Ancho mar de los Sargazos - Jean Rhys


Aviso: la idea original de Ancho mar de los Sargazos, novela sobre la que me dispongo a hablar, parte del clásico de Charlotte Brontë Jane Eyre, de la cual desvelaré, aunque pocos, algún detalle en esta entrada. Se trata de una obra notablemente conocida, pero si no la has leído ni conoces su historia, piensas que en algún momento te puede apetecer hacerlo y, además, eres de aquellos a quienes les gusta llegar a las lecturas sin apenas saber de ellas, tal vez prefieras no seguir leyendo.


«Cuando viva en Inglaterra, seré una persona diferente, y me ocurrirán cosas diferentes… Inglaterra es de color de rosa en el mapa del libro de geografía, pero en la página siguiente las palabras aparecen atestadas, densas. Exportaciones, carbón, hierro, lana. Luego, viene Importaciones y Carácter de los Habitantes. Nombres, Essex, Chelmsford on the Chelmer. Los altos de Yorkshire y de Lincolnshire. ¿Altos? ¿Significa colinas? ¿Cuán altas? ¿La mitad que las nuestras o ni siquiera esto? Frescas hojas verdes en breve y fresco verano. Verano. Hay campos de trigo que son como los campos de caña, aunque el trigo es dorado y no tan alto como la caña. Después del verano, los árboles quedan pelados, y llega el invierno y la nieve. ¿Como plumas blancas cayendo del cielo? ¿Como porciones de papel? Dicen que la escarcha dibuja flores en los cristales de las ventanas. He de saber más de lo que sé. Ya conozco esa casa en la que pasaré frío, y en la que seré una extraña, la cama en la que yaceré tiene cortinas rojas, y he dormido en ella muchas veces, hace mucho tiempo. ¿Cuánto? En esta cama, soñaré el final de mi sueño. Pero mi sueño nada tenía que ver con Inglaterra, y no debo tener estos pensamientos, sino que debo recordar candelabros y bailes, cisnes, rosas y nieve. Y nieve».

No hay nieve, ni colinas, ni color rosa para ella. No tendrá ocasión de descubrir cómo es esa Inglaterra de la que «unos dicen una cosa, y otros dicen cosas diferentes». Para ella, que ni siquiera creerá estar en ese país, Inglaterra será un área delimitada por cuatro paredes, las de la buhardilla de esa casa que ya conoce en sueños. Ahora que lo pienso, tal vez su vida haya trascurrido siempre encerrada entre cuatro paredes. Extraña, sin embargo, se ha sabido siempre, «cucaracha blanca. La cucaracha soy yo. Así llaman a todos los que estábamos aquí antes de que su propia gente, en África, los vendieran a los tratantes de esclavos. Y he oído a inglesas llamarnos negros blancos. Por esto, ante ti, a menudo me pregunto quién soy, cuál es mi tierra, a qué mundo pertenezco, y por qué nací». 

Aun así, a pesar de esa extrañeza, de sentir cuestionada su pertenencia a esa tierra en la cual nació, es, precisamente, el amor por esa tierra lo único que tiene, lo único que le queda. La pregunta de triste y desoladora respuesta es qué queda cuando nos despojan de ese lo único. A los locos se les suele tratar como poseídos, pero en esta historia, en la que a varios de sus personajes tildan de locos, lo único que me encuentro es el dolor de los desposeídos.

A la desposeída que es la llamarán loca, como así, también, seguirán diciendo de su madre.

«Fueron años de desolación. Tan desolada estaba que se alejó de los demás. Esto suele ocurrir. También yo vivía en soledad, pero, para mí, fue más fácil porque apenas recordaba otra cosa. Para ella fue extraño y temible. Y era muy hermosa. Yo pensaba que cada vez que me miraba al espejo forzosamente tenía que concebir esperanzas e imaginar cosas. Yo también imaginaba cosas. Cosas muy diferentes, desde luego. Se puede fantasear durante mucho tiempo, pero, un día, las fantasías se derrumban, y una se queda sola. Las dos estábamos solas en el más hermoso lugar del mundo. No, no era posible que hubiera un sitio más hermoso que Coulibri. No nos encontrábamos lejos del mar, pero no lo oíamos, sino que siempre oíamos el río. No el mar».

La conocemos por Jane Eyre como Bertha Mason, pero se llama Antoinette, Antoinette Mason, nacida Coswey. Fue él quien comenzó a llamarla Bertha. Fue él quien después la llamaría Marionette. (Marionette la marioneta, la despojada, no puedo evitar pensar) «Los nombres son importantes, ya que, cuando él no quería llamarme Antoinette, yo veía como Antoinette salía por la ventana, [...]».

