GB84 - David Peace

Viernes. 26 de abril de 2019. Hora aproximada: 23:15. Mi bolso no está.

Había quedado con una amiga, como hago de tanto en tanto, para ponernos al día. Yo, sentada en un taburete enfrente de ella a la mesa de una vinatería. Cazadora, fular y bolso en un taburete a mi lado. Cazadora y fular en el taburete de al lado. El bolso no está. Ese instante de no visualización y de inmediata asunción de lo que significa es como una caída al vacío.

Mi bolso no está. Mi amiga me llama a mi teléfono móvil. Un teléfono que estaba encendido y con la batería llena. Teléfono apagado o fuera de cobertura. No hay duda: me han robado el bolso. Y nadie se ha percatado de nada. Ni yo. Ni mi amiga. Ni los camareros. Ni el resto de los clientes del bar.

Mi bolso es: documentación, tarjeta bancaria, llaves de mi domicilio y teléfono móvil. Mi vida en un bolso. Caída al vacío.

Tengo a mi amiga. Punto de sujeción.

La última y única vez que me había ocurrido algo parecido fue hará unos veinte años. Me robaron la cartera. Si hubiese sido el bolso, en aquella ocasión mi única preocupación extra hubiera sido el consabido cambio de cerradura. Porque por aquella época yo, y me imagino que la mayoría de vosotros, no tenía teléfono móvil.

No soy adicta al móvil. Lo he descubierto con este suceso. Era un buen síntoma estar dedicando mi atención plena a mi conversación con mi amiga en lugar de estar con mi móvil en la mesa y tecleando o mirando su pantalla a cada rato (aunque bien me hubiera venido que no hubiese sido así). Sí estoy muy acostumbrada a él y el no tenerlo conmigo fue como si me faltara algo, supongo que todos habéis sentido algo parecido si, por ejemplo, alguna vez lo habéis dejado olvidado en casa o en el trabajo. Pero el saberlo irrecuperable, el darlo por perdido, me causó cierta sensación de desamparo.

No tenía pin ni contraseña ni huella dactilar para desbloquearlo. Tampoco tenía hecha una copia de seguridad. No obstante, una vez asumida la situación, tomadas las medidas de seguridad oportunas y puesto la denuncia correspondiente en comisaría, mi mayor preocupación era estar localizable para oportunidades laborales. Afortunadamente, obtener un duplicado de tarjeta sim es un proceso fácil y, no sé si tan afortunadamente, mucho más rápido que obtener nueva documentación y tarjetas bancarias.

Ahora estoy temporalmente, hasta que compre uno nuevo, con un terminal de esos que cuando los reemplazamos guardamos para un por si acaso y que apenas me ha permitido instalar la aplicación de whatsapp, gracias a la cual, por cierto, he podido recuperar gran parte de mis contactos.

Si os cuento todo esto es por dos motivos. Uno: por esa diferencia de veinte años entre dos sucesos tan parecidos que muestra el cambio que ha supuesto en nuestro modo de vida el móvil, la tecnología y todo lo que ello simboliza y la necesidad que la sociedad nos crea de todo ello. Y dos: por esa sensación de inseguridad, de desprotección, de pérdida de control.

Me da un poco de vergüenza llevar tanto rato hablando de mi pequeño drama personal, que a estas alturas ya se ha rebajado a la categoría de anécdota, cuando debería estar haciéndolo de un drama mucho mayor. Porque al fin y al cabo esto es, no voy a decir un blog literario, pero sí una especie de diario de lecturas o impresiones acerca de las mismas. Vamos, que yo debería de venir aquí a hablar de mi libro, que no es mío porque ni lo he escrito yo ni es de mi propiedad, pues lo he sacado de la biblioteca pública, así que sí, un poco mío también es.

