El mes más cruel - Pilar Adón

"-Me gusta que me cuenten historias -decía Sara.
-Cualquiera puede contar historias.
-Eso no es cierto."
No, no es cierto. Cualquiera no puede atrapar con sus historias o, más bien, conseguir que las historias permanezcan atrapadas en nosotros. Nos dan el mullido y verde manto pero somos nosotros quienes creamos el entramado de ramas y las espinas, quienes regamos los árboles que con sus copas impiden el paso de la luz del sol, quienes con nuestro aliento hacemos el aire irrespirable. Y sí, sí es cierto: leer nos hace débiles, como reza el título de la introducción de Marta Sanz a este libro de historias, leer nos hace vulnerables, sabedores de que el azul del cielo tras el ramaje no es inmutable, conocedores de que el brillo del sol no es perenne. "Más, por favor, / no te muevas. Más, por favor, ven / y permanece", nos gustaría rogar secretamente sin ser capaces de poner nombre siquiera a aquello que lleva la despedida implícita en nuestro ruego. Somos incapaces tal vez por miedo a hacerlo, porque nombrar implica reconocimiento, o, tal vez, por auténtico desconocimiento. El que realmente sabe contar historias provoca en el lector cierta ambigüedad (otra vez vulnerabilidad), la de no saber exactamente sobre qué se ha leído y a la vez tener la certeza de que se ha LEÍDO con mayúsculas. Se termina cada uno de los relatos, se termina el libro completo y, entre el engranaje de ramas torticeras que nos hemos tragado y que nos incomodan se abre paso, tal y como nos cuenta Marta Sanz que a ella le ha sucedido, la pregunta de "¿habré entendido bien?". Aunque, en este caso, la pregunta de marras es insistente y sí que permanece.
"Sin embargo, no estoy muy segura de que El mes más cruel hable de estas cosas y ese no saber con exactitud es lo que más me gusta. La falta de precisión matemática, la imposibilidad de coger el agua entre las manos, el runrún persistente del "¿habré entendido bien?", la asunción de mi tamaño minúsculo frente a la elevación y profundidad de un texto son los que van a conseguir que este puñado de historias me mantengan en vilo y que, quizá, cuando dentro de unos años lo retome, se me presente bajo una luz distinta, pero seguro que no menos inquietante."
Pues ya veis, ni siquiera el runrún de esa pregunta, aunque permanente, es inalterable. Y eso, más que incertidumbre, debería producirnos gratificación. Lo que no muta es que no está vivo. La vida es un puro desconcierto.
"-No todo el mundo soportaría vivir así, como tú -dijo Marcel.
-Tampoco sabemos en qué estado seremos capaces de vivir -casi repitió el profesor Lerrin."
El breve diálogo que abre esta reseña está incluido en el primero de los relatos de este libro, En materia de jardines. Los breves diálogos que salpican estas historias son todos magníficos, especialmente sus respuestas. Éstas son como un mazazo sobre la superficie helada de un lago que rompe el bloque de hielo y permite aflorar la nitidez del agua subyacente, aunque, paradójicamente, tan incisivas respuestas serían capaces de congelar los mares más cálidos ("-...he pensado que hay gente incapaz de abandonar el invierno. / -Pero también en el invierno más oscuro se puede llegar a ser feliz..."). El relato en cuestión ahonda en la protección o, mejor dicho, en la sobreprotección y en la dependencia en las relaciones, y juega además con la ambivalencia en ambas. Al final arraiga la fuerte duda de quién es más dependiente, el sumiso o el que depende de la dependencia de otro, aquel al que se protege o el que no puede renunciar a la necesidad de proteger.

Son éstos temas recurrentes en varios de estos relatos de Pilar Adón, que explora en ellos desde diferentes vertientes y tomando varios senderos (lo cual me lleva a hacer un juego de palabras con uno de los títulos, el del opresivo y desasosegante Los cien caminos de las hormigas),  y que alcanzan su punto álgido en aquellas historias en las que se exponen las relaciones materno-filiales, tal y como sucede con la madre y la hija de Para que nada cambie o con la crueldad que muestra la nodriza hacia el inocente Darío en El fumigador.

