La hija del comunista - Aroa Moreno Durán

«La memoria es la facultad que permite retener y recordar hechos pasados: codificar, almacenar y recuperar. Se mueve en la inconsciencia, como una marea, dejando a la luz de la noche el fondo de arena de debajo del agua. El fondo del mar es como un cuerpo que se desarropa mientras duerme. Leí que existen dos tipos de memoria, la de las grandes cosas y la que recoge los detalles de lo que vivimos. Hay una electricidad entre emoción y memoria: cerebro, neuronas, flash. Una complejidad natural: a mayor emoción, más facilidad de que un suceso pueda ser recordado. La emoción es el filtro y es la marea. Es la revolución. La nitidez de la memoria está atada a la impresión que algo nos produce. A la vez, una catarata química se desencadena, un movimiento imparable y adictivo. Es el fin del juicio crítico».
Me gusta hablar de la historia grande y de las historias chiquitas: la historia grande como la historia con mayúsculas, esa que se cuenta en los libros de texto, la de los países, épocas, guerras y estados de paz; las historias chiquitas como las historias en minúscula, las pequeñas vidas de seres anónimos, esas que no forman parte de ningún currículo educativo, las que a menudo han sido apisonadas por esa otra historia grande, aquellas con las que debería escribirse la historia con h mayúscula. Leo el anterior párrafo de La hija del comunista, de Aroa Moreno Durán, y pienso si también habrá una memoria grande y otra chiquita: la grande para los acontecimientos que pasarán a formar parte de la historia con mayúscula, la de la rutina, el día a día, la de la historia y biografía familiar; la chiquita como ese fogonazo, esos momentos que erizan la piel, los que nos entusiasman, pellizcan o hielan el alma, esos que construyen nuestra historia íntima, una de tantas historias con minúsculas a las que la historia grande pasó por encima.

La hija del comunista es una novela trenzada con los recuerdos chiquitos de su protagonista y es una novela chiquita, no solo por su breve extensión sino por su concisión. Si se echa la vista atrás no se necesitan 365 páginas para contar un año de nuestras vidas, nos basta con las chispas, con nuestros recuerdos chiquitos, el resto lo sobreentiende el buen lector. Así lo entiende Aroa Moreno Durán y por eso su prosa es fresca y sencilla, sostenida sobre los detalles y no sobre los grandes hechos, cargada de sutileza y belleza. Así lo entiende su protagonista que nos va contando su vida, recuerdos chiquitos de niña, adolescente y mujer.
«Mi padre me puso Katia porque era un nombre ruso. Suena igual en ruso, en alemán y en español, le dijo a mi madre. Por si acaso».
A la Rusia comunista admiraba el padre de Katia. De España se había ido huyendo hace años. En Alemania nacieron Katia y su hermana, sus hijas; en la Alemania del Este en unos años en los que había que indicar el punto cardinal para distinguirla de la Alemania occidental, en unos años en los que un muro se alzaba dividiendo la ciudad de Katia.
«¿Has pensado en lo que significa estar aquí para siempre?»
Ahí está Katia, que nunca se ha preguntado lo que es estar ahí para siempre hasta que crece y comienza «a imaginar, a sentir el pulso de la tentación, la vida nueva, y, a la vez, el remordimiento».
«Y fue en ese par de minutos de estupor y letargo en que yo supe [...] que donde alguien se jugó la vida por una idea, por otra vida mejor o peor que la nuestra y por conocer la luz que asomaba por encima de nuestro muro, yo iba a correr también el riesgo, pero por el instinto más indeliberado».
La hija del comunista es una novela de iniciación, de remordimiento y culpa. Es historia de soledad y pena profunda. Es la historia de una equivocación «porque siempre había algo, adentro, en las entrañas, en el corazón, que me decía que yo ya había elegido, que yo aposté por esto desequilibrando toda mi vida y la vida de los que me querían. Y que este sería mi castigo. Vivir sin tierra. Como vivió mi madre».

La madre de Katia vivió sin España y Katia elige vivir sin Alemania del este repitiendo tal vez la historia de su madre por joven, por ignorante, porque su madre no hablaba de esas cosas, porque Katia aún no sabía leer entre líneas, reconocer en la tristeza de su madre las consecuencias de seguir ese instinto indeliberado y así, ambas apátridas, ambas inundadas por el sentimiento de orfandad y separadas por un muro.

Apátridas = sin patria. Patria significa país del padre. Nunca se me había ocurrido pensar en ese origen etimológico. Pienso ahora en el padre de Katia aunque de distinta manera a la que ella tantas veces lo pensó. Pienso ahora en papá Estado.

