Los hermanos Karamázov - Fiódor Dostoievski
«—¡Hay una fuerza que todo lo aguanta! —replicó Iván, con una sonrisa fría.—¿Qué fuerza?—La de los Karamázov… la fuerza de la vileza karamazoviana.—O sea, hundirse en el vicio, ahogar el alma en la depravación, ¿verdad?, ¿verdad?—Puede que también consista en eso… Hasta los treinta años, tal vez lo evite, y luego…—¿Cómo vas a evitarlo? ¿De qué modo? Con tus ideas, eso es algo imposible.—Una vez más, al estilo de los Karamázov.—¿Te refieres a que todo está permitido? Todo está permitido, ¿no es eso? ¿No es eso?»
Eso es. Esa es la pregunta. Ese es el interrogante cuya respuesta buscó Fiódor Mijáilovich Dostoievski (1821-1881) con la concepción de esta novela: si todo está permitido; si necesitamos de un dios cuya fe en él nos controle o si una vez rechazada la existencia de ese dios nos desmadramos, nos abrazamos sin pudor al libre albedrío, a esa libertad que el propio dios nos regala pero a la que sin embargo tanto tememos porque «no hay nada que seduzca más al hombre que el libre albedrío, pero tampoco hay nada que lo haga sufrir más».
«—¿Existe Dios o no? —volvió a gritar Iván con furiosa insistencia.—Ah, ¿así que va en serio? Te juro, querido, que no lo sé, y ¡te acabo de dar una gran respuesta!»
Pues sí, queridos, lo creáis o no, es la anterior una gran respuesta. Lo sigue siendo aunque os diga que, paradójicamente, es el diablo quien la da, pues, «al fin y al cabo, ¿quién puede saber si la existencia del diablo demuestra que exista Dios?»
No es un gran protagonismo el que cobra el diablo en esta novela y no asistiremos a su actuación estelar sino hacia el final de la misma, pero, inevitablemente, con diablo de por medio en una gran novela rusa no he podido sino acordarme de la magnífica El Maestro y Margarita, aunque, si soy sincera, ya había acudido a mi mente la gran obra de Mijaíl Bulgákov con anterioridad a la aparición diablesca. Fue en el libro quinto perteneciente a la segunda parte de esta otra novela que ahora nos ocupa. En ese quinto libro tiene lugar una absorbente y fascinante conversación entre Iván y su hermano Alioshka que deriva en casi un monólogo por parte del primero de ellos. Son unos capítulos en mi opinión demenciales, de puro delirio (en las mejores acepciones de estos términos). La conversación deriva hasta el momento en el que Iván comparte con su hermano menor la concepción de un poema pensado pero no escrito. Esta narrado en prosa. Casi parece un sueño, que leo, además, como en estado febril. Está ambientado en la Sevilla de la época de la Inquisición. Junto con los alegatos finales del fiscal y del abogado defensor de un juicio que se celebrará en esta novela, amén de un personaje secundario con corte mesiánico llamado Kolia, es lo que más me ha gustado de la misma. Si tuviera que elegir, me quedaría sin dudar con ese quinto libro. Y si dicho quinto libro me ha recordado a la obra más representativa de Bulgákov es por esa traslación de momento y lugar que también se produce en ocasiones en esa novela (y que es igual de fascinante) y por la aparición de un personaje común en ambas traslaciones.
Como ya quedó constancia en el diálogo con el que arranco esta entrada, los Karamázov son canallas, viles, pendencieros, capaces de las más bajas proezas pero también, y por qué no, de las más altas y sublimes gestas y sacrificios. Y es que «somos de naturaleza amplia, somos Karamázov, aquí es donde quiero llegar, capaces de tener todos los extremos posibles y de contemplar al mismo tiempo dos abismos, uno encima de nosotros, el abismo de los grandes ideales, y otro debajo, el abismo de la decadencia más ruin y nauseabunda». Sí, sí, somos Karamázov; somos, así en primera persona del plural. «Nada es tan dulce como el vicio: todo el mundo lo reprueba, pero todos viven en él, solo que lo hacen en secreto, y yo» (léase los Karamázov) «lo hago abiertamente».
