El aliento del cielo - Carson McCullers

"Todo lo que sucede en mis relatos, me ha sucedido, o me sucederá."
Así se manifestó la propia Carson McCullers (Georgia 1917 - Nueva York 1967) sobre su obra, sobre ese magnífico universo literario que nos dejó. No suele resultarnos complicado aceptar que la biografía de un escritor marca el sendero de lo que escribe; tampoco debería, pues, sorprendernos que el acto de reflexión inherente a la escritura desemboque en una suerte de premonición sobre lo que le está por venir. Así, en todo lo que escribió la escritora sureña, sin ser necesariamente autobiográfico, hay guiños más que de sobra a su biografía y temas (o casi obsesiones) más que recurrentes.

McCullers también se manifestó sobre su medio de vida de la siguiente manera: "no me gustaría vivir si no pudiese escribir... La escritura no es sólo mi modo de ganarme la vida; es como me gano mi alma." Y así, a golpe de palabras, se ganó su alma (o al menos su paso a la posteridad): transcribiendo al papel las atascadas en la garganta del Andrew subido al tejado en el único de sus relatos que no lleva título; o las de Hugh, que es incapaz de nombrar el miedo y la angustia vividas en Muchacho obsesionado; regando también aquellas que florecen por primera vez para la genial Frankie de Frankie y la boda; usándolos a todos ellos, tal vez, para por su boca soltar las suyas propias. Sí, Carson McCullers suelta sus palabras presas y nosotros, todos, tal y como reflexiona Frankie hablando con Berenice, su criada negra, somos como esas palabras, sueltos y presos a la vez: presos de nosotros mismos, sueltos e inconexos de todos los demás. Lo que McCullers hace con su escritura es cohesionar esas palabras que dan voz a sus personajes y, con ello, liberarlos de sí mismos y buscarles un lugar en ese mundo que no consiguen sentir suyo.

El aliento del cielo reúne la totalidad de relatos de la escritora y sus tres novelas cortas: Reflejos en un ojo dorado, La balada del café triste y Frankie y la boda. Viene además acompañado de un prólogo, apuntes biográficos sobre la autora y comentarios precedentes a cada relato a cargo de Rodrigo Fresán, que no sólo enriquecen y redimensionan la lectura sino que incrementan los deseos de seguir leyendo y conociendo a Carson McCullers.

El libro se abre con Sucker, por ser el primer relato conocido que escribió la autora con tan solo dieciséis-diecisiete años. En él se presenta lo que será un tema reincidente en su obra: el niño entrando en la adolescencia, la desubicación ("¿cuáles son las cosas que sé y en las que siempre creeré?") y el sentimiento de abandono. Además de en éste y los tres mencionados en el primer párrafo, niños son también los protagonistas de Así, Correspondencia y El aliento del cielo, relato este último del que toma su título este libro.

Personalmente he disfrutado muchísimo de los adolescentes de McCullers; son personajes que la autora borda y con los que desborda. La misma escritora (su imagen es la que ilustra la portada) me parece una habitante perenne de esa etapa vital. La veo en fotos jovencísima y sus ojos me devuelven una mirada sabia y anciana; de adulta, sin embargo, arrojan la osadía de la juventud. Tal vez ello explique la madurez que manifiesta desde sus primeros relatos y la no renuencia posterior a seguir indagando en esa edad fronteriza.
"Los recuerdos infantiles poseen una extraña cualidad volandera, y zonas de oscuridad rodean los espacios de luz. Los recuerdos de infancia son como velas encendidas en una hectárea de oscuridad, e iluminan escenas inmóviles, separándolas de la negrura circundante. 
[...] 
Porque el niño distingue dos capas de realidad: la del mundo, que se acepta como una inmensa confabulación de todos los adultos; y la no reconocida, la escondida y secreta, la profunda."
Llama también la atención la figura materna en estos relatos protagonizados por los más jóvenes, tanto por ausencia como por presencia insatisfactoria. McCullers estuvo muy unida a su madre pero, por otra parte, la mortificaba la relación cada vez más dependiente que tenía con ella debido a sus problemas de salud. Un mal diagnóstico de fiebre reumática de adolescente ocasionaría a la escritora múltiples perjuicios, viviendo los últimos años de su vida prácticamente en la invalidez e incluso con épocas en las que era incapaz de escribir. Los padres de sus historias, sin embargo, son personajes casi siempre secundarios y lo único que recuerda al propio padre de la escritora en sus relatos es la profesión de relojero presente en algunos de ellos.

