Libro del desasosiego - Fernando Pessoa

«Escribo, triste, en mi cuarto tranquilo, solo como siempre yo he estado, solo como siempre estaré. Y pienso si mi voz, aparentemente tan poca cosa, no encarna la sustancia de millares de voces, el hambre de decirse de millares de vidas, la paciencia de millones de almas sometidas como la mía al destino cotidiano, al sueño inútil, a la esperanza sin vestigio».

Piensa lo anterior Bernardo Soares. Piensa, o más bien desea, ese hombre que escribe triste y solo en su cuarto tranquilo. Pero bien sabe Bernardo Soares que «los que verdaderamente sufren no hacen plebe, no forman conjunto. Quien sufre, sufre en soledad». Porque «nadie comprende a otro. [...] Por más que un alma se esfuerce por saber qué cosa sea otra alma, no sabrá sino lo que le diga una palabra —sombra disforme en el suelo de su entendimiento». Por más que Soares redunde en el buen uso del portugués y en la pertinencia y la elegancia de la palabra para transformar algo en real, bien sabe también que «expresarse equivale siempre a equivocarse».

«Pienso a veces, con un deleite triste, que si un día, en un futuro al que yo ya no pertenezca, estas frases que escribo perduran como cosa de mérito, tendré por fin quienes me «comprendan», los míos, mi verdadera familia para en ella nacer y ser amado. Pero lejos de ir yo a nacer en ella, habré muerto mucho tiempo antes. Seré comprendido sólo en efigie, cuando el afecto ya no compense al muerto de la falta de afecto general que lo acompañó en vida».

Piensa también esto (o más bien desea) Bernardo Soares. Pienso yo, que lo leo y lo comprendo, que soy de los suyos, de su verdadera familia (o al menos en parte), si quizá alguien que me lea me comprenda, sabiendo, sin embargo, de antemano, que «todo lo que sabemos es una impresión nuestra, y todo lo que somos es una impresión ajena»; asumiendo que una vez que me escribo me distorsiono; preguntándome, por tanto, «de qué complejas incomprensiones está hecha la comprensión que los otros tienen de nosotros».

Bernardo Soares es uno de los heterónimos de Fernando Pessoa; un semi-heterónimo, aclara el ilustre autor portugués, «porque, no siendo su personalidad la mía, es, no diferente de la mía, sino una simple mutilación de ella. Soy yo menos el raciocinio y la afectividad». Es él menos su parte de acción y de interrelación con el mundo exterior. Soy yo menos...

«Fui siempre, en todas partes y por todos, tratado con simpatía. A muy contadas personas creo que tan poca gente les habrá alzado la voz, o fruncido el ceño, o hablado con dureza o de manera atravesada. Pero la simpatía con que siempre me trataron estuvo también siempre vacía de cariño. Para los más naturalmente íntimos fui siempre un huésped que, por su condición de tal, es bien tratado, pero siempre con la atención debida a un extraño y la falta de cariño que el intruso merece.
No pongo en duda que todo esto de la actitud de los otros derive principalmente de alguna causa intrínseca a mi propio temperamento. Soy por ventura de una frialdad comunicativa que involuntariamente obliga a los otros a reflejar mi manera de no sentir demasiado.
Por mi carácter personal suelo trabar conocimientos rápidamente. No se hacen esperar las atenciones de los otros conmigo. Pero el cariño nunca llega. Gente dedicada a mí no la conocí nunca. Amarme, fue cosa que siempre me pareció imposible, como el tratarme de tú un extraño.
No sé si sufro por todo ello, si lo acepto como un destino indiferente, en el que nada hay ni que sufrir ni que aceptar.
Siempre quise agradar. Siempre me dolió que me mostraran indiferencia. Huérfano de la Fortuna, tengo, como todos los huérfanos, la necesidad de ser objeto del cariño de alguien. Pasé siempre hambre de la realización de esa necesidad. Tanto me adapté a esa hambre inevitable que, a veces, ni sé si siento la necesidad de comer.
Con esto o sin esto la vida me causa un gran dolor.

Los otros tienen personas dedicadas a ellos. Yo nunca tuve ni siquiera alguien que pensara en dedicarse a mí».