«—¿Está usted en su sano juicio? —se le escapó sin querer al presidente.—Pues claro que estoy en mi sano juicio… en un juicio infame, en el mismo que usted y que todos estos… ¡descarados! —se volvió hacia el público—. Han matado a un padre y ellos fingen espanto —hizo rechinar los dientes con violento desprecio—. Se hacen gestos unos a otros, ¡farsantes! Todos desean la muerte de su padre. Un reptil devorará a otro reptil… De no haber habido un parricidio todos se habrían enfadado y marchado molestos… ¡Un circo! ¡Pan y circo!»
Los hermanos Karamázov son tres: Dmitri (Mitia), Iván y Alekséi (Aliosha). Los tres son hijos de Fiódor Pávlovich Karamázov, el villano y canalla por excelencia. Él mismo se define como un bufón. Dostoievski brilla con la introspección de sus personajes pero también es cierto que los lleva al límite haciendo que por momentos resulten hasta cómicos, pues, como el mismo aclara en su nota preliminar a esta novela, «ya no se trata únicamente de que el individuo extravagante «no siempre» constituya una peculiaridad, un caso aislado, sino que, por el contrario, en ocasiones puede ser el portador de la esencia del conjunto, en tanto que los demás hombres de su época, como un viento inconstante, se separan temporalmente, por la razón que sea, de ese conjunto…»
Las situaciones narradas en esta novela también están en ocasiones llevadas al extremo. Los personajes pasan del amor al odio en un instante. Actúan a menudo movidos por el orgullo y la venganza. Esta caracterización tanto de personajes como de situaciones, unida a la prolijidad y riqueza de diálogos, hacen de esta novela, a mi entender, una obra muy adaptable teatralmente, como de hecho lo ha sido.
Los tres hermanos cuentan respectivamente veintiocho, veintitrés y veinte años cuando sucede la trama narrada en la novela que protagonizan. Huérfanos de diferentes madres tanto el mayor como los dos pequeños, desde bien corta edad viven lejos del hogar paterno y ni siquiera en los primeros años de sus vidas el padre fue un progenitor afectuoso y diligente con ellos. Distintas motivaciones harán que los tres hermanos, con muy poca diferencia temporal, regresen a su ciudad natal y se reencuentren con el padre. Mitia, el mayor y más pendenciero, entra en conflicto con Fiódor Karamázov a cuenta de una herencia y porque se da el caso de que ambos se enamoran de la misma mujer. De quien se enamora Iván, el hermano mediano, en cambio, es de la novia oficial de Mitia. Iván es un joven de grandes dotes intelectuales del cual no se sabe a ciencia cierta el motivo de su regreso a la casa paterna. En cuanto a Aliosha, el más joven, es un muchacho al que todos quieren. Ingresará en el monasterio de la ciudad. Tiene un carácter templado, sin dobleces, y una luz especial. No juzga ni los actos más abyectos y por ello todos se sienten a gusto en su compañía. Las idas y vueltas entre estos y el resto de personajes de la novela y la diversidad de situaciones están, pues, servidas.
El narrador es un conciudadano cuya identidad no se desvela. En un punto de la novela (si es que no se me ha escapado alguno más) ese narrador parece confundirse con el propio Dostoievski. No es esa la única contradicción con la que me encuentro; a partir de cierto momento, por ejemplo, comienza a hacerse referencia a Iván como el hermano mayor en lugar de a Mitia. Supongo que estos deslices son debidos a la costumbre de la época de publicar las novelas por entregas y, quizás aún más, a la premura con la que en muchas ocasiones Dostoievski se veía obligado a escribir debido a sus habituales apuros económicos.
Los hermanos Karamázov fue la última obra publicada por el ilustre escritor ruso. Tenía en mente que esta fuera la primera de una novela en dos partes (lo cual no significa que el final de esta primera parte sea inconcluso), pero la muerte le impidió embarcarse en la aventura de la segunda. En la nota preliminar mencionada anteriormente el autor identifica a Aliosha con la figura de héroe. En esta primera novela no tiene un protagonismo mayor que el de sus dos hermanos; desconozco qué le tenía reservado Dostoievski para esa continuación que se llevó a la tumba.
