Basada en hechos reales - Delphine de Vigan
Y ahora ¿qué?, me pregunté, y supongo que mi pregunta fue el equivalente al «¿qué se puede escribir después de esto?» de Delphine de Vigan, esa traducción mental al «¿qué vas a escribir ahora?» que tantas veces le preguntaron en sus presentaciones, entrevistas y encuentros con lectores. Ahora qué. ¿Queda algo alrededor de ese abismo, de ese pozo, de ese agujero negro cegador y engullidor?
Pensé que no podría leer otro libro de de Vigan después de leer Nada se opone a la noche. Que no había más, quiero decir, nada comparable, nada a la altura. Me equivocaba. Leí después Días sin hambre, su primer trabajo publicado. No solo lo leí, sino que encontró su sitio propio, su identidad más allá de esa novela que en mi camino lector la precedió aun viéndose redimensionada por ella. Sí, hay más Delphine más allá de Nada se opone a la noche, la hubo, ¿la habrá? Delphine de Vigan, la protagonista de Basada en hechos reales, y a partir de ahora no voy a hacer distinción entre autora, narradora y personaje porque me es imposible dilucidar donde están los límites entre una y otra y además poco me importa saberlo, pensó también que no podría escribir otro libro después de esa última novela, después de ese proceso doloroso de escritura y de memoria, después de esa inesperada y apabullante repercusión. Se equivocaba. Escribió Basada en hechos reales, la novela que yo acabo de leer, una obra que nuevamente puede reivindicarse por sí misma y que, nuevamente también, tiene cierta continuidad, cierta amalgama con las otras dos. Tan distintas todas, tan hermanas.
«L. me dijo un día que yo sólo había escrito dos libros. El primero y el último».
Me encuentro con esta frase y suspendo momentáneamente la lectura. Estoy noqueada. Porque lo que L. le lanza a Delphine como una pulla se me clava a mí como un puñal. Yo solo había leído de Delphine dos libros cuando inicio esta lectura: el primero y el último por aquel entonces, ambos autobiográficos, destacándolos así, inconscientemente, sobre aquellos otro de ficción. Pero yo no creo que un libro autobiográfico o basado en un hecho real, como juega el título de esta novela, tenga que ser necesariamente mejor o más verdadero que uno de ficción. Entonces, ¿en qué lugar me deja mi elección de lecturas? Mirona, pequeña chupóptera. No, soy demasiado dura conmigo misma. Delphine vendrá en mi ayuda; Delphine me auxilia, me exime.
«Intenté explicar esa idea a la que volvía sin cesar, según la cual, en cualquier cosa que escribamos nos movemos en la ficción:
-Aunque eso haya sucedido, aunque haya ocurrido algo que se le parezca, aunque los hechos estén demostrados, siempre nos contamos una historia. Nos la contamos. En el fondo, quizá eso sea lo importante. Esa pequeñas cosas que no se pegan a la realidad, que la transforman. Esas partes en las que el papel de calco se despega, en los bordes, en las esquinas. Porque por más que hagamos, eso se repliega, se arruga, trampea. [...] Todos somos mirones [...] pero en el fondo lo que nos interesa, lo que nos fascina, puede que no sea tanto la realidad como en qué la transforman quienes intentan mostrárnosla o contárnosla. Ese filtro colocado en el objetivo. En cualquier caso, el que la realidad avale la novela no la hace mejor. Eso es lo que yo creo».
Eso es lo que yo también creo, porque mi concepción de la literatura se parece bastante a la de Delphine y, en muchas ocasiones, me he encontrado a mí misma rebatiendo las opiniones de L.; asintiendo en otras, también; austándome de la cuerda floja sobre la que me desequilibro con tal asentimiento. L.: tengo que hablaros de ella (nota mental).
Se sabe más de alguien atendiendo a cómo nos cuenta algo que con lo que nos cuenta en sí, fijándonos en lo que realmente nos está contando. Se conoce también mejor a alguien escuchando sus silencios, lo que evita, lo que elude, aquello en torno a lo que siempre gira, el auténtico abismo engullidor.