El libro es de (vamos, que lo ha escrito) David Peace, un británico de Yorkshire (como lo son los dos trabajadores que dan voz al colectivo minero en su libro) afincado en japón que había escrito con anterioridad una serie de cuatro novelas sobre un asesino en serie en el Yorkshire entre 1974 y 1983. Y su libro, publicado por primera vez en 2004 aunque a España no ha llegado hasta el año pasado gracias a la labor editorial de Hoja de Lata, se titula GB84, siglas que se corresponden con Gran Bretaña 1984. Y ¿qué pasó en la Gran Bretaña de 1984? Pues una huelga minera que duró prácticamente un año. Un pulso, un toma y daca entre el sindicato nacional de mineros y el gobierno de Margaret Thatcher. Una sociedad fragmentada al borde de una guerra civil. Un acontecimiento histórico que marcó el final de una era y el principio de otra.

Soy de tierra minera. Asturias verde de montes / y negra de minerales (así lo proclama el poema de Pedro Garfias, lo musicaliza Victor Manuel y lo cantamos todos los asturianos con más sentimiento que nuestro himno oficial). Sin embargo, mi corazón es más verde que negro. Reconozco que hay algo atávico en la minería y sus trabajadores. Esos hombres que se adentran en la tierra y escarban en sus entrañas, como si estuvieran hechos de una pasta especial. En Asturias la gente de las cuencas mineras tiene especial fama de bruta pero también es justo hablar de su profesionalidad y de instituciones de referencia que han nacido al calor del carbón como es el Instituto Nacional del Carbón o el Instituto Nacional de Silicosis, así como de la Brigada de Salvamento Minero cuyos miembros hace escasos meses casi fueron elevados a la categoría de héroes nacionales, los mismos miembros que representan a esos mineros abandonados por la misma sociedad que hace poco los aupara. 

Aquí también ha habido cierre de minas, huelgas mineras, mineros que se han quedado sin trabajo, zonas que aún siguen registrando la mayor tasa de desempleo de la región. Un modo de ganarse la vida que se acabó porque el mundo ya no va en dirección al interior de la tierra sino hacia la estratosfera. Supongo que siempre pasa. Así lo pienso. Unas cosas se acaban porque surgen otras. Hay que saber adaptarse, aunque con el ritmo actual al que todo cambia casi parece misión imposible. Los gobiernos y los políticos deberían estar para captar y adelantarse a esos cambios, para procurar un reciclaje profesional y evitar tantos dramas personales y familiares. Los nuestros parece que lo que mejor han sabido hacer es gastar, más que invertir, el dinero de los fondos mineros y llorar por más.

No suelen gustarme las formas beligerantes de protesta, reivindicación y lucha. Y no hablo solo de los mineros pues también soy de tierra desindustrializada. Entiendo el drama de tantas personas que se quedan a la vez sin empleo pero pienso, y no voy a añadir el manido por ejemplo porque además yo lo he sido, en tantos pequeños autónomos que han tenido y siguen teniendo que echar abajo y cerrar definitivamente sus persianas. Pienso en el ingente número que suman, en su invisibilidad, en su absoluta falta de apoyo, en su soledad. En nuestra responsabilidad también por todo ello, no voy a caer en la trampa de echar toda la culpa a los demás. Pero viendo y viviendo el panorama laboral actual no puedo evitar echar de menos esa rabia, ese puñetazo en la mesa, ese rebelarse para dejar de tragar lo que no deberíamos tragar de esas generaciones que nos han precedido y que conquistaron para nosotros unos derechos laborales que nos hemos dejado quitar.

Miners Strike March 30yrs on Rotherham Silverwood Pit (73). Fotografía de Paige...,

Cuento todo esto, que parece que hoy estoy empeñada en no hablar de mi libro, para dejar constancia de que no sé muy bien qué es lo que me ha movido a leer GB84. No es un libro que me llamara la atención a priori, más bien he ido interesándome por él poco a poco. Y las huelgas mineras ya veis que me producen más bien una mezcla entre el rechazo y la indiferencia, aunque me han tocado de cerca más de lo que pienso. Pero claro, GB84 no es solo un libro sobre una huelga minera y, si así fuera, la huelga de GB84 no es una huelga cualquiera. GB84 es, salvando las distancias, como el robo de mi bolso: absoluta confusión y caída al vacío y la firme constatación de un cambio de era.

