La hija - Anna Giurickovic
«A los hijos siempre acabas haciéndoles daño, por lo tanto, debes esperar que te lo devuelvan con creces». Esta frase de la novela que protagoniza la entrada anterior a esta, Ataduras de Domenico Starnone, me ha estado persiguiendo durante toda la lectura de La hija y sigue haciéndolo tras voltear su última página. Aún pienso en el daño que se le infligió a Maria desde el momento en que su infancia dejó de ser tierna. Aún pienso en lo irreparable de ese daño.
«Papá le explica a una pareja francesa el sacrificio de Abraham. Es un hombre corpulento, alto, guapo. Maria se da cuenta de que, al pasar, la gente lo mira con respeto y busca su atención. Sabe que es un hombre importante, un diplomático que trabaja en la embajada italiana de Marruecos. Le gustaría arrancarle un rizo naranja de la cabeza y guardarlo en una cajita para poder decir: «Éste es mi papá.»
-«Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada. Porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único hijo.»
Maria está absorta en sus pensamientos. Es la única hija de su padre, y si un día él la atase y la pusiese sobre un altar con leña al lado, ella no se sorprendería. Se imagina que él lo haría mirándola fijamente con sus ojos negros y severos, a través de sus pestañas naranja, que siempre tiene ganas y miedo de tocar. Pensaría que, si papá lo hace, está bien. Le gusta escuchar su voz mientras va de la mano con mamá: se siente protegida. Él tiene una voz profunda, sin ningún asomo de duda».
Maria no es la protagonista de esta novela, pese a lo que pueda parecer. Para mí, la auténtica protagonista es su madre, Silvia. Es a ella a quien acompaño. Son sus pensamientos los que escucho. Es a través de sus ojos que observo. Es a ella a quien siento y comprendo.
«Espero su llamada, y me doy cuenta de que mi estado de ánimo depende de un gesto suyo. Me asusto y me siento aturdida; ¿de verdad puedo permitirme no ser dueña de mí misma? Por momentos, noto que me hundo en la estúpida confianza humana; otras veces, en cambio, percibo la aridez de mi corazón, en el que no crece nada».
A Maria también la siento; es inevitable no hacerlo. Siento su confusión, su desconcierto, su grito mudo, su comportamiento extraño, su rebeldía. Siento su confianza ciega quebrada. Siento lo irreparable y lo irrecuperable en ella.
«Su mirada es inmensa, lo abarca todo y es inabarcable, porque es inocente».
¿Hasta dónde llega la inocencia de quien dejó tan joven de ser inocente, de quien brindó inocentemente esa inocencia y se encontró abruptamente despojada de ella?
Hay algo en Maria que no alcanzo, que no consigo asir, algo así como cuando su padre, Giorgio, mantenía ese lado misterioso, eso que su esposa Silvia no llegaba a descifrar pero que contribuía en cambio a mantener su estado de enamorada. Pero no, no soy justa comparando a Maria con Giorgio.
«¿Tú sabes lo que significa tener un secreto grande y terrible?»
La trama de La hija sucede tan solo en un día. Atrás han dejado el Marruecos en el que el padre fuera diplomático y en el que la infancia de la hija perdiera el calificativo de tierna. Silvia y Maria necesitan volver a empezar y para ello regresan a Roma. Han trascurrido varios años, Maria se adentra en la adolescencia y Silvia descubre asombrada que es capaz de volver a enamorarse. La relación entre ellas es compleja, siempre lo ha sido, por más que Silvia se esfuerce en reparar lo irreparable.
«Era ella quien destruía la idea de familia ideal que yo tenía. Era ella quien me recordaba cada día hasta qué punto yo era una fracasada. Ella, que con su furia quería obligarme a ver. Y yo no veía nada. Era ella la que debía cambiar, no yo ni mi marido, que nos amábamos desde hacía una vida. Giorgio, no obstante, fue a acostarla, le leyó algunos cuentos para que se durmiera. Cuando volvió a la cama, me consoló como de costumbre. Me sostenía la cabeza, acariciándome igual que a una niña, y yo me dejaba llevar aún más, convencida de que él era mi refugio».
