Río revuelto - Joan Didion
Ayer Facebook me recordó un pequeño fragmento de la obrita Pushkin y Pugachov escrita por Marina Tsvietáieva que compartí hace tres años en mi perfil de esa red social. Cuando digo ayer me refiero al día anterior al hoy en que escribo esta reseña, que no es el hoy en que la publico ni el diferente hoy en el que cada uno de vosotros la estáis leyendo. Para ser más concreta ese ayer es el día 1 del estado de alarma que se ha decretado en nuestro país. Y no es que tenga mucha importancia cuando haya sido ese ayer y ese hoy para lo que os vengo a contar, es solo que estoy pensando que, tal vez, pronto se empiece a hablar de dos eras muy diferenciadas: la anterior y la posterior al COVID-19.
No, no es del coronavirus de marras de lo que os vengo a hablar y supongo que alguno de vosotros agradecerá un espacio libre de virus y contagio tanto vírico como informativo, un pequeño oasis en la era aún no posterior que nos recuerde a la anterior. De lo que vengo a hablaros es de ríos, de libros y de vida. Y sí, poco o nada tienen que ver Pushkin, su Pugachov, mi Marina Tsvietáieva y la fría Rusia de todos ellos con Joan Didion, su Lily y su Everett y la cálida California de estos tres. Pero Lily y Everett, sus familias y vecinos habitan en un valle en torno a un río, la novela de Joan Didion que hoy os traigo lleva por título Río revuelto y la cita que me recuerda Facebook de Pushkin y Pugachov dice así:
«Hay libros tan vivos que temes que cambien antes de haber tenido tiempo de terminar de leerlos, al igual que un río cambia; viven mientras tú también vives, al igual que un río pasa y se va. Nadie ha entrado dos veces en el mismo río. ¿Habrá entrado alguien dos veces en el mismo libro?».
El mundo ha cambiado mientras leía este libro. Mi mundo ha cambiado (alguno de vosotros ya sabéis que además de en casa me he quedado sin trabajo). La lectura de esta novela, sin embargo, ha permanecido aparentemente estanca. Aparentemente, hay que subrayarlo, porque su parálisis es artificiosa. Su corriente es apenas imperceptible, destellos dorados del implacable sol californiano sobre su superficie; pero sus frases son torbellinos, remolinos que nos arrastran hacia nuestro epicentro y amenazan con hundirnos. Esas frases: frases-río. Nadie ha entrado dos veces en el mismo río. Nadie entra dos veces en el mismo libro (te contesto, Marina Tsvietáieva). Nadie entra dos veces en la misma frase de Joan Didion («Cuando sabes que sabes algo de ti mismo, pero que no lo sabías entonces»). Cito a Didion entre paréntesis como homenaje a la autora porque el contenido entre sus paréntesis es maravilloso: remolinos bajo la falsa superficie.
No sé por dónde empezar. Debería empezar por el principio, obviamente, pero no sé cuál es ese principio. No sé qué hago estrenándome con Joan Didion explorando una de sus facetas menos conocidas, la de novelista, cuando siempre he querido leer El año del pensamiento mágico, cuando no hace demasiado me fijé en sus Noches azules (no importa, cuando estéis leyendo esto probablemente ya me haya adentrado en otra lectura de duelo y pérdida pero escrita por otra autora). Pero la vida es río de corriente inesperada y caprichosa y heme aquí leyendo la primera novela de la escritora californiana, una primera novela con olor a gran clásico de la literatura estadounidense del siglo XX, una primera novela con olor a gran adaptación cinematográfica de esas que hacen olvidar el libro en el que se basan.
Joan Didion empieza por el final y es natural que así sea porque todo final se ha comenzado a escribir en su comienzo, porque «¿acaso había en la vida de alguien un momento fuera del tiempo despojado de memoria, un momento en el que la elección fuera otra cosa que la suma de todas las elecciones ya pasadas?» Joan Didion comienza con un disparo y termina con otro apenas separados en el tiempo («él había estado cargando el arma para pegarle un tiro a la furia sin nombre que lo perseguía desde hacía diez o veinte años. Lo único que había sucedido ahora era que el espectro había adoptado un nombre, y ese nombre era Ryder Channing») y, entre medias, toda una vida (todo un río de miserias).
Toda un vida que trascurre entre 1938, año en el que (no, no se conocen porque ya se conocen de toda la vida pero sí, si se conocen porque es entonces cuando se dejan arrastrar por lo inevitable (lo inevitable porque nadie que se deja llevar por un río hace nada por evitar su deriva)) una jovencísima Lily y un joven Everett se casan, y 1959, año de ese verano en el que suenan los disparos («Lo único real había sido el disparo y todavía podía oírlo, retumbando reverberante por todos los anteriores, recorriendo el territorio oscuro que separaba los juegos a los que habían jugado de niños y a los que jugaba ahora, la niña que había sido y aquello que era ahora, sentada en la silla de petit point y consciente de que Everett no iba a permitirle que arreglara la situación»).
