Daniela Astor y la caja negra - Marta Sanz

«Ésta es una historia sobre el adulto que llevan dentro todos los niños».
Esta es la historia de la adulta que lleva una niña dentro. Esta es la historia de la niña que se queda dentro de la adulta en la que se convertirá. Esta es la historia de una España en transición y de unas mujeres en transición. Esta es la historia de la España a la que vine al mundo y la historia de las mujeres que marcaron mi identidad como mujer. Esta es la historia de una niña que deja de ser niña en esos años. Esta es la historia «de otro tiempo que era ese mismo. Y éste. Y mañana. Desde entonces hasta hoy muchas son las cosas que perduran. Aunque el instinto de supervivencia nos empuje a exaltar lo que ha cambiado». Esta es una historia que, cuarenta años después, continua vigente y sigo siendo actual.

La niña que aún habita en Catalina H. Griñan (que es quien nos cuenta, quien nos narra esta historia) se llama Catalina. Pero a Catalina no le gusta su nombre. «Catalina es un nombre horroroso. De vieja. De pueblo. De mohína Catalina. De aspirina y de pepina. De monja y de quina. De gente con la nariz aquilina. Medicina, tetina, estricnina». Por eso la adulta que Catalina lleva dentro se llama Daniela, «que suena a Italia y a abrigos de piel y a pastelería. Incluso suena a aviones que vuelan el océano Atlántico». Se llama Daniela de nombre y Astor de apellido porque las mujeres que forman el mundo de Catalina «son la combinación de un nombre y un apellido: Susana Estrada, Blanca Estrada, Rocío Dúrcal, Mónica Randall, Silvia Tortosa». Ese mundo de Catalina es el de la leonera, otrora habitación de la abuela Rosaura y ahora cuarto de la propia Catalina. Allí Catalina se encierra a jugar con su amiga Angélica Bagur. Pero en la leonera ni Catalina es Catalina ni Angélica es Angélica. Allí son Daniela Astor y Gloria Adriano, dos mujeres jóvenes y bellas que copan las portadas de las revistas del corazón, que protagonizan las películas más exitosas de la cartelera del momento y que coquetean y juegan a seducir.

Catalina tiene doce años en el Madrid de 1978 y construye su identidad de mujer cual si confeccionara su cuaderno de recortes en el que la mujer que anhela ser está hecha de los trocitos a convenir de los cuerpos de las actrices de la época, cual si fuera una «mujer-pachwork» salida de una película de fantaterror. Lo que aún no sabe Catalina pero está a punto de descubrir es que hay otras mujeres que no salen en televisión ni protagonizan portadas y películas pero que también contribuyen al modelo sobre el que conformamos nuestra identidad; mujeres como su propia madre y como la madre de Angélica, que responden también a un nombre y un apellido: Sonia Griñán e Inés Marco.
«No entiendo por qué quiere estudiar si ya tiene un trabajo, una casa, un marido, una hija muy lista de la que debe preocuparse porque las hijas listas somos las que damos más preocupaciones y exigimos mayor atención. Me pregunto por qué mi madre no se conforma con atendernos y con rebozar trocitos de pescado y con poner en el baño toallas limpias. Me lo pregunto en serio. No estoy hablando en broma. Mi madre tiene la obligación de ser feliz. De darme seguridad y de abrirme un hueco para que yo pueda disfrutar de mi personalidad compleja. De apoyarme desde su espacio sin conflictos. Su mundo perfecto».
Porque esta es también la historia de cómo cambia la mirada que Catalina posa sobre su madre. De cómo su egoísmo infantil se convierte poco a poco en una sororidad que no juzga. De cómo lo inmediato y lo presente deja paso a la comprensión de las raíces que lo alimentan.
«Cuando tengo doce años, la culpa es la palabra que se busca por todas partes. Detrás de cada ademán y debajo de la cama. En cada tic nervioso. Después me paso la vida convenciéndome de que algunas acciones no pueden valorarse desde la culpa. De que existen acciones que no requieren perdón. Ni lo están pidiendo».
Cartel de Las garras de Lorelei (Amando de Ossorio, 1974)
Pero para ello Catalina tendrá que sepultar, que no matar, a Daniela Astor. Y lo hará. Lo hará cuando la realidad le estalle en la cara y dejen por tanto de importar los juegos de la leonera. Lo hará y ya no querrá ser Daniela envuelta en glamour sino Catalina niña rodeada de seguridad familiar. Lo hará sin sospechar que es su deseo de regreso a la infancia y no su sueño de convertirse en mujer el verdadero síntoma de que está creciendo.

