a un hombre del que está distante ya mental y emocionalmente.
    Comparando a ambos autores -Pron y Portela- me gusta mucho más Edurne que Patricio.
    Muy buena reseña como nos tienes mall acostumbrados, Lorena.
    Un beso

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    1. Sí, recuerdo tu reseña conjunta. Tenía apuntada esta novela desde se publicó porque me gustó muchísimo la anterior de la autora y porque me llamaba la atención.

      Es complicado que dos personas puedan sentirse realizados como pareja cuando uno quiere tener hijos y el otro no, y cuando además ese deseo contradictorio es tan firme en ambos. Por eso, entre otras cosas, he querido hacer alusión a la famosa cita de que amar no es mirarse a los ojos sino mirar en la misma dirección. Difícil avanzar conjuntamente por la vida cuando se quiere de ella cosas tan distintas.

      Hay muchas formas de estar lejos y no necesariamente todas son física o geográficas, pero desde luego el aislamiento, sea del tipo que sea, no ayuda a resolver situaciones como la que se produce en esta novela.

      Edurne Portela me lo pone muy fácil a la hora de hacer reseñas.

      Besos

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  2. ¡Hola Lorena! Leí gracias a ti "Mejor la ausencia" de esta misma autora y me gustó mucho su prosa, el argumento, en fin, todo, así que muy probablemente volveré a ella y espero que me pase como a ti, que no consiga empatizar del todo con la protagonista, porque es un tema duro y complicado
    Me ha llamado la atención el párrafo de las calles vacías, de su hija aislada en casa pero no protegida (nosotros hemos estado metidos en casa, aunque protegidos, aunque ahora ya comenzamos a retomar la vida
    Besos

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    1. He comprendido muy bien a Alicia, sin por ello estar de acuerdo en todo lo que hace o dice, como por otra parte es imposible estar al cien por cien de acuerdo con nadie y eso es bueno porque convierte a Alicia en un personaje creíble, pero a lo que me refiero es que no he ido sintiendo tanto con ella como con Amaia, la protagonista de Mejor la ausencia. Y destaco esto pera no en detrimento de esta novela, sino para no crear falsas expectativas a probables futuros lectores que hayan leído la anterior novela de la autora. Creo que lo que consiguió Portela con ella es algo que ocurre una vez entre mil y que hay que afrontar este otro libro sin ánimo de comparar.

      Creo que te también te gustará. Te animo a que lo leas.

      Besos

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  3. Es cierto que Matty llega a enternecer. Es cierto que Alicia se pasa a veces con él y el trato que le dispensa la única vez que la acompaña a España no es el más adecuado. Es cierto que él la protege y es el primero en pedir disculpas y todo eso va velando el control que ejerce sobre ella, la violencia enmascarada. Es eso lo que hace que ella tarde en darse cuenta, que piense que es ella la que traiciona. Y ese es el mayor valor de la novela, porque violencias explícitas y malos tratos claros y evidentes llenan la literatura y el cine, pero en este caso creo que la historia se adapta mucho más a una mayor cantidad de realidades. Acosos enmascarados de protección, dominancia disfrazada de amor, decisiones de uno que liberan al otro, pero a la vez lo esclavizan.
    La novela me gustó mucho, cierto que menos que "Mejor la ausencia", cierto que algunas tramas tangenciales me sobraron, pero el balance fue y sigue siendo muy positivo.
    Un beso.

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    1. Hubiera sido un recurso fácil irse a la violencia explícita, convertir al que la ejerce en un monstruo y elevar a la víctima a los altares, pero ni me hubiera interesado esta lectura ni, de haberla leído por esperar otra cosa, probablemente me hubiera gustado. Lo interesante es merodear por las líneas fronterizas, jugar a moverlas y a establecer dónde están los límites. Matty nunca me gustó como hombre, aun así enternece en los momentos en los que muestra su vulnerabilidad y su amor hacia Alicia o su manera de entender ese amor. Alicia no es perfecta porque ninguno lo somos, pero no por ello deja de ser menos víctima. Es lógico querer proteger a las personas amadas pero ¿a partir de qué punto la protección se convierte en control? ¿a partir de cuál el miedo de perder a la persona amada se convierte en posesión? Muchas de las excusas que Edurne Portela pone en boca de Matty están arraigadas a la creencia popular sobre el amor. Un balance muy positivo el que hago de esta lectura, coincido contigo. Habrá que estar pendientes de con qué más nos sorprende esta autora.

      Besos

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  4. Hay veces que es mejor no empatizar con la protagonista, que entonces duele mucho. No he leído aún nada de la autora y veo que puedo estrenarme con éste o con su anterior libro, que los dos son muy buenos.
    Besotes!!!

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    1. Pues sí, no sabes lo que me dolió Amaia en Mejor la ausencia.

      El que más te apetezca, ¿no? Y si gusta, pues a por el otro ;)

      Besos

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  5. Me ha entrado mucho agobio leyendo tu reseña. Esas personas controladoras y tóxicas, no puedo con ellas. Para alguien como yo son puro veneno. Tengo "Mejor la ausencia" cargada en el ebook, lista para el fin de semana. Me alegra que la autora vaya desarrollando un estilo y maneras tan personales, ¿será nuestra Delphine de Vigan? El tiempo lo dirá.
    Un abrazo.

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    1. Pues me gustan mucho tanto de Vigan como Portela, pero no se me había ocurrido relacionarlas.

      Si te ha entrado agobio leyendo esta reseña... ánimo con Mejor la ausencia. Esta novela la he leído con más distancia pero con Mejor la ausencia sentí una impotencia... Se me formó un nudo dentro que fui incapaz de desatar.

      Bueno, ya nos contarás. Igual hasta ya la has terminado.