A Lily no se le da bien la gente, ni el día a día, «toda su vida con Everett era una improvisación que dependía de una serie de apuntes que un día ella no conseguiría oír, de una serie de papeles de los que iba a olvidarse en cualquier momento». «No estaba segura de que su relación fuera a ir bien, ni aunque pudieran volver a aquella mañana en el río y empezar de nuevo; como no sabía exactamente qué iba mal, era inevitable que la segunda vez saliera también mal». Everett es un hombre que aspira a la tranquilidad, algo que no le diferencia tanto de ninguno de nosotros ni de ninguno del resto de personajes de esta novela si no fuera porque él aspira a la tranquilidad por encima de todas las cosas (el río apacible es falso, Everett. Los remolinos están ahí por más que te niegues a adentrarte en ellos. «La vida ideal», tal como la ve tu suegra, «se caracterizaba por estar siempre tirando por la borda los desechos que uno iba acumulando» pero en la vida real los desechos se pegan a uno y tornan nuestro río nauseabundo).
Hop with sunlight, fotografía de Annemieke Cloosterman |
Me pregunto qué es lo que impele a algunas personas a casarse a una edad tan temprana, cuando aún no se sabe lo que se quiere de la vida (si es que alguna vez llega a saberse). Lily discute una vez con su cuñada sobre el matrimonio, sobre si debe estar motivado por el amor. Comenta algo sobre que basta con que una de las dos personas decida cuidar de la otra y tras pensarlo admite para sí misma que es cuestión de asumir un compromiso. Martha, la hermana de Everett, concluye: «¿Quién ha amado a nadie durante más de dos semanas? Salvo a tu propia familia. O quizá a alguien con quien ya has vivido durante años y años, no estoy segura».
Me quedo pensando en ese amor de dos semanas y en ese otro que surge al cabo de la convivencia de años y años. Tal vez Lily también pensara en ello («Te conozco y tú me conoces y nadie más nos conoce») Tal vez Lily también pensara en ello y en ella y en Everett a pesar de que «ahora le daba la impresión de que ambos estaban condenados a representarla todos los días de sus vidas, hurgando en sus recuerdos en busca de nuevos reproches, atesorando los antiguos, nutriendo los tallos imperecederos de su resentimiento con el alcohol y con la adrenalina inagotable que generaba lo que ella suponía que era (al menos no conocía otro nombre con que llamarlo) amor».
Joan Didion firma una brillante novela de prosa pulida e impecable. Sus personajes (ríos de aguas oscuras) son complejos y poliédricos y no me duelen prendas reconocer que no he conseguido abarcarlos ni comprenderlos en su totalidad. La opresiva ambientación es magnífica, verano tórrido e irrespirable y río contenido azotando un dique siempre a punto de resquebrajarse. Y la California de la época es un personaje más, esa California de ranchos, de pioneros conquistadores de los que proceden las familias de Lily y Everett; esa California de estirpe rancia y en decadencia que pronto quedará sepultada bajo las nuevas construcciones inmobiliarias; esa California que se resiste a que su legado desaparezca tras años y años erosionando riberas, marcando el cauce por el que corre el río que era la vida de esos californianos, el río que es este libro, el río en el que he entrado y en el que estoy segura de que, si alguna otra vez me vuelvo adentrar, ya no será el mismo río porque el río que es mi vida también habrá cambiado.
«Ella, su madre, Everett, Martha, la galería familiar entera: llevaban la misma sangre, heredada de una docena de generaciones de clérigos ambulantes, sheriffs de condado, guerreros indios, abogados rurales, lectores de la Biblia, un senador desconocido procedente de un estado de la frontera de mucho tiempo atrás; doscientos años de talar bosques en Virginia, Kentacky y Tennessee y luego la fuga, el vacío al que habían entregado sus baúles de palisandro y sus cepillos de plata; el corte con el pasado que tenía que haberlos redimido a todos. Había sido una gente particular, cuyos defectos particulares se habían pasado años esperándolos, invisible, insospechados, vislumbrados turbiamente sólo por un individuo o dos de cada generación, por una esposa cuyos ojos perplejos no querían mirar hacia Eldorado sino hacia el cornejo de su madre, por un chico de dieciséis años que a los dieciséis años ya era el mejor tirador del condado y que cuando no le había quedado nada más a lo que disparar había salido un día con el caballo y le había pegado un tiro a su hermano, por accidente. Por encima de todo había sido una historia de accidentes: de seguir adelante con la vida y de accidentes. ¿Qué quieres, pues?, le había preguntado esta noche a Everett. Era una pregunta que les podría haber hecho a todos ellos».