Signature of Carson McCullers

A pesar de empezar a escribir a tan corta edad, Carson McCullers no siempre quiso ser escritora. Su primera pasión fue la música. Fue el traslado de residencia de su profesora de piano, Mary Tucker, lo que la sumió en un sentimiento de abandono y traición que desencadenó en una ruptura con su primera vocación, volcando toda su frustración en una incipiente carrera como escritora. Esos primeros años de estudio debieron de hacer mella en ella, sin embargo, pues la música es una constante en prácticamente la totalidad de sus relatos, teniendo una mayor presencia e incluso protagonismo en historias como El patio de la calle ochenta, zona oeste, Poldi, Wunderkind, Madame Zilensky y el rey de Finlandia y El arte y el señor Mohoney.

Pero la música se acalla en sus relatos más sombríos, aquellos en los que la combinación amor-alcohol forma un cóctel amargo, peligroso y sin salida.

Carson McCullers se casó dos veces con Reeves McCullers, escritor frustrado con el que compartiría no sólo su vida (con idas y vueltas) sino también su afición al alcohol. En El instante de la hora siguiente, Dilema doméstico y ¿Quién ha visto el viento? retrata magistralmente la complejidad del amor y los estragos de las adiciones mostrando una espiral de autodestrucción que parece ir in crescendo de un relato a otro.
"Y mientras contemplaba la botella vacía, tuvo una de las grotescas imágenes que tendían a presentársele a aquella hora. Se vio -junto con Marshall- en el interior de la botella de whisky. Repugnantes en su pequeñez y perfección. Se deslizaban muy enfadados, arriba y abajo, por el frío cristal transparente como simios diminutos. Los vio por un momento, con narices aplastadas y con miradas de nostalgia. Y luego, después de sus frenesíes, los vio tumbados en el fondo -pálidos y exhaustos-, con aspecto de rollizos especímenes de laboratorio. Sin nada que decirse el uno al otro."
Ese amor es otra de las constantes en la obra de McCullers y se torna autodestructivo aun sin alcohol. 

Fotografía de la adaptación teatral de The member of the wedding (Frankie y la boda). Fotografía de Alfredo Valente

El amor de sus historias no responde al convencionalmente entendido como una bonita historia de sentimientos compensados y correspondidos, sino que se guía por la teoría que se expone en La balada del café triste: el amor de los amantes y los amados; el de los que aman y los que se dejan querer.

Los personajes de McCullers son claramente amantes y viven su amor por el amado o lo amado sin mesura. Como el viejo de Un árbol. Una roca. Una nube., al que su amada le persigue en forma de recuerdos insólitos y que vuelca su amor en todo lo que se encuentra en un intento estéril de olvidarla; como Berenice en Frankie y la boda, que buscó en todos sus maridos pedacitos del primero pero ni con todos juntos pudo recuperar más que desgracias.

Porque sí, parece que todos los personajes, todos esos amantes, son desgraciados. Hay un sentimiento de extrañeza en todo ese fascinante universo narrativo de McCullers, un sentimiento de no pertenencia. Algo en ellos que nos molesta y nos incomoda y que la autora llega en algunos casos a manifestarlo físicamente como en la mujer altísima y el jorobado de baja estatura protagonistas de La balada del café triste o en la referencia al barracón de los fenómenos de la feria en Frankie y la boda, fenómenos que al cruzar con ellos la mirada parecen decir: "te conocemos". Porque hasta con los personajes que más nos repelen se abren ventanas de encuentro y, a través de ellas, miradas de reconocimiento, tal y como me sucedió con uno de los protagonistas de Reflejos en un ojo dorado.
"-Ya; tú opinas -intervino el capitán Penderton- que aquello que se alcanza a costa de la normalidad es algo ilícito, algo que no debe ser admitido como un placer. Es decir, que por razones de rectitud moral consideras preferible que una clavija cuadrada se quede dando vueltas y más vueltas a un orificio circular a que encuentre y encaje en otro cuadrado que le vaya bien, aunque no sea de reglamento."
Esa dualidad, ese espejo de lo grotesco que refleja la realidad, sólo puede obrar así por obra y gracia de un talento incuestionable como es el de Carson McCullers. Dualidad que se manifiesta no sólo en sus historias sino también en su estilo narrativo. La prosa de la escritora es sobria y seca en ocasiones consiguiendo en otras, con apenas una frase, abrir ante nosotros imágenes bellas, sutiles e incluso poéticas. Potestad la suya que sólo ostentan los amantes (ella, amante de las letras; nosotros, ya he dicho que somos como palabras). Porque el amado no existe sino a través del amante. Porque hasta "las personas más inesperadas pueden ser un estímulo para el amor" y hasta "la persona más mediocre puede ser objeto de un amor arrebatado, extravagante y bello como los lirios venenosos de las ciénagas."