La mujer en la que se convierte Catalina es Catalina H. Griñán, Griñán por su madre y H, que ya se sabe que es consonante muda, por su padre (ese silenciamiento es lo único que le reprocho a esta novela y a Marta Sanz). Es ella quien, desde sus casi cincuenta años, recupera a la niña que fue para contarnos su historia, y es también ella quien filma un documental que lleva por nombre La caja negra.

La caja negra pone el foco en las mujeres que fueron musas de ese cine setentero y algo ochentero conocido como del destape, de esas películas en las que «el desnudo se transforma en destape cuando se vacía de sentido y oportunidad, y sobre todo cuando se enfoca en primer plano la mirada del macho» que se rodaron en esos años en los que las mujeres comenzaron a disponer «libremente de las partes comerciales de su anatomía, aunque el comercio sea tal vez incompatible con la libertad. El paso que dan hacia delante es casi siempre irreversible». Pero también es un recorrido por la imagen que de la mujer en general ha dado el cine español a lo largo de su historia más reciente y por esa otra imagen sacada de portadas de Intervíu, platós de televisión, etc. que es reflejo de lo que ¿queremos? ¿creemos? ¿debemos? ¿rechazamos? ser.

El documental lo dirige Catalina H. Griñán pero es Marta Sanz quien lo firma. Es ella quien idea este falso documental. Falso por no existir en la realidad pero sí documental por el trabajo de documentación que ha llevado a cabo la autora. Casi podría decirse que Marta Sanz ha escrito un ensayo paralelo a su novela. En su ensayo, las mujeres desnudan su cuerpo sin pudor; en su novela, «no hace falta exhibir partes desnudas del cuerpo porque aquí se está hablando de otra forma de desnudez. Desvalimiento, desarraigo, fragilidad». También valentía y fortaleza, porque primeros y segundos son caras de una misma moneda. Sobre todo eso y sobre mucho más nos interroga y se interroga Marta Sanz en este libro: sobre la trampa de la falsa libertad, sobre nuestras (y cuando digo nuestras hablo como mujer aunque con ello no quiero dar a entender que este sea un libro solo para mujeres) contradicciones, sobre el placer del sometimiento, sobre nuestras relaciones con los hombres, sobre la utopía del desclasamiento (y si no que se lo digan a Sonia Griñán), sobre nuestra relación con nuestro cuerpo...

Cartel de Españolas en París (Roberto Bodegas, 1971)
La voz de Catalina me recuerda mucho a la de Marta Sanz. Supongo que ello es así porque la Catalina niña me hace pensar en la niña Marta del comienzo de La lección de anatomía y la Catalina adulta en la Marta más actual de Clavícula. Supongo que también se debe a que en esta novela Marta Sanz vuelve a convencerme, e incluso consigue asombrarme teniendo en cuenta que ya es el tercer libro suyo que leo, con su lucidez, su capacidad de análisis, su cotidianidad y su cercanía; también con su forma de hilvanar la trama y su maestría del lenguaje. Pero soy plenamente consciente de que esta, al contrario de las otras dos que cito y he leído, no es una obra autobiográfica. Esta obra es un período en la autobiografía de la ficticia Catalina y desde su intimidad y dolor construye Marta una autobiografía generacional, una radiografía social, la caja negra, el registro de una época y de una sociedad. Pero esta caja negra es además juego de cajas, cual juego de matrioskas, y resulta ser para mí también una caja sorpresa.