Leo la anterior cita, vuelvo a la primera que he dejado en esta entrada y pienso en la madre y la hija buscando protección en un hombre que ni siquiera era capaz de protegerse de sí mismo. Vuelvo y pienso en su pasado como vuelve y piensa Silvia que vive en ese pasado por más que procure aferrarse al presente, como vuelve y piensa en él ese día en que transcurre esta novela, ese día en que Antonio, el hombre que la ha hecho volver a pensar que un futuro es posible, está invitado a comer para conocer a Maria.
Maria está contenta y se muestra encantadora. Silvia desearía verla siempre así y se siente esperanzada. Pronto comprende en cambio que todo ha sido un espejismo que se ha disipado y asiste incrédula y atónita al espectáculo de seducción que su hija orquesta en torno a Antonio.
«Maria me observa con aire casi ofendido. Antonio tiene los labios apretados, como si retuviese un insulto entre los dientes. Mira a mi hija y su rostro se suaviza. Se comunican en silencio: ella alza de forma casi imperceptible una ceja y niega con la cabeza, él esboza una breve sonrisa. El lenguaje de sus cuerpos expresa una complicidad que me resulta incomprensible. Tengo la sensación de estar excluida, como si los observara desde lo alto, desde la mirilla de una puerta, desde el balcón de enfrente».
The Tiber at Sunset, Roma. Fotografía de Jay Bergesen |
Maria está espléndida en su papel de Lolita, de La Cigale de Jules Lefebvre, como la calificará Antonio. Silvia nos lo da todo como mujer, madre y personaje. Pero si hay un nombre que tengo que apuntar, subrayar y proclamar a los cuatro vientos ese es el de Anna Giurickovic.
El primer y breve capítulo que nos brinda la italiana es un diamante pulido dentro de esa joyita que es esta novela. No solo asistimos en él al asalto a la inocencia de Maria sino también al gran descubrimiento de una escritora impecable. Me ocurrió algo parecido a cuando comencé a leer Karl y Anna de Leonhard Frank: esa sensación certera que se desprende de la construcción de las frases, de la elección de las palabras, de estar todo en su lugar y estar en ese lugar por algo, que hace que salte la alarma que detecta que estamos ante un escritor solvente que, nos lleve por dónde nos lleve, no nos va a defraudar.
Giurickovic no me defrauda. Me trae los aromas de las calles de Rabat, la llegada del verano a Roma, la sensualidad del cuerpo de una niña y de la mujer incipiente que emerge de ella. Cuando releo algún fragmento de su novela tras concluirla, estos cobran un nuevo significado a mi entendimiento. Lo que antes era desarrollo de la trama ahora me abre nuevos caminos que explorar.
«Islam quiere decir «sumisión» y deriva de una palabra que significa «paz». Sumisión total a la voluntad de Dios».
¿A quién elegimos como Dios al que someter nuestra voluntad? ¿A quién procuramos comprar nuestra paz sin sospechar que la estamos vendiendo?
La hija es una magistral novela sobre los límites difusos de la culpa, sobre la función protectora de los padres, sobre la necesidad de protección, atención y amor que todos sufrimos. No hay en ella blanco y negro, tampoco soluciones mágicas. Las luces y las sombras de cada personaje se dan la mano como lo hacen las palabras en la narrativa certera de Anna Giurickovic.
«Quiero volver a metérmelo aquí dentro -susurró casi riendo, acariciándose el vientre-, que entre otra vez aquí, de donde vino».
El final es un portazo, literal y figurativamente. Así lo siento, como un golpe de efecto brillante.
Aún sigo pensando en la frase de Domenico Starnone. Pienso ahora en su segunda parte, en el daño que devuelven los hijos a los padres y en la posibilidad de que lo hagan con creces. Y sigo, por más que pienso en ello, sin saber si Maria pretendía vengarse de su madre o si, tal vez, como si volviese a ser una niña pequeña, tan solo pretendiera egoistamente mantenerla a su lado exclusivamente para ella. Tampoco sé si el portazo ha sembrado la misma duda en otros lectores. De lo que sí estoy segura es de que mi incertidumbre hace para mí aún más enorme esta pequeña gran novela.