El prólogo que Daniel Bernabé escribe para esta novela es francamente bueno. Os invito a leerlo aquí. Es más, si sentís real interés por este libro y dado el cariz que ya ha tomado desde el principio esta reseña, os aliento a que abandonéis la misma y pinchéis en el enlace que os proporciono. Por cierto, Bernabé nos recomienda en dicho prólogo dos documentales para entender la época en la que se desarrolla la novela y cómo se gesta el cambio de mentalidad que da paso a una concepción nueva del mundo que tienen una pinta estupenda y que aún no he tenido ocasión de ver: El espíritu del 45 de Ken Loach y El siglo del yo de Adam Curtis. Pero a lo que voy, Daniel Bernabé nos dice en su prólogo acerca de GB84: «Este libro podría estar en la sección de novela negra de su librería, pero también ser catalogado como novela social, reportaje periodístico o incluso novela histórica si, al menos, este último género no fuera habitualmente un divertimento escapista que tiene poco de aprendizaje y mucho de ideología reaccionaria». Yo añadiría que este libro tiene también mucho de novela bélica. En él hay verdaderas batallas campales. Hay estrategia. Juego sucio. Intereses políticos. No creo que haga falta que os aclare que donde las guerras se gestan y se deciden es en los despachos. Y en la de GB84 incluso en habitaciones de hotel.

Lo primero que hay que dejar claro acerca de esta novela de David Peace es que es eso: una novela. Y no de las no sé si bien llamadas de no ficción. GB84 es una novela de ficción. Basada en hechos reales, sí. Documentadísima, también; se nota la ardua labor de investigación que ha llevado a cabo David Peace y no solo por la bibliografía que aporta al final. Que la sentimos fiel a la realidad al leerla, indudablemente. Pero es eso: ficción, lo cual no la hace ser menos que si no lo fuera.

En GB84 hay personajes reales. Esta ella: la hija del tendero, Maggie, que aparece siempre en segundo e incluso en tercer plano. Ella, con su objetivo final de implantar el neoliberalismo en Gran Bretaña y no ceder ni un milímetro en sus decisiones. Está Arthur Scargill, presidente del NUM (Sindicato nacional de mineros): el Stalin de Yorkshire, el Rey Arturo para su afiliados, para lo hombres que confían ciegamente en él. También están personajes de ficción que son trasunto de otros reales. Hacen el papel de lugartenientes y realizan el trabajo sucio. Están dos mineros que simbolizan lo que vivió y sufrió ese colectivo. Y están los personajes realmente de ficción. Son oscuros, responden muchas veces a motes y protagonizan una trama imbricada en la real, supongo que para dejar constancia de todo lo desconocido, siniestro y lo que queda al margen en estos acontecimientos.

En GB84 hay violencia. Un despliegue policial inusitado y desproporcionado. Una cobertura periodística parcial. Hay resistencia y desgaste. Hay falta de apoyo y financiación dudosa. Hay niños que pasan hambre. Facturas sin pagar. Parejas que se separan. Mineros que vuelven al trabajo. Esquirol. Esquirol. Esquirol. No importa si desde el principio de la huelga. Esquirol. Esquirol. Esquirol. No importa si al final. Esquirol. Esquirol. Esquirol. No importa si un único día. Esquirol. Esquirol. Esquirol. Eso eres. Esquirol. Esquirol. Esquirol. Eso serás aun cuando ya estés jubilado. Esquirol. Esquirol. Esquirol. Por eso serás recordado una vez muerto. Esquirol. Esquirol. Esquirol. Eso serán tus hijos, hijos de esquirol. Esquirol. Esquirol. Eso serán tus nietos, nietos de esquirol. Esquirol. Esquirol.

