El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes - Tatiana Ţȋbuleac

Cuanto más la odia el hijo más la quiero conocer. Tiene que haber sufrimiento bajo esa fealdad que es lo que a mis ojos la hace bella. La odia porque le da lástima. Le parece patética. No quiere que lo asocien con ella y dar él lástima también. Nadie quiere producir pena.

Anoto lo anterior a las pocas páginas de comenzar a leer El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes. Subrayo mucho cuando leo. Frases o párrafos, las menos de las veces incluso pasajes enteros. Porque me gusta lo que dicen, porque me descubren algo nuevo, porque expresan algo que siento o pienso pero que yo no sabría poner en palabras o simplemente porque me gusta su sonoridad. No siempre subrayo físicamente porque por ejemplo en los libros que tomo prestados de la biblioteca no lo puedo hacer. Pero este es mío y además en versión digital, algún capricho me tengo que dar. Y aunque el papel tiene su encanto, la versión digital me facilita no solo el subrayado sino también el tomar notas, opción que no siempre uso pero que en este caso me ha resultado de mucha utilidad. Leer y que acudan cosas a mi mente. Leer y dialogar con los personajes. Leer y hablar conmigo misma. Seguir leyendo y rectificar los pensamientos anteriores.

Aleksy odia a su madre, la de los ojos verdes; el único rasgo bello que le reconoce, esos ojos que aún se le harán más verdes ese verano que está a punto de comenzar. Y sí, Aleksy es un adolescente. Hay que matar al padre y todas esas cosas. En este caso a la madre, al padre hace ya tiempo que lo mató o él mismo con su comportamiento se suicidó como progenitor imposibilitando la resurrección. Y sí, Aleksy es también cínico, demasiado. Ni siquiera la adolescencia justifica un odio tan férreo. Cuanto más odia Aleksy a su madre, menos me gusta él a mí, menos me convence y más quiero conocerla a ella.

La conoceré, pero al que más llegaré a hacerlo es a Aleksy; para eso es él quien me cuenta esta historia, quien la escribe. Un psiquiatra le dirá años después de que concluya ese verano que escriba sobre él. Porque aún no os lo he dicho, pues todavía lo desconocía cuando hice esa primera anotación: Aleksy sufre una enfermedad mental, una con «un nombre de dieciséis letras» que le dota de un instinto violento y suicida. Vale, sí, eso puede justificar el odio exacerbado hacia la madre. Vale, conoceré luego cosas que le han pasado, cosas que han pasado en su familia y que me ayudarán a entenderlo. Aun así, poco después de descubrir todo esto, apunto:

No me funciona la mezcla. Hubiese preferido un libro solo sobre la enfermedad mental o solo sobre la relación madre-hijo y la historia familiar. En este libro lo primero solo me muestra cinismo. En lo segundo el protagonista se desnuda, lo conozco al fin.

Sigo sin tener claro si el hecho de que Aleksy sea un enfermo mental le aporta algo a esta novela, pero tal vez habría debido de omitir la primera frase de mi anotación al trascribirla aquí, pues la novela sí me funciona y mucho.

La enfermedad mental es parte de Aleksy y yo poco a poco voy aceptándolo como es. Porque él es generoso al desnudarse y yo he de abrazar su desnudez. Y ahora que acabo de escribir esto caigo en que he vivido con Aleksy un proceso parecido al que él vive con su madre ese verano.
«Mi madre fue la primera mujer desnuda que tuve entre mis brazos».
Las despedidas son encuentros. 

Así reza mi siguiente anotación y estoy tontamente orgullosa de ella. Pienso que esta entrada bien podría haberse reducido a esas cuatro palabras. Bueno, mi último apunte también resume este libro muy bien pero de este estoy especialmente orgullosa. Tan escueto él, con la tendencia que tengo a enrollarme, y con esa paradoja implícita.

El verano en que la madre de Aleksy tiene los ojos verdes Aleksy y su madre se despiden y se encuentran y no sabéis lo que a mí me gustaría eliminar esa conjunción copulativa y fundir ambos verbos en una sola palabra. Pero no existe una palabra así. Al menos en el diccionario. Creo que sí existe en el idioma del corazón y el recuerdo de Aleksy. Re-cordar*: volver a pasar por el corazón.

Aleksy vive en Londres pero su familia es de origen polaco. Pensaba hacer un viaje loco (locura de efervescencia hormonal) con dos amigos locos (locura de enfermedad) pero termina pasando el verano con su madre en algún lugar del norte de Francia. Sueño cumplido sin pretenderlo. Aún no sospecha que ese va a ser el verano de su vida.

