Hielo - Anna Kavan
Como no sé por dónde comenzar voy a empezar hablándoos de Anna Kavan, la autora del libro que os traigo hoy.
Anna Kavan nació en Cannes en 1901 con el nombre de Helen Emily Woods. Sus primeros libros, mucho más convencionales que el que nos ocupa en esta entrada, los firmó con el nombre de Helen Ferguson, adoptando así el apellido de su primer marido. Posteriormente eligió como seudónimo el nombre del personaje de una de esas novelas, Let me alone, en la que había dejado plasmada la infelicidad de su primer matrimonio. Este cambio de nombre coincide con un cambio drástico de su estilo narrativo, se dice que influenciada por la obra de Franz Kafka. El primer libro que firma como Anna Kavan es el apetecible El descenso, publicado en España por Navona Editorial, colección de relatos interrelacionados inspirados en el ingreso en un centro psiquiátrico de la autora británica y en sus episodios paranóicos. En 1967, tan solo un año antes de su muerte, publica Hielo, considerada su obra maestra. Su vida estuvo marcada por el temprano suicidio de su padre, sus dos matrimonios fallidos, la pérdida de su hijo durante la Segunda Guerra Mundial, varios intentos de suicidio y su adicción a las drogas. Murió en Londres en 1968 de un infarto.
Voy a hablaros ahora del prólogo de esta edición de Trotalibros y de la nota final del editor. Bueno, en realidad voy a hablaros de sus contradicciones. Ambos me han gustado, pero me ha llamado significativamente la atención la diferente lectura que José Carlos Rodrigo Breto, quien firma el prólogo, y Jan Arimany, el editor, han hecho de esta novela. Y esto no es una crítica, al contrario, pues pienso que cuantas más diversas lecturas tiene una obra mayor es su riqueza. Pero sí me ha sorprendido comenzar este libro siendo alertada sobre el peligro de caer en el biografismo y terminarlo con un texto en el que se incide mayoritariamente en la adicción a las drogas de Anna Kavan para hablar de esta novela.
Parece ser que la interpretación que se hizo de Hielo cambió tras la muerte de su autora al saberse de su drogadicción. Es fácil de hacer la analogía entre el manto blanco que se va expandiendo por doquier en esta novela y ese otro blanco de la heroína que también termina por invadirlo todo. «Su horrible paz blanca», escribe Anna Kavan en esta novela refiriéndose al hielo. Qué duda cabe que la heroína fue para ella como para tantos otros su horrible paz blanca, pero no necesariamente, cuando escribió esas palabras en su novela, tenía por qué estar refiriéndose a ella. O sí. O también sí.
Cuenta Jan Arimany en su ya mencionada nota que ante la respuesta escéptica de su editor a la recepción de Hielo Anna Kavan le responde «diciendo que no había querido escribir una novela realista, sino «una especie de fábula actual» con una atmósfera onírica». Sinceramente, no se me ocurre mejor descripción de esta novela.
Hielo es claramente una novela sobre la autodestrucción. Podemos ver en ella la propia destrucción de Anna Kavan o podemos ver la destrucción del planeta Tierra. A pesar de que reconozco mi tendencia al biografismo (también es cierto que solo con autores muy determinados), en este caso opto por la segunda opción. Sin embargo, en una segunda lectura fragmentaria, es decir, cuando releo los fragmentos que he subrayado durante la lectura, aunque sigue predominando esta elección, hay algunos de esos fragmentos, pocos, en realidad, que cobran un nuevo significado, como, por ejemplo, el siguiente:
«De repente, sentí que los lémures estaban cerca de mí. ¿O era su cercanía la que abolía la desesperación y el horror? Parecía más bien que había recibido un mensaje de esperanza de otro mundo; un mundo sin violencia ni crueldad en el que no se conocía la desesperanza. A menudo soñaba con ese lugar, donde la vida era mil veces más excitante y espléndida que en la tierra. En esos momentos, me pareció que uno de sus habitantes estaba junto a mí. Me sonrió, me tocó la mano y dijo mi nombre. Tenía un rostro tranquilo y aséptico, desentonadamente inteligente, benevolente, nada pretencioso.Me habló de la alucinación del espacio-tiempo y de la unión entre el pasado y el futuro para que cualquiera de los dos pudiera ser el presente y todas las edades fuesen accesibles. Me dijo que, si quería, me llevaría a su mundo. Él y otros como él habían visto el final de nuestro planeta y de la raza humana. La carrera estaba llegando a su fin. Lo dominante era el deseo colectivo de muerte y el impulso letal de autodestrucción, a pesar de que quizás la raza humana pudiese sobrevivir. La vida aquí había terminado, pero seguía y se expandía en un lugar diferente. Si así lo elegíamos, podíamos incorporarnos a esa vida aún más grande».