Miners Strike March 30yrs on Rotherham Silverwood Pit (30). Fotografía de Paige...,

Leer a David Peace no es fácil. Nos bombardea. Bum. Bum. Bum. Nos dispara a bocajarro. No está mal para una novela bélica. No estaría mal tampoco conocer en profundidad la historia reciente de Gran Bretaña para ubicarnos mejor en su novela. Frases cortas, a veces casi como en código, como si fuese él el espiado y temiese micros escuchando y ahí me las apañe yo. Aun así leo, sigo, quiero saber. La trama oscura, la más de ficción es especialmente confusa y no estoy muy segura de haberla comprendido completamente ni de que me haya aportado demasiado al conjunto de la novela. Leer GB84 requiere plena atención por parte del lector. La pongo. Me esfuerzo. Reconozco que en la segunda mitad del libro tengo la cabeza también en otras cosas. Sí, me han robado el bolso. Qué me importa el mundo que se desmorona en la Gran Bretaña de 1984 cuando mi pequeño mundo iba en ese bolso.

Mi lectura de GB84 coincide también con el 1 de mayo y caigo ese mismo día en lo oportuna que es para esa fecha. No soy muy de días de y no acostumbro a hacer lecturas ni otras actividades temáticas pero, ya que estoy, y que tengo tiempo, aprovecho para ver una película que tenía ganas de ver. Se trata de la portuguesa La fábrica de nada de Pedro Pinho y es la historia de los trabajadores de una fábrica cuyos dueños deciden trasladarla y que se encuentran de un día para otro en la situación de luchar y resistir o aceptar irse a sus casas con la indemnización que les ofrece la empresa. Es una cinta curiosa, muy interesante, que combina diferentes registros. No creo que sea del gusto del gran público y se le podría discutir algún matiz pero, aun así, sus tres horas de duración no se me hicieron largas.

Termino GB84 y sigo sin documentos que me identifiquen y sin tarjeta del banco, pero ahora que ve la luz esta reseña puedo declarar que ya no soy una indocumentada. Eso significa que podré votar en las próximas elecciones del 26 de mayo, ya que no pude hacerlo en las generales del pasado 28 de abril. Votar para que todo cambie o para que todo siga igual. Y no me refiero con esto a votar a los que están o votar otra alternativa. En la conversación final de La fábrica de nada uno de los personajes se pregunta qué va a pasar de ahora en adelante, para qué sirve todo lo perdido y lo luchado. Afirma que el mundo no se divide en la izquierda y la derecha, que si hay dos grupos opuestos uno es aquel que acepta el mundo con todo lo que implica y el otro el que es capaz de renunciar a las comodidades, tecnología, etc. que ese mundo le aporta, y que la realidad es que todos sabemos demasiado bien a qué grupo pertenecemos y cuál es el grupo que se queda vacío.

Soy hija de mi era y de mi mundo. Una era y un mundo en los que no siempre me sienta cómoda. Estoy segura sin embargo de que contribuyo a perpetuarlos más de lo que conscientemente percibo. Tampoco conozco ninguna alternativa viable para cambiar lo que me disgusta sin renunciar a lo que me gusta. Tengo además la no sé si sospecha o sensación de que estoy atada de pies y manos y de que poco poder de decisión tengo para cambiarlo. La huelga que iniciaron los mineros de Gran Bretaña en 1984 también fue una guerra perdida de antemano. Con ella se perdió un mundo y se asentó otro bien distinto. Un mundo que siento que actúa como si nos dejara en la noche solos, sin dinero, sin llaves de casa y sin teléfono. Un mundo al que, una vez que nos damos cuenta de nuestro desamparo, salimos bien abrazaditos a todo lo que simboliza nuestro bolso para engañarnos.
«Solo somos monigotes, con nuestros gorros y nuestros zuecos de monigotes... Y nos rasuran la cabeza. Nos mandan a las duchas... No suben a sus trenes. Nos meten en sus minas. La puerta de la jaula se cierra. La jaula desciende... Para taparnos con tierra. Para dejarnos enterrados... En el lugar de la batalla. En el lugar del miedo...» 
«Tenemos que vivir en este mundo tal como es [...], no como nos gustaría que fuera...»
Miners Strike March 30yrs on Rotherham Silverwood Pit (22). Fotografía de Paige...,





Ficha del libro:
Título: GB84
Autor: David Peace
Prologuista: Daniel Bernabé
Traductor: Ignacio Gómez Calvo
Editorial: Hoja de Lata
Año de publicación: 2018
Nº de páginas: 688
ISBN: 978-84-16537-25-9