Sigo leyendo y sigo anotando lo que me viene a la mente al leer a Aleksy:

El tiempo no se recupera. Eso es así. Hay que partir de cero o de negativo, con nuestras heridas cosidas o sin coser.

Pienso en todos aquellos que nacen en números rojos, con la partida de la vida perdida de antemano. En los que no disponen de más hilo para coser sus heridas que uno deshilachado, rescatado del fango y por tanto propenso a infectar esas heridas.
«Por fin tengo algo mío, Aleksy, algo que me quiere solo a mí».
«Arrastraba los pies como un siervo, pensando en la estupidez de mi madre y, sobre todo, en la hipocresía de la gente. ¿Por qué comprar cuatro vasos si vas a beber solo de uno? ¿Por qué tallar ocho sillas si comes siempre solo? ¿Por qué traer un objeto a tu casa, prometerle vida, una historia, olvidarlo luego intacto e inútil durante días, años, décadas?»
[...]
Yo formaba parte, sin duda, de los objetos, no de la gente de aquel mercado. También yo, al igual que ellos, he estado siempre de más, no he sido necesario, el triste resultado de un regateo momentáneo y el borrador amarillento del que sería, algún día, el Hijo».
 
«En lugar de todos sus sueños, la muerte es lo más probable que va a sucederle a un individuo».
Anoto:

¿Se puede desodiar a alguien?

Tomo prestado el verbo desodiar de Aleksy. Él tiene más inventiva para expresar lo que quiere decir que yo. Y contesto afirmativamente a mi pregunta pero con la boca chica. Porque sé que no es odio lo que Aleksy sentía por su madre. O porque con su odio y amor me gustaría hacer lo mismo que con su despedida y encuentro.

Y sigo:

Enfermedad. Pérdida de peso. Se pierde lo superfluo. Queda la esencia. Somos más bellos.

Aleksy descubre lo que yo intuí desde el principio. Su madre es bella. Más allá de sus ojos verdes. O precisamente por ellos.
«Los ojos de mi madre eran las ventanas de un submarino de esmeralda».
Girasoli dominante verde. Fotografía de Marcello Semboli

Avanzo. El verano de Aleksy y su madre se filtra por mis pupilas y la miel de mis iris se transmuta, el sol me calienta la piel y el frío se incrusta en mis huesos.

Les cuesta hablar, comunicarse. Todas las familias se parecen. No somos tan distintos unos de otros.

Cada uno quiere como sabe o puede.

Me equivoco. No se trata de lo que les ha pasado sino de lo que estaba por venir. Ni siquiera eso. Es aquí y ahora.

Cuando descubro lo que le pasó a la familia de Aleksy siendo él niño pienso que la historia va a orbitar sobre ese acontecimiento. Después creo que la historia irá más allá de ese verano por cosas que él me cuenta. Pero no. Este libro es ese verano. Ese aquí y ahora que ya es pasado, para Aleksy es presente eterno. Es un siempre.

Aleksy escribe que alguien le pedirá: «No escribas, Aleksy, por favor. Es posible olvidar los colores, las palabras, no». Yo anoto a continuación:

Las palabras dichas o escuchadas no se olvidan. ¿Tampoco las no dichas o no escuchadas?

Y ahora añado a mi propia anotación: ¿son las palabras que se escriben aquellas que quedaron por decir?

Aleksy comenzará a pintar, de ahí la referencia a los colores. Será un pintor de éxito cuando escriba sobre el verano en que su madre tuvo los ojos verdes. Ya se sabe de la recurrente relación entre la enfermedad mental y la creación artística. No es en este caso un recurso demasiado original pero el caso es que a Moira, una muchacha que conoce ese verano y que es quien le pedirá que no escriba, sus pinturas en ocasiones parecerán causarle una impresión no menos halagüeña que sus palabras. Aleksy se explicará así:
«Porque los seres humanos están enfermos y podridos y lo saben, pero fingen solo por miedo estar sanos y ser buenos. Y porque así es más fácil.
Pero no todos pueden esconderse siempre. Y a veces toda su maldad y su enfermedad y su deformidad irrumpe y ellos se sienten mejor y más felices, incluso aunque los de alrededor los condenen y lloren por ello de pena».
Termino el libro.
«Aleksy, ¿cómo vas a recordarme? -me preguntó de repente, como un pájaro recién decapitado que todavía aleteara-. Dime qué es lo que más vas a echar de menos.
[...]
Los ojos».
 