Hay un tema que se plantea en esta novela y que no voy a nombrar ni a tocar aquí por no reventar su trama. Pero Marta Sanz sí lo toca y Catalina H. Griñán sí lo quiere nombrar porque «no todo son sospechas en las vidas infantiles. Ni veladuras. Ni cosas que se entienden más tarde. Ni misterios que se justifican por la tardanza en el aprendizaje del léxico». Catalina H. Griñán pone la madurez y la perspectiva a la narración pero la historia se cuenta desde la experiencia de Catalina y Marta Sanz es diestra en meterse en la mente de esa preadolescente y relatarnos que sí sabe poner nombre a las palabras silenciadas y completar las conversaciones escuchadas a medias, de lo que carece todavía es de la capacidad de alcanzar a comprender las motivaciones y de la valentía de hablar y preguntar. Pero la preadolescente ahora es adulta y ha encontrado su voz.
«Nosotros no podemos convertir esta historia en un silencio porque el silencio es un modo de subrayar las cosas, pero también de borrarlas. Yo sufrí con lo que no vi. Con lo que imaginé. Con el paréntesis, la elipsis y las salpicaduras».
Esta es la historia de Catalina y de su madre, Sonia Griñán. Pero es también la historia de otras mujeres como Angélica y como Inés Marco. La historia de mujeres de largas cabelleras brillantes, rostros hermosos y cuerpos exuberantes que respondían a nombres de sonoridad relumbrosa como bien podrían haber sido Daniela Astor o Gloria Adriano. La historia de las mujeres que vivieron antes que ellas y la de las que las han sucedido y las sucederán. La historia de tantas otras anónimas, llámense Lorena Álvarez o llámense como tú, que estás leyendo estas líneas o que tal vez hayas leído esta novela o te animes a leerla, o como cualquiera de las mujeres de tu vida o de aquellas con las que te cruzas, te has cruzado o te cruzarás, si estás leyendo esto y eres hombre. La historia de todas nosotras y de cada una de nosotras. La historia de «una mujer de carne verdadera. Con sentimientos auténticos. Relatos. Narraciones. Con una historia que son miles de historias. Y muchas verdades por dentro».

Anthemis arvensis. Fotografía de An Ro0002.





Ficha del libro:
Título: Daniela Astor y la caja negra
Autora: Marta Sanz
Editorial: Anagrama
Año de publicación: 2013
Nº de páginas: 272
ISBN: 974-84-339-9762-3





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Comentarios

  1. Catalina, aspirina, estricnina, nariz aquilina... Cuando leí "Farándula" me fascinó el dominio que Marta Sanz tiene del lenguaje, de las palabras y de los conceptos. Allí se tira casi dos páginas (quizás más, no recuerdo bien) enumerando lo que un personaje observa en la Puerta del Sol cuando se le engancha el tacón en una alcantarilla.
    Con tus entradas me has vuelto a traer a la memoria aquel libro y a la autora que, no sé bien por qué, no he vuelto a leer. Lo remediaré.
    Yo tenía unos pocos años más en 1978, pero, tal vez por eso, puede que tenga unos recuerdos más fuertes de aquella época. Maravillosa y terrible, espléndida y miserable... pero con todo por vivir.
    Un beso.

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    1. Realmente tanto la abundancia como la precisión con la que utiliza el vocabulario es admirable. Y me hace gracia porque en esta novela la niña Catalina terminará por cuestionar el despliegue de vocabulario de unos de los personajes. La verdad que me he quedado con ganas de comentar muchas más cosas acerca de esta novela.

      Yo en el 78 era casi una recién nacida pero no me son ajenas ni la época ni las mujeres de esa caja negra. Lo que ya no sé es si más allá de nuestras fronteras o si dentro de unos años ese falso documental se comprenda igual de bien. Pero de lo que sí estoy segura es de que en la historia que cuenta la novela y en Catalina y Catalina H. Griñán aún nos podemos reconocer.

      Es el tercer libro que leo de Marta Sanz y creo que no será el último.

      Besos

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  2. Hola!! Tomo buena nota, gracias por el descubrimiento. ¡Estupenda reseña! Besos!!

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  3. Empiezo a leer tu entrada y, nada más empezar, esa frase inicial aparece imponente y fugaz como un relámpago, me cambia las tornas; ... el adulto que todos los niños llevan dentro, porque lo trasladas a la niñez y cambia tu perspectiva al pensar en ella. No sé hasta que punto llevaría un adulto en mi niñez, si así fuese en ocasiones, está claro que no era consiente porque todo lo percibes con ojos de niño, pero me gusta dar la vuelta a las cosas, siempre se abren nuevos senderos (reflexiones) en donde uno no imaginaba encontrarlos.