Jetty, fotografía de Benjamin Horn |
Ficha del libro:
Título: Río revuelto
Autora: Joan Didion
Traductor: Javier Calvo
Editorial: Gatopardo
Año de publicación: 2019
Nº de páginas: 320
ISBN: 978-84-946425-9-3
Comienza a leer aquí
Si te ha gustado...
¿Compartes?
↓
¡Hola Lorena! Siento mucho lo de tu trabajo. Estamos viviendo algo que nunca hubiéramos pensado que podía ocurrir y es verdad que pasará..., seguro, pero también es verdad que este maldito virus se habrá llevado mucho de lo mas importante de nuestras vidas. Pero bueno, hay que tener paciencia y ser optimista.
ResponderEliminarA mi me ha pasado como a ti con este libro, que todo cambió mientras leía Tierra de Eloy Moreno, una lectura que además es curioso que tiene mucho que ver con todo lo que está ocurriendo.
No conozco a Didion, bueno sí le conozco pero no le he leído nunca. Como me gusta este párrafo!!: "hay libros tan vivos que temes que cambien antes de haber tenido tiempo de terminar de leerlos, al igual que un río cambia; viven mientras tú también vives, al igual que un río pasa y se va. Nadie ha entrado dos veces en el mismo río. ¿Habrá entrado alguien dos veces en el mismo libro?".
Creo que nunca he leído un libro por segunda vez, ganas de hacerlo a veces no me han faltado con algunos de mis preferidos, pero al final hay tanto nuevo por descubrir..., pero estoy convencida de que ningún libro nos parecerá igual cuando lo leemos por segunda vez, seguro que siempre se descubren cosas nuevas que la primera no nos llamaron la atención o se nos pasó desapercibido
Desde mi confinamiento ¡te mando un beso, un fuerte abrazo y mucho ánimo!
Paciencia es lo que toca, Marian. Y ojalá más cordura y sensatez. No quiero incidir de todas formas demasiado en mi caso particular (aunque desgraciadamente no soy la única en este país despedida sin ERTE por esta situación) pues pienso que ahora mismo la prioridad debe ser sanitaria.
EliminarNos ha pillado creo que a todos un poco desprevenidos, ¿verdad? No nos lo queríamos creer mucho y luego ha sido todo como muy rápido. Ha sido una situación extraña.
Yo tampoco soy muy dada a las relecturas. He releído algún libro al que pienso no le saqué el partido debido en su momento por falta de madurez. Esas lecturas especiales que cada lector tenemos, sin embargo, no me atrevo a releerlas. Ya sabes, nadie entra dos veces en el mismo río y yo temo que en una segunda lectura se pierda la magia del primer encuentro.
Marina Tsvietáieva tiene citas maravillosas. Ella es río, es mar y es todo.
Gracias por tus buenos deseos. Un abrazo fuerte también para ti y ánimo con el confinamiento.
Pues tienes razón y Everett recuerda mucho, al menos en esa ansia de tranquilidad y previsibilidad, al Omar de "Aquella tarde dorada". La época y el lugar me recuerda al valle de Salinas de mi adorada novela "Al este del edén"; esa California de los años treinta y antes, a la que llegaban los desheredados de todo el país huyendo de la Gran Depresión (mi admirada "Las uvas de la ira"); es California en la que años después se alistaban para la Guerra y volvían (si volvían) de aquella manera.
ResponderEliminarYa te dije en Tarro-Libros que esta era una de las mías. Tras leer tu reseña, adelanta mucho en mi lista. casi lo adelanta todo.
Gracias por tan magníficas reflexiones. ¿Tres años ya desde Marina? Increíble.
Un beso.
Reconozco que ha sido una reflexión de Martha (por cierto un personaje también magnífico) el que me ayudó a ver a Everett así. Como digo en la reseña no he conseguido comprender a los personajes en su totalidad y tal vez eso ha hecho que en ocasiones sintiera esta lectura un poco distante. A pesar de ello creo que es una novela magnífica y, efectivamente, muy de las tuyas.
EliminarCuatro años desde que descubrí a Marina y fue el siguiente, el 2017, el que le dediqué para la iniciativa Adopta una autora. El tiempo vuela.
Besos
Vaya novelón nos has traído. Para dejarse arrastrar por ese torrente y olvidarse de todo. Me pasa con aquellas historias donde los personajes, por su complejidad y matices, te atrapan. Lo añadiré a mi lista, además tengo seguro que toda esa pila de mi estantería caerá esta vez, jaja. Así que tendré que renovarla y resarcir a mi librera.
ResponderEliminarMucho ánimo Lorena, como en la historia del anillo del rey "todo esto pasará".
Un abrazo.