«En el fondo, pensaba, el amor es capaz de reparar cualquier cosa».
«Sólo deseo poder echarle la culpa a alguien, ser joven y guapa, tenerlo todo por aprender y no haberme equivocado todavía en nada».
Título: La hija
Autora: Anna Giuickovic
Traductora: Irene Oliva Luque
Editorial: Salamandra
Año de publicación: 2019
Nº de páginas: 192
ISBN: 978-84-9838-935-7
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Autora: Anna Giuickovic
Traductora: Irene Oliva Luque
Editorial: Salamandra
Año de publicación: 2019
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Los párrafos que has seleccionados son de una prosa exquisita y por lo que veo también se trata de una autora muy joven. Hay ambigüedades y zonas de sombra en esa relación madre-hija, todo esos secretos y reproches. Quizá no tenga nada que ver, pero me viene a la mente Expiación de Ian McEwan.
ResponderEliminarPones mucha intriga al referirte al final, conviertes su lectura casi en obligación, jaja. Al menos a mí me has convencido.
Un abrazo.
No he leído Expiación. Sí he visto la película, de la que la primera parte me pareció soberbia. Creo intuir por dónde va tu asociación. Y sí, pero también hay algo más en esta novela. No he contado qué es lo que truncó la infancia de Maria. Bien podría haberlo hecho pues se sabe desde el primer capítulo. No sé si de mi reseña se desprende pues lo he querido contar sin contar.
EliminarAnna Giuickovic es asombrosa. Exquisita e impecable. Y efectivamente sorprende su marudez como escritora teniendo en cuenta su juventud.
No es una novela de intriga, evidentemente, ni tampoco lo es su final. Pero el efecto que causa, al menos el que ha causado en mí, me ha parecido brillante.
Me ha parecido todo un descubrimiento tanto libro como autora. No lo dejes pasar si tienes ocasión.
Un abrazo
Estoy de acuerdo con Gerardo en la belleza de los párrafos escogidos y enq ue haces la lectura casi obligada, pero yo ya me sentía obligada a ello antes de que aludieras al final, me sentía obligada desde el principio, desde el título y desde la referencia a "Ataduras" que ya se ha colado en la lista de pendientes por delante de unos cuantos y que leeré en breve.
ResponderEliminarA las relaciones materno filiales que me atraen muchísimo, se añade en esta ocasión el padre y la relación de la pareja. Como tú dices, es un libro que lleva mi nombre.
Un beso.
No me gusta recomendar libros pues la lectura es algo muy personal. Pero en este caso, te digo como a Gerardo, no lo dejes pasar si tienes ocasión.
EliminarEs completamente diferente a Ataduras. La frase que menciono de esa novela me dio de pensar cuando la leí, y, al tenerla tan reciente, con esta lectura su significado se ha redimensionado.
La prosa de Giurickovic es excelente. Ni le sobra ni le falta nada. Lo dicho, no la dejes pasar.
Besos
Como siempre (aunque otras veces sea de forma implícita), una recomendación acertadísima. He leído "La hija" embrujada por la dura historia que cuenta y por las terribles circunstancias que dejan a esa madre y esa hija con una relación basada en la culpa.
EliminarUna preciosa novela.
Y, por cierto, el final no me parece confuso. No creo que Maria quiera vengarse de su madre, creo que solo quiere salvarla de un nuevo peligro que la acecha, poniéndolo ante sus ojos. Creo que es una forma de perdonarla y perdonarse. Es un final muy bueno.
EliminarMe alegra mucho que te haya gustado. Para mí tanto novela como autora han sido todo un descubrimiento. Por lo que apuntan Paco y Marcelo parece que hay lectores más dudosos al respecto. Yo desconocía estas opiniones cuando lo leí pues es de esos libros que te encuentras y te dicen léeme y tú lo dejas todo para hacerles caso. Así que encantada de que ya que te has animado a leerlo te haya satisfecho su lectura.