«Las estrategias de defensa, los procesos silenciosos. Sí, resultaba tentador escribir eso: la perturbación no había sacudida solamente las zonas identificadas como de riesgo. Las zonas de riesgo habían circunscrito el punto de impacto, lo habían asimilado, se habían acomodado a él. Un seísmo más devastador brotaba en otros territorios, aquellos que yo había aflorado, eludido, aquellos que había excluido voluntariamente del campo de la narración».
Y yo conozco a Delphine. Creo conocerla. A mi Delphine. No a la auténtica ni a la que ocupa estas páginas. L. también la conoce.
Portada de Nada se opone a la noche |
«La escritura debe ser una búsqueda de la verdad, si no, no es nada. Si a través de la escritura no intentas conocerte, hurgar en lo que llevas dentro, lo que te constituye, abrir tus heridas, rascar, ahondar con las manos, si no pones en tela de juicio tu persona, tu origen, tu medio social, eso no tiene sentido».
«¿Quién eres tú cuando escribes, Thad? ¿Quién eres entonces?». Esta cita de La mitad oscura de Stephen King encabeza la segunda parte de esta novela. Las tres partes de Basada en hechos reales están precedidas por citas del escritor de terror y, si esta me da miedo, la que nos lleva a la tercera parte me produce auténtico pavor.
¿Quién eres tú cuando escribes, Delphine? Esta es la pregunta a la que de Vigan intenta responder en este libro.
¿Quién soy yo cuando leo?
«¿Qué teníamos en común, de forma real o imaginaria, que tanto le interesaba?», se llega a preguntar Delphine respecto a L.. ¿Qué tenemos en común, Delphine, tú y yo, de forma real o imaginaria, que tanto me interesas?, me pregunto yo. ¿Algo más aparte de nuestra concepción de la literatura? No lo sé. ¿Qué tienes tú en común con L., Delphine?
L.: ha llegado el momento de hablaros de ella.
L.: mirona, chupóptera. Parece que tenemos algo más en común que la inicial.
L. es una mujer atractiva, elegante, segura de sí misma. Trabaja como negra para otros escritores. Llega a la vida de Delphine en el momento justo. La pilla con la guardia baja aunque Delphine no es consciente de ello. Está sumida en el éxito de Nada se opone a la noche, desubicada tanto personal como profesionalmente. Y L. se cuela por las fisuras de una Delphine experta en recomponerse una y otra vez a lo largo de su vida; se filtra por esos resquicios y la invade, toda. «Tiene ella la llave de todo [...], una frase surgida de un repliegue de mi conciencia o de una novela policiaca, cuyo doble sentido no se me pasó por alto», llegará a pensar Delphine. No, no es esta una novela policíaca pero sí tiene su dosis de intriga. Thriller, lo llaman; pausado, no de esos trepidantes que ambicionan los más adictos al género, aunque a mí no me ha dado tregua. Sí, Delphine juega al thriller, literal y literariamente.
Seducción, se titula la primera parte de esta novela, y, realmente, se puede decir que L. seduce a Delphine. Hay incluso un algo que casi podríamos calificar de sensual en sus primeros encuentros.
Portada de Días sin hambre |
«L. se me había hecho necesaria, imprescindible. Estaba allí. Y tal vez era lo que yo necesitaba: que alguien se interesase por mí de manera exclusiva. ¿No abrigamos todos ese deseo descabellado? Un deseo proveniente de la infancia al que nos hemos visto obligados, a veces demasiado deprisa, a renunciar. Un deseo que, en la edad adulta, nos consta que es egocéntrico, excesivo y peligroso. Al que, no obstante, cedemos en ocasiones».
Así forja L. su relación de poder sobre Delphine. La escritora está agotada, quiere aparcar la escritura autobiográfica, retomar la ficción. No quiere seguir indagando en su intimidad y en su pasado, exponiéndose y exponiendo a los más cercanos, causándoles tal vez dolor. Pero L. la azuza, le reclama su obligación para con sus lectores, la incita a escavar hasta desenterrar esa violencia que es el germen de toda escritura, más aún el de la suya, a escribir su libro fantasma. Utilizará todas aquellas argucias a las que sea capaz de recurrir. Será hiriente, a veces; otras, más sutil.