Notas del Fiódor Dostoievski para el capítulo 5 de Los hermanos Karamázov Trabajo en dominio público |
Ese hermano mayor al que termina por hacer referencia la cita anterior no es otro sino Iván. Iván es un hombre escéptico pero que a la vez sufre profundamente por sus contradicciones internas, por esa necesidad de creer en algo a la vez que se reniega de ese algo en qué creer o más bien de lo que lleva implícito esa creencia. Él es el artífice del todo está permitido. «¡La conciencia! ¿Qué es la conciencia? Es un invento mío. ¿Por qué me atormento, entonces? Por la fuerza de la costumbre. Por una costumbre universal que tiene el hombre desde hace siete mil años. ¡Desprendámonos de esta costumbre y seremos dioses!». Cuando nos despojamos de todo dios al que adorar, tal vez solo nos queda erigirnos en hombres-dioses, aunque tal vez sea esa la peor y más insospechada falta de libertad.
«El mundo ha proclamado la libertad, especialmente en los últimos tiempos, y ¿qué vemos en esta libertad suya? ¡Únicamente esclavitud y suicidio! Pues el mundo dice: «Tienes necesidades, debes satisfacerlas, ya que tienes los mismos derechos que los más nobles y ricos. No tengas miedo de satisfacerlas, al contrario, multiplícalas», he aquí la doctrina vigente en el mundo. Ahí es donde ven la libertad. Y ¿cuál es el resultado de este derecho al incremento de las necesidades? Entre los ricos, aislamiento y suicidio espiritual, y entre los pobres, envidia y asesinato, pues les han dado unos derechos, pero no les han indicado los medios para satisfacer sus necesidades. [...] las necesidades sin saciar y la envidia por el momento se ahogan en alcohol. Pero pronto no se embriagarán con vino, sino con sangre: a eso los están empujando. Y yo os pregunto: ¿es libre ese hombre?»
En la novela se habla, efectivamente, del librepensamiento y el liberalismo europeo; de una Rusia que se siente amenazada por un europeísmo galopante, quizás incluso empequeñecida por él pero que a su vez no puede evitar una actitud un tanto fanfarrona. Se toca fugazmente a Roma, ese estado convertido en Iglesia, y a la Iglesia Ortodoxa, que, al contrario de la católica, aspira quizás a convertirse en Estado, asimilando así las diferencias entre ambas ramas del cristianismo con las diferencias entre Europa y Rusia. Se dice del socialismo que es el cristianismo de los ateos, aunque también se afirma que no hay socialista más temible que el socialista cristiano, que haberlos, haylos. Se trata a la ciencia como si fuese un nuevo dios que se erige en sustitución de la religión, pues ya se sabe que «no existiría civilización alguna de no haberse inventado Dios», así como que no nos gusta vivir en libertad y por ello en seguida tenemos que buscar a quién someternos, a alguien que nos guíe con la indulgencia con la que se consuela a los niños. «No tengo nada en contra de Dios. Por supuesto que Dios es solo una hipótesis… pero… reconozco que es necesario, para el orden… para el orden del universo y todo eso… y si no existiera habría que inventarlo». Y así nos la pasamos, constantemente inventando dioses y sustituyendo uno por otro.
«Para el hombre no hay preocupación más constante y penosa que la de descubrir lo antes posible, apenas alcanzada la libertad, ante quién inclinarse. Mas lo que busca el hombre es doblegarse ante algo que sea indiscutible, tan indiscutible que todos los hombres accedan a reverenciarlo con unanimidad. Pues todo el afán de estas criaturas deplorables no consiste ya en encontrar algo ante lo que tal o cual individuo pueda doblegarse, sino en dar con aquello en lo que todos crean y todos reverencien, todos a una, necesariamente. Y esa necesidad de comunión en la sumisión constituye el mayor tormento de cada individuo, así como de la humanidad en su conjunto, desde el origen de los tiempos. Por culpa de esa sumisión colectiva, los hombres se han exterminado con la espada. Han creado a los dioses y se han desafiado, diciendo: “¡Renunciad a vuestros dioses y acudid a adorar a los nuestros, si no queréis la muerte para vosotros mismos y para los dioses vuestros!”. Y así seguirá siendo hasta el fin del mundo: incluso cuando los dioses hayan desaparecido, los hombres seguirán postrándose ante ídolos».