A Katia su padre le dijo una vez algo así como que la guerra más larga es la de los que huyen al exilio, la más larga y la que todavía no se ha terminado. Tras acabar su novela Aroa Moreno Durán me recuerda lo siguiente:
Veintisiete años después de la caída del de Berlín, existen en el mundo más de quince muros con los que se trata de impedir el flujo de personas de forma violenta.
Cuántas historias chiquitas separadas. Cuántas Katias. Cuántas minúsculas sin poder escribir en mayúscula.
«Alemania volvía a ser una sola. Pero nuestra bandera había desaparecido de la fiesta».
Aun así, hay muros más insalvables que los físicos, que los levantados entre naciones; más gélidos que la más fría de las guerras frías. Son los que levanta el resentimiento frente a personas a las que una vez amamos y a las que ahora culpamos de nuestra desgracia.

Comienzo a leer La hija del comunista saboreando la poesía de Aroa Moreno Durán, dejándome llevar por su agilidad. Sin embargo, a medida que avanzo por este libro chiquito que cuenta esta historia chiquita compuesta de recuerdos chiquitos, yo misma me vuelvo chiquita. Me encojo, me ovillo, me engullo, me quiero consolar y es a ella a quien quiero consolar porque su pena es mi pena; su dolor, mi dolor; su soledad, mi soledad; su silencio, mi silencio. Me encojo para arrullarte, Katia sin patria, sin familia y sin nadie que comparta tus recuerdos que ahora son los míos y así por fin alguien te abraza y somos hermanas en el dolor. Katia como ese «enjambre de tierras que [...] era, [...] hija de aquí, nacida allá, huida, oscura, mentira». Katia que ahora sí se pregunta:
«¿Has pensado en lo que significa estar aquí para siempre?» 
Y se responde en silencio:
«Pensé en lo que significaba la palabra nunca».
Río Morava desembocando en el Danubio, fotografía de Vladimír Tóth





Ficha del libro:
Título: La hija del comunista
Autora: Aroa Moreno Durán
Editorial: Caballo de Troya
Año de publicación: 2017
Nº de páginas: 192
ISBN: 978-84-15451-80-8
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Comentarios

  1. Tengo este libro pendiente hace mucho tiempo. Hasta lo había olvidado entre tantos como van llegando. Me parece preciosa la prosa de la autora en las citas que destacas y la historia también me resulta muy atractiva. No sé en donde leí la reseña hace un par de años que me hizo apuntarla, pero ahora creo que cae.
    Los que nunca hemos tenido problemas para vivir en nuestra tierra o en donde hemos querido, creo que no llegaremos nunca a comprender el drama de los que por obligación tienen que irse lejos y buscar lugares en los que sobrevivir. Aunque por lo que deduzco, esta novela es más que una historia de exilio.
    Yo he hablado bastante en mis entradas de esa Historia en la que se encuadran las historias. Es un juego que me gusta mucho; cómo las historias conforman la Historia, pero cómo la Historia determina las historias. Apasionante asunto.
    Un beso.

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    1. A mí también me gusta ese juego de historias e Historia y no es la primera vez que recurro a él. Al final son esas historias pequeñas y anónimas las que nos ayudan a comprender las consecuencias de los hechos que construyen la Historia y la importancia de no repetir siempre los mismos errores. El tema del desarraigo siempre me atrae y me interesa. Un drama que desgraciadamente no deja de darse con frecuencia. No quiero ni pensar en ese sentimiento de escisión y como de orfandad que debe invadir a tantas personas obligadas a vivir lejos de su tierra y familia.

      La prosa de Aroa Moreno Durán es sencilla y poética, lo que hace que su libro se lea solo y también que poco a poco y sin darnos cuenta nos encontremos cargando con toda la mochila de su protagonista. En ese sentido, y salvando las distancias pues creo que es difícil de igualar, la conexión que he sentido con Katia me ha recordado un poco a la que sentí con la Amaia de Mejor la ausencia. En todo caso, esta novela es sin duda una pequeña gran historia.

      Besos

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  2. Uys, pues tampoco me había parado nunca a pensar en el origen etimológico de la palabra patria. Curioso. De nuevo me presentas una novela que no conocía y la que voy a tener que hacerle hueco. Me gusta la historia que trata y esas reflexiones a las que lleva. Aunque creo que va a ser una lectura un poco dura.
    Besotes!!!

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    1. A mí tampoco me había dado nunca por pensar en ese significado. Y es muy significativo también los motivos por los que Katia y su madre abandonan sus respectivas patrias, así como el papel patriarcal que muchas veces tienen los estados.

      Katia termina cargando con mucho dolor y Aroa Moreno Durán consigue trasladar ese dolor al lector. En ese sentido la lectura puede volverse dura pero igualmente se disfruta mucho de la prosa de la autora y de la experiencia que aporta la lectura.