Write yourself, you will survive, reza el grafiti que L. fotografía y le envía en una ocasión a Delphine como pequeño estímulo. Y sí, a veces pienso que Delphine se exorciza a través de la escritura. Escribir también es eso.
De niña, Delphine lloraba en sus fiestas de cumpleaños. No es que no le gustasen pero no soportaba la presión de sentir concentrada tanta atención sobre ella. Era desenvuelta en un grupo reducido de personas, pero extremadamente tímida cuando la exposición era ante un gran número de las mismas. En párvulos, su madre tuvo que enviar una nota a su profesora pidiéndole que no se celebrase en clase el cumpleaños de Delphine aduciendo que su hija era demasiado emotiva. Por aquel entonces, Delphine desconocía el significado de esa palabra y en su cabecita infantil se imaginó que e-mot-iva hacía referencia a la cantidad de vocabulario que una persona poseía (mot en francés significa palabra). Ella era, pues, una niña emotiva a la que le faltaban las palabras. Eso la hizo «comprender que para vivir en sociedad había que armarse con palabras, no dudar en multiplicarlas, diversificarlas, captar sus más ínfimos matices. El vocabulario adquirido de ese modo creaba poco a poco una coraza, espesa y fibrosa, que permitía desenvolverse en el mundo, despierta y confiada. Pero seguía desconociendo tantas palabras...». Pienso que aun hoy Delphine sigue afanándose en conocer las palabras, desdoblarlas (como se desdobla a sí misma en esta novela), jugar con ellas, armar esa coraza que le permita conducirse por la vida sin que supuren sus heridas.
Kevin Spacey interpretando a Roger Kint en Sospechosos habituales (1995) |
En Basada en hechos reales Delphine se reinventa a sí misma y se ficciona para ser más Delphine que nunca. Parte de una premisa real a partir de la cual levanta una ficción en torno a las relaciones dañinas por manipuladoras, a la escritura como proceso creativo y a la importancia que damos a lo verídico en la literatura. Arriesga y juega al despiste convirtiéndose a sí misma en personaje y protagonista, pero también convence, conquista y triunfa.
La siento más libre así. Como si se hubiese despojado de la carga de rendir cuentas. No es la joven de Días sin hambre luchando contra su negativa a vivir. No es la hija de Nada se opone a la noche liberando la negra luz de su madre. Aquí es ella sola la que está en juego, es solo la escritora la que está en evidencia (¿solo?). Pero ese solo crea otra hondonada cubierta de silencios.
«La escritura era mi terreno más íntimo, el más aislado, el más protegido. El menos compartido. Una zona franca, egoístamente defendida. Cercada con barricadas. Una zona que yo tan sólo evocaba superficialmente, con cicatería».
Silencios que pueden ser palabras por obra y gracia de la ficción.
Estoy segura de que tras la publicación de este libro una de las preguntas que más veces le han hecho a de Vigan es cuánto de la Delphine real hay en la Delphine personaje. A mí, sin embargo, si alguna vez tuviese la improbable oportunidad de hablar con ella, lo que me gustaría preguntarle sería cuánto de Delphine, pero no como escritora, hay en L.. Pero estoy segura de que, al igual que ella en tantas ocasiones, optaría por el silencio. En su lugar le diría: eres bella y admirable, y, si hay algo de locura en ti, puedes estar segura de que, como escuchaste una mañana en la radio decir a Gilles Deleuze, esa locura es la fuente de tu encanto y también (y esto lo añado yo) de tu lucidez.
Pero no, tampoco se lo diría. Eso lo reservo para mi Delphine, para esa Delphine que me llega a través de «ese vaivén que se opera entre el lector y el texto, toda vez que el libro remite al lector, casi siempre -y por una razón que no sé explicar-, a su propia historia». Lo que no sé es de qué historia mía, tan diferente a las suyas, proceden las palabras con las que escribiría las páginas en blanco de su libro fantasma.
