El muro - Marlen Haushofer

Un día te despiertas. Abres los ojos. Recuerdas que no estás en tu cama. El día anterior habías llegado junto a tu prima y su marido a su chalet de montaña, como tantas otras veces que te habían invitado. Recuerdas ahora que la tarde anterior ellos se habían acercado al pueblo y tú te acostaste antes de que ellos regresaran. No los oíste llegar. Te levantas y los buscas por la casa. No están. Ni ellos ni ninguna señal de su regreso. Te vistes y sales a buscarlos. Lince, el perro del marido de tu prima, que dejaron contigo en la casa, te acompaña. Avanzáis por el bosque. Lince te precede. Su comportamiento muestra agitación. Está fuera de tu campo de visión cuando lo sientes lamentarse. Su hocico está ensangrentado. Chocas. No sabes con qué. Probablemente con lo mismo que ha causado la herida de Lince. Retrocedes y avanzas ahora con la mano extendida. Lo tocas. El muro. Un muro invisible. Estáis aislados. Tú, Lince y el bosque.
«Podía matarme o intentar abrir un camino debajo del muro, lo que probablemente no sería más que otra forma de suicidio, más dificultosa. Y, naturalmente, podía quedarme donde estaba e intentar seguir viviendo».
Podía matarse. Podía intentar abrir un camino debajo del muro, opción sobre la que volverá alguna vez. O podía intentar seguir viviendo. Esto último es lo que decide la protagonista de esta novela.

«De joven cargó, en su ignorancia, con una pesada responsabilidad y fundó una familia, y desde aquel momento estuvo siempre atosigada por un sinfín de deberes y preocupaciones. Sólo una giganta hubiera logrado liberarse y ella no era en ningún sentido sobrehumana, era simplemente una mujer angustiada y desbordada, de inteligencia media, en un mundo hostil a las mujeres, extraño y siniestro». Esta es la mujer, de aproximadamente cuarenta años, que llega al valle. Viuda y con dos hijas ya casi adultas, está en una etapa de su vida tranquila en la que comienza a sentirse liberada de las cargas que la vida o ella misma se ha impuesto. No sabe aún que ha llegado a otro mundo hostil, extraño y siniestro, pues todo lo desconocido nos resulta así. Tendrá, más que hacer suyo ese mundo, hacerse ella parte de él. Tendrá que cambiar las imágenes que traen sus ojos por otras nuevas, aprender a observar hasta que lo que antes le parecía amenazador le resulte ahora hermoso.

En su nuevo hábitat no parece haber más presencia humana que ella. Y, más allá del muro, tampoco. Vislumbra una granja y, no un hombre vivo, no un cadáver yacente, sino un hombre petrificado. Verá más como él. Ella está sola con Lince y a esa peculiar convivencia se le une una gata y una vaca. Después, las crías de ambas. La mujer tiene una nueva familia de la que sentirse responsable. Sufrirá con la pérdida de alguno de sus miembros pero está en su naturaleza amar a cada criatura que la necesite y no lo puede evitar a pesar de que tal compromiso le resulta agotador.
«Así como estoy ahora no soy más que una piel fina sobre una montaña de recuerdos. No quiero más recuerdos. ¿Qué será de mí cuando esta piel se rompa?»
Dos años y medio después del origen del muro comienza a escribir. Escribirá durante cuatro meses hasta que se le acabe el papel. Esta novela es su narración. En ella nos cuenta su día a día de supervivencia. Lo que recuerda y tal y como lo recuerda, apoyándose en alguna nota que tomó en un calendario. Su prosa (la de Marlen Haushofer) es sencilla, reflexiva, ausente de recreación en el drama. Tal vez porque no tenga tiempo para ello. O sí, sí lo tiene: «Dispongo de tanto tiempo para reflexionar que acabaré conociéndome en todos los pliegues», escribe, pero tal vez no se pueda permitir el lujo de ahondar en sus propios abismos para no caer en ellos. Manifiesta su soledad, su miedo, su desesperanza en ocasiones, pero se aleja de ellos con el trabajo del día a día. Sí es más generosa con sus reflexiones, como ella dice: «Puedo permitirme decir la verdad. Todos por los que he mentido durante mi vida están muertos». Efectivamente, es libre de los afectos anteriores al muro pero su nueva familia es otra cadena y no sabe si son ellos los que la necesitan más a ella o ella a ellos.

