Un fin de semana - Peter Cameron

Abro el libro y me sumerjo con deleite. Con el mismo deleite con el que Marian sumerge los pies que acaban de pisar el césped húmedo de la mañana procedentes de la casa y, a continuación, poco a poco, el resto del cuerpo hasta zambullirse por completo en ese río de pureza matinal cuya hermosura al anochecer la hace llorar. Ya estoy conquistada con la descripción de esa escena y con el tan breve como bello primer capítulo que la contiene. Sin embargo, se abre en mí una inquietud, un presentimiento de que tan idílica imagen está a punto de resquebrajarse, o de que si acaso no es más que un espejismo de perfección en un mundo imperfecto. «El placer era tan intenso que casi dolía», concluye el citado capítulo. Y yo concluyo que la intensidad del placer duele porque se sabe efímera. Sé también que la belleza del río es inherente a su fluir y a su constante cambio. Sus aguas no son sinónimo de parálisis como las de los estanques y lagos; no son las artificiales de las piscinas como la de la casa de veraneo que ha alquilado la mujer que Marian ha invitado a cenar esa misma noche. «¿Mides el arte por su capacidad para infligir daño?», preguntará alguien poco más tarde en uno de los brillantes diálogos que nos brinda esta novela. Y yo no puedo evitar preguntarme a mí misma si mido la literatura con ese mismo baremo.
«No tengo el poder para hacer eso. No tengo el control. Es como si estuviera caminando por un acantilado. Un acantilado muy alto y escarpado asomado al mar, como en una película [...]. Y el acantilado se curva todo el rato, pero yo tengo que seguir caminando recto. No puedo girar o ajustar mi rumbo al acantilado. Tengo que seguir caminando recto. Y algunas veces me aproximo demasiado al borde. Y no puedo hacer nada. No puedo hacer nada».
El tren que lleva a Lyle desde Nueva York a la casa de campo en la que viven Marian y John avanza paralelo aunque en sentido inverso al río en cuyas aguas Marian se bañaba horas antes. Lyle se dispone a pasar un fin de semana en el que él denomina su lugar favorito del mundo. Precisamente, esa misma noche, durante la cena antes citada se debatirá si los lugares los hacen las casas o las personas. Pero antes de eso, Lyle viaja en el tren y no viaja solo; lo acompaña Robert, un joven pintor con el que acaba de iniciar una relación y al que a última hora ha decidido invitar a pasar con él el fin de semana. Está nervioso; hace mucho que no visita a sus amigos, por más que estos, especialmente Marian, le hayan instado a hacerlo. Para más inri, ese fin de semana se cumple el primer aniversario de la muerte de Toni, quien fuera pareja de Lyle, medio hermano de John e íntimo amigo de Marian.
«Es muy difícil conmemorar a los muertos. Elaborar un recuerdo suyo que no implique complacerse en el propio dolor es casi imposible. Y nunca volverás a poseerlos sin la mácula de tu tristeza, nunca pensarás en ellos o verás su imagen con una ráfaga de sensaciones puras, sino siempre tamizadas por ese dolor, esa tristeza, ese sentimiento egoísta de abandono, que tiene que ver más contigo que con ellos».
Los tres amigos creen conocerse muy bien. O, quizás, sería más apropiado decir que Lyle y Marian creen conocerse muy bien. John tiene un punto insondable que nadie llega a alcanzar en su totalidad. Sin embargo, es el más sólido, roca clavada en el fondo que el río no consigue arrastrar. Tal vez sea así porque desde temprana edad ha tomado conciencia de sentirse diferente a los demás y ha ido aprendiendo a asumir esa percepción de sí mismo. Se sabe perdido desde niño y no se molesta en disimular, fingir o trampear. Los otros se engañan porque nadie llega a conocer plenamente al otro, cuando se piensa que es así esa sensación se escapa, y si realmente llega a ser así pocas veces se soporta el escrutinio o la imagen fidedigna que el otro revela de nosotros. Y luego está Robert, el extraño por nuevo, el intruso por llegar a un grupo hecho y además a sustituir a quien era parte importante de ese grupo. Conocer a gente nueva nos permite vernos de otra manera, descubrir partes de uno quizás desconocidas. Eso nos recicla, nos da vida. Pero tal vez nuestra vieja gente se conforme con lo que sabía hasta entonces de nosotros; tal vez les invada el miedo a perdernos, a no reconocernos en esa nueva faceta nuestra.
«Es extraño ver a alguien con quien hasta entonces solo has estado a solas interactuando con otras personas, porque ese alguien conocido por ti desaparece y es reemplazado por otra persona diferente, más compleja. Lo ves girar en esa nueva compañía, revelando nuevas facetas y no hay nada que puedas hacer, salvo desear que esas otras caras te gusten tanto como la que parecía ser la única cuando te miraba solo a ti».
Uva. Fotografía de Franco dal Molin