De la Delphine real respeto lo que calla y admiro lo que escribe. Para ella solo tengo una pregunta y soy yo quien ha de responderla. La misma pregunta que solía hacerle su abuela Liane. La misma que evoca de sus recuerdos: Delphine niña en la cocina de la casa de los abuelos, sus pequeñas manos cascando huevos, separando yema y clara, pasando la yema de una mitad de la cáscara a la otra, procurando la pureza de la clara; de repente, surge una pizca amarilla anaranjada en la tráslucida clara, imposible de extraer, mixtura indisoluble, como la ficción y la realidad en la literatura. Y, de esos mismos recuerdos y de esa misma infancia surge la entrañable voz de Liane que interpela a la pequeña Delphine:
«¿Es verdad esa mentira, reina?»
Sí, Delphine; sí, reina. Tus mentiras son verdades para mí. Porque eres una escritora honesta. Porque tu punto de nieve impuro para mí es literatura pura.
FIN*
Notes. Fotografía de Catherine Ortega |
Ficha del libro:
Título: Basada en hechos reales
Autora: Delphine de Vigan
Traductor: Javier Albiñana Serraín
Editorial: Anagrama
Año de publicación: 2016
Nº de páginas: 344
ISBN: 978-84-339-7961-2
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Hemos leído las tres mismas novelas y en el mismo orden. Y las dos nos hemos enamorado de nuestra Delphine, que no es la misma Delphine, seguro. La tuya y la mía son distintas y distintas a la real.
ResponderEliminarEs maravilloso lo que hace con la realidad y la ficción. A mí tampoco me importa donde está la línea que separa ambas cosas; me encanta que me engañen, engañarme a mí misma.
Otra idea que señalas es quién somo nosotras cuando leemos. Yo soy una distinta con cada novela. La novela me cambia. Es curiosa la simbiosis que se produce entre cada escritor, que es distinto en cada novela y nos hace distintos con cada novela.
Aún tengo alguna novela pendiente de Delphine de Vigan en mi lista.
Un beso.
Es curiosa esa simbiosis, sí, por eso me gusta decir que los libros se escriben entre escritor y lector y que por ello hay tantas versiones de un libro como lectores tenga. Delphine entiende muy bien eso, al igual que el hecho de que toda ficción tiene su base en la realidad y de que todo hecho real en cuanto se comienza a poner por escrito se convierte en ficción.
EliminarEs curiosa también mi relación con Delphine. Los tres libros de ella que he leído son muy diferentes entre sí y con autonomía propia y, sin embargo, cada libro suyo que leo se ve retroalimentado por los anteriores, los voy enlazando. Y así, voy construyendo a mi Delphine, entre lo que me cuenta y me calla. Y ciertamente mi Delphine seguro que es diferente a la tuya y ambas diferentes a la real pero estoy segura de que también todas ellas tienen algo en común.
Qué bien que aún nos quede Delphine por disfrutar.
Besos
Hola Lorena creo que Delphine convence por su autenticidad, por ser real, deja de importarte si es ficción o si es real lo que escribe, usa la escritura en su versión más curativa, regeneradora, terapéutica. Esa literatura que sana, porque permite decir lo que tantas veces se censura y adentrarse en sus letras hace que una también se interrogue, se pregunte por sus propios miedos y por sus batallas y por la manera de superarlas.
ResponderEliminarCuando escribes, especialmente de ciertos temas, no solo se expone la escritora sino a todo su ambiente, pasan a estar en el foco todos aquellos que de alguna manera se relacionan con ella y eso, entiendo que haga dudar, ¿Qué derecho tiene un escritor a mostrar a otros?¿Aunque sean los propios? Es algo que también me hace reflexionar, de acuerdo que ella explica sus sensaciones, que solo son de ellas pero expone bajo las miradas implacables de los lectores y no lectores a otros. ¿Para los otros es terapéutico? ¿Para los otros es justo? ¿Prima el derecho del escritor sobre el de los otros porque es "su vivencia", su experiencia...?
Son preguntas que se me sugieren leyéndote y que seguramente me harían escribir y charlar durante horas.
