En Grand Central Station me senté y lloré - Elizabeth Smart
Os voy a contar una historia. La historia de una mujer que un día lee un poema y se enamora perdidamente del hombre que lo ha escrito. Cuando consigue conocerle personalmente inicia con él una tórrida y tumultuosa relación que, con idas y venidas, se prolongará durante el resto de su vida. Tendrán cuatro hijos en común. No importa que él esté casado, que tenga otros hijos (tendrá quince vástagos a lo largo de su vida con varias mujeres), que la familia de ella se manifieste en contra, que su relación atente contra los convencionalismos sociales. No importa que intentara separarles una guerra, el alcohol, las peleas. El incendio que prendió ese poema en el interior de la mujer tan solo se apaga cuando se extingue su vida.
El nombre de la mujer es Elizabeth Smart; el del hombre, George Barker. En Grand Central Station me senté y lloré comprende la relación de ambos desde sus inicios hasta los años de la Segunda Guerra Mundial contados por su protagonista femenina. No, contados no: arrojados, paridos, vomitados. Elizabeth Smart se engulle a sí misma para darse la vuelta con su escritura: la piel hacia dentro, las vísceras expuestas e indefensas hacia afuera. Sus palabras son un desahogo, una súplica, una lamentación. Pero cargadas de una firmeza inquebrantable (aquí están mis vísceras, venid a devorarlas, que yo os daré más, más, más).
Y, ¿por qué os cuento esta historia, os preguntaréis? Porque la sinopsis apenas la cuenta y necesitaréis asideros para transitar por ella. Elizabeth no cuenta, se cuenta, y no se molesta en darnos explicaciones (tómala o déjala). Su libro carece de hilo argumental; no creo que pueda catalogarse como novela. No os vendrá mal, incluso, algún detalle más que los que yo os cuento aquí. Así que investigad sin miedo, no pongáis reparos a 'autospoilearos', no os preocupe conocer más de lo que este libro abarca. Lo importante de él, su esencia, es cómo está escrito, lo que cada uno de sus párrafos encierra y nos ofrece, y eso, no lo encontraréis en ninguna biografía o reseña que busquéis porque para llegar a eso, no os quedará otra opción que leerlo.
Elizabeth escribió y publicó poemas desde temprana edad y eso exactamente es este libro: poesía. Sin versos, cierto; sin métrica, verdad; pero el resultado es el mismo que si de un libro de poemas se tratase: imágenes poderosas cargadas de sensaciones, recargadas incluso a veces, como un perfume concentrado que con una sola gota nos embriagase porque combina múltiples esencias.
Elizabeth nos arroja su dolor. Se siente morir cuando no ve a su amor, vuelve a la vida con solo una mirada suya. La culpa la tortura: piensa en la otra; la otra, porque ella se siente legítima por obra y gracia del amor. El amor. Para mí el amor es otra cosa; esto es obsesión, enamoramiento febril. Para ella: AMOR. Y se compadece con cierta soberbia de aquellos que se resignan, que renuncian a vivir ese amor con mayúsculas sacrificándolo por una vida que ella considera estéril.
El libro también está cargado de referencias literarias. Muchas os pasarán desapercibidas (bueno, a mí me han pasado, a vosotros a lo mejor no). De algunas os dará cuenta Laura Freixas, su traductora, al término de la lectura. Nos dice que ha preferido hacerlo así para no lastrar la lectura. Lastrar, lastrar, como si la pasional locura por George Barker no hubiese lastrado a Elizabeth y a ésta le hubiese importado, como si este libro pudiese leerse sin volver sobre sus páginas y releer, releer, releer. Su prosa es arrolladora pero con ella Elizabeth consigue anclarnos como nunca pudo hacerlo con su amante.