Perdón, es "esto también pasará"- Tengo la oficina, el colegio y el instituto en casa, no doy más de si. ; )
EliminarDoy por hecho que no te da tiempo a aburrirte en tu confinamiento ;) Va a ser una etapa interesante de la que todos aprenderemos de nosotros mismos y de los que tenemos más cerca.
EliminarPues sí, me ha parecido todo un novelón. A veces cuando me encuentro ante lecturas tan potentes como esta no me importa mucho quedarme con esa sensación de no haber sido capaz de alcanzarlas completamente. Hasta lo agradezco. Recodos ocultos del río que tal vez algún día dejen de ser inexplorables para mí.
Un abrazo
Siento lo de tu trabajo. Espero que cuanto todo esto pase, puedas recuperarlo. Aunque todavía vamos a tener que esperar. En fin... Sobre el libro, ya lo conocía, pero tu reseña es la que me ha descubierto que es una auténtica joya que no tengo ni debo dejarlo pasar.
ResponderEliminarBesotes!!!
Gracias, Margari. Creo que va a estar complicado y me temo que me tocará volver a empezar como de cero cuando pase todo esto. De todas formas ahora mismo hay cosas más importantes como evitar que se siga expandiendo este virus que enferma y mata y que va a dejar muy tocado nuestro sistema sanitario.
EliminarMe alegra haberte dado un empujoncito para animarte a leer esta novela. Espero que te guste si así lo haces.
Besos
Lorena, lamento muchísimo que te hayas quedado sin trabajo. Ojalá todos los problemas -los generales del país/mundo y los tuyos laborales- se solucionen lo antes posible.
ResponderEliminarA Joan Didion la conozco solo de nombre pero no he leído nada de ella. Tras leer esta muy buena reseña tuya sobre esta escritora americana creo que voy a leerla. No sé cuando pero la leeré porque si tú dices de una lectura que es una brillante novela yo sé que es una verdad absoluta que hay que seguir ya que nunca me equivoco cuando te hago caso.
Besos virtuales (por el coronavirus, ja, ja...)
Otra vez me equivoqué por utilizar la tableta de mi mujer. Mary Luz en este caso soy yo, Juan Carlos ("El blog de Juan Carlos ")
EliminarOjalá sea así y pase pronto toda esta situación, aunque creo que nos quedan por delante meses muy duros.
EliminarA mí me ha parecido brillante a pesar de que hay matices en los personajes que se me han escapado, pero tampoco soy infalible ;) En todo caso espero que te guste si la lees.
La blogosfera es uno de los últimos reductos en los que podemos seguir besándonos y abrazándonos como si nada, así que besos sin el maldito bicho para ti también.
Esas novelas que ilustran la transición entre dos épocas, que la muestran perceptible, entre ese mundo tradicional y algo rancio que se resiste a claudicar, y los nuevos tiempos que terminan imponiéndose suelen tener mucha sustancia, así como sus personajes cuando todo está bajo la mirada de un gran escritor, en este caso escritora, Joan Didion. Y si no has podido abarcar toda la dimensión de algunos personajes es porque Didion los trasladó a la novela tal cual es la vida, con toda su complejidad, una complejidad que está formada con "apatentes" simplicidades. Es algo que a mí también me ha ocurrido con otros personajes.
ResponderEliminarHe disfrutado leyéndote, Lorena.
Abrazo, salud y ánimos!
Disfruto a veces también de esas complejidades y esa incapacidad de alcanzarlo todo en una novela, pues es indicativo de que aún me quedan cosas por aprender, por vivir y por experimentar.
EliminarUn abrazo, Paco
Me aúno al coro de voces que lamentan tu cese. Creo, como tú, que todo esto llevará tiempo arreglarlo. Tengamos paciencia y no perdamos las esperanzas. Por aquí también ha comenzado el paro, pero viéndoos a vosotros, el gobierno ha tomado medidas mucho más rápido.
ResponderEliminarHabía tomado nota y obtuve una versión digital de este libro. Aún no me he estrenado con Didion, aunque imagino que lo haré con 'El año del pensamiento mágico'.
Despierta mi curiosidad la construcción de esos personajes; parece que cabalgan el cambio entre posturas totalmente opuestas, por lo que nos cuentas. Tarde o temprano, lo leeré.
Gracias por tu reseña, tan elaborada como acostumbras.
Un abrazo, y fuerza desde aquí!
Esto va a ser un desastre tanto sanitario como económico. Me alegra mucho saber que nuestra experiencia está sirviendo para que otros países os hayáis adelantado tomando medidas y así sea menor para vosotros la repercusión de esta pandemia.
EliminarLlevo años teniendo en mente leer El año del pensamiento mágico. Al final, a saber por qué, terminé leyendo esta otra novela.
Un abrazo y mucha fuerza también para vosotros.