Besos
A mí también me lo parece. Es auténtica y real, pero en el sentido en el que no se miente a sí misma, no en que necesariamente cuente las cosas tal y como sucedieron realmente (quién podría hacerlo, de todas formas, aunque se lo propusiera), por eso me gusta decir que más que sincera es honesta.
EliminarLos escritores que se desnudan en sus escritos siempre me han parecido muy valientes, precisamente por lo que comentas de la exposición. También creo que son generosos con el lector pero... ¿y con los suyos? Uno no anda solo por la vida, ni el más solitario, por lo que es imposible hablar de uno y que los que rodean a ese uno salgan indemnes. ¿Dónde poner el límite? He ahí la gran pregunta. De todas formas, Delphine me parece en ese sentido bastante cauta y en los otros dos libros suyos que he leído, que son más autobiográficos, me he quedado con la sensación de que protege bastante. Pero el tema sí que da para mucho debate y probablemente no sacaríamos mucho en claro.
Besos
Es curioso, antes de llegar a tu blog y saber qué me encontraría, así como en los comentarios de Rosa y Conxita, había estado escribiendo algunas impresiones sobre el último libro que he leído, y precisamente mis líneas versaban sobre lo difusas que son las fronteras entre realidad y ficción, cuando éstas juegan en el terreno literario, por lo menos en muchos libros, y situaba reflexiones muy similares a las vuestras. Creo que la literatura te propone un juego, y es hacer trampas con la realidad, para ello necesita la complicidad del lector... a mí me apasiona jugarlo.
ResponderEliminarMe fascinan autoras como Delphine que, sin haberla leído, intuyo que escribe para sí misma, para hallarse unas veces, perderse otras, en sus propias palabras, como así lo hacía Clarice Lispector, esa escritura dirigida al corazón de uno mismo es de una honestidad que me arrebata.
Tengo una cuenta pendiente con Delphine, ¿para cuándo? Eso nunca lo sé.
Un abrazo, Lorena.
Creo que es imposible, para los que tenemos hábito lector, no encontrarnos de vez en cuando con libros que nos planteen esas preguntas. A mí el juego también me apasiona y me presto muy bien a jugar, supongo que porque poco me importa dilucidar donde está la barrera entre lo real y lo ficticio siempre que el escritor sepa hacer que me lo crea. Por otra parte, ¿cómo separa completamente la yema de la clara de ese huevo que es la literatura?
EliminarEs genial ese párrafo en el que dice que escribir no sirve de nada si no es para indagar en la propia identidad y en el medio que nos rodea. Comparto plenamente con Delphine su concepción de la literatura, ella como escritora y yo como lectora. Creo que por eso me fascina tanto.
Lispector es una grande a la que solo me he asomado a través de una biografía. Eso sí, una biografía que su autora califica como literaria, por lo que he tenido acceso a maravillosos fragmentos de sus textos. Algún día saldaré mi cuenta pendiente con ella, al igual que tú harás con Delphine.
Un abrazo
Hola!! Me has convencido, me lo pienso leer en cuanto pueda. ¡Gran reseña! Besos!!
ResponderEliminarGenial. Ojalá lo disfrutes tanto como yo.
EliminarBesos
Y yo qué hago sin estrenarme con esta autora? Tremenda reseña. Si me gusta el libro la mitad de lo que ha hecho tu reseña, ya me ha conquistado.
ResponderEliminarBesotes!!!
Pues eso digo yo: ¡¿qué haces sin leer a Delphine?! Ya estás tardando ;)
EliminarBesos
Esta lectura me desorientó un poco, porque es una mezcla de ensayo, autoficción, thriller y qué se yo, todo con gran habilidad. De Vigan es una escritora increíble. Tiene la virtud de tenerte atrapado, de enredarte en sus equívocos y hacerte pensar. El desdoble de L. y Delphine está muy logrado y yo supongo que la autora es una mezcla de ambas y que el escritor cuando se convierte en ficción agrega o quita de si mismo, hasta llegar a ser lo que desearía ser. En este caso, Delphine es valiente y se desdobla, siendo ambas cosas a la vez. No sé si me explico. Otra cosa muy modernilla son esos guiños a Misery, de hecho hay una escena calcada. Sorprende porque uno se imagina a la intelectualidad francesa en plan mírame y no me toques.