Fotomontaje propio a partir de tres fotografías en dominio público Izquierda: el actor Leonid Leonidov caracterizado como Dmitri Karamázov para su interpretación de dicho personaje en el Teatro de Arte de Moscú. La autoría de la fotografía se le atribuye a Karl Fisher. Fuente: http://goskatalog.ru/portal/#/collections?id=13274726 Centro: el actor Vasily Kachalov caracterizado como Iván Karamázov para su interpretación de dicho personaje en el Teatro de Arte de Moscú. Fotografía de autor desconocido. Fuente: https://dlib.rsl.ru/viewer/01004439371#?page=148 Derecha: el actor Vladimir Gotovset caracterizado como Aléksei Karamázov para su interpretación de dicho personaje en Los hermanos Karamázov. Autor: Karl Fisher. Fuente: https://russiainphoto.ru/search/?author_ids=495 |
El tema del parricidio está muy presente en esta novela pues además tiene su importancia en la trama de la misma. Hace ya algún tiempo, a raíz de mi lectura de La hija del comunista, os comentaba que las palabras patria y padre comparten origen etimológico. He recordado ahora, al leer Los hermanos Karamázov, dicha relación y me ha dado por pensar si, más que a un parricidio, que también, a lo que se alude en esta novela es a un 'patricidio'; si es una alusión simbólica (y toda esta reflexión es cosecha mía propia, no sé si acertada o no) a matar la patria más que a matar al padre; si, más que como un expatriarse (y un expatriado, como también reflexionaba a tenor de mi lectura de la citada novela de Aroa Moreno Durán, no es sino un huérfano de patria), podría considerarse ese 'patricidio' como un des-patriarse (lo cual implica una voluntad de liberarse de la patria).
«Amo Rusia, Alekséi, amo al Dios ruso, aunque yo sea un canalla». Como leéis, Mitia no tiene ambages en declararle a uno de sus hermanos su amor por su patria. Llega incluso más lejos al manifestar su incapacidad para vivir lejos de ella. Dostoievski también debió de amar Rusia. Quién si no puede criticar más ferozmente a su país, meter el dedo en las llagas de sus miserias y sus grandezas, hacerlo además con un manifiesto escepticismo rayando en el cinismo sin dejar a su vez de esconder cierta voluntad esperanzadora de remisión que aquel que lo ama profundamente pero sin ceguera.
Sí, me faltaba Mitia. Me faltaba un tercer hermano por comentar lo que representa en esta novela. «En contraposición al «europeísmo» y a los «principios nacionales» de sus hermanos, él parece representar Rusia tal cual es, no todo, no toda, ¡Dios nos ampare si fuera toda! Y, sin embargo, aquí está ella, nuestra Rusita, puede olerse, sentirse, ¡madre! Ay, nosotros somos espontáneos, tenemos el bien y el mal sorprendentemente mezclados».
Observad esa cierta ligereza, ese tono irónico, si se quiere, del que están impregnadas las anteriores palabras citadas. Toda la obra está salpicada de ella. Es un contrapunto perfecto para sobrellevar la profundidad y la carga trágica de este millar de páginas de novela.
Los hermanos Karamázov tiene dos niveles de lectura. El primer nivel gira en torno a la trama con las idas y vueltas de los tres hermanos, cierta deuda económica sin resolver, los líos en torno a la prometida y a la amante de Mitia y una tragedia que pronto se anuncia pero que tarda en revelarse. Del segundo nivel ya me he explayado en demasía, así que solo añadiré que, evidentemente, es el que más he disfrutado. Aunque los temas que toca os puedan parecer en principio áridos o poco atractivos, os aseguro que, una vez envueltos por la lectura, terminan resultando fascinantes.
Me quedo con las ganas de saber si me hubiera resultado igual de fascinante esa otra novela que Dostoievski concibió en dos partes pero de la que finalmente solo pudo materializar esta primera que constituye la novela que ha llegado a sus lectores y que le sobrevivió. Respecto a esta, hago mío el versículo con el que comienza Los hermanos Karamázov, que se cita nuevamente en el transcurso de esta novela y que figura también en la lápida sepulcral de Fiódor Dostoievski: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto» (Juan, 12, 24)
En verdad, en verdad os digo que doy fe del fruto dado por Dostoievski.