«Venía de tierras prodigiosas, de paisajes mejores que la vida, pero de esas tierras nunca hablé sino conmigo mismo, y de esos paisajes, vistos cuando soñaba, nunca les di noticia. Mis pasos eran como los de ellos sobre las baldosas y las losas, pero mi corazón estaba lejos, aunque latiese cerca, señor falso de un cuerpo desterrado y extraño».

No sé hasta qué punto Fernando Pessoa se reconocería en los fragmentos anteriores. No sé ni me importa si se los mutiló para escribirlos o si los creó para que Bernardo Soares los escribiera. El heterónimo para un autor es escribirse distorsionándose a sabiendas; es juego y escondite del escritor. «Se necesita cierto coraje espiritual para que un individuo reconozca abiertamente que no es más que un harapo humano, aborto sobreviviente, loco aunque fuera de las fronteras del internamiento; pero se necesita todavía más coraje de espíritu para, reconocido eso, crear una adaptación perfecta a ese destino, aceptar sin rebelarse, sin resignación, sin gesto ni esbozo de gesto alguno, la maldición orgánica que la Naturaleza le impuso. Pretender que con eso no sufra, es pretender demasiado, porque no cabe en lo humano aceptar el mal, viéndolo como un bien, y llamarle bien; y, aceptándolo como mal, es imposible no sufrir por su causa». Si la escritura de este libro es coraje o es otra cosa no me compete a mí dirimirlo.

No creo que este libro del desasosiego sea apto para cualquiera, lo cual no hace a los aptos ni a los no aptos ni mejores ni peores. «Vivimos todos lejanos y anónimos; disfrazados, sufrimos sin ser conocidos. A unos, sin embargo, esta distancia entre un ser y ellos mismos nunca se les revela; a otros se les ilumina alguna que otra vez, con horror y con pena, gracias a un relámpago sin límites; pero para otros más es esa la dolorosa constancia y cotidianidad de la vida». De los primeros, francamente dudo que se sientan atraídos por esta lectura y tanto mejor si así es; los segundos, si la leyesen, supongo que se sentirían sorprendidos de reconocerse en algunos puntos para, sin embargo, en otros momentos pasar a preguntarse: ¿qué diablos es esto que estoy leyendo?; los terceros somos los miembros de la verdadera familia de Bernardo Soares, pero nuestro afecto llega tarde para compensarle.

Fernando Pessoa por la Baixa lisboeta,
zona por la que también acostumbraba a deambular
su semi-heterónimo Bernardo Soares y en
donde se encuentra la Rúa dos Douradores.
Fotografía en dominio público de autor desconocido.
Fuente: Círculo de Leitores,
Fernando Pessoa - Obra Poética, vol. I
No me ha dolido esta lectura. No me ha hecho sufrir el sufrimiento de Bernardo Soares por más que haya sentido cierta fraternidad hacia él en muchos momentos. No ha sido una bofetada que me convulsionara. No he sentido con ella la revelación del descubrimiento; sí, en cambio, esa otra de que alguien extraño a mí ponga palabras a algunos de mis pensamientos y sentimientos que para mí son inexpresables. A ratos me ha parecido una lectura maravillosa; a otros, puro tedio (palabra que tanto le gusta usar a Soares y que no es exactamente un sinónimo de aburrimiento). Creo que ha sido así porque he llegado a ella sin pelearme conmigo misma ni con el mundo externo a mi interior, bajada ya la bandera del resentimiento y la resignación. He llegado a ella desde la aceptación y el equilibrio, sabiendo que probablemente esta no sea sino una fase pasajera de mi vida. He llegado a este libro del desasosiego y, paradójicamente, he encontrado sosiego. Será que actualmente me siento reconciliada con esa condena que me arroja Soares en forma de pregunta que se responde a sí misma.

«¿Por qué has de intentar ser como los otros, si estás condenado a ti?»

«Dos únicas cosas me dio el Destino: unos libros de contabilidad y el don de soñar», cuenta Bernardo Soares. «Sólo lo que soñamos es lo que verdaderamente somos, porque lo demás, por haberse realizado, pertenece al mundo y a todo el mundo». Respecto a ese mundo, cuenta Soares que si lo tuviese «en la mano, lo cambiaba, estoy seguro, por un billete para la Rúa dos Douradores».

