La azotea - Fernanda Trías
«Quiero reconstruir la vista de la azotea, recordarla de forma tan perfecta que ya no pueda distinguir el recuerdo de la realidad. La azotea era mi lugar; el único donde no pudieron vencerme».
«Mi lugar, mi guarida». Eso era la azotea para Clara. Se crio en ese edificio y nunca se le había ocurrido subir. Ahora que ha vuelto, un día, a saber por qué, sube. La azotea es su lugar porque nadie más sube a ella. No se puede tender en ella, tampoco usarla como lugar de recreo. Motivos de seguridad, según reza un cartel. Ningún vecino sube, pues.
No hay baranda en la azotea. «Me acerqué casi hasta el borde», nos cuenta Clara, «pero mantuve el cuerpo más atrás que la cabeza. Calculé los metros que me separaban de la vereda y sentí el impulso de saltar. Imaginé que saltaba y que caía intacta; imaginé que daba un salto larguísimo y que cruzaba hasta el techo de la iglesia. Tuve que alejarme del borde no por vértigo, sino por miedo a ese deseo ridículo que podía volverse incontrolable». La azotea es el lugar de Clara porque es como un planeta plano cuyos confines regalan vistas a la nada.
«Tal vez la Tierra sea redonda sólo para evitar que la gente vaya hasta el borde del mundo y salte al vacío, para que no podamos escapar de ella».
Clara no puede escapar de ese piso de ese edificio cuya verticalidad termina en la azotea. Clara no puede escapar porque no quiere escapar. Tal vez en su momento no quiso porque no podía. El caso es que yo no sé si fue antes el querer o el poder, ni dónde empieza el uno y acaba el otro, ni si, acaso, ambos son caras de una misma moneda, de la misma forma que Clara no sabe «cuándo todo empezó a ir mal o qué fue lo que desencadenó el fin. [...] Ahora, que ya no me queda otra cosa que mirar hacia atrás, me parece que nunca hubo un principio sino un largo final que nos fue devorando de a poco».
«La destrucción es así, puede llevar mucho tiempo».
Yo que llego al fin con Clara no puedo evitar echar la vista atrás intentado atisbar el comienzo. Parezco una primeriza ignorante que reniega de la esfericidad de la Tierra. El mundo de Clara es redondo y gravitacional. No hay manera de escapar. El comienzo es inherente a su final.
Pero yo reniego. Quiero saber cuando todo está ya ahí. Cuatro años de casi absoluto encierro. ¿Qué los motivaron? Fernanda Trías, del antes y del afuera, solo me muestra pinceladas. Los cuatro años son un presente continuo que va in crescendo y en decrepitud. Un presente continuo eterno sin pasado (comienzo) pero avanzando al futuro (final). A Clara le resulta extraño pensar que existió un pasado, como si su vida se redujera a esos cuatro años.
«Hay cosas en las que prefiero no pensar. A veces hasta el propio pensamiento es una invasión, como mirarse desnuda al espejo: da más vergüenza que si nos viera otro. Me pregunto si no habrán sido esos pocos encuentros -como luces rojas en una carretera apagada- los que guiaron mi vida».
¿Es Clara, pues, el motivo? ¿Es Clara la niñita que solo quería a su papá para sí sola? ¿Qué quiere Clara, en realidad? ¿Qué se puede querer una vez tomada consciencia de que la vida no es lo que se esperaba sino puro fraude?
La azotea no miente. La azotea es el lugar de Clara. Porque solo en la azotea puede estar dentro y fuera. Porque solo en la azotea puede ser ella misma, cuestionándose pero sin que la cuestionen. Tal vez Clara sí sea una privilegiada, después de todo. Pero la azotea es un lugar solitario. Nadie debería invitar a nadie más a su azotea particular.
En la casa, en cambio, Clara no vive sola. Vive con su padre; por él ha vuelto, a cuidarlo tras su viudez. Vive con su hija Flor, la hija del encierro.
«Flor llenaba el silencio que a papá y a mí nos separaba, un silencio que había comenzado cuatro años antes. Fue entonces que él me apretó la mano. [...] Yo le devolví el gesto pero no me animé a mirarlo. Papá siempre había sido un misterio para mí, y ahora me apretaba la mano y yo no podía entender qué significaba eso, qué había significado para él cada rato que pasamos juntos».
canario muerto, fotografía de Chad Santos |
«El cerebro es como un cuenco de tierra y [...] la tierra se seca y puede llegar a pudrirse y a llenarse de bichos». El cerebro de Clara, carente de estímulos externos que lo rieguen, tal pareciera pudrirse y llenarse de bichos. Es como un mueble carcomido por termitas cuya invasión se extiende a la casa que lo alberga. Clara siente, sin embargo, que el termitero está fuera. Tiene incluso identificada a la termita reina. Más allá de la puerta de la casa todo es amenaza. Fuera todo es conspiración. Dentro todo es paranoia.
