El tiempo es un canalla - Jennifer Egan

Me pregunto si se podría leer El tiempo es un canalla como si fuera Rayuela. Si se podría seguir no solo el orden establecido por Jennifer Egan sino cualquier otro al azar. Si cambiaría su dimensión, su amplitud, su mirada, su perspectiva con cada orden aleatorio. Lo cierto es que el final, ya no solo el final sino el párrafo final, es decir, el cierre, me ha parecido perfecto. Lo cierto también es que si ese cierre me ha parecido perfecto es porque el primer capítulo de esta novela es el que ha elegido Jennifer Egan como primer capítulo y no cualquier otro que cualquier lector pudiera haber elegido al azar. Así que me pregunto más bien si sería posible mantener inamovibles las casillas de salida y llegada y jugar a la rayuela, a ir cayendo donde nos marque un guijarro, cual mano inocente, sobre todas las demás. Me pregunto, incluso, qué pasaría si intercambiáramos esa salida y esa llegada, pero no estoy segura de que esto sea una buena idea. Supongo que el funcionamiento o no de ese intercambio depende de si el tiempo es lineal o circular, cosa que no tengo clara. Si es lineal, a qué este libro; pero tal vez el tiempo sí sea lineal y seamos nosotros a los que nos guste volver la vista atrás por no afrontar lo que viene. Si es circular, sería demasiado perfecto; pero si perfecto es el final de este libro es porque el hecho de que su comienzo sea el que es lo vuelve circular. Imposible discernir porque el tiempo no lo noto continuo, sino con altibajos, incluso con paradas. Tonta ilusión: el tiempo no pausa. Somos nosotros los que nos detenemos. El tiempo sigue entonces sin nosotros. Esa es la gran putada, con perdón.

«Cada pausa hace que creas que la canción ha terminado. Por eso, cuando la canción continua, es un alivio. Pero la canción se termina, porque todas las canciones se terminan, claro, y ENTONCES. SE. TERMINA. DE. VERDAD.»

Sigo dándole vueltas a si merece o no la pena jugar a la rayuela con este libro. En cualquier caso, nunca lo sabré. Si hiciese el experimento no habría manera de averiguar si la diferencia de impresiones sería debida al diferente orden de los capítulos o al cambio de perspectiva que ofrecen las relecturas. La persona que hiciera esa segunda lectura sería diferente a la que hizo la primera. Sería otra pero sería la misma, como los mismos y otros son los diferentes personajes de esta novela dependiendo del capítulo en el que aparezcan. El libro no cambia, es el tiempo el que lo hace cambiar. Es el tiempo el que nos hace cambiar a nosotros haciéndonos pensar que el libro ha cambiado. O quizás sea el tiempo el que cambia y nosotros los que no sepamos cambiar con él, lo cual, por cierto, es otra putada (nuevamente perdón).

Antes de que ese tiempo canalla del título que gusta jugar con nosotros me líe y me lleve al punto final de esta entrada sin posibilidad ya de retorno, creo que es de justos ser agradecidos. Así que quiero ser justa y dar las gracias a los artífices de esta lectura. Gracias, Gerardo, por el descubrimiento. Gracias, Rosa, por el recordatorio. Gracias, Juan Carlos, por hacerme decirme: que sí, que sí, que ya me lo leo. Y es que por muy mayúscula que sepa que es minúscula (sello editor de este libro), si no fuera por las alabanzas que le prodigaron estos tres amigos de la blogosfera nunca habría reparado en este libro del que nada sabía y del que, de haber visto con anterioridad, no me hubiera llamado la atención ni su portada ni su título (qué gran título, por cierto (o qué gran traducción)) y cuya autora era una total desconocida para mí (¡¿por qué no se conoce más a Jennifer Egan?!)

Así que finalmente lo leí. Y es precisamente porque lo he leído que sus capítulos juegan en mi cabeza a la rayuela, juego cuya idea descarto ya definitivamente (no así creo que sea buena idea descartar la relectura). Ahí siguen, sin embargo, los capítulos en mi cabeza, como piezas que buscan encajar cuando, en la realidad, las piezas nunca encajan de modo perfecto. En la vida nuestra visión es parcial, fragmentaria, como a base de fragmentos está hecha esta novela.