Los lémures simbolizan en esta novela un mundo pacífico y sin hielo, un alternativa a ese escenario en el que se desarrolla esta novela, «la representación de lo que podía ser la vida si se eliminase la capacidad de destrucción, la violencia y la crueldad del ser humano». Sin embargo, cuando vuelvo sobre el fragmento anterior, no puedo evitar asimilar ese lugar benigno ofrecido con esa paz blanca que tal vez los drogadictos no sientan siempre tan horrible, con esa otra paz blanca que es la muerte que brinda el suicidio, con ese escape y descanso de la realidad circundante. Pero no hay que olvidar que Anna Kavan no murió por suicidio ni de sobredosis. Tal vez se sintiera, como el narrador de esta novela, «ligado irremediablemente a este planeta y a sus personas». Tal vez «sabía que este era mi lugar». Tal vez, como ese narrador, «estaba comprometido con la violencia».
Supongo que ha llegado el momento de hablaros de ese narrador, del resto de personajes, de la trama de esta novela. Supongo que a eso hemos venido, tanto vosotros como yo. Qué puedo deciros más allá de que Hielo es una novela rara, rara, rara. Y no me quejo, pues presumía que podía ser así. Pero de verdad que al principio me ha costado, me he tenido que pelear con ella, consideré incluso la posibilidad de abandonar su lectura. No lo hice. Seguí no sé si porque es un libro corto, si por intuición, si porque me va la marcha o qué sé yo. Conseguí ubicarme entre su confusión y sus contradicciones, entre sus salpicaduras de onirismo, y la terminé. Me alegro de haberlo hecho, pues Hielo es de esos libros que crecen tras su lectura, a los que quizás nunca se logra alcanzar o entender en su totalidad pero cuyo significado se va redimensionando con el tiempo.
Indri, Andasibe, Madagascar, fotografía de Frank Vassen bajo licencia CC BY 2.0 |
«Ambos la perseguían, pero la chica no entendía por qué. Sin embargo, lo aceptó, igual que asumió todo lo que le ocurría. Esperaba que la tratasen mal, que la convirtieran en una víctima, que la destruyesen, y que lo hicieran, o bien poderes desconocidos, o bien seres humanos. Parecía que ese era su destino desde el principio de los tiempos. Solo el amor, quizás, hubiese podido salvarla. Pero nunca había buscado el amor. Su destino era sufrir: lo sabía y lo aceptaba. La fatalidad trajo consigo la resignación. Era inútil luchar contra ello. Sabía que la habían derrotado antes de empezar».
Ambos perseguidores son el hombre y el custodio, personaje que ostenta una alta cuota de poder en el nuevo orden del mundo. El hombre quiere rescatar a la chica del custodio. Ambos personajes son antagonistas y a la vez se parecen mucho, como si fueran las dos caras de una misma moneda, como si fueran «dos tipos que estaban en el mismo bando, o que quizás fueran la misma persona», llegando incluso el narrador a desorientarse y a dudar de su propia identidad.