«Te he querido, Aleksy, te he querido como he podido».
Antes de cerrarlo, anoto:

Es la historia de un niño pidiendo amor. La madre es un ser famélico de amor. Todos somos niños necesitados de amor.
«Los ojos de mi madre eran mis historias no contadas». 
Ursa Minor Dwarf.Fotografía de Giuseppe Donatiello






Ficha del libro:
Traductora: Marian Ochoa de Eribe
Editorial: Impedimenta
Año de publicación: 2019
Nº de páginas: 256
ISBN: 978-84-17553-03-06
Comienza a leer aquí





*Susana, te re-cordaremos siempre. Mientras haya música seguiré bailando y si es posible con una sonrisa.




Si te ha gustado...
¿Compartes?
      ↓

Comentarios

  1. ¡Lorena!! Que bonito todo lo que cuentas y ¡que frases más bonitas y llenas de significado has elegido!! Algunas me las llevo... Odio-amor, despedida-encuentro, pienso en lo que dices de que no existe una palabra que funda el significado de las dos, o del paso de una a la otra, estaría genial que existiera.
    ¡Una delicia leerte! y por lo que cuentas ¡una delicia de libro!
    ¿Sabes? Mi madre tenía los ojos verdes...
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Seguro que los ojos de tu madre te decían mucho.
      Sí, es una pena que no existan palabras para expresar determinadas sensaciones.
      Creo que el libro te gustará. Ya me contarás.
      Besos

      Eliminar
  2. “Cada uno quiere como sabe o puede”

    Me hago con una de tus frases porque me parece que ahí residen muchas claves, no ya de este libro, sino de la literatura en general. Partiendo de esto, uno tiende a que le quieran del mismo modo que él/ella quiere, y esto ha generado un enorme conflicto entre los humanos desde siempre, ese desencuentro ha sido uno de los ejes que ha puesto en funcionamiento la literatura, en cualquier época… "El Rey Lear" de Shakespeare es uno de los ejemplos más impactantes que yo he leído en ese sentido, y de los más bellos.

    Volviendo a esa frase inicial, al fin y al cabo lo expresa, supongo que la madre, cerrando ya la historia:

    «Te he querido, Aleksy, te he querido como he podido»

    Me parece un libro muy tentador, esos que te seducen por llevarte a los abismos interiores que todos tenemos, e indiscutiblemente por contarlo como lo cuentas.
    Un abrazo, Lorena.


    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es bien cierto que, aunque no lo hagamos con ese propósito, cuando damos mucho en una relación o hacemos algo por alguien, inconscientemente esperamos recibir lo mismo y no siempre es así. Es además bastante probable que el otro tenga las mismas quejas respecto a nosotros. Pienso también que a veces uno aprende a querer en función de cómo lo han querido. Francamente es difícil conciliar tan diversas formas de amar y de expresar (o no expresar) el amor y ello nos genera sufrimiento.

      El libro es muy tentador, por eso me animé a leerlo. Y su autora, de la que no he hablado por liarme con el libro, escribe muy bien.

      Un abrazo

      Eliminar
  3. Dos reflexiones acerca de tus líneas, Lorena. A veces, despedirse es ir al encuentro, de la misma manera que alejarnos es una manera de acercarnos. Un compositor local escribió: 'nos tuvimos que ir tan lejos para estar acá'. Siempre nos quedará el modelo de Odiseo, ese Ulises que debe volver a Ítaca.
    La otra tiene que ver con tu pregunta sobre las palabras que se escriben. Considero que en muchas ocasiones, las palabras escritas son aquellas que nos hubiera gustado decir en su momento y, por cualquier razón humana, hemos sido incapaces de proferir. Así, la literatura también nos brinda la posibilidad de saldar nuestras deudas; de liberarnos de una angustia -sin expiar nuestras culpas- con miras a sanar. Si, la literatura ofrece una vía de redención.
    Gracias por la emotiva reseña.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es cierto que a veces dos términos a priori opuestos resultan casi más sinónimos que contradictorios.

      Estoy muy de acuerdo con eso de que las palabras escritas son las que por diversas razones se han quedado sin decir. Y sí, la literatura es un gran catalizador de sentimientos y por ello tiene cierta capacidad de redención.