En donde todo encaja de manera perfecta es en la mente de Jennifer Egan. Ella es la puta ama que escribe las reglas del juego sin hacernos saber que esas reglas existen. Lo mejor de leer a esta autora es comenzar sin hoja de ruta y seguir durante todo el trayecto disfrutando de la exploración y sin cuestionarnos lo que viene escrito en esa hoja ni adónde nos llevará. Todo está orquestado de antemano, sin embargo. Y no hay mejor orden que el que ella dicta. Podríamos, si acaso, leer esta novela de la misma forma fragmentaria en la que está escrita, es decir, leer algún capítulo suelto de la misma. Disfrutaríamos, si así lo hiciéramos, de unos relatos excelentes por separado. Todos juntos, sin embargo, forman parte de un todo superior. Es ese todo el que nos da la medida de la magnitud de esta novela. Es cada capítulo-relato independiente el que nos da la medida de la calidad de Jennifer Egan como escritora, su peso, su solvencia, el indicativo de que, si en vez de leer esta, hubiera leído otra obra de ella con estructura más convencional, hubiera estado igualmente ante una gran lectura.

El primer capítulo de El tiempo es un canalla está protagonizado por Sasha. El segundo, por Bennie Salazar. Son los dos únicos personajes de esta novela que voy a nombrar y no porque ellos sean los protagonistas, pues todos en algún momento lo son. Quien en un capítulo tiene un papel secundario, de repente en otro se alza en protagonista. Aparece en otro un nuevo personaje cual conejo sacado de una chistera del que pronto comprendemos que tiene relación con alguien que ya conocemos de un capítulo anterior. Conocemos a un adulto y nos lo encontramos después en su juventud o viceversa. Viajamos adelante y atrás saltando en el tiempo desde aproximadamente los años setenta hasta un futuro próximo al año 2010 en el que Egan escribió esta novela. Algunos de los personajes ni siquiera tienen protagonismo absoluto en ninguno de los capítulos pero no por ello su aparición deja de ser estelar. Las relaciones entre todos los personajes se van hilvanando de manera personal o laboral. Si tuviera que buscar uno de ellos de los que se desprendieran los hilos que los unen a todos, sería incapaz de hacerlo. Sí puedo hacer esa conexión entre todos con dos, y esos dos no son otros que Sasha y Bennie Salazar. Ambos están presentes, además, aun en su ausencia, en ese comienzo y final a los que anteriormente he hecho referencia

Uno de los capítulos de El tiempo es un canalla está contado a través de diapositivas como la que se muestra en la imagen. En otro alguno de los diálogos son conversaciones procedentes de una aplicación de mensajería instantánea con sus correspondientes abreviaciones. Los recursos comunicativos de Jennifer Egan rompen las barreras más convencionales y abren un más que interesante debate.

Sasha trabajó para Bennie durante varios años en una compañía discográfica. Esa es la relación que los une. La música, de hecho, está muy presente a lo largo de esta novela, algo que considero un gran acierto. En El tiempo es un canalla hay sexo, drogas y rock and roll. Hay también momentos conmovedores, otros más crudos, algunos con un toque de humor, momentos también de epifanía.

«—No entiendo qué me ha pasado —dijo, sacudiendo la cabeza—. De veras que no lo entiendo.
Bennie lo miró, un hombre de mediana edad con una caótica melena canosa y ojos pensativos.
—Que has crecido, Alex —dijo—. Como todos».

La música es algo que nos marca generacionalmente. La generación a la que pertenecemos cada uno la marca nuestra juventud. La juventud es la época de nuestras vidas en la que pensamos que somos eternos y que todo es posible. Nos sentimos, más que dueños del mundo, dueños del tiempo. Luego llega la constatación de la finitud y de que muchas de las posibilidades se han agotado. Aunque no seamos viejos, hemos dejado de ser jóvenes. Somos ya viejas glorias y, en ocasiones, y más tristemente, viejos sin gloria y sin esperanza de alcanzar nunca esa gloria. Tal vez, incluso nos pasemos la vida buscando qué es esa gloria que anhelamos alcanzar sin darnos cuenta en muchos casos de que a lo mejor sí la hemos vivido y no sabíamos entonces que lo era.

«La nostalgia era el fin, eso lo sabía todo el mundo».

La novela confluye hacia un momento en que se da una comunión entre tres generaciones. «Es posible que una multitud en un momento concreto de la historia sea capaz de crear el objeto que justifique su concurrencia» y que la concurrencia en este caso de esas tres generaciones en ese momento, obre como un triángulo de las Bermudas que hiciera desaparecer el tiempo. Más que desaparecer, es como si lo hiciera eterno (y, con él, también a los asistentes de ese momento) aunque solo sea pasajeramente. Un espejismo, algo ilusorio, pero qué gran poder sentir por un momento que le hacemos la pirula al canalla del tiempo. «Cosas como esta solo pasan una vez en la vida [...], y eso si eres el hombre más afortunado de la tierra».

Cualquiera que haya dejado atrás sus años más jóvenes se reconocerá sin dificultad en alguno de los personajes o de las situaciones narradas en esta novela. Esto la convierte en una obra global pero sin dejar a la vez de ser muy estadounidense. Gran parte de ella transcurre en Nueva York y, aun sin nombrarlo explícitamente, el derrumbe de las Torres Gemelas y sus consecuencias en la seguridad de ese país está presente en un discretísimo segundo plano, al igual que un ligero cuestionamiento sobre cómo la digitalización afecta a nuestro mundo y a las relaciones interpersonales.