      Un abrazo

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  6. ¿Hay muchas formas de estar lejos? Muchísimas, hay tantas que por desgracia no se perciben aún teniendolas cerca. Me gusta como asalta, con éxito, las gruesas murallas del machismo. La virilidad ya no se mide por la capacidad de "porque lo digo yo" o por cualquier otra expresión de machismo rancio.
    Una vez más gracias por compartir.
    Un abrazo.

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    1. Hay muchas formas de estar lejos y a veces no es solo que no se perciban teniéndolas cerca sino que no se perciben sufriéndolas.

      Hay también muchas formas de machismo. E igualmente ocurre que, aun sufriéndolas, a veces solo se perciben las más extremas. Y es lógico que haya machismo, y no solo en los hombres, porque lleva muchísimos años enraizado en la sociedad y cuesta mucho desaprender. Por eso son buenas lecturas como esta que plantean situaciones que nos resultan reales, comunes, cotidianas, y las deja ahí para que sea el lector quien se enfrente a ellas y las juzgue. Por eso y por su calidad literaria, por supuesto.

      Un placer compartir lecturas como esta.

      Un abrazo

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  7. No la he leído, pero hace poco comentamos "Mejor la ausencia" y creo que aquí se recupera de nuevo ese tema de la violencia intrafamiliar, común a todos los países del mundo. Lo que me gusta de esta autora es esa especie de perplejidad que despliega ante la violencia. ¿Cómo voy a ser la misma después de lo que ha pasado? Es como si a los personajes no les bastara todo el conocimiento y los vemos desnudos mentalmente, preguntándose qué van a hacer a continuación. Y eso los convierte en seres de carne y hueso.
    Un abrazo.

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    1. Es cierto que sus personajes son muy reales y creíbles, muy de andar por casa, vamos. En este caso Alicia es una mujer muy de su tiempo y en el caso de Amaia recuerdo que en muchas cosas me hizo recordar mi propia infancia y familia (afortunadamente no en todas). Y sí, Portela vuelve a incidir en esa violencia soterrada de puertas para adentro. Como comento en la reseña, son dos novelas que aunque toquen temas comunes son muy diferentes pero que a la vez llevan el sello personal de su autora.

      Un abrazo

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  8. Yo tengo pendiente a la autora y me apetece un montón estrenarme con ella. No sé con qué título, pero alguno caerá. Saludos.

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  9. Desgraciadamente estamos ante un drama muy presente, tanto que se asume con cierta normalidad, lo que resulta peligroso, de ahí que se tenga que insistir en lo de "tolerancia cero" con los maltratadores, éstos tienen muchas caras, como bien muestra Edurne Portela en su narración.
    Una entrada para hacernos pensar.
    Buen trabajo, amiga Lorena.
    Un abrazo!

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    1. El libro es para hacernos pensar. Y sí, tolerancia cero para la violencia sea del tipo que sea, des-aprendizaje para los mayores y educación para los peques.

      Un abrazo

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  10. ¡Hola! La verdad es que me parece una novela con una trama muy interesante por el drama tan actual que presenta. Pero también debo decir que me parece una lectura muy dura y ahora mismo no sé si estoy anímicamente preparada. La reseña me ha encantado. ¡Un beso!

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    1. Es un drama realmente de todos los tiempos aunque sea ahora cuando se le empieza a dar visibilidad.

      La lectura no se hace especialmente dura. Sí deja pensando en cosas sobre la relación de pareja y sobre el contexto en las que tal vez no solamos pararnos demasiado. No obstante, déjala para cuando pienses que sea el momento propicio para ti.

      Besos

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  11. Hola!
    Con todos los comentarios positivos que leo por ahí, me dan muchas ganas de leer a esta autora.
    Saludos desde
    http://mariainwonderlandbook.blogspot.fr/
    http://mariainmagazine.blogspot.fr/
    Te invito a pasar por mis blogs, comentarnos y seguirnos

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    1. Yo no puedo más que unirme a tanta positividad y recomendártela.
      Me paso encantada por tus blogs.
      Bienvenida al mío

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  12. No he leído nada de Edurne Portela, pero aunque todo el mundo recomienda más "Mejor la ausencia", ésta en concreto me ha llamado más. Quizás porque yo fui testigo de un caso así, de un tipo que le creó una jaula de oro a su pareja... pero no dejaba de ser jaula. Y ella tampoco podía quedar con un amigo gay. Todo esto me ha venido a la cabeza, y me interesa la novela porque, como ha dicho Marybel Gaalaz, ya no puede ser "porque lo digo yo", sino que los maltratadores usan otros métodos. El tipo este en cuestión sigue sin tener conciencia de que hizo nada malo, hasta justifica saber TODO de su pareja y de poder verle el móvil y cosas así, porque "es que si hay confianza, ¿qué importa?". También decía que, cuando una pareja se quiere, los amigos sobran. Literal. Y por cosas así, tengo la impresión de que el perfil de maltratador ha evolucionado, cambiando con el tiempo. Y por cosas así, creo que el personaje de Matt probablemente sea interesante.
    ¡Un abrazo!

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    1. Pues si te llama más, no lo dudes. Yo en cuestión de lecturas soy mucho de dejarme llevar por la intuición.
      Todos (o casi todos) tenemos claro que el caso de un hombre que muele a palos a su pareja es violencia y además violencia machista. Sobre lo que no hay tanta claridad es sobre las sutilezas, sobre dónde marcar el límite entre la protección y el control, entre el amor y la obsesión. El personaje de Matt es interesante y el de Alicia también porque ambos tienen sus claroscuros, como todos los tenemos sin que por ello una víctima sea menos víctima.
      Un abrazo

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