No está muy segura de desear realmente que alguien lea algún día lo que está dejando escrito. Escribe más para ella misma. Para no perderse, para no desvanecerse, para anclarse.
«En el fondo, ya no soy en este momento la persona que fui una vez. ¿Cómo voy a saber en qué dirección evolucionaré? Quizá ya me haya alejado tanto de mí misma que ni siquiera lo noto».
Es curioso: muestra reiteradamente su desconfianza y escepticismo hacia la especie humana, incluso parece que le resulta más fácil amar a los animales que a las personas y, sin embargo, teme perder su esencia humana y muchos de sus pensamientos giran en torno a lo que nos diferencia y enfrenta con otras especies.
«Las cosas suceden sin más y yo, como tantos millones de seres humanos antes que yo, les busco un sentido porque mi vanidad me impide reconocer que el único sentido de un acontecimiento reside en él mismo exclusivamente. [...] estamos condenados a correr en pos de un significado improbable. No sé si algún día me resignaré a esta evidencia. Es difícil desprenderse de esta vieja e incorregible megalomanía. Compadezco a los animales y compadezco a los hombres porque los lanzan a este mundo sin que nadie les pida su parecer. Quizá los hombres son más dignos de compasión porque poseen la inteligencia suficiente para oponerse al curso natural de las cosas. Y eso les ha hecho malvados y desesperados y poco dignos de ser amados». 
Sabueso bávaro de montaña. Fotografía de Ralf Lotys

Ella procura no buscar significado más allá de los acontecimientos en sí. Y, aunque barrunta su propia teoría sobre el surgimiento del muro, asume su existencia y lo que esta supone con una apabullante tranquilidad. «No veo por qué ha de ser deshonroso llevar, como todos los animales, la carga asignada a cada uno y al final morir como cualquier animal. No sé lo que es el honor. Nacer y morir no es honorable, le sucede lo mismo a cada criatura y no significa nada más allá del hecho mismo», escribe. Es por ello por lo que no juzga determinados comportamientos de los animales que desde una perspectiva humana pueden considerarse crueles. Asimismo intenta no interferir en la naturaleza más allá de procurarse la supervivencia a ella y sus animales (que a veces extiende a los animales del bosque más cercanos) y no jugar al dios que decide quién vive y quién muere. Ella, que era «esa única criatura que no pertenecía al mundo del bosque, es decir, un ser humano que pensaba cosas confusas», parece mimetizarse cada vez más con él.
«Un día no estaré aquí y nadie cortará la hierba del prado y la maleza lo invadirá, más tarde el bosque avanzará hasta el muro y recuperará la tierra que le arrebató el hombre. Hasta mis pensamientos se enmarañan como si el bosque echara raíces en mí y pensara con mi mente sus pensamientos ancestrales y eternos. El bosque no desea que vuelva el hombre».
«De vez en cuando cierro los ojos y sueño con ese gran éxodo del bosque», releo cuando vuelvo a mis subrayados de este libro para escribir esta reseña. Y me quedo pensando en cómo interpretar esa frase: si es del bosque de quién debemos huir o si es el bosque el que quiere huir de nosotros y liberarse.

Con El muro descubro y rescato a la escritora austriaca Marlen Haushofer, considerada uno de los principales autores de la literatura alemana de posguerra aunque no recibió el reconocimiento que realmente merecía hasta después de su muerte en 1970. Es una lectura tranquila pero cuyas páginas, como el bosque que describen,  poco a poco te integran en ella. De esas que crecen tras su lectura y a las que vuelves con tu mente una y otra vez. Creo que tiene varias lecturas. A mí me ha hecho pensar que hay muchos muros invisibles en nuestras vidas y no siempre nos percatamos de su existencia. Nuestra ignorancia respecto a ellos nos ahorra el sufrimiento de sabernos confinados pero también nos resta la posibilidad de explorar nuestros propios confines.
«El muro forma parte de mi vida hasta el punto de que no pienso en él durante semanas. Incluso cuando pienso en él no me parece más siniestro que un muro de ladrillos o una verja de jardín que me impiden el paso. ¿Qué tiene, realmente, de especial? Es un artefacto de un material cuya composición desconozco. En mi vida siempre han proliferado objetos de ese tipo. El muro me obligó a una vida completamente nueva, pero lo que de verdad me conmociona es lo que siempre me conmocionó: el nacer, el morir, las estaciones del año, el crecer y el decaer. El muro ni está vivo ni está muerto, en el fondo no me atañe y por eso no sueño con él».
Un día te despiertas. Abres los ojos. Comienzas a ver.