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Comentarios

  1. A priori, cuando empecé a leer de qué trataba el libro que hoy traes, no me apetecía mucho leerlo, pero sigo con la reseña o reflexión y me vas convenciendo y, finalmente, me descubro con muchas ganas de adentrarme en esa huelga y en aquel mundo que tal vez marcó el principio de un mundo nuevo. Reagan y Thatcher marcaron una nueva forma de hacer política o de supeditar la política a la economía y en esas seguimos.
    Siempre se habla de la minería de Asturias y se olvidan de la de León, pero en mi tierra hay también comarcas enteras que han vivido de las minas: Laciana, el Bierzo, gran parte del Torío y otras que seguro que se me olvidan. Entre Asturias y la zona minera de León se mantuvo gran parte de la revolución de 1934 y, para bien o para mal, los mineros han sido siempre como la resistencia a un mundo que ya no está hecho para ellos.
    Como dices, unas cosas se terminan y otras las sustituyen, pero habría que preverlo desde las administraciones y hacer una transición sin traumas de actividad económica que en este país nunca se ha hecho. No sé en otros, pero en este tanto el fin de la minería del carbón como la desindustrialización de grandes zonas, han causado verdaderos dramas sociales por no haberse hecho de forma razonable.
    No me digas que no pudiste votar por haberte sido robada la documentación. ¡Qué faena! Ahora te desquitarás.
    Un beso.

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    1. Completamente de acuerdo contigo. No se trata de negarse a los cambios, que siempre los ha habido y los seguirá habiendo, pero sí de saber adaptarse a ellos y procurar lo necesario para ello, algo que evidentemente en este país no hemos sabido hacer.

      Es curioso también lo que dices acerca de la minería en León. ¿Por qué se habla siempre de la de Asturias y se olvida León? No tendría respuesta para ello pero es un fenómeno que sucede a menudo respecto a otras cosas y que por supuesto es injusto.

      La novela a mí a priori tampoco me llamaba la atención y ya ves. Se lee además como si fuese una crónica y no ficción. Echa un vistazo también a otras obras del autor. Tiene varias novelas negras que tal vez te interesen.

      La primera vez que fallo en una convocatoria electoral pero ya estoy preparada con mi DNI fresquito para el próximo fin de semana.

      Besos

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    2. Buscaré más en la bibliografía del autor. Promete mucho contenido en sus novelas negras, a tenor de lo que trata en este libro.

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  2. Uff, Lorena, realmente no sé muy bien por donde empezar mi comentario, pues tu escrito, crónica, reseña, diario… o como quieras llamarlo me ha resultado impactante, subyugante.

    Lamento mucho ese robo, has descrito magistralmente como unos papeles, documentos, tarjetas, etc… llegan a usurpar nuestra presencia, como si esos papeles fueran más relevantes que la propia persona que los porta, antes que tú están los documentos que te acreditan, esa es la máxima en las sociedades inmersas en la maraña burocrática.
    Ojalá que todo se vaya solucionando sin contratiempos, pero el engorro es jodido.

    Hace dos meses a mi hermano le robaron una mochila con su documentación en la estación de Atocha, cuando regresaba de pasar unos días en Sevilla, solo se salvó su móvil… claro está, pues estaba con él mirando mensajes, etc. Se salvó su móvil, y a la vez fue el culpable de que le robasen la mochila, ya que mi hermano se despistó de su equipaje ojeando el teléfono… yo perdí una cámara fotográfica digital que le había prestado, cosas que pasan.

    Recuerdo esos acontecimientos violentos con la minería inglesa y la Dama de Hierro, son episodios que han sido objeto de varios documentales, de hecho ya había visto el de Loach.
    A mí me encanta tu blog. El blog, como espacio tuyo, ha de ser lo que tu quieres que sea, ni más ni menos. Blogs literarios en el sentido más literal, valga la redundancia, ya hay varios, muy buenos, pero a mí me llegan mucho más blogs como el tuyo, entrelazar vida y libros, vida y lectura, me procura una idea mucho más profunda de una novela, leemos con nuestro bagaje vital encima, yo jamás utilizo para mis comentarios de lecturas la palabra “reseña”, e introduzco mis propias experiencias vitales… para dejar bien claro que no es una reseña literaria en stricto sensu, sino mis experiencias e impresiones con un libro, puede que digresiones, pero yo vierto mi vida en las lecturas del mismo modo que las lecturas se introducen en mi vida. Quien busque un análisis literario riguroso y pormenorizado en mi blog… se ha equivocado de sitio, para eso ya los hay muy buenos por ahí, aunque esos los visite poco, exceptuando algún blog que me guste por motivos personales, pues a mí me resulten más atractivos blogs como el tuyo.