    He crecido con esas películas del destape, y las que vi lo hice con la curiosidad morbosa del adolescente que era, yo estaba quedadísimo con Nadiuska... para que engañarnos (lógicamente ahora esas películas me parecen infames), el cine como la literatura son hijos de su época, fue acabarse la censura franquista y nos entregamos a un desparrame casposo donde los haya, visto con la perspectiva de ahora. Al fin y al cabo es una época que Marta Sanz y yo vivimos a la vez... ambos somos del 67.

    Una reseña estupenda, Lorena.
    Buen finde y un abrazo!

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    1. El adulto que todo niño lleva dentro ese es adulto que quiere ser; ese en el que se fija (que puede ser un conjunto de varios) cuando está dejando de ser niño pero aún no es adulto, ni siquiera casi adolescente; ese que imita o al que juega ser, tal como Catalina jugaba a ser Daniela Astor.

      Ese cine. Bueno, no podemos y tal vez tampoco debamos renegar de él. Hoy, analizándolo con perspectiva, pocas películas pasarían un filtro de mínima calidad, pero el valor que tienen desde un punto de vista histórico y sociológico es innegable.

      El libro sí que es estupendo.

      Otro abrazo para ti.

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  4. Pues todavía no he leído nada de la autora. Y no estaba entre mis prioridades, pero ahora sí vas a hacer que la colocar en esos puestos. Y no me importaría nada estrenarme con este libro.
    Besotes!!!

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    1. A mí me gusta mucho esta autora. Y fíjate que no era este el libro que tenía pensado leer. Me apetecía leer alguna novela suya pues los dos libros anteriores que había leído eran autobiográficos. Pensaba leer Amor fou, que se ha reeditado recientemente, pero comentándolo pro twitter alguien me recomendó este título, le eché un vistazo y me apeteció muchísimo leerlo. No me pude resistir y ha sido todo un acierto.
      Besos

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  5. Conozco a Marta Sanz por tus reseñas, en serio. Aparte, leí en su día "Farándula". Me gustó mucho, me divertí con sus excesos retóricos e imagino que es una persona que también se divierte de lo lindo escribiendo. Luego, mirando por la red, he visto que la crítica popular se ceba un poco con ella. No digo que sea la escritora perfecta, pero he leído cada cosa y con tanta inquina. El virtuosismo en España no está bien visto, pero yo encuentro esta novela que reseñas y donde te has tenido que callar cosillas más que interesante y el recurso del ensayo dentro de la trama me parece muy moderno. Lo hacía también De Vigan en "Basada en hechos reales", ¿no? Así que tomo nota, como casi siempre.
    Un abrazo.

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    1. Ay, pues me alegro de que aparte de por Farándula la conozcas por mis reseñas, porque, así a lo tonto, se ha convertido en una de mis escritores españoles contemporáneos favoritos. Me parece super interesante todo lo que cuenta y a mí, a pesar de sus 'excesos retóricos' (a mí, por ejemplo, el juego de palabras con Catalina que intercalo en la reseña y que comenta Rosa me hace gracia) y de ese virtuosismo del lenguaje me parece una tía muy cercana, con la que te puedes identificar mucho cuando la lees. Además sus libros tienen el valor de hacer un retrato social a partir de una historia particular. Obviamente ni hay por qué estar de acuerdo con todo lo que dice ni a todos nos tiene por qué gustar su forma de contarlo. Desconocía que se le estuviese metiendo un poco de caña a la autora. La verdad que últimamente se nos está yendo un poco la olla y pienso que se desvirtúa muchas veces el significado de las palabras igualdad y democracia. Abogo por la diversidad de opiniones pero siempre desde el respeto y creo que no hace falta ser hiriente para realizar una crítica negativa, es más, cualquier argumento pierde así todo su valor.