Si la memoria no me falla el nombre de él no consta en ninguna de las páginas de esta novela. Poco importa este detalle porque él se encargará de que nadie ponga su nombre en entredicho. Él se ocupará de no llegar a ser nombrado como el marido de la loca. A él lo conocemos como Edward Rochester y su nombre es Edward Rochester. Nadie juega con su identidad.

Él llega a «un lugar hermoso, salvaje, intacto, sobre todo intacto, con una extraña, conturbadora y secreta belleza. Y guardaba su secreto».

Él llega a una mujer hermosa, salvaje, extraña, conturbadora; una mujer en torno a la cual orbita quién sabe si un secreto o una mentira. El problema es que «las mentiras nunca se olvidan, sino que permanecen y crecen», y en cuanto él sea conocedor del secreto, del que no se sabe cuánto hay en él de verdad o de mentira, ya no lo podrá olvidar. Los secretos, como las mentiras, permanecen y crecen.

Él llega a un lugar que siente hostil. «Los árboles eran amenazadores, y las sombras de los árboles, alargándose lentamente sobre el suelo, me amenazaban. La amenaza verde. La sentí desde el primer instante en que vi este lugar. Nada sabía, nada que pudiera serenarme». Nada que comprenda, como tampoco la comprende a ella.

Ella es una extraña, una extraña para otro extraño, tan extraños el uno para el otro como extraños entre sí son Inglaterra y Jamaica: colonizadora y colonizada. Lo extraño surte tanta atracción como rechazo. Por eso él no termina de quererla pero tampoco puede ignorarla. Solo queda odiar, como se odia lo que nos amenaza. Porque eso es ella para él: la amenaza constante de lo que no puede tener. Para poseer hay que desposeer, como Inglaterra a Jamaica, y, una vez desposeído aquello que se quiere poseer, esperar, «esperar el día en que Antoinette sólo sea un recuerdo que evitar, encerrado, y, como todos los recuerdos, una leyenda. O una mentira…»

Me pregunto si él y ella podrían haber sido felices. Lo más cercano al amor que sintieron el uno por el otro fue la pasión. Me pregunto si habrían conocido el amor de él no haber permitido que los fantasmas se instalasen entre ellos, de no haber pretendido él hacerla desaparecer hasta convertirla en otro fantasma, a ella, que solo anhelaba sentirse segura.

«—¿Por qué me has hecho desear la vida? ¿Por qué me has hecho esto?
—Porque quería que así fuera. ¿No te parece bastante?
—Sí, es bastante. Pero si llegara el día en que no lo quisieras, ¿qué haría? Supón que un día te llevaras nuestra felicidad, mientras yo estuviese distraída…
—¿Perdiendo la mía? ¿Crees que soy tan insensato?
—No estoy acostumbrada a la felicidad. Me da miedo.
—No tengas miedo jamás. Y si lo tienes, a nadie lo digas.
—Comprendo. Puedo intentarlo, pero esto nada soluciona.
—¿Y cuál es la solución?
No contestó a esta pregunta, pero una noche murmuró:
—Me gustaría morirme, ahora que soy feliz. ¿Quieres que lo hagamos? No tendrías que matarme, bastaría con que dijeras «muérete», y me moriría. ¿No me crees? Anda, pruébalo, di «muérete» y verás cómo me muero.
—¡Pues muérete! ¡Muérete!»

Y se murió. Porque «siempre hay dos muertes, la verdadera, y la que la gente sabe». Y porque «parecía lo adecuado, en aquel solitario lugar: Aquí, puedo hacer lo que quiera». Y, aunque lo hizo porque quería, la devastadora verdad es que lo hizo porque podía.

Se casaron porque así lo acordaron la familia de él y lo que quedaba de familia de ella. Y, como en toda operación de compraventa, al final poca diferencia existía entre comprar mujer y vender marido y comprar marido y vender mujer. ¿Quién compró a quién?

Él, como ella, era joven. Él no sabía que su juventud tenía los días contados, que pronto le sería desvelado el secreto y descubriría el engaño. 

Río Cobre cerca de Spanish Town, Jamaica. Imagen sin restricciones de publicación conocidas. Fuente: Library of Congress
Antoinette pasó su infancia en una finca de Coulibri cercana a Spanish Town. ¿Sería el Cobre el río que tanto ella como su madre siempre escuchaban?