    Siempre acabo seducido por tu forma de expresar(te), lúcida y reveladora. Vaya… yo también he comentado poco de este libro, jeje.

    Tomo nota del mismo. La minería siempre se ha visto como un mundo opaco, oscuro para los que vivimos en el centro, hay un gran desconocimiento de esa realidad aquí, es así de triste.

    un fuerte abrazo.

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    1. Es triste pero también comprensible ese desconocimiento de otros modos de vida. La lectura también sirve para acercarnos otros mundos que en este caso ni siquiera están tan lejos. Aunque en esta lectura poco del día a día de una mina hay y sí mucho de los dos bandos de esa guerra que fue aquella huelga.

      Yo por edad no la recuerdo. Y siendo sincera hasta hace poco para mí era un acontecimiento completamente desconocido. Así que eso que me llevo de esta lectura. Sí recuerdo por supuesto a Margaret Thatcher de mi infancia, así como a Ronald Reagan, aunque por aquel entonces poca comprensión y poco interés tenía en esos temas.

      Lo del abismo que digo en la reseña (que las llamo así por llamarlas de alguna manera aunque ni lo son ni pretendo que lo sean y yo también prefiero las impresiones personales a la más pura crítica literaria) tal vez suene un poco exagerado pero realmente en ese momento me sentí un poco así. Afortunadamente ya todo está relativizado y pasado y también anulado lo que se tenía que anular y renovado o duplicado lo que se tenía que renovar. Incluso tengo ya móvil nuevo porque el que estaba usando temporalmente no daba para más; menos mal que no necesito uno de altísima gama porque si me pongo a sumar entre uno y otro el robo sale caro.

      Tenía intención de ir viendo alguno de los documentales que cito pero esta semana para mí ha sido un poco de locos (ya ves lo que estoy tardando en contestar vuestros comentarios) así que tendrán que seguir esperando.

      Un abrazo

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  3. Paco Castillo lo ha clavado. Sí, a mí como a él me gusta mucho más un blog que entrelaza la vida con los libros que no sólo el que habla de libros como si nos trasladásemos a otro planeta. La anécdota del robo de tu bolso se entrevera con tu reseña de esta novela desconocida para mí de un modo genial.
    Leo el comentario de Rosa y te leo a ti y siento cómo sentís la desaparición de la minería en vuestras provincias. El carbón, ya se sabe, está condenado. El medio ambiente se rebela contra la contaminación que su uso genera. Es precisamente estas prevenciones por preservar el medio ambiente lo que -ahora voy yo a presumir de provincia quasi minera- frena la minería que la empresa canadiense Berkeley quiere poner en marcha en Salamanca. Los ecologistas se niegan en redondo a esto porque, dicen, que supondrá un destrozo inusitado del medio ambiente. Yo, desde lejos, no sé, no tengo todos los datos..., sólo sé que mi provincia está dentro de la ahora llamada España vacía y/o vaciada, y que los pueblos donde se ubica esta empresa están ilusionados porque ven en ello una manera de frenar la despoblación de la zona. Los ecologistas hablan desde la capital de la provincia, lejos de las localidades rurales, se parecen un poco a lo que en el XVIII hacían los ilustrados con su lema elitista de "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo"; o sea, parecen decirles a los paisanos que ellos que no viven allá van a salvarles del destrozo. Y los que aspiran a poder vivir allí sólo responden eso de ¿destrozo de qué si aquí todo está ya destrozado por abandono de los campos y convertido en un desierto humano? No es fácil, la cosa. Lo sé. No hay soluciones fáciles. Se echa mucho de menos a auténticos políticos que sepan qué hacer y que no sólo se muevan por el voto de pasado mañana.
    Bueno, Lorena, está claro que tu lectura nos suelta la húmeda. es lo bueno que tiene esto de los blogs, ¿no crees?
    Un beso