Pero el verdadero punto álgido de estas historias, aquel que hace que las espinas de las ramas tragadas se nos claven y nos perforen produciéndonos yagas ulcerosas, es el momento en que sus protagonistas toman conciencia de quienes son y el lugar que ocupan, aquel en el que sienten que la fértil pradera que les sustentaba se vuelve bajo sus pies arenas movedizas.
"¿Y si ya sé lo que se cree que no debo saber?"
Esas arenas movedizas, en el caso de la niña de El infinito verde, no tragan sino que inmovilizan. Atónita toma consciencia de su impasibilidad frente a la eterna mutabilidad del bosque en el que se pierde. No hay cuento sin bosque, figurado o no, y en éstos el bosque tiene mucha presencia y protagonismo. El bosque de los cuentos de Pilar Adón, al igual que el que me encontré en su novela Las efímeras (podéis leer reseña aquí), "parece silencioso, pero no lo es." Cada susurro, cada leve matiz, arroja la repentina clarividencia sobre el que lo transita de su insignificante pequeñez y de la inconsistencia de los instantes. Así le ocurre a una de los dos protagonistas de Genios antiguos de vuelta a reunirse con su hermano en una casa en la que ya no están sus padres, así también esa dañina y ponzoñosa lucidez se abate en El viento del sol sobre Anne-Marie, que en su caso cambia el bosque por el asfalto de Portugal impregnando su aire de las desvanecidas notas procedentes de su violín. Pero también, a veces, la densidad de esos mismos instantes pesa y agota, y paraliza, como papel atrapamoscas que no permite la torsión y la posterior alzada de  vuelo.
"Los dos compartían un deseo que era más fuerte que cualquier otra circunstancia o idea: el deseo de escapar de la sistemática contemplación de un segundo que se desliza circular junto a otro segundo hasta formar un minuto que conducirá, de manera ineludible, a otro minuto."
Tal vez sea esa sensación la responsable de esa dualidad entre la inmovilidad y la huida hacia adelante que es una constante a lo largo de todos estos relatos. Y estoy pensando ahora, según escribo, que, a veces, la aparente impasibilidad no es más que una huida hacia uno mismo.
"Nada es forzoso. Ni necesario. Ellos se han ido, y de igual modo podré irme yo."

La huida es un mecanismo de defensa inherente al miedo, y, tal vez sea ése, el miedo, la emoción que funciona de amalgama para todos estos cuentos. La huida de Virginia ya lleva implícito este concepto en su título y la Clara de su relato homónimo se aísla del mundo para vivir en el suyo propio con la única compañía de su gato hecho espíritu. Noli me tangere ya suena a advertencia, a pavor, y en ese cuento sí que hay una clara huida aunque del miedo, como de estos relatos, no se puede huir, el miedo se lleva dentro. 
"El dolor ocurre.
Y, cuando ocurre, el dolor viene -siempre- acompañado."
Son catorce los relatos reunidos en este libro, que vienen además acompañados al término de cada uno por un poema que firma la propia Adón. Me hubiesen gustado que fuesen doce, y no porque me haya sobrado ninguno, sino porque el doce se me antoja un número más ligado a la naturaleza. Doce son los meses del año de los que este exponente que os traigo hoy es el más cruel: abril, el que abre paso a la primavera, con su florecimiento que oculta la muerte, con su sol engañoso, con su lluvia torrencial. La primavera siempre es traicionera y no por conocida su estocada es más benigna que la del frío invierno que ha dejado atrás; al contrario, es más profunda, hiere más.
"Desaparecería así la tiranía de los fumigadores para dar paso a la opresión de los seres cercanos, de esos seres buenos: los seres queridos. Tan magnánimos y tan protectores."
Ésos, los seres queridos, los más cercanos, son los que nos causan la verdadera herida. Aquellos en los que confiamos, de los que no nos esperamos ningún mal y a los que, precisamente por ello, les otorgamos todo el poder para infligírnoslo. Pero, ¿acaso los más cercanos a nosotros no somos nosotros mismos?
"-Porque sé que te gusta. Lo sé.
Tendría que analizar muy pausadamente si tenía razón o no. Tendría que estudiar los límites que marcan la separación entre el dolor y el placer, la gracia y la miseria, entre lo que quería sentir y lo que me dejaba hacer para que sintiera él aquello que buscaba y que no puedo nombrar, porque desconozco el apelativo y porque me veo incapaz de descubrirlo."
Incapacidad. Reconocimiento. Desconocimiento.

Y si no podemos confiar en nosotros mismos: ¿hacia dónde huimos?

Me da miedo el bosque que llevo dentro.

Verde. Fotografía de Ricardo K K



Ficha del libro:
Título: El mes más cruel
Autora: Pilar Adón
Introducción: Marta Sanz
Editorial: Impedimenta
Año de publicación: 2010
Nº de páginas: 208
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Comentarios

  1. ¡Hola!

    Guau, que libro más raro, después de tu reseña me has dejado muy confundida, sin saber si he entendido de qué va exactamente. Eso sí, las frases que has puesto me han encantado, y es cierto que las respuestas de los diálogos son como mazazos. Me ha encantado la última: Me da miedo el bosque que llevo dentro.

    ¡besos!

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    1. Bueno, la última, en realidad, es cosecha propia ;)
      A mí me gusta a veces esa sensación de extrañeza que dejan algunos libros (generalmente relatos), ese no alcanzar a comprenderlos en su totalidad y no estar segura de que lo que se saca de ellos sea lo mismo que lo que ha querido imprimirles el autor.
      Me alegra, a pesar de la 'rareza', haber conseguido captar tu atención sobre este libro.
      Besos

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  2. Me gustó mucho "Las efímeras" y los diálogos de este y las citas que resaltas me parecen geniales y de mucho contenido, pero el que sea de relatos, aún (cada vez menos) me disuade un poco.
    No sabes lo identificada que me siento con esa sensación de que habla Marta Sanz, el no saber muy bien lo que has leído, no saber si lo has entendido bien, pero estar segura de que lo que has leído tiene un valor indiscutible. Es lo que yo defino con "intuir más que entender".
    Genial tu reseña como siempre.
    Un beso.