En la Rúa dos Douradores de Lisboa trabaja Bernardo Soares como ayudante de tenedor de libros de contabilidad bajo las órdenes del patrón Vasques. «Todos tenemos un patrón Vasques, para unos visible, para otros invisible. Para mí se llama realmente Vasques, [...]. Para otros será la vanidad, el ansia de mayor riqueza, la gloria, la inmortalidad… [...] como en la vida todos tenemos que ser explotados, me pregunto si valdrá menos la pena ser explotado por el Vasques de los tejidos que por la vanidad, la gloria, el despecho, la envidia o lo imposible».

Supongo que puede considerarse que Libro del desasosiego es algo así como una especie de diario de ese autor ficticio que es Bernardo Soares. En él va contando alguna anécdota, deja muchas reflexiones, nos regala algún que otro pasaje de gran belleza en los que se nota la vertiente poética de ese autor real que es Fernando Pessoa.

Las reflexiones giran en torno a varios temas, los cuales no voy a exponer aquí por no hacer esta entrada interminable, pero en su mayoría son redundantes, aunque más complementarios o incluso contradictorios (como contradictorios somos todos los seres humanos) que repetitivos. 

Así, Soares redunda en el aislamiento, en ese «encontrar la personalidad en el perderla», en esas, que él mismo coloca, «rejas altísimas delimitando el jardín de mi ser, de manera que, viendo yo perfectamente a los otros, perfectísimamente los excluyo y los mantengo otros» porque «los hombres son fáciles de alejar: basta con no aproximarnos a ellos». Surge así esa dicotomía entre la verdadera libertad que es no necesitar de nadie y la necesidad de afecto y comprensión de aquellos otros a los que inconsciente y paradójicamente alejamos de nosotros. Surge así la constatación de que «el único modo de estar de acuerdo con la vida consiste en estar en desacuerdo con nosotros mismos».

Vuelve una y otra vez también al tema de la acción como contraposición a su modo de vida que es el sueño. La vida práctica conduce a la acción que para él es sinónimo de voluntad. Hay, sin embargo, dos cosas que, en su opinión, estorban a la acción: «la sensibilidad y el pensamiento analítico, que no es, a fin de cuentas, otra cosa que el pensamiento con sensibilidad». Y ahí es donde entra en juego el arte, que «sirve de fuga hacia la sensibilidad que la acción tuvo que olvidar. El arte es la Cenicienta que se quedó en casa porque así tenía que ser».

Al hilo de lo anterior, Soares se declara «altamente sociable de una manera altamente negativa. Soy la inofensividad encarnada», apunta. Y es que, y ciertamente, en su cualidad de hombre inactivo, es completamente inofensivo. Actuar, aunque sea con la mejor de las intenciones, es siempre interferir. La interferencia no está exenta de la capacidad de dañar, pues no se pueden prever sus consecuencias. Ante la duda, Soares opta por la abstención. No actúa, luego no daña.

Soares no actúa. Soares sueña. «Soñar es confesar la necesidad de vivir, sustituyendo la vida real por la vida irreal, siendo así una compensación de la inalienabilidad de querer vivir». Soñar, por tanto, renunciar a la vida, no deja de ser otra manera de actuar y de pretender con ese acto lo que pretenden todos los demás, pues, «¿qué es todo a fin de cuentas sino la búsqueda de la felicidad? ¿Es que hay alguien que busque otra cosa?» Tal vez Soares para engañarse respecto a esa felicidad que no encuentra se dice a sí mismo que «es noble ser tímido, ilustre no saber actuar, grande no tener maña para vivir». Tal vez yo me haya engañado alguna vez pensándolo, e incluso lo haya pensado sin pensar que me engañaba.

«En el fondo, no hay otra cosa que mi timidez y mi incompetencia para la vida».