Cabin in the Woods. Fotografía de Sheila Sund





Ficha del libro:
Título: El muro
Autora: Marlen Haushofer
Traductora: Genoveva Dieterich
Editorial: Siruela
Año de publicación: 1995*
Nº de páginas: 270
ISBN: 84-7844-228-6

*Existe una edición posterior, también de Siruela, que data de 2003.






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Comentarios

  1. Una autora y libro que desconozco, pero me parece muy atractivo por todo lo que cuentas, tan bien como siempre. Es un planteamiento bastante original, ese “muro” que surge en el bosque y aísla a la protagonista junto a los animales, obligándola a asumir otra forma de vivir, de pensar en sí misma, cuando uno está aislado de sus semejantes ha de aprender a convivir consigo mismo… es significativo porque muchos, lo último que harían en esta vida es, precisamente, refugiarse en sí mismos, como si esa posibilidad les diese pánico por encontrarse a “un extraño” en su propia piel.

    Totalmente de acuerdo con tu visión, ese “muro” es el símbolo, metáfora, de todos los muros que unos y otros vamos construyendo a nuestro alrededor, a veces un muro entre un padre y un hijo, entre los demás y uno mismo, etc. Y esa manera que tiene la protagonista de plantear su existencia, un tanto nihilista, de creer solamente en el aquí y ahora, al menos lo he entendido así. Enfrentarse al horror vacui de una vida imprevista, nueva…

    Me lo apunto, gracias Lorena por tus magníficas líneas, dan para mucha reflexión.
    Un abrazo!

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    1. Ciertamente, poca gente opta por mirar en sí misma. Y es curioso, porque, además de ser esa una forma de autoconocimiento, paradójicamente, y como da a entender Marlen Haushofer, también se corre así el riesgo de perderse uno mismo al desvincularse con lo/s que le rodea/n.

      El libro casi me atrevo a aventurar que te gustará. No solo por todo lo que mencionas sino también porque pienso que tú que vives tan ligado a la naturaleza (yo soy más urbanita, ni siquiera he tenido pueblo al que ir de niña) lo disfrutarás doblemente. Espero que así sea. Ya me contarás si lo lees.

      Un abrazo

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  2. De nuevo me descubres una autora y un libro que no conocía. Y como siempre, me dejas con muchas ganas!
    Besotes!!!

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    1. Es un libro con el que me encontré por casualidad y me llamó mucho la atención. No tenía noticia de él ni de su autora aunque luego estuve indagando un poco sobre ella y no descarto leer alguno más de sus libros. Me alegra dártela a conocer pues tengo la impresión de que es una autora injustamente poco conocida.
      Besos

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  3. ¡Hola! Como ya te he comentado en intragram, me parece interesante la novela. Me alegra que no esté sola, que al menos tenga la compañía de un perro
    Besos

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    1. Lo es. Una de esas historias en las que aparentemente ocurren pocas cosas pero que tiene mucha miguilla.
      El perro y otros animales la acompañan. La mujer a veces disfruta de su soledad y otras veces le pesa. La soledad siempre es un sentimiento muy relativo.
      Besos

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    2. ¡Lorena! vuelvo a releer tu reseña, después de haber leído la novela (no recoerdaba que la habías leído). Ya sabes que me ha gustado mucho, realmente no sé muy bien porqué, me ha impactado mucho y no solo por ese final tan noqueante. He disfrutado mucho con esta obra de superación, y supervivencia en total simbiosis con el medio natural y lo mejor, la relación que forja con sus animales, me ha fascinado, yo que soy muy perruna y gatuna. Por cierto, buena idea lo de poner la foto de Lince (el sabueso bávaro de montaña, fíjate que no se me ocurrió buscar para saber que asepcto tienen)
      Me alegra mucho coincidir contigo en algunas lecturas
      Besos