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    1. Cuando fueron cerrando las minas creo que fue más por motivos económicos que por otra cosa. Pero es cierto que actualmente son los motivos ecológicos los que más hacen decantarse hacia el no a la minería. Ahora que mencionas lo que ocurre en Salamanca con esa empresa canadiense creo que en algún punto de Asturias ocurrió hace pocos años algo parecido pero no sabría concretar, tengo memoria de pez.

      Entiendo perfectamente esa dicotomía entre preservar el medio ambiente y revitalizar la economía de una región. Y es muy oportuno que menciones la despoblación de las zonas rurales, que tan de cerca te pilla. Otro desmantelamiento, como lo fue la desindustrialización. Y todos lamentando el éxodo a las ciudades pero nadie haciendo nada para que la gente se quede en los pueblos. Es como cuando nos lamentamos de que cierren los pequeños comercios pero nos vamos a las grandes superficies a comprar o cuando nos quejamos en que todo se fabrica en países con mano de obra barata pero a la hora de pagar por un producto enseguida se nos olvida. Y los políticos ya sabemos que actúan de cada a la galería y a cuatro años vista.

      A mí me encanta que se os suelte la húmeda cuando pasáis por aquí. A veces veo muchos blogs con muchísimos comentarios pero vacíos de contenido. Yo prefiero tener poquitos pero que se formen estos hilos de conversaciones. Como dice Paco, un blog ha de ser lo que uno quiere que sea, y si he conseguido esa involucración por vuestra parte bien afortunada que me siento.

      Besos

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  4. Uff, siento lo del robo. Y sí, parece que sin esos papeles no somos nadie. Y el engorro que es ahora notificar el robo, ir sacando ahora todas las documentaciones de nuevo... ¿Y no pudiste votar? ¿No te vale el papelito de la policía?
    Sobre el libro me ha pasado como a Rosa, que al principio no me llamaba, pero luego, leyéndote, hablando del libro, hablando de tus impresiones, de tu experiencia... Me has seducido. Tomo buena nota.
    Besotes!!!

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    1. La denuncia solo sirve para dar pena pero, a efectos oficiales, es papel mojado. Siendo el robo el viernes previo al domingo de elecciones lógicamente no hubo forma de renovar el DNI, y aunque hubiera sido algún día antes sin cita previa solo me lo hacían teniendo que viajar y pudiendo justificar el viaje. En la cartera llevaba también el permiso de conducir, que sí sirve como identificación, así que... Bueno, si alguien necesita un tutorial de pasos a seguir en estos casos que se ponga en contacto conmigo que ahora soy toda una experta. Por cierto, si alguna vez os roban el móvil para poner la denuncia necesitáis el número de IMEI, no os hagáis el paseo a comisaría en balde como yo.

      A mí tampoco me llamaba la atención esta novela la primera vez que la vi como he contado. No es el tipo de libro que más me seduce. Pero está bien salir de nuestra zona de confort sobre todo si a raíz de una lectura salen estas reflexiones.

      Besos

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  5. Pues estoy con el resto de compañeros, me gusta leer reflexiones y anécdotas entreveradas con la reseña, aunque esta vez medie un robo. Conocía el libro porque hace unos meses volví a ver la película "Billy Elliot" con mis hijos y al estar muy bien ambientada en aquella huelga del 84 quise documentarme y di con la novela. No me acabó de convencer y la dejé en la reserva. Di también con un libro titulado "Chavs: la demonización de la clase obrera", que tiene su relación porque el fracaso de aquellas huelgas y el desmantelamiento de los sindicatos dio al traste con una cultura obrera que duraba generaciones y donde los jóvenes crecían con un referente ya no me meto si bueno o mejorable. Ahora los partidos de izquierda no se dirigen a los trabajadores, sino a la "gente", lo cual es sintomático.
    El mundo cambia y todo lo que era sólido es líquido. Este siglo es desconcertante, hay grandes desafíos y cualquiera sabe. En fin, yo también estoy divagando, jaja. Le he echado un vistazo a esta editorial de tu tierra, que libros más bonitos y comprometidos.
    Un abrazo.