«Me dije que no había ninguna diferencia entre estar «dentro» y estar «fuera», que todo se reducía a una serie de ceros y unos a los que uno podía llegar de formas distintas, pero el dolor fue en aumento hasta el punto de que creí que iba a darme un colapso, de modo que me marché cojeando.
Como todos los experimentos fallidos, ese en particular me enseñó algo sorprendente: que un ingrediente crucial de la llamada experiencia es la fe ilusoria de que esta es algo único y especial, y de que quienes se ven incluidos en ella son unos privilegiados, mientras que quienes se ven excluidos se lo están perdiendo. Y yo, como un científico que accidentalmente hubiera inhalado gases tóxicos de un vaso de precipitados que hervía en mi laboratorio, había terminado, por pura proximidad física, contagiándome de esa misma falsa ilusión y, en mi estado alterado por las drogas, me había convencido de que era un excluido: condenado a permanecer temblando en el exterior [...] para siempre jamás, imaginando el esplendor del interior».

Me ha sido imposible quedarme fuera de esta novela, síntoma de que estoy conectada a todas las personas que han entrado en ella (síntoma también de que todas ellas y yo nos hemos sentido fuera en algún momento de nuestras vidas). No os hablo, en cambio, más de ella. Y no, no es por consideración hacia los que no la hayáis leído sino porque no sé cómo hacerlo. Pienso además que si continúo la distorsionaría. El tiempo es un canalla es como una canción: puedo contaros qué dice su letra pero no puedo explicaros su música. Hay que escucharla y dejar que fluya y nos invada su melodía. Hay que leerla. Capítulo a capítulo. Relato a relato. Hasta el final.

«Se trata ni más ni menos que de eso. Todos sabemos cómo terminará, pero no sabemos ni cuándo, ni dónde, ni quién estará presente cuando finalmente suceda. Es una Gira Suicida».

Giremos, pues. Los viejos roqueros nunca mueren y, mientras el tiempo toque para nosotros, The Show Must Go On.

Ceremonia de apertura del Festival de Woodstock, 15 de agosto de 1969. Fotografía de Mark Goff.





Ficha del libro: 
Traductor: Carles Andreu
Editorial: minúscula
Año de publicación: 2011
Nº de páginas: 408
ISBN: 978-84-95587-83-1





Si te ha gustado...
¿Compartes?
      ↓

Comentarios

  1. No es un secreto que me gustan mucho tus reseñas. Me encanta como escribes y el toque tan personal que les das, pero cuando se trata de un libro que ya he leído, es cuando realmente aprecio en todo su valor lo que cuentas de las novelas.
    Poco más puedo añadir. Este libro me gustó muchísimo. Es una de mis mejores lecturas de 2020 y creo que has dado en el clavo con todo lo que cuentas del tiempo que va y vienen y de lo aleatorio de los capítulos aunque, y eso es lo más maravilloso, responden a un minucioso plan que estaría en la cabeza de la autora.
    Un gran descubrimiento. Espero leer en breve otra novela que ya tengo de Jenifer Egan, "Manhattan Beach". Es un título que me encanta.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tengo echado el ojo a Manhattan Beach por la reseña de Juan Carlos aunque, investigando tras leer El tiempo es un canalla, también me llama mucho La torre del homenaje. Así, pues, veremos cuál leeré antes.
      El tiempo es un canalla es una novela compleja en forma y más compleja aún para hablar de ella. Habitualmente son muchas las cosas que tengo necesidad de compartir de una lectura y sé que tal prolijidad no siempre es conveniente sin estropear la lectura a quien no haya leído el libro. Así que suelo ingeniármelas para buscar la manera de contar sin contar. A veces llego a pensar que, a parte de mí, nadie entiende lo que estoy contando (a veces también se me va mucho la olla y me extiendo más de lo aconsejable). Supongo que cuando ya se ha leído el libro es más fácil entenderme y de ahí que te guste más. En todo caso me alegra saber que lo valoras, porque, aunque lo hago por gusto y satisfacción personal, al final es mucho tiempo (tiempo canalla que ya no volverá) el que dejo aquí.
      Besos

      Eliminar
  2. Recuerdo la reseña de Juan Carlos, magnífica, que ya me hizo apuntarme este libro. Y la tuya, impresionante también, me recuerda que esta es una lectura que no debo dejar escapar. Subrayo. Ays, el tiempo...
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues, sí, el tiempo, y nunca mejor dicho, Margari. Ese tiempo que pasa tan rápido, como muestra esta novela, y que tampoco nos da para leer todo lo que quisiéramos.
      Tanto libro como autora son magníficos. No los dejes escapar.
      Besos