Un fin de semana es una de esas novelas aparentemente sencillas pero que ocultan bajo su superficie una gran complejidad; una de esas historias en las que parece que pasan pocas cosas pero en las que lo que en realidad sucede es la vida, que transcurre imperturbable, pero perturbándonos, cual si fuera ese río cristalino y tranquilo ahora, turbulento y fangoso instantes después. La ambientación es magnífica, con ese sol abrasador en su cénit y de luz tamizada en su atardecer que a veces ilumina, otras confunde y algunas simplemente ciega. Los diálogos, como ya he comentado, son brillantes, y la introspección del breve elenco de personajes está trabajada de manera sublime por parte de Peter Cameron.

En esta novela escrita y publicada en los años noventa y rescatada hace poco por Libros del Asteroide, el autor estadounidense nos habla del fracaso íntimo que supone la asunción de la incapacidad para vivir. De la necesidad de agarrarse, de asirse a algo para no soltar la vida. De cuántas veces ese algo es un alguien, de cómo las personas a las que queremos son las que nos sostienen y nos mantienen cuerdas cuando tal vez debería de ser al revés. De los cruces entre los distintos momentos y necesidades de dos personas que mantienen una relación, de asumir el cambio y el desajuste entre nuestro cambio y el de los demás.
«Bueno, pero así es la vida: conoces a alguien y le das esperanzas o te da esperanzas y avanzas hacia algún lado. No es tan horrible. No irías a ninguna parte si nadie te diera esperanzas».
Cierro el libro relamiéndome con el mismo deleite con el que lo inicié. También con la misma mezcla de maravilla e inquietud. Sintiendo además que apenas he transitado unos metros de ese río que es este libro y que es la vida pero con el convencimiento de que he vadeado sus profundidades, aprendido de sus envites y alcanzado orillas inexploradas. Relajándome y dejándome flotar en cada remanso que me ofrecía. Y sabiendo que, por conocido que sea el río, siempre hay zonas oscuras e inalcanzables, y que un mínimo viraje en su corriente puede hacerme perder pie y ser tragada por uno de sus repentinos remolinos.
«Quizá la vida sea como unas vacaciones. ¿Sabes como en vacaciones estás siempre fingiendo lo bien que lo estás pasando pero en realidad, especialmente hacia el final, no ves la hora de volver a casa? Lo único que quieres es llegar a tu casa y dormir en tu propia cama. Tal vez la vida sea eso. Tal vez solo estamos de vacaciones sin saberlo». 
«Ay, ¿no es terrible? -dijo Marian-. Aspirar a la estabilidad. Es un poco patético, ¿no?»
IMG_2940. Fotografía de Scott





Ficha del libro:
Título: Un fin de semana
Autor: Peter Cameron
Traductor: Álvaro Marcos
Editorial: Libros del Asteroide
Año de publicación: 2018
Nº de páginas: 248
ISBN: 9788417007645
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Comentarios

  1. ¡Hola! Creo por lo que nos cuentas que este es un libro de esos que yo describo para mí misma como "bellos por dentro y por fuera". Por dentro, porque el argumento y lo que nos transmite con sus palabras es maravilloso y por fuera porque su prosa también lo es (sólo con leer los párrafos que pones una ya se da cuenta). Cierto que quizás la vida sea como unas vacaciones y lo que de verdad deseamos es volver a casa.
    En fin, un placer leerte, como siempre
    Besos

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    1. A mí me parece bello ya desde lo que me transmite su portada. Sigue luego con dos citas magníficas que preceden la novela. Y por último, y lo más importante, el descubrimiento de Peter Cameron. Espero leer más libros suyos. Me gusta cómo escribe, los temas que toca y cómo los aborda.

      Un placer, como siempre, tu visita, Marian.

      Besos

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  2. Ya puedes imaginarte que este libro es para mí. Me gusta todo, que sea norteamericano, que transcurra en las cercanías de Nueva York, que trate de personajes y sus peripecias... hasta la editorial me gusta.
    Conocer gente nueva siempre me ha asustado. Ahora que no nos oyen, te diré que cuando conozco a alguien por primera vez, en principio lo considero el enemigo. Luego, como es lógico, en cuanto ya no es nuevo (unos cinco minutos) termina por gustarme. Me imagino lo que tiene que ser conocer a alguien que ocupa el lugar que ocupó alguien a quien querías y ha desaparecido.
    Estoy deseando hacerme con él y meterme con la historia. No he leído nada del autor y te agradezco el ponerme en contacto con él.
    Un beso.

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    1. Pues sí, creo que este libro es de los tuyos, Rosa. Y en cuanto al autor, a mí personalmente me ha parecido todo un descubrimiento.