Tumba de Fiódor Dostoievski. Fotografía bajo licencia CC BY-SA 3.0 tomada por Glvinn
«Los Karamázov no somos unos canallas, sino unos filósofos, porque todos los rusos auténticos somos filósofos».
Ficha del libro:
Título: Los hermanos Karamázov
Autor: Fiódor M. Dostoievski
Traductores: Fernando Otero y Marta Sánchez-Nieves; Libro III: Marta Rebón
Editorial: Alba
Año de publicación: 2013
Nº de páginas: 1008
ISBN: 978-84-8428-921-0
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Leí hace unos años este libro. Me ha gustado mucho tu reseña, y veo que lo tendría que releer para volver a ciertos pasajes que no llegué a entender. Me pasa con estos libros rusos que me encanta leer pero que habría que releer cada cierto tiempo que vas entendiendo más cosas. Un abrazo
ResponderEliminarTodos los grandes libros deberían releerse, porque en cada relectura se pueden sacar cosas nuevas, aunque precisamente yo no soy demasiado propensa a las relecturas.
EliminarUn abrazo
Traes aquí cuestiones muy interesantes en alguna de las cuales he pensado mucho. Hay dos citas muy relacionadas que me han llamado mucho la atención: «Para el hombre no hay preocupación más constante y penosa que la de descubrir lo antes posible, apenas alcanzada la libertad, ante quién inclinarse» y «no hay nada que seduzca más al hombre que el libre albedrío, pero tampoco hay nada que lo haga sufrir más». Todos hablamos alegremente de la LIBERTAD con mayúsculas como del bien más preciado, pero luego estamos deseando que alguien nos libre de él. Tenemos un concepto frívolo de libertad como la capacidad para hacer cualquier cosa que se nos ocurra, pero luego nos aterra elegir porque elegir supone renunciar. Nos aterra elegir porque nunca sabemos a qué carta quedarnos y entonces buscamos algo o alguien que elija por nosotros, nos inclinamos ante él y lo llamamos Dios o líder o héroe o dirigente.
ResponderEliminarSiempre son interesantes (y universales) los planteamientos de Dostoievski. Lo comprobé en Crimen y Castigo, pero Los hermanos Karamazov se me ha atragantado ya dos veces y no sé si merece la pena intentarlo una tercera. Por ahora me quedo con tu magnífica reseña.
Un beso.
Oh, sí, todos queremos ser libres pero con alguien o algo ahí para echarle las culpas o achacarle las responsabilidades. Abrazamos la libertad, pero la falsa libertad. Rompemos unas cadenas para volver a encadenarnos de inmediato.
EliminarEs una novela con mucha miga que sacarle, mucho más allá de lo que hayas sacado de mi reseña. Pero, si ya lo has intentado dos veces, yo tampoco forzaría una tercera.
Besos
Uno de los libros capitales en mi singladura lectora, no sé si fue por leerlo muy joven, con apenas 20 años, pero me impactó sobremanera y tengo a Aliosha grabado en la memoria como el ser atormentado entre la luz y la oscuridad que era... un poco como yo en mis 20 años y por eso me llegó profundamente el personaje, me identifiqué con él al instante. Yo ya había hecho experiencia con Dostoievski tres o cuatro años antes con "El jugador"... y al autor ruso le debo haberme metido el "veneno" de la literatura definitivamente, siendo tan joven, aunque ta leía desde niño, pero nada como el impacto de Dostoievski hasta entonces.
ResponderEliminarTienes razón, Lorena, Dostoievski lleva a su culmen la tensión psicológica y explora con sus personajes las consecuencias de esto.
Un gran reseña!
Abrazos.
A pesar de que Aliosha es un poco hilo conductor, como personaje el que más me ha aportado ha sido su hermano Iván. Me quedo con la curiosidad de conocer al Aliosha adulto que nos quería presentar Dostoievski en esa segunda parte finalmente no escrita.
EliminarBuen acicate lector te buscaste en tus años mozos, Paco. En mi caso es mi primer encuentro con el autor; ya ves que he tardado en animarme.