EliminarQué interpretaciones tan diferentes del final hemos hecho las dos. Me gustan las historias que provocan ese efecto. Me encantaría conocer las opiniones de más lectores al respecto. Creo que enriquecería aún más la lectura.
Besos
¡Hola Lorena! es un placer siempre leerte, sobre todo porque eliges unos libros muy curiosos y distintos, unos libros a los que a mí creo que nunca en principio se me ocurriría leer. Por eso me encanta que me los descubras, que me hables de ellos.
ResponderEliminarLa prosa maravillosa y los temas que aborda, la hacen deseable. Me ha impactado un poco la foto que has puesto al final, de la oveja, ¿quizás hace referencia a ese portazo del final?
Besos
Hay un capítulo en la novela, cuando Maria es aún niña y la familia vive en Rabat, en el que son invitados a la casa de una familia de allí a la festividad de Eid al Adha. Es una traducción musulmana en la que se sacrifica un animal. De ese capítulo extraigo la cita sobre el islam y la sumisión. Y también puede relacionarse con el sacrificio que quiso hacer Abraham de su hijo. Pero no tiene nada que ver con el final de esta novela. Este es sutil y significativo, pero no quiero crear falsas expectativas respecto a él.
EliminarMe alegra descubrirte libros desconocidos y hacer que te fijes en ellos.
Besos
De nuevo me descubres lectura y me dejas con ganas de sumergirme en esta historia, en esta relación madre-hija tan difícil. Y de saber de ese final que tanto te ha gustado.
ResponderEliminarBesotes!!!
Pues bien que me alegro. Sobre todo cuando se trata de una lectura tan magnífica como esta. Si te animas ya me cuentas.
EliminarBesos
Pues no lo conocía y me gusta mucho lo que nos cuentas, me lo anoto.
ResponderEliminarUn beso ;)
Haces bien en anotarlo. Ya me contarás.
EliminarBesos
Hola Lorena!! Parece una lectura diferente y que bien merece la pena. ¡Estupenda reseña y gracias por el descubrimiento! Besos!!
ResponderEliminarLo es. Gracias a ti por la visita.
EliminarBesos
Ahora no recuerdo con precisión donde, pero había leído algún comentario sobre este libro, sin embargo las impresiones, sin ser negativas, no eran entusiastas como las tuyas, exponía cierta tendencia al tópico, expresiones de relleno, etc, o algo así creo.
ResponderEliminarEn cualquier caso no hay dos lectores iguales ante el mismo libro, esa es la “salsa” de la literatura. El tema que plantea la escritora es contundente, pero el poder de la palabra ideal, la justa y precisa para captar la idea, o la imagen, no conocen obstáculos cuando las guía una escritora segura, tal y como la presentas.
Me ha gustado leerte, Lorena.
A mí, además de encantarme, me ha convencido plenamente. Pero es cierto que habrá tantos opiniones sobre un libro como lectores tenga.
EliminarA mí, como siempre, me encanta que te pases por aquí.
Un abrazo
Hola Lorena no conocía ni a la autora ni al libro que presentas. Los fragmentos que seleccionas no dejan para nada indiferente, son de los que hacen pensar igual que la temática y la frase alrededor de la que construyes la entrada, nada es blanco o negro y las percepciones se ven afectadas por las propias experiencias y sentimientos.
ResponderEliminarMe has dejado intrigada con ese final con un golpe de efecto y lo anoto.
Besos
Como digo en comentarios anteriores no quiero crear falsas expectativas respecto a ese final.
EliminarSiempre es bueno que los libros nos hagan pensar.
Ya me contarás si lo lees.
Besos
Me siento perplejo, al igual que Paco. Debe ser que este título tiene dividido al mundo lector: tantos son los que lo ensalzan como los que lo vituperan. Motivo más que interesante para hacer la propia experiencia, Lorena.
ResponderEliminarTodas las opiniones coinciden en que, 'a pesar de...' es un buen libro en general. Veré si me hago de un ejemplar.
Gracias por tu honesta reseña, como siempre.
Un abrazo.
Gracias a ti por la visita y la lectura.
EliminarLéelo solo si te atrae, independientemente de las opiniones ajenas (incluida la mía ;) ).
Un abrazo