Marbles. Fotografía de Chad Cooper



Ficha del libro:
Título: El aliento del cielo
Autora: Carson McCullers
Prólogo y comentarios: Rodrigo Fresán
Traductores: José López Muñoz y María Campuzano
Editorial: Seix Barral
Año de publicación: 2007
Nº de páginas: 576
ISBN: 978-84-322-2834-6



Carson McCullers grabó un disco en 1958 en el que se la puede escuchar leyendo fragmentos de varias de sus obras. Rodrigo Fresán nos cuenta en uno de sus comentarios que el cantante Jarvis Cocker recurre a esa grabación y utiliza la voz de McCullers leyendo un breve fragmento de Frankie y la boda como introducción a su canción Big Julie en su album Jarvis: The Jarvis Cocker Album (2006). Como os podréis imaginar no he podido resistir la tentación de buscar dicha canción para escuchar su voz. Aquí os la dejo para que disfrutéis de ambas. Big Julie and Big Frankie rule the world.


Comentarios

  1. Qué quieres que te diga...Sobre McCullers, como coincidimos, poco que añadir. Sobre la reseña, un diez. Lo azaroso del amor y la extrañeza de crecer y convertirse en adulto, la misma soledad, son temas que llegan y McCullers tiene esa habilidad para captar su esencia.
    Muy bonita la canción, no se me había ocurrido buscarla.
    Un abrazo.

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    1. Yo soy muy bien 'mandá', sobre todo con encargos como éste. Me sugieren que la escuche y allá que me voy ;)
      Gracias. Me alegra que te haya gustado la reseña más aún sabiendo que has leído el libro y conociendo tu admiración por la autora. Y gracias también porque fue tu reseña la que me animó a leerla.
      Un abrazo

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  2. Después de leer tu fantástica reseña me apunto esta escritora a la que todavia no he descubierto y buscare un momento para escuchar la canción que nos traes.
    Un beso

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    1. No tardes en descubrirla. Es genial.
      Disfruta de la canción.
      Besos

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  3. Tengo tantas ganas de leer algo de Carson McCullers, y desde hace tanto tiempo, que no sé qué hago aún sin estrenarme. Me apunto éste que traes aunque no creo que sea el primero que lea. A ver qué tal se me da esta escritora.
    ¡Besos!

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    1. Éste contiene toda su narrativa corta que, teniendo en cuenta que fue por lo que más se decantó McCullers, deja una muy buena impronta de todo lo que es su universo narrativo. Ojalá te animes a leerla. Es muy grande.
      Besos

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  4. Como todo lo que reseñas, me parece altamente recomendable. En el caso de esta entrada, me llama la atención ese relato que escribió siendo adolescente. La única autora a la que he leído tan joven es a Susan E.Hinton. Y me gustaría leer a McCullers aunque fuera tan sólo para comparar.
    Un abrazo.

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    1. 'Sucker' no desmerece en nada a lo que escribió con más edad y, desde luego, es envidiable y alucinante que escribiera así ya a tan corta edad.
      A Susan E. Hinton no la he leído, así que no puedo opinar ni mucho menos comparar.
      Un abrazo

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  5. Hace un par de semanas me estrené con la autora con Reflejos de un ojo dorado, y quiero leer más de ella.
    Unbeso ;)

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    1. Una de sus novelas cortas que se incluyen en este libro. Espero que lo próximo suyo que leas lo disfrutes igualmente.
      Besos

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  6. Pues ya tenía echado el ojo a otros dos títulos de la autora que se corresponden con dos de sus novelas cortas. Pero me parece mucho más interesante este libro, cuando además incluye parte de su interesante biografía y los comentarios a cada relato.

    Una mujer interesante, que no dudaré en leer.