«Era obvio que la reclamaba como su propiedad. Sin embargo, ella me pertenecía a mí. Respecto a nosotros dos, ella no era nada: su única función podría haber sido la de unirnos. Su cara mostraba esa arrogancia extrema que siempre me ha repelido tanto. Aun así, sentí una afinidad indescriptible con él, como si fuera sangre de mi sangre. Aquello me confundió hasta el punto de preguntarme si en esa habitación había realmente dos hombres…»
«Nuestras miradas chocaron de un modo indescriptible. Parecía que estuviera viendo mi propio reflejo. De repente, me vi enredado en una confusión absoluta: no sabía quién era quién. Éramos como la mitad del otro, unidos en una especie de simbiosis misteriosa. Luché por mantener mi identidad, pero todos mis esfuerzos fallaron a la hora de mantenernos separados. En todo momento, sentí que no era yo mismo, sino él. Incluso por un instante me pareció que llevaba su ropa. Me marché de allí confundido; más tarde no supe qué había ocurrido, o si había sucedido algo en realidad».
Los tres personajes principales forman un triángulo nocivo. Se detecta en sus relaciones una violencia soterrada. La chica es como el planeta Tierra al que todos quieren expoliar. El custodio es el hombre al que no le importan los medios para conseguir sus fines. El hombre es pura contradicción (la chica a veces también lo es). Busca a la chica para protegerla de un daño que él mismo es capaz de causarle. «Con un brazo le daba calor y apoyo; el otro era el brazo ejecutor».
Ninguno de los personajes tiene nombre. La narración contiene varios detalles simbólicos como, por ejemplo, la uniformidad en el vestuario. La prosa de Kavan en ocasiones es seca; en otras, crea bellas descripciones del paisaje helado. Todo en esta novela es frío. Es frío el hielo que se extiende amenazador sobre la superficie de la Tierra. Son fríos los personajes. Son fríos sus comportamientos. Es fría esa continua constatación de que de un modo u otro, y probablemente no a mucho tardar, todos vamos a morir. Y es fría su confusión, su contradicción. Hielo crea un paisaje desierto que nos deja huérfanos parricidas en pañales y en el que no se sabe si somos custodio si somos chica o si somos hombre, en el que no se acierta a discernir si somos el destruido o destructor porque, probablemente, tanto en nuestro mundo exterior como en nuestro mundo interior, seamos los dos.
«Los copos de nieve, con su danza demencial, representaban la vida en su totalidad. Su imagen pasó junto a mí, el pelo plateado ondulando; de inmediato, me arrastró una confusión salvaje. En el delirio de la danza resultaba imposible discernir quiénes eran los violentos y quiénes eran las víctimas. De todas formas, en la danza de la muerte, donde todos giraban en el límite de la nada, aquellas distinciones carecían de importancia».
The frozen sea, fotografía de Jean-François Thibault bajo licencia CC BY 2.0 |
¡Hola Lorena! pues fijate que viendo que es una distopia basada en la autodestrucción me ha llamado la atención, las distopias me suelen gustar mucho, aunque muchas den mucho miedo. Pero ha sido leer que estuviste en un tris de abandonarla y ya creo que yo la terminaría abandonando, aunque nunca se sabe..., (me gustan las novelas raras, raras, raras) pero yo no soy como tú, no suelo darle mucha oportunidad a la continuidad. Igual es una tara lectora, lo pienso a veces. Necesito sentirme totalmente enganchada a algo (menos mal que es un enganche saludable) y tengo poca paciencia, sé que abandonando me pierdo cosas que valen la pena, pero no puedo remediarlo, si no puedo con la lectura...
ResponderEliminarPor cierto estás en racha con la editorial Trotalibros
Besos
Jeje. Sí, he tenido una mini racha trotalibrera.
EliminarSé que te gustan las distopías, Marian, así como también sé que si una novela tarda en engancharte sueles abandonarla. Es cierto que a veces se pierden buenas lecturas por esa causa, pero no lo es menos que se gana tiempo para disfrutar de otras.