      Besos

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  3. Hola Lorena... Llegué aquí en una hermosa sincronía ayudada por el Gran Hermano Google que todo lo conecta (ouch). Trabajo en un jardín comunitario y popular de primera infancia y hoy, con el equipo de educadorxs estuvimos planificando la actividad que haremos para conmemorar el 24 de marzo (aniversario de 44 años de la más nefasta dictadura cívico militar que hubo en Argentina)...
    Hablamos de "historias grandes" e "historias chiquitas". Entonces me quedé pensando y al googlear esas palabras... llegué a esta hermosa reseña, ¡que justo subiste hoy!
    Gracias por la bella coincidencia <3 Si no te molesta usaremos algunos extractos de tu reseña para compartir con las familias del jardín.
    Abrazo grande!

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    1. Hola. No sabes lo feliz que me ha hecho tu comentario. Me encantan estas casualidades. Es como si hubiera un hilo invisible que nos conectara a todos y en algunos momentos, como este, sintiéramos un tirón que nos hace ser consciente de ello.

      Será un honor que utilicéis algún extracto de mi reseña en vuestro acto conmemorativo. Espero que vuestra actividad sea enriquecedora para todos vosotros.

      Un abrazo

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  4. ¡Hola! Tienes razón, hay tantos muros por ahí insalvables... Leyéndote no me extraña que hayas tenido ganas de consolar a Katia, de arrullarla. Me gusta lo que cuentas sobre esta novela, pero sobre todo me gusta como lo cuentas. Y si encima la prosa de la autora es poética (de esas que yo imagino como musical) pues la anoto, que ya la he visto por la biblio rulando de mano en mano
    Besos

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    1. Aroa Moreno Durán ha conseguido que empatice muchísimo con su protagonista. Dale una oportunidad ya que la tienes tan a mano. Creo que te gustará.

      Besos

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  5. Tienes razón, el muro más infranqueable es el resentimiento. Y es además un muro difícil de derribar, sobre todo cuando la herida es profunda y en esto supongo que muchos podemos hablar por experiencia personal. La relación entre padres e hijos también es complicada cuando en medio hay un trauma. Desde luego, esta novela toca temas interesantes, me agrada su enfoque y esa idea de memoria emocional. Como se aproxima mucho tiempo para leer, habrá que tenerla en cuenta.
    Un abrazo.

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    1. Además, nosotros mismo nos encargamos muchas veces de alimentar ese resentimiento. Es como si necesitáramos un chivo expiatorio.

      La novela es corta y de lectura ágil. Seguro que te es fácil colarla ahora que como bien dices se avecina tiempo para leer. A mí, víctima laboral del coronavirus por despido, ni siquiera el hecho de tener más tiempo para leer me consuela.

      Un abrazo

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  6. Así es, la historia es un edificio construido ladrillo a ladrillo (las historias chiquitas), pero el edificio, como una totalidad, acapara nuestra atención y apenas reparamos en los ladrillos que, uno a uno, forman el bloque.
    Los muros mentales son los más duraderos, los más difíciles de romper. Veo que la novela se adentra en un período histórico significativo, de esos que tendrían que servir para no repetir errores, pero pretender algo así es una quimera, va en nuestra naturaleza.

    Un abrazo, Lorena, y ojalá las cosas se arreglen laboralmente para ti, amiga.

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    1. Ojalá. De momento creo que toca quedarse en casa y paciencia a la espera de que todo se normalice.

      Una quimera y una utopía. Libros como este no solo sirve para disfrutarlos sino también para concienciarnos.

      Un abrazo

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  7. Yo por ahora lo dejo pasar... pese a que sea una obra breve, pero estoy saturado >.<
    ¡Un abrazo!

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    1. En ese caso me alegro de no contribuir a aumentar más aún tu lista de pendientes ;)
      Un abrazo

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  8. Hola Lorena, me gustaría hacerte una pregunta pues estoy haciendo un trabajo sobre esta novela.
    ¿ Qué explicación le darías al título? Es decir, cómo interpretas tu ese título y por qué es relevante.

    Un saludo.

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    1. El padre de Katia, la protagonista, era comunista, por eso huyó de España. Katia, con su huida de Alemania del este hacia la Alemania occidental, no solo renuncia a su padre sino al resto de su familia, a compartir sus recuerdos, a un modo de vivir. Como indico en la reseña, patria deriva etimológicamente de pater, es decir, padre. Katia renuncia a su patria con su huida. En mi opinión, el dolor que siente un apátrida puede considerarse equivalente a una especie de orfandad. De cualquier modo, la mejor explicación que puedes darle al título de esta novela es la interpretación que tú misma le des tras su lectura.
      Un saludo

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