Detalle de Homagge a Pessoa, escultura de Jean-Michel Folon.
Recorte a partir de una fotografía original de Pedro Ribeiro 
Simões bajo licencia CC BY 2.0





Ficha del libro:
Título: Libro del desasosiego
Autor: Fernando Pessoa
Traductor: Perfecto E. Cuadrado (según nueva edición de Richard Zenith)
Editorial: Acantilado
Año de publicación: 2013
Nº de páginas: 608
ISBN: 978-84-15689-48-5






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Comentarios

  1. Tengo ganas de leer este libro desde hace unos año, o al menos de intentarlo. No tengo la mejor de las ediciones y el librero que me lo vendió, de segunda mano, no me dió grandes esperanzas de que fuese capaz de leerlo. Así que mis ganas siguen ahí y mientras se van colando otros libros. Me guardo tu reseña si algún día lo comienzo. Un abrazo

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    1. No creo que sea cuestión de capacidad, sino de que seas más o menos afín al tipo de lectura que es y al momento en el que decidas leerlo.
      Sigo tu instinto.
      Besos

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  2. No he leído nada del autor aún. Y este libro, por lo que cuentas, creo que no es el mejor para estrenarme. No me atrae mucho.
    Besotes!!

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    1. No sabría decirte si hay algún libro de Pessoa mejor o peor para estrenarse con él, pues este es el único que he leído. Si no te atrae, mejor lo dejas pasar.
      Besos

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  3. Me encantó este libro. Empecé por otros de Pessoa, sobre todo poemas, y todos transmiten esa sensación de estar por encima de las cosas, pero no porque no le importen, sino para que no le hagan daño. Gracias a este libro comprendí el sentido de la saudade y me enamoré aún más de la literatura portuguesa.
    Un beso, Lorena.

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    1. Es lo único que he leído de Pessoa, como le comento a Esther, pero sí que me he quedado con la sensación de que los temas que trata son marca de la casa. También creo que llega a ahondar en esos temas a través de un amplio autoconocimiento. Efectivamente no es que Soares se sienta superior al resto de los mortales por considerar su vida interior más rica que el mundo externo a ella, sino que se sabe incapaz de desenvolverse en ese mundo externo, como si fuera un impostor.
      He leído poca literatura portuguesa. Debería acercarme más a ella.
      Besos

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  4. Nunca he leído a Pessoa. Me da un poco de miedo, a pesar de que me reconozco en esas personas para las que "la distancia entre un ser y ellos mismos [...] es la dolorosa constancia y cotidianidad de la vida". Tampoco lo siento como una desgracia, ni siquiera sé puede decir que esté sola, pero en lo más profundo siento esa incomunicación, ese extrañamiento de los demás, muchas de las cosas que siente Bernardo Soares. Y a pesar de todo siento ese extrañamiento con Pessoa, algo que no me anima a meterme en sus letras. De momento es un eterno pendiente.
    Preciosa reseña.
    Un beso.

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    1. Como le digo a Esther, no creo que sea cuestión de que sea un libro o un autor más o menos asequible. Creo que es más cuestión ya no sólo que interesen más o menos los temas que trata, sino de que atraiga más o menos el género que usa para hacerlo. Si tu instinto te dice que no es para ti, pues mejor que se quede eternamente pendiente.
      Besos

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  5. ¡Hola Lorena!
    No voy a leer a Pessoa, lo sé, no me voy a mentir a mi misma, porque me conozco y sé que aunque sí tenga la intención, la pereza siempre va a vencer. Me ha gustado mucho tu reseña, como siempre, pero esta frase me parece genial, «el único modo de estar de acuerdo con la vida consiste en estar en desacuerdo con nosotros mismos», me la voy a apuntar. Y me ha parecido curioso eso que dices de que el autor, o el protagonista de la historia, haya puesto palabras a algunos de tus pensamientos y sentimientos que para ti son inexpresables. Eso también es genial. Si yo no dudo de que Pessoa sea un escritor de altura, de los buenos, pero creo que es demasiado espeso para mí, al amenos en estos momentos en los que me cuesta engancharme a los libros (he llegado a pensar que tengo un problema, de un libro que termino, he abandonado por el camino 4.
    Besos

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    1. Es una cita fantástica esa que destacas, Marian. La verdad es que todo el libro está lleno de citas maravillosas.
      Creo que parte de la magia de la literatura es encontrarnos con pensamientos y sentimientos propios que no sabemos poner en palabras. Nos preguntamos: ¿cómo ha podido meterse el autor en nuestras cabezas? También es verdad que el hecho de encontrar esa idea expresada por otro nos hace sentirnos menos solos o más comprendidos.
      Yo defiendo mucho el leer por placer y, por tanto, lo que vaya apeteciendo. Así que si te da pereza Pessoa, a otra cosa mariposa.
      Espero que se te pase pronto esa racha de no conseguir engancharte a las lecturas.
      Besos

