Las Inviernas - Cristina Sánchez-Andrade

«Eran muy distintas entre sí, las Inviernas.
La mayor era seca y huesuda, tenía la cara afilada y la nariz aguileña. La dureza de los años vividos había arrastrado consigo la ternura, la dulzura de su corazón de niña, la fe en sí misma y en los demás, no dejándole otra cosa que una especie de inercia borreguil con horarios rígidos. Encerrada en su universo particular de revistas, radionovelas y lloriqueos, tenía una sola pasión: una necesidad enfermiza de seguridad y de que la dejaran en paz. Por eso se levantaba, trabajaba y dormía sin pensar en nada más. Así día tras día, lo que ella llamaba su «bonita rutina». A los veinte años, se le echaban cuarenta. Desde los treinta y cinco, ya no representó edad alguna.
En la otra hermana llamaba la atención el pelo azabache ondulado, las formas apretadas, los labios carnosos y sobre todo la mirada; esos ojos verdes con pintas doradas en torno al iris. Su hermana solía alzar la voz y ella callaba; la seguía y se acoplaba a sus horarios, no porque la rutina le gustara especialmente sino porque era lo único que tenía y le aseguraba una vida tranquila, sin sobresaltos ni estridencias. Siempre había sido muy paciente, siendo esa paciencia lo mejor de ella, si no lo más siniestro.
¿Quiénes eran exactamente? No eran niñas. Ni viejas.
Pero tenían ya una edad en que se quiere vivir tranquilo. Tranquilo ¿de qué?»
Eran muy distintas entre sí, las Inviernas. Al principio no lo percibo, pues son como un binomio indisoluble, pero son dos, las Inviernas, Dolores y Saladina, «la alta y la no tan alta; la guapa y la fea; la que desayuna café y la que desayuna migas con vino; la que tiene dientes y la que los perdió mordiendo el pan hecho con piedras. La que es virgen y la que sabe Dios lo que será…»

No sé si a la gente de Tierra de Chá les ocurrió como a mí, pero, ahora que lo pienso, ellos, sobre todo los hombres, tienen bien claro desde el principio, pues ya las conocían de niñas, que una es la guapa y la otra la fea. Tal vez se hayan olvidado que una es Dolores y otra Saladina de tanto llamarlas las Inviernas, pero tienen bien claro quién es la guapa y quién es la fea. Y eso duele, y se clava, y no precisamente a Dolores sino a Saladina porque Saladina, «salvo por Dolores y tal vez, en su día, su abuelo, no había sido amada por nadie. Como consecuencia, había construido en torno a sí misma un muro sin fisuras ni apegos conocidos: en Inglaterra había aprendido que eso hacían todos, y que sin duda era lo más práctico para subsistir».

Sí, las Inviernas pasaron varios años en Inglaterra. Huyeron allí recién comenzada la guerra siendo apenas unas crías. Allí aprendieron inglés, salieron en una película documental, trabajaban incansablemente durante la semana y se reencontraban los domingos, comenzando quizás a cristalizar en esos encuentros dominicales «el calor de la soledad escogida».
«—Estáis muy solas aquí…
—Estaríamos más solas sin la soledad —contestaron ellas.
—Todos somos ovejas o acabamos siéndolo. La masa es buena, da calor y reconforta».
 
«—A lo mejor no es tan malo ser oveja como dice el cura.
Y la otra, tirando de un cajón:
—¿Cómo dijiste?
—Las ovejas se camuflan entre sí».
Ava Gardner, 1951. Fotografía de MGM
Tras unos años en Coruña ganándose la vida pedaleando con tesón las Singer que llevarán consigo a Tierra de Chá, las Inviernas regresan un no sé si buen o mal día al pueblo que las vio nacer. A saber por qué lo hicieron, tal vez por nostalgia, tal vez porque ««un país», dicen, «quiere decir no estar solos, saber que en los árboles, la lluvia y la tierra hay algo tuyo, parecido a la sangre, que aunque no estés, te sigue esperando»».

Así que las Inviernas regresan a ese su país en un lugar remoto de Galicia. Un país que es un microcosmos en el que parece haberse detenido el tiempo. Un país cuyos habitantes, como «cualquier grupo de gallinas, como cualquier grupo de personas, se ha acostumbrado a sus leyes internas».

El regreso de las Inviernas tambalea la constitución de esas leyes no escritas. Porque desempolva el pasado, lo que se quiere ignorar. Ese pasado es una historia por todos sabida y por nadie contada. Aunque sepultada por los años, «es una historia que vive en la aldea».
«—Nunca deberíais haber vuelto —dijo él de pronto.
—Pero volvimos —dijo ella, sorprendida por el comentario—. Ya no se puede dar marcha atrás.
—Hay… hay una manera —dijo Tiernoamor.
Dolores abrió un poco más la puerta.
—La aldea sólo quiere olvidar».
Las Inviernas tienen su propio secreto o secretos, su propia historia que vive en ellas («—Sí, callar —musitó. / —¡Callar y callaremos! —declamaron a dúo»). Así que tal vez hayan regresado a Tierra de Chá buscando esa anhelada tranquilidad. Una tranquilidad cuya «fuerza está en el tirar y empujar de la repetición». Una tranquilidad que encuentran los primeros días pero que pronto descubren, sobre todo una de ellas, insuficiente, pues «vivían juntas, trabajaban juntas, dormían juntas como una pareja de amigas, pero extrañas la una a la otra, cada vez más conscientes de que algo las separaba: entre las idas y venidas al monte, entre riñas y los momentos de cariño, la insatisfacción se enroscaba lentamente en el corazón de las dos mujeres. El universo ya llevaba tiempo torciéndose: o más bien retorciéndose».