Él ya no será tan joven cuando opte por ser él quien engañe, el que calle, el que oculte un secreto. Para entonces, ella, aunque sus gritos y risas se escuchen por toda la casa, otra casa, esta ya no en un lugar querido, ya estará totalmente silenciada; ella ya será la loca encerrada a la que hay que esconder entre las cuatro paredes de la buhardilla. Para él, atrás quedarán la juventud en Jamaica y el error cometido. Los recuerdos, sin embargo, le seguirán atormentado. «El remordimiento es el veneno de la vida»*, le declarará a una jovencísima Jane Eyre. Más tarde, será amor lo que le declare a esa joven que tiene más fortaleza que la que él y ella jamás tuvieron. Poco parece él, a mi entender, haber aprendido de la experiencia y del dolor vivido en propias carnes por un engaño. Optará por protegerse a sí mismo en vez de proteger a su ¿amada? En fin, qué sé yo (qué sabe nadie en realidad) en qué consiste el amor.

Aún me falta hablaros de otra ella antes de concluir esta reseña. Y no, no se trata de Jane Eyre. Aunque la suya sea la historia que sucede a esta y aunque esta novela nazca de aquella otra, ambas son historias independientes y que se merecen además ser valoradas por sí mismas. La otra ella de quien os quiero hablar es Jean Rhys, la autora de este Ancho mar de los Sargazos

¿Sentiría Rhys injusto el tratamiento que de Bertha Mason hiciera Charlotte Brontë en Jane Eyre o sería lo que ese personaje y otros similares simbolizan para la cultura popular lo que no compartía? ¿De qué manera, tal vez, empatizó con la primera mujer de Edward Rochester? ¿O sería, quizás, la mención de Spanish Town, el origen jamaicano de esa mujer oculta y enloquecida, siendo como era Jean Rhys también caribeña, lo que la espoleó? ¿Se habrá sentido alguna vez, al igual que Antoinette, como una cucaracha blanca? ¿Sería, como criolla, una extraña en Dominica, su país de origen, y otra extraña cuando con dieciséis años llegó a Inglaterra?

Me pregunto. Me pregunto muchas cosas aun a sabiendas de que mis preguntas no obtendrán respuesta. Me pregunto porque casi podría asegurar que, como ocurre casi siempre con la buena literatura, el germen de esta novela es una pregunta que Jean Rhys se hizo.

La dominiquesa, con varias obras publicadas pero tras varios años de silencio, sorprendió en 1966 con esta novela que es considerada su obra maestra y gracias a la cual obtuvo prestigio dentro de la literatura inglesa. Es una novela cuya lectura se siente muy actual, que te mete de lleno en un ambiente opresivo, en la que se palpa en todo momento la tensión de la situación histórica primero y entre Antoinette y Rochester después. Jean Rhys dice mucho con muy poco y, a pesar de que esto es algo que suelo considerar virtud, en este caso creo que ha jugado un poco en su contra. Pasada la mitad de la novela he sentido que iba un poco de más a menos, que faltaban cosas por conocer para comprenderla completamente, si bien es cierto que, tras concluirla y volver sobre la misma, todo ha encajado y esa impresión se ha disipado. Me quedo, aun a sabiendas de que el hecho de que este esté considerada su mejor libro puede traducirse en que el resto no esté a la altura, con muchas ganas de seguir indagando en el resto de la obra de esta autora.

«Justicia. He oído esta palabra. Es una palabra fría. [...] La he pronunciado. La he escrito. La he escrito varias veces, y siempre me ha parecido una fría y fea mentira. No hay justicia». No hay justicia si no se escucha a cada una de las partes. Así, pues, leo Ancho mar de los Sargazos y escucho.

Escucho a Antoinette porque Jean Rhys le ha dado voz. Escucho al joven Rochester porque de lo contrario ni Rhys ni yo hubiéramos sido justas (la primera por negarle la voz y la segunda por no prestarle el oído). Las historias parciales, como los secretos, corren el riesgo de convertirse en leyendas, en mentiras que no se olvidan, que permanecen y crecen. Escuchando a cada una de las partes nos acercamos más a la verdad. Y aquí la verdad es que Antoinette es una víctima. La verdad es que Rochester es otra víctima. La verdad es que Rochester es una víctima con poder. La verdad más desoladora y cruel es que quien tiene poder sobre alguien termina por convertirse en verdugo de ese alguien.