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    1. Pues en este libro, en mi caso por lo menos, hay que intuir y mucho. Yo también me he sentido identificada con esa sensación que describe Marta Sanz, por eso he querido dejar sus palabras en la reseña; yo no lo hubiera expresado mejor.
      Te dejo que vayas adentrándote en el mundo de los relatos poco a poco. Quién sabe si tal vez un día les des una oportunidad a éstos.
      Besos

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  3. Aún no he leído nada de Pilar Adón, pero tengo claro por las reseñas que he leído que es una escritora muy a tener en cuenta. Eso sí, no sé si este momento es el más adecuado para ponerme con uno de sus libros, porque me parece que son lecturas bastante densas. Me lo pensaré.
    ¡Besos!

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    1. Densa no sería la palabra para describir sus libros. Es cierto que son inquietantes y son lecturas que incomodan, así que si no apetece en este momento, mejor esperar. Pero sí que es una escritora a tener muy en cuenta.
      Besos

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  4. Hola, Lorena. Qué alegría me he llevado al encontraros a Pilar y a ti juntas :)

    Fue el primer libro que leí de Pilar, y el que posibilitó que nos conociéramos en un Club de Lectura, casi un año después de que yo lo hubiera leído. Acudí al club a darle mi opinión no de lectora reciente, sino de quien recuerda el libro un tiempo después de haberlo leído...

    Y creo que has expresado muy bien mis sensaciones en lo que fue mi acercamiento a Pilar Adón: Escurridizo, necesité luego seguir leyendo cosas de Pilar porque quería concretar todas las sensaciones provocadas por la lectura de "El mes más cruel" , y así llegaron "Las hijas de Sara" y la inmensa "Las efímeras" que fueron dando forma a los temas que son recurrentes en Pilar y que me atraen de manera especial, más aún cómo Pilar los escribe, les da forma, lo convierte en historias.

    No temas tu bosque, seguramente sea tu esencia...

    Un abrazo

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    1. A mi bosque cada vez le voy cogiendo más cariño y sintiéndome más cómoda en él, que para eso es el mío ;) Otra cosa es que haya días en que me apetezca salir a pasear por él con la hoz y la sierra eléctrica en plan kamikaze (aquí iría un emoticono de risa).
      Tal vez el haber leído antes 'Las efímeras' me haya ayudado a identificar los temas que trata Pilar en estos relatos. Aunque la verdad es que la mayoría de ellos no fueron saliendo hasta que me puse a escribir la reseña.
      Me alegra compartir sensaciones con una lectura en la que no queda claro las sensaciones que debe provocar.
      Un abrazo

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  5. hola! parece muy interesante el libro y los relatos tienen fuerza escondida, se entiende? por lo que cuentas y se ve de sus frases! no lo conociamos asi que te llevamos y compartimos en el muro encantadas! gracias por tu dedicacion y saludosbuhos.

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  6. Si es que eres mala, si es que tientas mucho, si es que es imposible resistirse... Sí, tengo que estrenarme con Pilar Adón.
    Besotes!!!

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  7. Como todo lo que reseñas, pinta muy bien. Tendré en cuenta a esta escritora.
    ¡Un abrazo!

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  8. Has cambiado el diseño del blog, ¿no? Me gusta, facilita la lectura. Este libro de Pilar Adón se sale de lo convencional, no acabo de verlo. No es que "Las efímeras", que ya reseñaste, parezca ser más asequible, pero me llama más.
    Esa frase final es buena, buena; la copio en mi libreta de citas.
    Un abrazo.

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    1. Sí, le he dado otra vuelta. Me alegra saber que te resulta práctico.
      Si te llama más 'Las efímeras', a por él. Creo que el universo literario de Pilar Adón queda bien reflejado en los dos pero probablemente en 'Las efímeras' uno se ubique mejor.
      La frase final no sabía ni que la llevaba dentro. Cosas que saca la lectura o, en este caso, la reflexión que conlleva escribir sobre ella.
      Un abrazo

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  9. Hola Lorena.

    No te extrañe la presencia del bosque en los relatos, el bosque está muy presente en los cuentos de todos los tiempos, pues es un lugar lleno de misticismo y simbolismo desde la prehistoria, ha alimentado el imaginario colectivo.

    El paso del tiempo (de la vida y de la muerte, y todo lo que eso encierra) se aprecia bien en la huella que la primavera, el verano, el otoño y el invierno (las estaciones) dejan en el bosque.

    Tus impresiones sobre los libros me parecen un excelente elixir, disfruto y aprendo al mismo tiempo, y eso es curativo.

    Un abrazo!

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    1. No me extraña y agradezco además encontrarme y perderme en esos bosques.
      Me alegra que tu paso por aquí te resulte enriquecedor.
      Un abrazo

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