Un abrazo
De mis eternos pendientes. No termino de animarme con esta novela, porque no sé si llegaré a disfrutarla y comprenderla como se merece. Tu reseña es fantástica, como siempre, y me da un pequeñito empujón, pero no sé si va a ser lo suficientemente fuerte.
ResponderEliminarBesotes!!!
Por fin esta novela ha dejado de ser uno de mis eternos pendientes. El tiempo dirá cuando te ha de llegar el empujón definitivo, Margari. Cuando llegue, sin miedo; hay que quitarse ciertos complejos que a veces tenemos ante las grandes obras.
EliminarBesos
Hola, es mi novela favorita del autor, aunque la leí hace muchísimos años y pienso como Esther, que debería volver a leerla, no sólo porque la memoria es frágil y hay pasajes que casi no recuerdo, sino porque entonces era mucho más joven y con la edad cambia la perspectiva de muchas cosas. Estupenda reseña. Besos.
ResponderEliminarEso sí es verdad. Seguro que ahora te fijarías en cosas de esta novela que de joven no tuviste en cuenta. La verdad que os admiro mucho cuando me comentáis que leísteis determinadas lecturas en vuestra juventud. Ni me quiero acordar del tipo de lecturas que yo leía por aquel entonces, jaja.
EliminarBesos
Me llaman la atención muchas cosas de las que comentas sobre esta novela, que aunque conozco (todo el mundo la conoce, creo) no he leído. me quedo con la frase: "el socialismo que es el cristianismo de los ateos", curioso...
ResponderEliminarQue casualidad que aquí (en la que acabo de leer yo, sabes que también se aborda aunque desde el punto de vista de la violencia) se aborde el tema del respeto de los hijos a los padres. Yo también estoy totalmente de acuerdo en que no todos los padres son merecedores de devoción, lo tengo claro. Para recoger, hay que cosechar primero, en todas las facetas de la vida y así como un padre puede haber engendrado a un monstruo de hijo, un hijo puede tener a un monstruo como padre, lo tengo claro y en esos casos, el vínculo no lo es todo.
¡Vaya rollo que te he echado, Lorena!!
Sin duda una novela que invita a la reflexión
Besos
Si se piensa bien no es tan curiosa la relación entre el socialismo y el cristianismo. Si bien es cierto que se suele considerar a los socialistas más cercanos al ateísmo, no deja de ser menos ciertosque aquellos que están en las antípodas se parecen entre ellos mucho más de lo que les gustaría admitir.
EliminarPensé en esa casualidad a la inversa cuando leí tu reseña de la novela de Rosa Montero. Estuve tentada de comentártelo pero no quería soltarte un 'rollo' yo a ti, jeje.
Besos
Hará cosa de cuatro o cinco años visité San Petersburgo y naturalmente fui a la casa-museo de Fiodor Dostoievski que me agradó en extremo. Allí hice uso de la Tienda (ja, ja... Sí, así lo hice) y me compré una excelente camiseta con el nombre del escritor en caracteres cirílicos, latinos y de otras lenguas. Una camiseta magnífica como todas las obras de este escritor maestro en desarrollar la psicología de sus personajes. "Los hermanos Karamázov" así lo demuestra.
ResponderEliminarTienes razón en lo de que es una novela muy teatral. Yo, se lo dije a Rosa en el comentario que dejé en su resñea, vi con mushísimo agrado la representación que en Madrid hizo Echanove en el papel de padre. Una obra magnífica que me recordó mucho al Valle Inclán de "Divinas palabras"
Muy buena reseña. Lorena
Un beso
Ya sabes que no tengo experiencia in situ con el teatro pero, a pesar de eso, sí que me pareció una novela muy teatral. Le pega mucho a Echanove el papel de Fiódor Karamázov.
EliminarBueno, está muy bien que hayas hecho uso de la tienda. Así apoyas el mantenimiento de la casa-museo de Dostoievski. Y seguro que además le has dado buen uso a la camiseta.
Me alegra saber que te ha gustado la reseña.