«Pero ¿qué haces tú aquí, loca? Tan cerca del bosque. ¿No sabes que el bosque es peligroso? ¿Y que los oscuros bosques siempre triunfan? Siempre. Si no lo sabes, pronto lo sabrás, y yo nada puedo hacer para defenderte».

Escena de Jane Eyre, con Bertha Mason en primer plano, ilustrada por F. H. Townsed para la segunda edición de 1847
Imagen en dominio público. Fuente: http://www.gutenberg.org/files/1260/1260-h/images/


*Esta cita está extraída de la novela Jane Eyre de Charlotte Brontë. El resto de citas incluidas en esta entrada pertenecen a Ancho mar de los Sargazos de Jean Rhyis.




Ficha del libro:
Autora: Jean Rhys
Traductor: Andrés Bosch
Editorial: Anagrama
Año de publicación: 1998
Nº de páginas: 192
ISBN: 978-84-339-1497-2





Si te ha gustado...
¿Compartes?
         ↓

Comentarios

  1. Leí esta novela de Jean Rhys hace algún tiempo, en una edición de Cátedra que tengo.
    Tus intuiciones van bien encaminadas, Jean Rhys quiso hacer justicia poética con Jane Eyre, pues cuando leyó la obra consideró muy ofensivo todo lo que relataba Charlotte Bronte sobre el personaje femenino de Bertha Mason, la esposa lunática, de Rochester.
    Rhys estaba convencida que en ese retrato denigrante de Bronte sobre Bertha había mucho de crítica velada a aquellos habitantes de origen antillano, como si Bronte tuviese prejuicios racistas (lo que en aquellos tiempos era del todo plausible) sobre los habitantes incivilizados de esas colonias inglesas de ultramar. Jean Rhys, como anglocaribeña, se sentía en deuda con el personaje de Bertha.

    En fin, la realidad que gira en torno a los escritores, autoras en este caso, muchas veces es más literario que sus propias novelas, la vida de Jean Rhys es un magnífico ejemplo.

    Un abrazo, amiga Lorena.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ciertamente, Paco, es bien plausible que en aquella época se mirase a los habitantes de esas colonias caribeñas con superioridad, así como que no se entendieran las enfermedades mentales y que el trato dado a esos enfermos no fuese el más oportuno ni considerado. Ciertos comportamientos vinculados a las mujeres, además, han sido considerados históricamente como muestras de perturbación mental. No hay más que pensar en el origen de la palabra histeria. Sí, es bien plausible que Rhys se sintiera identificada con Berta Mason pero que a la vez no se sintiese reconocida en el papel que Charlotte Brontë le construyó en su famosa novela. Y ha sido una suerte que así fuera porque nos ha regalado con su Ancho mar de los Sargazos una novela maravillosa.
      Un abrazo

      Eliminar
  2. «[...] quien tiene poder sobre alguien termina por convertirse en verdugo de ese alguien», una interesante cita que me provoca una pregunta. ¿Siempre que alguien tiene poder lo ejerce hasta legar a ser verdugo o se precisa un cierto carácter déspota para llegar a ello? ¿Es el poder el que crea déspotas o son estos los que se aprovechan del poder si lo tienen? En todo caso, una interesante reflexión.
    Leí esta novela en 1991. Fue un regalo de mi marido. É tiene un imán para descubrir autores. Se mete en una librería, ojea libros, sinopsis, vidas de autores y llega a casa con algo totalmente desconocido, pero que con el tiempo se convierte en lectura de referencia en casa. Le pasó con Ian McEwan, Yasmina Khadra, William Boyd. Son todos autores a los que yo conocí por sus regalos.
    Lo mismo pasó con este Ancho mar de los Sargazos del que recuerdo muy poco, pero que me dejó fascinada hace más de treinta años.
    Magnífica reseña.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí que tiene ojo tu marido.
      A mí también me ha fascinado tanto la novela como la forma de contar la historia de Jean Rhys. Se nota una lectura muy fresca, además, como si no hubiera pasado el tiempo por ella.
      Creo que es una pregunta sin respuesta, Rosa. Creo también que es difícil ejercer cualquier tipo de poder y no sentirse en algún momento tentado de hacer un mal uso de él, aunque sea solo bajo determinadas circunstancias en las que podría considerarse ese abuso como un mal menor. En cualquier caso, la reflexión sí que es interesante.
      Besos

      Eliminar
  3. La he leído y releído. Una magnífica novela. Me gustó mucho conocer el otro punto de vista de la historia, conocer mejor al otro personaje que tan desdibujado estaba en la novela de Brönte. Una gran reseña.
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, es interesante conoce la historia de la primera mujer de Rochester desde el otro lado, pero, independientemente de eso, la novela sí que es magnífica, ¿verdad?
      Besos

      Eliminar

  4. Hola.
    No conocía el libro y por el momento no creo que lo lea, tengo demasiados pendientes, pero gracias por la reseña.
    Nos leemos.