La novela no es solo que sea rara sino que a ratos es confusa, por eso me ha costado entrar en ella. Así la he sentido al menos al principio o puede ser que me hay ido haciendo a ella. En todo caso es una lectura que no me atrevo a recomendar.
Besos
¡Hola! Pues me has convencido totalmente, me la llevo a mis libros pendientes. Me da un poco de miedo por lo extraña que parece la novela, pero seguro que aún así la disfruto mucho. Que bien que no la abandonaras, porque parece ser de esas novelas que se te quedan dentro.
ResponderEliminar¡Un besito!
Cuesta entrar, pero al menos a mí me ha merecido el esfuerzo. Espero que te ocurra lo mismo.
EliminarBesos
Demasiada frialdad para mí en este momento. Esa hostilidad del frío del ambiente y de la frialdad de los personajes me da demasiado miedo y con la heroína por medio, aún se me hace más hostil. creo que esta la dejo pasar.
ResponderEliminarEstoy leyendo Sobre los huesos de los muertos dela premio Nobel Olga Tokarczuk. Allí también se habla de la destrucción de la Tierra por el clima y de cómo los animales se vengan de los que les hacen daño y la verdad es que la estoy disfrutando, pero creo que no es tan fría, hostil y descarnada como esta. ¿La has leído? ¿Crees que tienen algo que ver?
Un beso.
De Tokarczuk solo he leído Los errantes. Llevo desde entonces con ganas de leer algo más de ella porque tengo curiosidad por ver como se desenvuelve en el campo de la novela. Tengo fichadas tanto la que tú estás leyendo como Un lugar llamado antaño. No puedo comparar por tanto ambas novelas, pero, habiendo leído a sus respectivas autoras, casi me atrevo a aventurar que, más allá de tocar temas comunes, tanto en estilo como en desarrollo poco pueden tener que ver.
EliminarNo me gusta mucho recomendar libros, pues la lectura es algo muy personal y además ya somos todos lectores curtidos para intuir lo que nos puede gustar o no, como ya hemos comentado en otras ocasiones. Aun así, conociendo tus gustos, creo que tal vez esta novela no es para ti.
Besos
Ciertamente veo, leyendo tu reseña, que Hielo es una novela rara, rara. No conocía a la autora y me ha encantado saber por ti de su vida, sus adicciones, su muerte por infarto... La novela en sí no me atrae en exceso; la verdad es que las distopías no me van mucho. Quizás si la leyera optase como tú más por la vertiente interpretativa del biografiamo que por la del futurismo distópico. De todas formas me ha encantado leer tu comentario y los muy clarificadores subrayados de la novela que has puesto en la reseña.
ResponderEliminarAhora cuando voy a finalizar mi comentario veo que esa interpretación de que la novela se escribe bajo el momento de pánico mundial vivido por la crisis de los misiles de Cuba se asemeja en el miedo, la duda, el pánico, al momento actual de guerra en Europa. Ojalá que todo pase pronto
Un beso
En realidad, Juan Carlos, me decanto más por la distopía que por la interpretación biográfica.
EliminarMe atraen las novelas raras, no lo puedo evitar. Aventurarse en ellas es algo que puede salir muy bien o muy mal, o, en algunos casos, te encuentras con que te dan una de cal y otra de arena y no sabes si continuar con la lectura o abandonar. En este caso seguí y bien que me alegro de ello.
Yo no sabía de la autora hasta que Trotalibros rescató esta obra. Ahí fue que indagué un poco sobre Anna Kavan. Unida la curiosidad que me despertó el esbozo biográfico de la autora a la que ya me había despertado esta novela, no me quedaba otra que leerla.
Tampoco soy muy de distopías, pero de vez en cuando me animo con alguna. Creo que son una muy buena herramienta para criticar la realidad y hacer reflexionar sobre ella. En este caso es una distopía escrita en los años sesenta del pasado siglo. Toda obra es producto de su época, pero el ser humano es tan repetitivo que no he podido evitar al leer Hielo pensar en la situación presente.
Besos
¡Hoooola!