Besos
Una de mis novelas favoritas, de siempre. Es verdad que los personajes son llevados al extremo, pero esa pasión a mí me arrastró de una manera que pocas historias han conseguido. Solo lamento tenerla en epub porque no la tengo a la vista para echar mano de ella de vez en cuando, la edición de Alba me gusta para un autoregalo. El episodio de Sevilla es un claro antecedente de Bulgakov, yo también hice esa asociación.
ResponderEliminarDostoievski es un gran maestro y teniendo en cuenta la vida tormentosa que tuvo (incluida una relación nada buena con su padre, de hecho, en el remordimiento por haber deseado la muerte del padre aunque no inducido, se gestó la novela si no recuerdo mal), sus personajes son como son por algo. En fin, me han gustado mucho tus apreciaciones sobre esta obra monumental.
Un abrazo.
Es cierto que las ediciones en papel se prestan más a ser tomadas y revisitadas de vez en cuando, pero la verdad es que cada vez se me hacen más cómodas y manejables las ediciones electrónicas. La edición de Alba la he leído en ebook y, dado el número de páginas que tiene la novela y que empiezo a estar un poco achacosa, bien que lo he agradecido.
EliminarSí, los personajes están llevados al extremo pero, como bien dices, son así por algo. Efectivamente esta obra es un monumento, literariamente hablando, el cual me alegro por fin haberme animado a conocer.
Me han flipado tanto Dostoievski como Bulgákov con sus 'flipaduras' propias.
Un abrazo
Me gustó mucho este libro por la capacidad del autor para llegar a las profundidades del alma humana. Pero creo que no ha escrito nada mejor que "Crimen y castigo".
ResponderEliminarUn abrazo, Lorena.
Espero animarme también algún día con Crimen y castigo y poder así saber si me gusta más o menos que esta.
EliminarOtro abrazo para ti, Rocío
Querida Lorena, seré conciso, breve y lapidario. Nadie podrá considerarse a sí mismo un buen lector si no la ha leído.
ResponderEliminarEn mi humilde opinión, la mejor novela que he leído en mi vida. Y no creo que habrá nada en el futuro que la pueda despojar de su sitio.
Gracias por recordarnos su vigencia.
Un abrazo grande.
No sé qué decirte, Marcelo. Creo que a todos no ha pasado leer un libro con el que, por muy bueno y universal que sea, no se consigue conectar, así como ni si quiera llegar a emprender su lectura pues es imposible llegar a todo, ni siquiera circunscribiéndonos tan solo a lo más selecto, en el ingente mar de la literatura. Ello no significa que no se haya emprendido con éxito otros libros de la misma enjundia, ni mucho menos que por no haber leído un libro en concreto no se sea buen lector. Sí te concedo que cada lector tiene su olimpo de dioses en cuanto a sus libros leídos, y veo que en tu olimpo particular Los hermanos Karamázov es el padre dios. Sin duda es una lectura que bien merece ocupar esa posición.
EliminarUn abrazo
Menuda reseña. Me ha gustado muchísimo, muy interesante (me da la sensación de que siempre empiezo igual los comentarios que te dejo en el blog, no lo recuerdo, pero si es así que sepas que no es fingido jajaja).
ResponderEliminarEste clasicazo ruso lo tengo en pendientes, pero me da respeto. Ahora estoy metida con los clásicos rusos de Tolstoi, me queda poquito para terminar Guerra y Paz, y wow, me está gustando muchísimo. Bueno, vuelvo a este que nos traes, del autor aún no he leído nada, Crimen y castigo está ahí esperándome ya y con este me quiero hacer pronto también, además esta edición me parece preciosa. No sé si llegaré a captar todo en este libro, probablemente no, y necesite varias lecturas y en diferentes épocas de mi vida, pero sin duda, son de esos libros que hay que leerlos centrados, no leer por leer... y le buscaré su momento oportuno. Gracias por hablarnos sobre él. Un saludito!
Gracias ;) :)
EliminarNo me ha resultado una lectura costosa. Pensé que iba a ser más inabarcable y por ello la afronté con dudas acerca de si saldría airosa de la lectura. Sí que hay que cogerla con ganas por su extensión, y desde luego no se la recomendaría a quien no guste de lecturas con cierta carta filosófica.
Es el primer gran clásico ruso que leo pero espero que no sea el último, así que a ver si me animas con Tolstoi.
Un abrazo