    ResponderEliminar
  5. La leí y reseñe y me encantó conocer a la autora y todo el trasfondo de la historia y saber quien fue la loca ...Que gran interrogante nos plantea ...Me gustó mucho.
    Tu reseña es espectacular.
    Abrazosbuhos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, ha sido genial poder conocer al personaje que esbozó Charlotte Brontë a través de la perspectiva y dimensión que le da Jean Rhys. Y el trasfondo de la historia también es muy apetitoso.
      Un abrazo

      Eliminar
  6. Madre mía, Lorena... Pero este libro, ,¿dónde estaba? No tenía ni idea... Ya con el aviso del inicio has despertado totalmente mi curiosidad. Súper interesante esta lectura que, en cierto modo, sirve para completar la otra. Lo anoto porque me has dejado muy sorprendida. Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Supongo que es un libro que en los últimos años ha caído un poco en el olvido. Yo sabía de su existencia pero no ha sido hasta mi reciente relectura de Jane Eyre que me fue apeteciendo cada vez más leerlo y a ello me puse.
      Efectivamente, aunque de lectura independiente, ambas novelas son un magnífico complemento una de la otra. Supongo que cada una de ellas es hija de la época en la que fue escrita y de la experiencia vital de cada una de sus autoras. En todo caso, ha sido una lectura que he disfrutado mucho y que me ha permitido descubrir a la magnífica escritora que es Jean Rhys. Ya me contarás si te animas.
      Besos

      Eliminar
  7. Este libro está entre mis pendientes, me parece muy interesante que se centre en este personaje y todo lo que cuentas me hace confirmar la idea de que, como mínimo, me parecerá interesante de leer. No sé si me gustará o no, porque no soy muy de leer libros que se basen en personajes de otras historias y sobre todo, de historias creadas por otros autores. Pero bueno, este es una excepción.
    En cuanto a lo que comentas, que también habéis tratado en algunos comentarios, sobre que Charlotte Brontë parece tener ciertos prejuicios racistas y demás, creo que es totalmente cierto y el cómo es tratado el origen del personaje de Bertha refleja estas cuestiones. En otras de sus obras también se aprecian estas cuestiones raciales y esa supremacía de lo inglés, en El profesor por ejemplo me percaté mucho de esto, y en algún que otro análisis de sus obras que he leído también se trata este asunto (que ciertamente en esa época y siendo inglesa, ya sabes, no era nada raro). Al igual que el tema de las enfermedades mentales, en un ensayo que leí sobre la creación de Jane Eyre, cuenta que Charlotte visitó un psiquiatrico (imagina en aquella época) y parece ser que de ahí pudo acoger la idea del personaje de Bertha. En fin, que muy interesante que en este libro esta autora, por los motivos que sean (podrá tener varios incluso), le haya dado otra perspectiva y una mayor profundidad, más justa, a "la loca del ático". Me traes a la mente este libro, a ver cuándo lo leo. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mí tampoco suelen interesarme los libros que salen de otros libros. En este caso, sin embargo, es un libro con identidad y calidad propia y no un aprovechar el tirón de determinada obra.
      Los libros a veces no solo cuentan la historia que narran en sus páginas, sino también la de la época y lugar en los que fueron escritos. No es de extrañar, por tanto, y como bien señalas, que se detecte cierta superioridad inglesa en la obra de Charlotte Brontë. Tampoco quiero pensar en cómo era contemplada la enfermedad mental en aquellos años ni en el trato que se les daba por entonces a los enfermos.
      Rhys tiene un estilo narrativo muy suyo y ha sido un auténtico lujo poder conocer a esa 'loca del ático'. Me gustará conocer tus impresiones si finalmente te animas a leerlo.
      Un abrazo

      Eliminar

Publicar un comentario

Gracias por tu tiempo.
Participa siempre con libertad y respeto.
Por favor, no dejes enlaces a otras webs o blogs. Si quieres ponerte en contacto conmigo por motivos ajenos a esta entrada puedes escribirme a mi dirección de correo electrónico. Búscala en la pestaña Información y contacto.