      Eliminar
  3. Uf, uf, Lorena, qué pasada. Hay que ver lo bien que escribes y lo bien que dices las cosas. Esta novela me gustó mucho. Y si te soy sincero lo que más me ha gustado ha sido conocerla por el blog de Rosa Berros que a su vez la había conocido por Gerardo Vázquez del blog "Varado en la llanura" aunque en verdad fue Juan Carlos Montag del blog "El fuego de Montag" quien dos años después en una reseña le recordó que la novela aún no la había leído. Y ahora tú que has conocido la novela a través de nuestras reseñas y también Margari que está a punto de leerla por lo mismo... Es en estos momentos cuando doy por bien empleado el tiempo dedicado a la escritura y lectura de blogs literarios. Es en estos momentos cuando entiendo que no hay pérdida de tiempo, sino ganancia absoluta de buenos libros pasados por el filtro degustador de buenos lectores. ¿Qué maravilla!
    Sí, qué maravilla cuando tras leer una reseña incitadora tomamos esa novela en nuestras manos y nos satisface plenamente. Wow, eso -en mi opinión- es inigualable, hay pocas cosas que se le puedan parecer. Y si además, tras todo esto, leemos una reseña tan original y personal como las que tú haces, Lorena, el placer ya es absoluto.
    Bueno, no digo nadas de "El tiempo es un canalla" porque en todas las reseñas que he citado a la que se une la tuya y la mía y la de Rosa y la de... está debidamente comentada la maravilla que es esta novela.
    Un beso fuerte

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nunca es tiempo perdido el invertido en los blogs propios y ajenos. Esos descubrimientos de autores y libros que nos hacemos, ese contrastar opiniones de una misma lectura compartida. Incluso aunque no lea los libros que descubro en los blogs que visito, incluso aunque algunos de esos libros no sean afines a mis gustos, me llevo el conocimiento de su existencia y la perspectiva de quien escribió sobre ellos. Siempre es amplitud y riqueza.
      En este caso me parecía además muy justo mencionar los blogs por los que me he ido encontrando esta novela. Y no solo por la magnífica lectura que ha resultado ser, sino porque es un libro que apenas ha tenido visibilidad y si no fuera por vosotros ni hubiera sabido de su existencia.
      Sí, ciertamente esta novela es una maravilla.
      Besos

      Eliminar
  4. ¡Lorena...! No dejas de sorprenderme con tus reseñas, es una maravilla leerte. Lo que cuentas sobre esta novela, cómo lo cuentas me hace tener ganas de una lectura así, tan distinta, tan peculiar. Y a mí me llama mucho lo distinto, lo peculiar. Curioso lo de las líneas temporales, ahora para adelante, ahora para atrás, personajes que en un capítulo son importantes y secundarios en otros, una novela que por tus primeras disertaciones bien podría ser un total experimento de lectura, con un orden nuestro elegido al azar que igual nos descubriría múltiples interpretaciones.
    Me la llevo en mente y seque la tenemos en la biblio, así que esta cae
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Espero que la disfrutes entonces, Marian.
      Realmente la estructura es original y atípica, pero lo mejor es que la novela no se queda solo en la forma. Realmente es toda una experiencia de lectura.
      Besos

      Eliminar
  5. Pues si, esta novela ha ido rodando entre nosotros y me encanta, porque así no queda amontonada y cada poco sale a colación. A veces piso el freno lector, por dejar macerar las cosas y porque de tantos y tantos títulos al final queda poco. Este, sin embargo, lo tengo a la vista, porque mis estanterías ya están colmadas y los libros superpuestos. Cada capítulo de "El tiempo es un canalla" se puede leer por separado, pero como dices, si no haces una lectura de conjunto te dejas algo. Parece que Egan nos ha tocado la fibra a todos con sus historias, los sentimientos de sus personajes son algo universal y que todos hemos experimentado alguna vez en la vida.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El tiempo es un canalla tiene una amplitud de una dimensión inmensa. Es fácil conectar si ya se han dejado los años de juventud atrás, y, sin embargo, Egan no usa el recurso fácil para lograr esa conexión.
      Es una lástima que no se le haya prestado más atención tanto a novela como a autora. Por lo menos nuestro granito de arena para darles visibilidad está aportado.
      Un abrazo

      Eliminar

Publicar un comentario

Gracias por tu tiempo.
Participa siempre con libertad y respeto.
Por favor, no dejes enlaces a otras webs o blogs. Si quieres ponerte en contacto conmigo por motivos ajenos a esta entrada puedes escribirme a mi dirección de correo electrónico. Búscala en la pestaña Información y contacto.