      Un abrazo

      Eliminar
  4. Esta reseña es más una obra de creación, me atraen esas reflexiones tuyas que ha inspirado el libro más que el libro mismo. Paradojas y cargas de profundidad, la vida no es tan sencilla en cuanto la piensas un poco. Yo también creo que la mayoría somos en el fondo niños necesitados de cariño.
    Una relación tormentosa y difícil entre madre e hijo es un buen punto de partida para una historia diferente. También una autora desconocida, de lejanas tierras. ¡Cuánto por descubrir!
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es bueno intuir la voz de un autor en sus libros pero también es digno de elogio cuando consigue que nos olvidemos completamente de él. Así me ha pasado con esta novela: solo he escuchado la voz de Aleksy y es por ello por lo que, injustamente, no he mencionado ni he hecho referencia en ningún momento a Tatiana Tibuleac. Esta es su primera novela, aunque sé que con anterioridad ha publicado al menos un libro de relatos, pero me parece una escritora muy a tener en cuenta.

      Somos todos muy complejos y sin embargo nos parecemos en el fondo tanto y tenemos todos las mismas carencias que casi resulta asombroso el hecho de que nos cueste tanto entendernos.

      Un abrazo

      Eliminar
  5. Es una reseña que despierta mucho el interés. Personalmente quiero saber qué le pasó a este chico para desarrollar tan intensas emociones y sus palabras son sin duda, poéticas, pero asusta.

    Las madres no somos perfectas, eso se repite mucho, pero vale la pena recordar de vez en cuando que los hijos tampoco. Yo me leería este libro con paciencias y viendo lo bonito que te ha quedado el post, me plantearé lo de conversar con los personajes. Por lo pronto te confieso que soy una loca de rayar los libros resaltando frases y poniendo caritas feliz en aquellos párrafos que me sacan una sonrisa, por una ocurrencia o porque suenan preciosas al leerla en voz alta.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues ya somos dos posesas del subrayado ;)

      Tatiana Tibuleac tiene un estilo muy poético, como ya has sabido apreciar en lo poquito suyo que he dejado en la reseña. También tiene un estilo sencillo y muy directo, con frases y capítulos muy breves que hacen que la lectura resulte muy ágil a pesar de la carga emocional que conlleva.

      Un saludo

      Eliminar
  6. Qué preciosidad de reseña y qué grandes reflexiones has sacado con esta lectura. Imposible no querer descubrir esta novela tras leerte.
    Besotes!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra haberte despertado el interés por ella. Creo que la disfrutarías.
      Besos

      Eliminar
  7. Ya sabes que las novelas con relaciones madre/hija me gustan mucho. Es más extraño verlas entre madre e hijo, pero ese freudiano complejo de Edipo las puede hacer más interesantes si cabe.
    Me parecen maravillosas tus reflexiones, aunque no todas las comparto. Yo creo que la relación con la madre y la enfermedad mental pueden ir muy bien juntas. Una puede ser causa o consecuencia de la otra.
    Quiero saber qué pasó ese verano en que Aleksy cambió su loco viaje por unas vacaciones con su madre. Y es que está novela también es de las mías.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No es que me sobrara la enfermedad mental pero tampoco me estaba aportando nada. Es cierto que cierto acontecimiento en la familia de Aleksy cuando él era niño más que causa pudo ser en cierta medida el detonante de esa enfermedad. Aun así tenía un poco la sensación de que me hubieran podido contar la misma historia con un protagonista sano. El libro me ha gustado mucho y donde dije digo digo Diego, que también es bueno que una lectura nos haga cambiar de opinión. Acepto a Aleksy en su totalidad y es bueno que su historia no sea tan diferente de los que aparentemente estamos más 'cuerdos'.

      Ya me contarás cuando te vayas de vacaciones con Aleksy y su madre.

      Besos

      Eliminar
  8. Hola Lorena!! Es un libro que llevo un tiempo viendo y no sabía qué pensar de él, pero tu reseña me ha dejado con muchas ganas de explorarlo. ¡Gran reseña! Besos!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra haberte animado a leerlo. Espero que te guste si así lo haces.
      Besos

      Eliminar

Publicar un comentario

Gracias por tu tiempo.
Participa siempre con libertad y respeto.
Por favor, no dejes enlaces a otras webs o blogs. Si quieres ponerte en contacto conmigo por motivos ajenos a esta entrada puedes escribirme a mi dirección de correo electrónico. Búscala en la pestaña Información y contacto.