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    1. Qué curioso, porque vi Billy Elliot hace ya algunos años y no se me ocurrió asociarla ahora que he leído este libro con esta huelga, supongo que no era consciente entonces de toda la dimensión que tuvo. Tomo nota del libro que citas por si me apetece seguir indagando sobre el tema, como le comento a Paco tenía intención de ver los documentales de los que se hablan en el prólogo de esta novela; a ver si saco tiempo.

      La izquierda y la derecha hoy en día a veces se parecen más de lo que a ellas mismas les gustaría admitir. Solo hay que verlas haciendo campaña electoral basándose en el miedo: cuidado que llega la ultraderecha, cuidado que la izquierda pacta con los independentistas y se fragmenta el país... y yo aquí esperando que alguno de ellos me diga lo que va a hacer y cómo y también que pretenda cumplirlo, claro. Bueno, me callo, que como no he votado no me he ganado el derecho a quejarme.

      Cambios ha habido siempre, de lo contrario seguiríamos en las cavernas, pero tengo la impresión de que últimamente cambia todo tan rápido que apenas da tiempo a asentarse. No sé, igual en otras épocas también se ha sentido así y claro, como nos gusta tanto sentirnos especiales...

      GB84 me ha parecido un muy buen libro y David Peace un gran escritor pero estoy plenamente convencida de que no les he sacado a ninguno de los dos todo el provecho ni mucho menos, no sé si por su estilo, si por tener yo la cabeza en otras cosas o a saber. Y en cuanto a la editorial no es lo primero suyo que aparece por aquí y tengo más libros apuntados de su catálogo. Qué valientes las editoriales independientes y pequeñas y, no es porque sean de aquí pero, cuando están alejadas de Madrid o Barcelona creo que aún lo tienen más difícil. Me da que a los chicos de Hoja de Lata no les va mal y bien que me alegro.

      Un abrazo

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  6. Comienzo por el final, es decir, el libro. Hay varios títulos basados en hechos reales de reclamo, medidas de fuerza mediante. Recuerdo 'Los javaneses', de Jean Malaquais, para citar a modo de ejemplo. No soy muy de encarar esta clase de ficción, pero a veces intercalo alguno. Por eso, tomo en cuenta tus líneas acerca de éste.
    Yendo al incidente personal, lamento el mal trago. Realmente, la sensación de desprotección e inseguridad es la que subsiste mucho tiempo después de los hechos, y narras muy bien el engorro que desata a nivel de trámites a realizar para recuperar tarjetas, documentos, etc.; todo lo que tiene que ver con nuestra identidad. Por ello, me solidarizo contigo y con tus sentires. Los has expuesto de manera simple y brillante.
    En otro orden, yo también me identifico más con la zona verde -de cualquier geografía-.
    Recibe entonces, asturiana, un fuerte abrazo desde estas tierras.

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    1. El libro lo dejo ahí, para el que le apetezca leerlo. Soy de la opinión de que hay que ir leyendo según lo que apetezca en el momento, aunque también es verdad que a veces nos interesa un tema en particular y es bueno buscar bibliografía al respecto.

      Supongo que a muchos os habrá pasado algo parecido a lo que me sucedió a mí, así que no os descubro nada nuevo, pero es curioso como un incidente tan dispar a el acontecimiento sobre el que gira el libro se puede mimetizar tanto con él.

      Sí, aun siendo urbanita como soy, me identifico más con el verde que con el negro de mi tierrina, como nos gusta decir por aquí. Pero es difícil escapar al lugar de donde es uno, con todo lo que implica. A la canción solo le falta el azul y las infinitas tonalidades de nuestro mar. Un abrazo de todos esos colores hasta tu tierra.

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  7. Hola!! Me encanta lo que cuentas de este título, me lo anoto. ¡Estupenda reseña! Besos!!

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