«Por momentos me parece oír ruidos en la escalera. Difícil estar segura porque el silencio es tal que hasta tiene sus propios sonidos. Es cómico cómo al final ellos lograron invadirme: de adentro hacia afuera, instalando la duda como quien planta una hierba mala. Lo que me tranquiliza es saber que no van a poder llevarse nada de lo que fue mío. Sólo van a encontrar un ropero con los trapos viejos de Julia, unos muebles sin valor, y a mí, que estoy igual que esta casa: llena de cosas muertas».
«Mi padre veneró un mundo que no hizo más que robarle todo lo que quiso». «Flor miraba alrededor como si quisiera comerse el mundo con los ojos, no se daba cuenta de que era el mundo el que iba a comérsela a ella». «El mundo es malo. Las calles son peligrosas y no se pude confiar en la gente». Clara lo sabe. Clara protege a su familia. Clara sabe también cuál es la única victoria posible frente a ese mundo cruel.
«No me gusta sentirme así, con miedo de mí misma».
Me pregunto cuál es el germen de esta novela. Qué le rondaba en la cabeza a Fernanda Trías cuando pensó en su concepción. Lo que nos cuenta en ella es tremendo, pero no deja de ser una de esas cosas tremendas que a veces pasan en este tremendo mundo que habitamos. Cosas que salen a veces en las noticias, que no concebimos que ocurran, que rechazamos pero a la vez no olvidamos y nos producen, aunque nunca lo admitiríamos, cierta atracción. No las entendemos, y lo que no entendemos nos da pavor.
Fernanda Trías tampoco nos las explica. Ella solo deja hablar a Clara. Abre su cerebro y nos embadurna con su tierra reseca. Nos encierra en esa casa que se va depauperando a la par que sus habitantes. Pero no hay explicación. Solo cuatro años de paulatino encierro y sus consecuencias.
No hay explicación porque tal vez no la haya. O porque la explicación ni es única ni es simple. Porque no se puede explicar lo inabarcable. Pero es triste esa falta de explicación. Porque sin explicación siento a Clara condenada a su inevitabilidad. Claro que quién me ha dicho a mí que Clara quiera evitarse.
Tampoco Fernanda Trías quiere evitar a Clara ni permitirnos evitarla. Su azotea es el margen entre la solidez y la nada. Lo verdaderamente triste de esta historia, pues, es sentirse Clara pero ser parte de ese mundo que la amenaza.
«Nadie puede entender lo que siento: en soledad, sin esperar nada, sabiendo que me empecino en defender algo que ya no existe».
Yo lo entiendo. Lo entiendo porque Fernanda Trías me ha hecho sentirlo. Lo entiendo porque los sentimientos, muchas veces, son la mejor explicación.
mi azotea, Adriano Agulló |
Uff, novela intimista, profunda, que indaga sin encontrar respuestas claras en el porqué de esta existencia. Lorena, no aclaras exactamente hacia qué hecho inevitable se dirige Clara pero creo intuirlo. Dura novela, me parece. No sé si ahora estoy en condiciones de abordarla. Tomo nota de ella y sobre todo de su autora de la que nada he leído.
ResponderEliminarUn beso
La novela comienza por el último día y luego vamos viviendo con Clara esos años de encierro hasta el final. Así que se intuyen cosas desde el principio pero hasta terminar el libro no se esclarecen. Es una historia tremenda, ciertamente.
EliminarBesos
Yo también digo, como Juan Carlos, Ufff. Es lo primero que me sale y veo que él se me ha adelantado. Es una historia tremenda por lo que cuentas y por lo que he vislumbrado en esas primeras páginas que nos enlazas para empezar a leer. me gusta cómo está escrito y me gusta lo que se intuye de la historia. No sé si se llegará a entender todo el drama de Clara. Por lo que nos cuentas no hay explicación pero creo que a veces basta con intuir lo que se esconde tras las palabras de una buena novela sin necesidad de entenderlo todo. Apuntada queda.
ResponderEliminarUn beso.
Sí, a mí también me ha gustado mucho cómo escribe Fernanda Trías.
EliminarSe cuenta alguna cosa anterior a esos años. Es cierto que me ha pasado parte de la lectura esperando que se contara alguna cosa más. En todo caso igual no había más que contar y esa expectativa es más culpa mía que de la novela. A veces tampoco es necesaria tanta explicación.
Ya me contarás.