ResponderEliminarEn fin, con el tiempo le daré una relectura.
Un abrazo.
G.
Me da cosilla decirlo pero no he leído nada de Stephen King. Pero esa cita de Misery que da entrada a la tercera parte de esta novela y que le viene tan pero que tan bien sí que me hizo pensar que podría haber cierto mimetismo. Leí luego en las redes sociales un comentario que apuntaba que había algo de homenaje a Stephen King y ya se me ha metido cierto gusanillo por leer Misery. La verdad que esta historia no solo huele a novela de terror si no también a cine clásico de intriga. De hecho me he enterado muy recientemente de que han hecho una película basada en ella, aunque la verdad que no me tienta mucho verla, al menos por el momento. Supongo que en parte es porque 'mi' Delphine se va alimentando de cada libro suyo que voy leyendo. Me imagino que hubiera hecho una lectura muy diferente de este libro si hubiera sido el primero que leyera de la autora. En todo caso, teniéndolo en cuenta a él solo, coincido plenamente contigo. Es genial lo que hace Delphine de Vigan, ese desdoblamiento, esa intriga que sabe ir dosificando y que lleva hasta el final, esas reflexiones que forman parte de la trama acerca de la literatura y de lo que supone en ella la realidad y la ficción. Juega, se hace a ella misma partícipe del juego, nos hace a nosotros partícipes también, arriesga y le sale una jugada magistral. Sí, no vendría nada mal una relectura con el tiempo.
EliminarUn abrazo
Esos límites poco claros entre autora, narradora y personaje es probablemente lo que le ha llevado a De Vigan a escribir este libro, que surge del bloqueo que sufrió después de escribir "Nada se opone a la noche" y del hartazgo de que le preguntaran si lo que contaba en "Nada se opone..." era real... Tengo pendiente de leer este y alguno más de esta autora, pero no me da la vida :/
ResponderEliminarUn abrazo
Desde luego lo de Delphine no es solo saber sobreponerse sino coger el toro por los cuernos. Y yo que cuando terminé Nada se opone a la noche no pensaba leer nada más de de Vigan... Lo que me hubiese perdido.
EliminarEn eso andamos todos, en que nos alcance la vida.
Un abrazo
Tengo disponible tres títulos suyos que, aún a sabiendas del éxito y del contenido de cada uno, no he encarado. Adquirí 'Nada se opone a la noche' por recomendación de un amigo, en el período terminal de la enfermedad de mi madre -y que, por obvias razones, he dejado para algo más adelante-. De los otros, éste entre ellos, no hay razón justificatoria.
ResponderEliminarEs difícil saber hasta qué punto una ficción puede ser autobiográfica; imagino que el autor debe poner especial cuidado en no sobreexponer a su entorno familiar y social, y eso solo ya lo convertirá en una 'fábula de sí mismo'.
Intentaré incluir para el próximo año alguno de sus títulos, en virtud de tu reseña y los valiosos aportes y comentarios aquí presentes y en otros espacios. Pareciera que me estoy perdiendo algo importante y si bien no soy de seguir modas, tampoco pretendo quedar al margen de las buenas lecturas.
Recibe un gran abrazo, Lorena.
Yo tampoco soy mucho de seguir modas. Es más, cuando veo un libro publicitado y comentado por doquier dicha exposición suele jugar en su contra para que yo lo lea. Pero también es cierto que lo comercial no necesariamente tiene que estar reñido con la calidad y hay libros y autores que aúnan ambas cosas. Yo creo que sí te estas perdiendo a una muy buena escritora pero también estoy segura de que el tiempo que le hubieras dedicado a ella y a sus libros lo has invertido muy bien en otras lecturas. Vamos, que hay mucho para leer y en ese mucho aunque hay de todo hay una porción muy a tener en cuenta y es imposible alcanzar a leerla en su totalidad. El tiempo dirá si Delphine de Viga y tú os habéis de encontrar.
EliminarOtro abrazo para ti, Marcelo.