Poco más que comentaros: lo he dicho todo y nada he contado. Curiosidades: George Barker describe su relación con Smart en su novela La gaviota muerta publicada en 1950. En Grand Central Station me senté y lloré se publica por primera vez en 1945 con escaso éxito. La familia de Elizabeth consigue prohibir su publicación en su Canadá natal, sin embargo, la novela circula por Londres y Nueva York y se republica en 1966 con excelentes críticas. Hoy en día es considerado un libro de culto y se ha traducido a numerosos idiomas. El nombre de Elizabeth Smart no volverá a asomar por el mundo editorial hasta más de treinta años después de la primera publicación de este libro. De esta segunda época data Los pícaros y los canallas van al cielo, que en España también ha sido publicado por Periférica. En él, Elizabeth cuenta cómo afrontó sola con sus hijos los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Pero eso, es ya otra historia. La que hoy nos atañe ha dado fruto a frases como estas:
Ficha del libro:
Título: En Grand Central Station me senté y lloré
Autora: Elizabeth Smart
Traductora: Laura Freixas
Editorial: Periférica
Año de publicación: 2009
Nº de páginas: 160
ISBN: 978-84-92865-00-0
Elizabeth Smart at her family's summer cottage near Kingsmere, c. 1930
"Cañón arriba, las secuoyas y las hojas de ricino, grandes y carnosas como manos, profetizan desastre por su belleza, demasiado grandiosa."
"...él, que cuando era sólo una palabra bastaba para causarme noches enteras de escalofríos e insomnio..."
"En mi habitación resuenan los gritos que ella nunca lanzó, y debajo del suelo las enredaderas del remordimiento crecen, perforando la humedad."
"Él es la luna dueña de las mareas, es el rocío y la lluvia, es toda las semillas y la miel del amor [...] Yo soy la tierra que perforan, para crecer, las plantas. Pero cuando germinen yo también seré un dios."
"No, no hay defensa para el amor, y las lágrimas no harán sino aumentar el delito. Sé razonable. Sé como todo el mundo."
"Recuerda que la tentación, para ti, no soy yo: lo es todo aquello que te desvía de mí. Ni lo eres tú para mí, sino que eres mi meta, la única."
"Las bombas son más grandes, pero los cerebros humanos que las bombas revientan son del mismo tamaño. Las caras destrozadas en las ciudades costeras inglesas son las que un día besamos; las manos que alguien barre junto con los escombros son las que un día estrechamos; nuestra vida privada es lo que aparece en los titulares, y sin embargo, el perro sarnoso que merodea bajo nuestra ventana nos inspira una compasión más auténtica. Cayeron Babilonia y Sodoma y el Imperio Romano, pero la ventisca invernal acuchilla con la crueldad de costumbre, y el amor, como siempre, arranca de cuajo el corazón, con más fuerza que un imaginado campo de minas."
"Cuando mis ojos flotan por la habitación como dos barcos perdido en el mar, conozco las medidas exactas de mi cautiverio."
"Y él pecó contra el amor. Por más que alegue que lo hizo por Piedad, por más que explique que la Piedad sólo estaba librando una batalla contra el Amor, y perdiéndola, lo cierto es que a la Piedad no le sirvió de nada, mientras que sus vacilaciones ofendieron al Amor."
"Estoy flotando a la deriva. Sin cabeza. Peligrosamente deshabitada."
"Me miran con malos ojos. Perforan mi anular porque está desnudo, y miden mi vientre como sastres, para tejer un chisme bien jugoso."
"Y para ese pecado, el pecado de bajar la cabeza ante la resignación, esa alcahueta de la muerte, no existe redención. Es el pecado castigado con la condenación eterna."
"Todas mis estrellas polares se han convertido en estrellas caídas."
"Dale su cuaderno, oh mi amable usurpadora, cuyo lugar yo a mi vez usurpé, mi enemiga, a quien maté y que me mató. Déjale escribir palabras que le absuelvan de ambos asesinatos."
Sequoia Trees. Fotografía de John Hilliard |
Ficha del libro:
Título: En Grand Central Station me senté y lloré
Autora: Elizabeth Smart
Traductora: Laura Freixas
Editorial: Periférica
Año de publicación: 2009
Nº de páginas: 160
ISBN: 978-84-92865-00-0
Me quito el sombrero ante tu reseña. ¡Es excepcional! De las mejores que he leído últimamente. No conocía el libro pero tal y como lo cuentas, esa historia de visceras, de darse la vuelta, sacar las tripas... una escritora que se vuelca en su historia de esa manera merece la pena ser leída. Y encima, por si fuera poco, traducido por Laura Freixas, a quien admiro muchísimo.
ResponderEliminarMe has convencido, paxaruverde.
Un placer leerte; placer que sentiré mientras preparo mis intestinos, leyendo esta novela reseñada de forma tan excepcional.