    Besitos

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    1. Realmente este volumen comprende la mayor parte de la producción literaria de la autora, así que se termina de leer completamente empapado de su universo literario. Y la edición es una pasada, con todos esos apuntes que contribuyen a contextualizar la obra.
      Una mujer más que interesante. Espero que te animes pronto con ella.
      Besos

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  7. Tras leer tu reseña y la de Gerardo, no puedo dejar de leer este libro, a ver si me sigo raconciliando con los relatos. Leí hace mucho Frankie y la boda y Reloj sin manecillas. Me gustaron mucho, pero el resto quedó pendiente como pasa muchas veces por demasiadas cosas que se van colando.
    Genial reseña.
    Un beso.

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    1. 'Frankie y la boda me encantó'. Ahora tengo pendiente, además de 'Reloj sin manecillas', 'El corazón es un cazador solitario'. No prometo nada porque me pasa como a ti: por mucho que lea siempre se agregan más a la lista de los que van saliendo.
      Sí, cógele el gusto a los relatos, verás que te darán muchas satisfacciones.
      Besos

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  8. Vaya reseña tan extensa, trabajada, y bonita, se nota que te ha gustado. Tomo nota. Un beso.

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  9. “Porque el niño distingue dos capas de realidad: la del mundo, que se acepta como una inmensa confabulación de todos los adultos; y la no reconocida, la escondida y secreta, la profunda."

    Ese fragmento que seleccionas de McCullers, maravilloso, me recuerda a un conflicto existencial que muchos, en mayor o menor medida, tenemos cuando la infancia ya es algo lejano, buscamos con la mirada angustiada de adulto al niño que fuimos, como si en esa huida hacia los primeros años se nos revelasen las claves de lo que hoy somos, en cierto modo es así, tanto si estamos a gusto con el resultado, como si no.

    Luego está esa prosa seca y sobria, como señalas, pero también evocadora de sutiles y bellas imágenes, ya comenté en otro blog que es algo característico de cierta literatura norteamericana, pues ha integrado perfectamente la cultura visual, la imagen cinematográfica para entendernos, en la prosa, y ahí están representantes de ese estilo tan brillantes como Carver, Norman Mailer, Cormac McCarthy, Sam Shepard, Paul Auster, Susan E. Hinton o la propia Carson… y podríamos seguir, en definitiva una literatura muy hermanada con el cine, una escritura siempre cautivadora.

    Pero de eso mismo también hay mucho en tus reseñas, siempre atrayentes y reveladoras de secretos escondidos entre las palabras.

    Un abrazo Lorena :)

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    1. Es una prosa que no atrapa con la primera frase pero que te va envolviendo de a poco y ya no te deja escapar. Es difícil escribir con tan aparente sencillez (aparente porque esconde mucho detrás).
      La infancia, ese terreno mitificado sobre el que se escribe el mapa de nuestra existencia. Daría (y da) para tantos libros...
      Gracias por querer hurgar entre las humildes palabras que aquí dejo.
      Un abrazo

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  10. McCullers es una imprescindible para mí, así que estoy encantada con esta edición, porque además me encanta la fotografía de la portada, esa sonrisa tan sana de Carson... Alguien que sufrió tanto... por me encanta que este libro recoja precisamente esa sonrisa.

    Un abrazo

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    1. Como este año se cumple el centenario del nacimiento de la autora, la editorial está reeditando todas sus obras. Sin desmerecer las nuevas portadas (porque además si no me equivoco las ilustraciones son de Sara Morante, que me encanta), en este libro hecho de menos la que os he dejado, que pertenece a la edición que yo he leído. Es fantástica esa fotografía de Carson McCullers. Desprende una vitalidad, además de una alegría, libertad y sentirse bien con el mundo que, efectivamente, con todo lo que sufrió, es una delicia observar.
      Un abrazo

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  11. Lo cierto es que con tanto entusiasmo y con esas citas que reseñas Lorena es difícil resistirse.
    Desde hace un tiempo he leído varias reseñas de ella y en todas hay entusiasmo y admiración por su manera de contar, porque a pesar de toda la dureza que vivió consigue que no se transmita amargura en su obra, así que va subiendo posiciones a gran velocidad en mi lista de pendientes.
    Un beso

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    1. Amargura no hay en su obra, tal vez sí resentimiento por parte de alguno de sus personajes. Los momentos duros o malos, si para algo positivo sirven, pienso, es para reflexionar con mucha más lucidez. Supongo que en su vida todo ha sumado para traducirse luego en su obra.
      Ya me contarás si te animas finalmente a leerla.
      Besos

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