      En esta novela, al contrario de en Basada en hechos reales, esa parte más de ensayo está separada de la trama, es decir, son capítulos diferenciados que se alternan. Pero coincido contigo en que es un recurso con mucho potencial y que, además, para los que nos gustan las lecturas que nos hagan reflexionar es un aliciente.

      Un abrazo

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  6. No he leído nada de la autora pero sí he sonreído cuando leía tu reseña ante ese jugar con las palabras y también divertirse escribiendo.
    Con frecuencia escuchamos hablar del niño que llevamos dentro, al que acallamos y en muchas ocasiones reprimimos pero pocas de ese adulto en la imaginación del niño, aquello que se quiere llegar a ser. He rebuscado en mis recuerdos y no lo he encontrado, aunque sí ese pensar cuando sea mayor ... y parecía que se abrían un montón de posibilidades y ese mayor en mi caso empezaba en los dieciocho que era una fecha casi mágica en la que ya eras adulta.
    He disfrutado mucho con la reseña y parece que tú has disfrutado con el libro.
    Besos

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    1. Yo cuando era niña tenía mi vida ya organizada para cuando tuviera veintidós años. Ay, cuando me acuerdo ahora con cuarenta. Me tengo que reír por no llorar.

      Los adultos que rodean a los niños, todo su contexto en general y por ende la sociedad en la que les toca vivir, tiene mucho que ver en esa imagen adulta que el niño construye de sí mismo. También en el adulto que será, se parezca más o menos al que soñaba en su infancia.

      He disfrutado muchísimo de esta lectura. Tiene mucha miguita y me encanta esta escritora.

      Besos

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  7. No he leído nada de Marta Sanz aún, aunque guardo un par de sus últimos títulos. Del 'destape' recuerdo a María José Cantudo -y el revuelo de su desnudo completo- y la participación de Nadiuszka en algún film con actores locales. Eso fue apenas liberados de Franco, ¿no?
    Yendo al texto, me gusta lo que narras sobre ese 'llegar a ser', el intentar ser otro. Al fin y al cabo, con matices y muy en el fondo, creo que en esencia, los adultos seguimos siendo aquellos niños que fuimos.
    Queda debidamente apuntado, Lorena.
    Gracias por tu bella reseña.
    Un abrazo grande.

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    1. María José Cantudo y su desnudo integral sale en una de las cajas negras, como no. Efectivamente, fue el fin de la censura franquista el que dio luz al cine emblemático de aquellos años.

      El niño que fuimos permanece mucho más en nosotros de lo que pensamos. Sería interesante también el ejercicio de comparar el adulto que quisimos ser de niño con el que finalmente somos.

      Gracias a ti por la visita, la lectura y el comentario.

      Un abrazo

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    2. Me quedé pensando... creo que aún mantengo cosas de aquel pibe (niño) que jugaba a la bolita (canicas) en un rincón de la cocina de casa. No se si me atrevería a comparar lo que soy con lo pensaba ser en ese tiempo: tengo miedo de que me agarre un bajón depresivo.
      En 1978, de haber sido vecinos, podría haberte acunado en brazos con mi flamante título de Mercantil, recién egresado del secundario (instituto) y, como tal, invitado forzosamente a ingresar en el mundo del trabajo.
      Pido disculpas por estos recuerdos, disparados por el contenido del libro, tu reseña y los comentarios que me preceden.
      Ahora, un beso.

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    3. Y quién saldría bien parado de esa comparativa. Al fin y al cabo el adulto que queremos ser de niños responde a un ideal.

      Tus recuerdos son bienvenidos. Las lecturas nos traen cosas y sacan otras de nosotros.

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  8. Tengo la sensación de que Marta Sanz deja bastante de sí misma en sus libros. Pero sólo he leído "Clavícula", donde era obvio. Creo que ahora mismo me interesan más los ensayos de Marta Sanz que sus novelas...

    Un abrazo

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    1. Yo había leído 'Clavícula' y anteriormente 'La lección de anatomía'. Ambas obras son autobiográficas, por eso sentía curiosidad por ver cómo la autora se manejaba en el terreno de la ficción. Y sí, he detectado mucho de ella en esta novela. Me gusta muchísimo en ambos registros, así que creo que leas lo que leas de ella, te gustará.
      Un abrazo

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