Un abrazo
Muchísimas gracias por tus palabras, Raquel. El libro no creo que te deje indiferente. Es como un catálogo de sentimientos, de imágenes rotundas cuyo montaje componen una pequeña exquisitez.
EliminarUn abrazo.
Qué preciosidad, y la traductora es un lujazo. Tomo nota, me has dejado con ganas. ¡Besos!
ResponderEliminarRealmente, por la forma de escribir de Elizabeth Smart, creo que ha debido ser muy complicado encarar su traducción. También por lo que comentaba de las referencias literarias. Ahí si que hubiese preferido las notas en el libro y no en esos apuntes finales, pero eso ya es una preferencia mía personal.
EliminarBesos
¡Hola!
ResponderEliminarGenial la reseña, te has expresado de maravilla.
No se si me gustará pero desde luego merece la pena darle una oportunidad.
¡besos!
Un libro especial que, como digo en la reseña, pienso que es mejor contextualizar para disfrutarlo del todo. Pero su calidad es innegable y harás bien en darle una oportunidad.
EliminarBesos
Soberbia reseña para un libro difícil de reseñar. Y es que no hay hilo, no hay trama, pero hay tanto... Es la autora, desnudándose, completamente. Y contado de una forma tan potente, tan bella... Que este libro vas leyéndolo y reléyendolo al mismo tiempo, para disfrutar de esas imágenes que deja, de esas palabras que suelta, que vomita como tú bien dices... Y para leer y releer, tu reseña también!
ResponderEliminarBesotes!!!
Gracias, Margari.
EliminarRealmente es así. Y si no fuera por lo que tiene de autobiográfico y por la forma en que está escrito, casi diría que es un brillante ensayo sobre cómo se vive un amor enfermizo y obsesivo, una pasión desbordante y arrolladora.
Besos
Lo tengo apuntado hace mucho tiempo. he leído alguna reseña que lo pone muy bien y ahora tú me lo has traído a la cima de la lista. Muchas gracias.
ResponderEliminarUn beso.
Yo lo apunté por la reseña de Ana Blasfuemia. Me alegra habértelo recordado. A ver si te animas.
EliminarBesos
Creo que yo lo apunté también por Ana. ¡¡Cuántas lecturas os debo a las dos!!
EliminarUn beso.
Hola Lorena, tengo apuntado el libro desde que leí la reseña de Ana del blog lo que leo lo cuento y me encantó pero aún no lo he leído.
ResponderEliminarTu reseña, espectacular, habla de tanta intensidad y esas frases que has destacado de las que te hacen sentir muy desde dentro, que necesitas marcar para recordarlas, saborearlas.
Como decía Rosa, tu reseña me ha hecho recordar que lo tengo que leer YA.
Un beso y feliz finde
Sí, yo también leí la reseña de Ana, como comentaba con Rosa. Es un libro que relees a la vez que lees, porque es inevitable volver una y otra vez sobre lo leído.
EliminarFeliz finde para ti también.
Besos
Me ha encantado la reseña, así que no me queda otra que llevarme el libro. Gracias y Besinos.
ResponderEliminarEspero que te guste. Ya me contarás.
EliminarBesos
Lorena:
ResponderEliminarQué reseña tan bien hecha. Incitas a leer a esta autora, Elizabeth Smart, con maestría y sinceridad. Me apunto autora y títulos.
Un beso
Muchas gracias, Juan Carlos. Ya me contarás si los lees. Yo me he quedado con curiosidad respecto a esa especie de continuación, e incluso respecto a la visión de George Barker sobre esa relación tormentosa. Quien sabe si también me anime a leerlos.
EliminarBesos
No me va a dar tiempo a leer las maravillosas recomendaciones que estoy descubriendo. Éste creo que me va a gustar especialmente dado la carga poética que parece tener. Te felicito por tu fantástica reseña.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias. Espero que te guste.
EliminarBesos
Las citas que incluyes al final casi y tu reseña en conjunto me dicen: tómame y mira que al principio no me hacía demasiadas expectativas. Tengo mucho pendiente, pero me quedo con el nombre de esta señora para un futuro.
ResponderEliminarSaludos.
Quédate con el cómo cuenta más que con el qué (ya digo que sobre el hilo argumental hay que indagar un poco) y sí, tómala porque dejarla no se puede.
EliminarSaludos
Las frases son geniales!! Que esté recargado de referencias literarias ya me gusta menos, siempre me ha resultado de un escritor haciendo el vago... De todas formas, me lo apunto. Besos.