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    3. A veces cuesta recordar lo que ha leído una misma, como para acordarse de todo lo que leen los demás ;)
      Es cierto de que la novela, aunque muy reflexiva, introspectiva y con poca acción, consigue envolver al lector.
      Bueno, no es la primera vez que coincidimos (yo también me alegro de ello), aunque otras veces estemos un poco en las antípodas la una de la otra, jeje.
      Gracias por pasarte a comentar.
      Besos

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  4. Me da la impresión de ser una novela muy "biológica": la vida sin más sentido que la propia vida, sin más trascendencia; los otros seres como parte de nosotros mismos y todos como parte de un conjunto. No sé si me atrae. Esa trama que vislumbro compuesta por un solo ser humano rodeado de otros seres nunca ha sido muy de mi agrado. pero. por otra parte, presiento que puede tener reflexiones que me pueden interesar mucho. No seguro nada.
    Un beso.

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    1. Es 'biológica' en el sentido de que indaga en el sentido de la vida, valga la redundancia. Incluso podría hacerse cierta lectura ecologista de esta novela. Por otra parte, la narradora (y por ende la autora) no considera animal al ser humano, lo cual no es estrictamente muy 'biológico', aunque también es verdad que por ello estamos entrecomillando el término biológico. Y aunque parezca preferir en muchas ocasiones la compañía animal a la humana, no deja de cuestionarse sobre la esencia humana y su pérdida. Así que tal vez sea una novela más 'antropológica' que otra cosa.

      La trama es sencilla y bastante plana. He comentado que la protagonista sufre la pérdida de alguno de los animales que forman parte de su 'familia'. Pues bien, excepto averiguar cómo sucede la pérdida de uno de ellos en concreto, de lo que se tiene noticia al poco de comenzar la novela (del hecho, no del cómo), no hay mucho más misterio, a no ser para aquellos lectores que disfruten especialmente del contacto con la naturaleza. El fuerte, como bien has percibido, está en las reflexiones. A mí me ha gustado mucho y no me ha aburrido para nada pero tampoco es un libro que me atreva a recomendar (bueno, en realidad no me gusta recomendar ninguno). Déjalo en el limbo y ya se verá qué pasa con el tiempo.

      Besos

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  5. Ni autora ni libro; nada. Parece un libro destinado a leerse cuando uno se halla dispuesto a reflexionar sobre el aislamiento -propio o ajeno-. Yo, que también soy bicho urbano como tú, creo que me sentiría un tanto ajeno al contacto con la naturaleza. De todas maneras, no lo descarto; máxime, si hay poco publicado en español de esta autora, a la que sí apunto.
    Gracias por dárnosla a conocer.
    Un abrazo.

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    1. Creo, como le digo a Paco, que la gente que vive más en contacto con la naturaleza, lo disfrutará doblemente. Pero las reflexiones que contiene este libro y que, por otra parte, son su auténtico fuerte, son interesantes también para cualquiera que guste de la introspección.
      No sé si en Argentina ha sido publicada. Sus libros aquí en España tienen ya unos cuantos años. Pero en bibliotecas públicas o incluso en el mercado de segunda mano no creo que haya problema para conseguirlos. Echa un vistazo a sus otras obras a ver si alguna te atrae más. Yo ya le tengo echado el ojo a alguna.
      Un abrazo

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  6. Aunque me parece una lectura inquietante y un tanto claustrofóbica, llama mi atención. Quizás sea la relación que se establece entre la mujer y la naturaleza, o su capacidad de adaptación, el caso es que yo lo anoto y lo pongo a la lista, ya te contaré.

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    1. Pese a lo que se puede esperar de esta novela, dado su argumento, yo no sentí su lectura como claustrofóbica, al contrario, la leí con mucha serenidad aunque deteniéndome en sus hondas reflexiones. Ya me contarás tus propias impresiones. Me encantará conocerlas.
      Besos

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