Besos
Es una narradora muy potente. No he leído nada suyo, pero he visto alguna entrevista y me parece una escritura muy lúcida que tiene claro lo que quiere hacer, aunque no sea del todo comercial.
ResponderEliminarUn abrazo, Lorena.
No es una historia complaciente y hay lectores a los que puede no apetecerles leerla. Pero es cierto que es una narradora potente. Su prosa es hipnótica y el libro se lee solo.
EliminarUn abrazo
Hola
ResponderEliminarBueno la reseña o descripción que haces de la novela deja el camino y la motivación para leerla, yo no conozco a la autora , pero el abordaje de temas cruentos de nuestra sociedad que es lo que intuyo se trata en este libro , genera la posibilidad de expiarlos a través de la palabra escrita . Gracias por compartir.
La sociedad se queda al otro lado de la puerta. Solo tenemos noticias de lo amenazada por ella que se siente Clara.
EliminarSin duda Fernanda Trías es una autora a tener en cuenta.
Gracias a ti por tu visita.
Saludos
Me ha recordado un poco a Sara Mesa. Las relaciones humanas son difíciles, las paterno-filiales ni te cuento y si le añades una enfermedad destructiva...El encierro y el miedo han sido viejas amigas estos meses, no sé si me apetece una historia tan opresiva pero por si acaso la apunto en mi lista. Me atraen todas esas zonas de sombra, en una novela que además es breve y eso porque no se dice nada de más, algo que agradezco siempre como lector.
ResponderEliminarUn abrazo.
No se me había ocurrido relacionar a Trías con Sara Mesa.
EliminarNo he pensado en el confinamiento al leer esta novela, supongo que porque yo lo he llevado y sigo llevando las medidas de restricción bastante bien. Sí he pensado en cambio, al reflexionar sobre ella, lo raro que era no haber pensado en el confinamiento durante su lectura.
Yo tengo muchas lecturas apuntadas, demasiadas. Muchas de ellas no las llegaré a leer. Otras, a saber por qué, me vienen de repente a la mente y va creciendo en mí la idea de leerlas. Casi siempre son las lecturas las que eligen el momento para ser leídas.
Un abrazo
Me alegra saber que has leído este libro, y que te ha gustado, por lo que puedo colegir de tus líneas. Lo tenías en ciernes cuando leíste mi opinión, y el que te hayas decidido a leerlo me alegra sobremanera. Le has sacado el jugo.
ResponderEliminarUn buen libro de Trías, sin duda.
Un fuerte abrazo.
Sí, lo tenía en mente desde hace tiempo y me he dicho que ya era el momento. Es un buen libro, sin duda, y Fernanda Trías es una autora a tener en cuenta. Me alegra coincidir contigo, Marcelo.
EliminarUn abrazo
¡Hola Lorena!
ResponderEliminarCuando en mi blog me has comentado sobre La azotea, en ese momento no recordaba haber leído tu reseña, y he venido por aquí. Efectivamente, no la leí y me pregunto como se me pudo pasar este post (y yo que pensaba que no perdía ni uno tuyo...). pero bueno, todo tiene solución y me ha encantado leer sobre esta novela que leeré pronto porque como ya sabes, la última de la autora me ha fascinado. Yo también me preguntaba cual habría sido el germen de Mugre rosa e indagando descubrí lo que cuento en el post, que la autora llevaba cuatro años pensando en la historia, y que terminó de escribirla antes de la pandemia del coronavirus, fascinante...
Y aquí en la azotea habla también de un confinamiento en esa azotea, en ese edificio.
En fin, Lorena, que lo leeré seguro y voy a estar más pendiente de no perderme nada tuyo
Besos
Es un poco lo que comentaba en tu reseña de Mugre rosa, Marian. Creo que la autora explora sus inquietudes a través de diferentes escenarios y partiendo de diferentes premisas. Al menos es la sensación que me ha provocado la lectura de tu reseña sobre su última novela habiendo yo leído ya La azotea. Ya me contarás si estoy en lo cierto cuando la leas.
EliminarFernanda Trías tiene además un estilo narrativo muy interesante, así que, efectivamente, hay que estar muy pendiente de lo que publique.
Besos
Exacto Lorena, yo también creo que así. Tras haber leído La azotea estoy convencida de que como dices la autora exterioriza y explora sus inquietudes, usa miedos a través de sus argumentos (de hecho tengo en mente haber leído alguna entrevista que le hicieron y que ella misma lo confesaba). Por cierto he releído tu reseña para recordar tu punto de vista exacto sobre la novela y tus impresiones
EliminarEn fin, que seguiremos leyendo a Fernanda Trías...
Más besos