ResponderEliminarMás que vaga, esta mujer es cultísima y se nota que ha leído mucho. Las referencias, se pillen o no, creo que en este caso enriquecen muchísimo el libro.
EliminarBesos
No conocía el libro pero al igual que me ha encantado tu reseña también lo han hecho las frases que has escogido, así que no lo dejaré pasar...Cada vez disfruto más con las novelas de carácter intimista y esta lo parece ;)
ResponderEliminarBesitos
A mí también me gustan mucho los relatos intimistas. Espero que disfrutes de éste.
EliminarBesos
Se ve que te ha encantado. De siempre me ha gustado el título de este libro, es de esos que parecen que ya te han contado una historia sin haberlo abierto. Tomo nota de lo que nos has contado, pero tengo que decir que me da un poco de miedo asomarme a su interior. No lo descarto, por supuesto, pero para más adelante.
ResponderEliminarBesos!
Qué tendrán las estaciones de tren que parece que guardan mil historias. Es cierto que el título ya atrae muchísimo, es muy sugerente.
EliminarBesos
Cuesta creer que alguien se enamore de alguien por un poema que escriba... pero veo que es real. Aunque por lo que cuentas, a mí tampoco me parece que sea amor y sí enamoramiento-obsesivo.
ResponderEliminarComo todo lo que reseñas, es muy interesante y llamativo. Pero difícil hacerle un hueco :/
¡Un abrazo!
P.D: La parte del título "me senté y lloré" me recuerda a otro título de otra novela... creo que de Paulo Coelho (brrr, lagarto, lagarto).
'A orillas del río piedra me senté y lloré', ¿puede ser? O algo así. No lo he leído pero me da que no tienen mucho que ver ;) En este caso el título es una de las muchas referencias literarias que comento.
EliminarUn abrazo.
¡Hola!
ResponderEliminarMe ha encantado el párrafo con el que comienzas esta entrada, da ganas de leer el libro y de conocer a esa mujer. Me has convencido, me has conquistado y ya me he apuntado el título. No sé cuando lo podré leer pero tengo claro que lo haré en algún momento.
También me atrae mucho el tema de que esté cargado de referencias.
Un beso
La verdad es que uno conoce la historia y le dan ganas de saber más, de conocer cómo transcurrió todo. Ya me contarás cuando lo leas.
EliminarBesos
Hola Lorena.
ResponderEliminarSoy uno más de quienes conocieron este libro gracias al blog de Ana ( Ana Blasfuemia). Así que ya me tomé la licencia de investigar en su día, y sí, una vida de película... o de libro.
Tengo apuntada en mi libretilla una frase, la vi en algún artículo, dice así:
"No hay mayor erotismo que el de las palabras"
A juzgar por la historia amorosa de Elizabeth y G. Barker, esta cita parece bien fundamentada. Es impresionante el poder seductor de una palabra, o palabras oportunas, en el momento adecuado. Arrebatada por la fuerza evocadora de las palabras antes que la visión de su presencia física, la poesía tiene algo conmovedor porque puede "tocarte" en lo más hondo de tu ser, como parece que le sucedió a Elizabeth.
Un libro de culto, y además, valga la redundancia, culto, por las citas literarias que, como indicas, contiene. Una experiencia intensa y dolorosa del amor desde el sentir poético de quien lo sufre... no le falta ni le sobra nada a este libro, ¿cómo ignorarlo?
Magnífica tu reseña, pero eso no es ninguna novedad.
Un abrazo, Lorena :)
Debo de ser de las pocas capaz de separar la obra de un escritor de su persona. Claro que, en casos como el de Elizabeth Smart, obra, vida y persona parecen una misma cosa. A lo que me refiero es que porque una persona escriba maravillosamente no necesariamente ha de ser una maravilla de persona o, al menos, probablemente su personalidad tenga más facetas. Pero, obviamente, no seré yo quien reniegue del poder de las palabra.
EliminarSí que creo que existe ese erotismo de las palabras del que hablas, como existen muchos tipos de erotismos más allá del físico (intelectual, del poder, etc.). El caso de Elizabeth Smart con George Barker creo que es un caso extremo. Pero supongo que hay personas que necesitan vivir al límite para sentirse vivas.
Un abrazo, Paco