      Si ya es difícil llegar a un grupo que ya está hecho, llegar con ese lastre debe de ser injustamente complicado. Yo, como buena tímida y además introvertida que soy, con la gente desconocida me desenvuelvo fatal, como no me tiendan manos me siento realmente incómoda y llego a pasarlo mal. Y nunca se sabe quién es más enemigo, si el que llega de nuevo o el que ya está.

      Espero que disfrutes esta novela tanto como yo.

      Besos

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  3. Este libro ya lo tenía fichadito por otras reseñas, pero aún no me he animado con él. Tu reseña me dice que no debo olvidarme de él, que merece mucho la pena. A ver si le hago hueco prontito.
    Besotes!!!

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    1. Pues ya sabes, cuando el río suena, agua lleva, por seguir con la metáfora. Si te animas con él, ojalá te guste tanto como a mí.
      Besos

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  4. Parece un entramado de relaciones personales complejo, interesante para leer y analizar. Como introvertido que soy, estas historias me ponen un poco nervioso, pero me gustan. Libros del Asteroide tiene un catálogo muy atinado.
    Cambiando de tema, sigo un programa de televisión en la 2 que presenta Ariel Rot y la semana pasada estuvieron en Asturias. Casualidades de la vida, uno de los artistas que entrevistaron se llamaba Lorena Álvarez y su Banda Municipal, jaja, ¿los conoces?
    Un abrazo.

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    1. Qué bueno. Mira, ahora que lo mencionas me traes a la memoria que hace ya tiempo me topé con un cartel anunciando una actuación de mi tocaya y paisana, hasta entonces una desconocida para mí. Vamos, que me fijé en el cartel por eso de: anda, tengo una banda de música y yo sin enterarme.

      Bueno, poniendo kilómetros de por medio y yéndonos al libro de Peter Cameron, como apunto más arriba para mí ha sido todo un descubrimiento. Creo que los introvertidos, independientemente de que nos pongan nerviosos o no, como es tu caso, disfrutamos mucho cuando un escritor realiza con sus personajes tan brillante ejercicio de introspección.

      Mis últimos acercamientos a Libros del Asteroide han sido todo un acierto y los he disfrutado muchísimo. Sin duda merece la pena seguir indagando en su catálogo.

      Un abrazo

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  5. Dejas muchas frases brillantes (tuyas y del libro) para la reflexión. Me he quedado clavado en esta; si "los lugares los hacen las casas o las personas". Tenía un profesor de Arte (Teoría de la Estética ) que nos solía comentar como la arquitectura urbana condiciona nuestra forma de vivir en la ciudades, de habitarlas, de ser... en definitiva. Es paradójico, pues las casas, los edificios, etc, las hacen las personas, pero luego somos moldeados por esa fisonomía arquitectónica... en fin, no nos liemos, jaja.
    Tiene buena pinta el libro, diálogos de personas con la cabeza bien amueblada (¿no?), y la campiña neoyorquina, sí, por raro que suene, Nueva York tiene su campiña, todo parece muy seductor en esta historia de Peter Cameron.
    Abrazos, Lorena.

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    1. Algo así, sobre casas y personas, se discute en un punto de la trama en este libro. Ya digo que los diálogos me han parecido muy buenos y pueden sacarse de ellos muchas cosillas para la reflexión.

      Entre tú y yo, Paco: a mí los personajes me han parecido un poco snobs. Me pasa con algunos libros de algunos escritores. Lo bueno es que ello no impide que nos identifiquemos con ellos, lo cual muestra que independientemente de nuestras condiciones todos tenemos las mismas inseguridades y miedos.

      Oh, sí, la gran metrópolis neoyorquina contra las zonas más desconocidas del estado. Parece mentira tal remanso de tranquilidad al pie de tanta vorágine. También se habla algo de ello en el libro.

      Un abrazo

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    2. Fíjate, es el que menos me gusta de los libros de Cameron que he leído. Me quedaría sin duda con Algún día este dolor te será útil
      Besos

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    3. Pues mira qué bien porque quiero leer más de él, así que si sus otros libros están aún mejor...

      Ya me han recomendado Algún día este dolor te será útil, pero si te soy sincera me tienta más Coral Glynn. Veremos por cuál me decido.

      Besos

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    4. "Algún día este dolor te será útil". Menudo título más bueno. Tomo nota también.

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  6. ¡Qué bien, Lorena! Ya los comentaremos

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  7. Tengo 'Algún día...' esperando hace tiempo. Calculo que empezaré por allí con este autor. Yendo al libro, parece que la atmósfera en que se desarrolla no va a la zaga de la historia, lo que lo vuelve más que atractivo.
    Queda debidamente apuntado, aunque aún no lo veo por estas riberas. Será cuestión de esperar.
    Un abrazo grande, Lorena.

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    1. Pues aprovecha si tienes ese título esperando. Y ya me contarás ;)
      Un abrazo

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