ResponderEliminarPues me llamaba ya de antes esta especie de distopía en la que poco a poco el planeta Tierra se va muriendo, pero ahora después de tu reseña me dejas todavía con ganas de más.
Que curioso que haya tantas lecturas en torno al libro. No sabía que la autora era drogadicta pero desde luego se pueden establecer analogías entre ese hielo de la novela y la heroína. Desde luego, cuantas más lecturas y más interpretaciones mejor, más rica la historia ^^
¡besotes!
Se pueden establecer y hay quien las ha hecho. Yo me inclino más por la distopía y el desastre climático, pero supongo que conociendo ciertos aspectos biográficos de la autora es inevitable no encontrar algún eco de ello en la novela. A mí me ha pasado, como digo, más releyendo algún fragmento que había subrayado que con la lectura en sí. Tal vez, por tanto, la interpretación biográfica tenga un gran componente sugestivo.
EliminarLa novela es más simbólica que otra cosa. La trama gira en torno a los tres personajes que menciono. El hielo y la inestabilidad es un telón de fondo, pero, eso sí, presente a lo largo de toda la novela.
Espero que te guste si la lees. Ya me contarás.
Besos
Hola Lorena, yo leí esta novela hace unos meses. Puedo decir que la leí pero que no entendí. A día de hoy y aunque lea tu reseña no sé lo que leí. No es una lectura fácil. Un abrazo
ResponderEliminarNo, no es una lectura fácil, Esther. Me costó entrar en ella y tal vez si la hubiera leído en otro momento incluso me hubiese quedado definitivamente fuera.
EliminarGracias por compartir tus impresiones.
Un abrazo
Esta novela me ha tentado desde que la sacó la editorial, pero leyendo las impresiones de otros lectores (que suelen casar conmigo en gustos lectores) me daban un feedback tan confuso y tan del tipo: «realmente no sé qué he leído», que me echaba para atrás el lanzarme, o al menos de momento... Nunca se sabe. Con tu reseña, se me confirma la idea de esa rareza que hay en ella, esa gran confusión que puede crear en el lector mientras la lee; aunque, con lo que más me quedo de lo que nos compartes es precisamente que tú has continuado y has hallado algo más grande de lo que en principio veías, que te ha merecido la pena pelearte con ella. Desde luego, te va la marcha, como señalas jajaja y en esta ocasión el no abandonarla ha sido certero para ti. Pues a ver si me animo en algún momento..., sea como sea, se aprecia que no es una lectura al uso y que esconde mucho dentro. Lo que mencionas del prólogo de José Carlos y de la nota del editor de Jan, ambos con puntos de vista diferentes, no me coge de sorpresa porque los escuché hablar sobre la novela y ya contaron esta discrepancia (interesante) que sostienen jeje; posible señal, como dices, de la riqueza de la obra. Un abrazo.
ResponderEliminarA mí también me llamó muchísimo la atención en cuanto supe de ella. Barruntaba que sería rara y vaya sí lo ha sido. También es confusa, especialmente porque te asaltan de repente escenas oníricas sin avisar. A medida que trascurre la lectura no sé si esto ocurre con menor frecuencia o si yo me voy haciendo a ello, pero me siento menos confusa, aunque no por ello la novela deja de ser rara. Es cierto que al final he conseguido sacar la lectura adelante y hacer mi propia interpretación de ella, aun siendo consciente de que se me habrán escapado cosillas. Creo que es una lectura muy simbólica. No me atrevo a recomendártela, pero, vamos, ni a ti ni a nadie. Lo mejor será que le hagas caso a tu intuición. Y sí, me reconozco muy kamikaze a veces en cuestión de lecturas, jeje. Fuera de ellas suelos ser mucho más cauta y menos valiente.
EliminarEs cierto que me ha sorprendido el contraste entre la opinión del prologuista y el editor, pero ha sido una sorpresa grata. No solo es indicativo de la riqueza de la obra, sino también de la riqueza de la edición.
Un abrazo