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  6. Este fue mi libro de cabecera muchos años, duele recordarlo. De hecho, te he comenzado a leer con cierta aprensión, porque amaba ese libro pero me identificaba demasiado con sus palabras. Y en ocasiones, no me gustaba parecerme tanto. Es difícil de explicar para mí, Pessoa seguro que sabría hacerlo. Por mucho que utilice un heterónimo, me queda poca duda de que es un diario, algo muy íntimo. No se puede escribir esas cosas haciéndote pasar por otro.
    Si no recuerdo mal, es un libro inacabado que nunca se hizo público en su totalidad, hecho de retales y creo que no existe una edición canónica, de ahí lo desigual y a veces incluso contradictorio de lo que dice.
    Un abrazo.

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    1. Efectivamente, Gerardo. Incluso creo que el orden de los diferentes textos que lo componen varían de una edición a otra. A mí me ha gustado el orden que siguen en esta última de Acantilado porque hay algunos que van seguidos que parecen tener continuación con el anterior. Claro que no he tenido la oportunidad de echar un vistazo a otras ediciones, así que no puedo compara ni opinar.
      Creo también que hay mucho de Pessoa en Bernardo Soares y por tanto en este libro. Supongo que es más fácil hablar de determinados pensamientos y sentimientos como si fuesen de otro y no propios. Habrá también cierta literaturización en todo ello, me imagino.
      Estamos condenados a nosotros mismos, como se dice en este libro. Así que mejor aprender a gustarnos.
      Un abrazo

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  7. Lo poco que he leído de literatura portuguesa (Fernado Namora, Mário Sá-Carneiro y Raul Brandao) me ha seducido por completo, y lo que constato en tu excelente reseña es esa estela melancólica, triste, que en general desprenden las letras portuguesas, la famosa saudade impregnada en el alma lusa.
    Veo que Pessoa, a través de Soares, despliega un mundo interior rico en reflexiones con valiosas enseñanzas para con uno mismo, ese modo entre filosófico y poético de plasmar su narrativa me atrae poderosamente.

    Pessoa es uno de mis eternos pendientes, así que te agradezco despejarme más el camino.

    Un abrazo, Lorena.

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    1. También era uno de mis eternos pendientes pero por fin ha dejado de serlo.
      Efectivamente, Paco, la saudade está muy presente en este libro y además se la cita en varias ocasiones. Es un libro lleno de aforismos y reflexiones maravillosas que seguro sabrás apreciar si algún día te animas a leerlo.
      Un abrazo

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  8. Bueno, quedo impresionada con esta reseña. Me ha gustado mucho. Tengo este libro esperándome, el año pasado me hice con él porque quería leerlo antes de viajar a Lisboa, allí iba a hacer un recorrido por la Lisboa de Pessoa, y quería empaparme un poco de él antes (pero llegó el Covid y el viaje quedó pospuesto para el futuro). Sé que es un reto, no lectura sencilla, aunque como dices, puede que sea únicamente cuestión de encajar o no con el estilo, que por momentos me pueda parecer maravillosa y otros tediosa... No sé que sentiré al leerla, ya veré, espero que también sienta sosiego como tú más que otra cosa. Pero sin duda, me atrae, me llama la atención, siento que he de leerla y quizás también noto eso de que ponga en palabras cuestiones que siento que no soy capaz de nombrar? Pues, de nuevo, ya veré. :) Gracias por compartir tu experiencia con él, un abrazo.

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    1. Es, efectivamente, un libro para lectores que no teman enfrentarse a una lectura que tal vez sospechen que en algún momento se le pueda hacer tediosa si, a la vez, tienen el pálpito de que a otros les va a resultar maravillosa por esos fragmentos en los que se encuentran pensamientos propios expresados por palabras ajenas. También creo que hay que afrontarlo con buen estado de ánimo, de lo contrario, más que sosiego como en mi caso, puede producir desánimo. Creo que la disfrutarías y que sabrías sacarle partido. Ojalá pronto puedas retomar el plan de seguir los pasos de Pessoa por Lisboa.
      Un abrazo

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