Teeth, fotografía de Carlos Ebert

Las Inviernas bebe de la mejor tradición de la narración oral. Tiene un sabor añejo y a la vez renovado. No sé si es aventurado hablar de realismo mágico gallego para comentar esta novela pero a mí me ha traído ecos del mismo. Su autora, Cristina Sánchez-Andrade, es una potente narradora que sabe dosificar los tiempos. Es certera. Sabe estirar las frases para regalarnos su rica prosa cuando quiere y asimismo las acorta cuando es preciso para lograr el efecto deseado. Domina los ambientes cerrados y opresivos y crea un peculiar elenco de personajes que culmina en un dúo protagonista inolvidable.
«Sentada junto a su hermana, percibía el calor embriagador y amigo que exhalaba su cuerpo. No era amor lo que sentía por ella. Afecto; tal vez, ternura. O sí, qué tonterías decía, ¿cómo no iba a quererla? Le exasperaban sus accesos de mal genio, sus gruñidos y sus voces estridentes, pero también era un regalo de la vida tener a alguien con quien reír y hablar cada día. Saladina la necesitaba, casi como a una madre, y Dolores vivía pendiente de esa necesidad. Necesitaba aquella necesidad. Simplemente era eso.
No volvería a confundir sus sentimientos: nunca más. Una vez había sido suficiente».
 
«No era amor lo que sentía por ella; era miedo. Porque el miedo, a veces, adopta fórmulas caprichosas: es cariño monstruoso. Como aquella noche. El miedo confunde. Lo peor acaba de ocurrir y el miedo aturde. Dolores necesitaba las manías de su hermana, su disciplina ascética, su manera de estar en el mundo, entre la locura y el vacío: en Saladina hallaba una mezcla de caos y orden que le fascinaba».
Saladina y Dolores brillan como personajes independientes pero no lo hacen menos como ese personaje colectivo que forman entre ambas y que da título a esta novela. Un personaje colectivo que es terrible a la vez que inspirador de ternura porque en su fuerza oculta su más íntima debilidad. En él está representada la ambivalencia de los afectos, la obligación que ata, la necesidad que escuda y la mezquindad y la grandiosidad que todos llevamos dentro. 

Cristina Sánchez-Andrade me cuenta en este libro la historia que vive en las Inviernas y la que vive entre los habitantes de Tierra de Chá, y, tras haber transitado con ella por la linde que separa los miedos de todos ellos de sus deseos, no puedo evitar quedarme pensando que, en última instancia, lo que nos definen son nuestros actos y no nuestros pensamientos.
«Pasaron una mañana como el susurro de un avispón, más rápidas que un instante.
Ellas.
Las Inviernas».



Ficha del libro:
Título: Las Inviernas
Editorial: Anagrama
Año de publicación: 2014
Nº de páginas: 248
ISBN: 978-84-339-3468-0





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Comentarios

  1. ¡Hola Lorena! Estoy convencida después de leerte y leer los párrafos que has elegido, que Las inviernas es una de esas novelas que son pequeñas joyitas literarias, por lo que cuentan y cómo lo cuentan. Creo que estas dos hermanas deben de tener una relación muy curiosa y especial, dos personajes inolvidables y ese secreto o secretos que guardan y que remueve a sus vecinos cuando regresan a su "pequeño país gallego", pues me ha dejado con ganas de leerla, de verdad. Esta me la gustado para esos momentos en los que decido salir del thriller, cambiar de registro
    Besos

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    1. Los vecinos ocultan también su propio secreto.
      Cristina Sánchez-Andrade tiene una forma de narrar muy especial. A mí me ha encantado. El libro se lee casi solo y siempre es bueno salir de la zona de confort. A mí también me gusta de tanto en tanto dar oportunidad a libros que se alejan de mis lecturas habituales.
      Besos

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  2. No conozco de nada este libro, pero me parece muy interesante lo que cuentas. Me lo apunto. Un saludo

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  3. Tengo este libro apuntado y comprado desde hace varios años. No consigo recordar en qué blog lo vi reseñado. Pensé que podía ser el tuyo (está claro que no) o el de Ana Blasfuemia (tampoco ella tiene reseña en su blog de este libro). El caso es que lo apunté y lo compré y fue quedando relegado. Ahora, tras las cosas que cuentas tú y los párrafos que citas, sé que lo leeré en breve.
    Por cierto, por más que he buscado no veo la relación de Ava Gardner con esta novela. ¿Se me ha escapado algo?
    Un beso.

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    1. Supongo que es uno de esos libros que van de boca en boca. Yo tampoco recuerdo dónde lo vi por primera vez. Pero es esta una forma de transmisión que le va mucho.
      Por la época en la que sucede la trama de esta novela Ava Gardner llega a España para rodar Pandora y el holandés errante. La noticia de la llegada de la actriz y el rodaje de esta película tienen cierta importancia en la trama de La Inviernas. No lo cuento en la reseña pero tampoco descubro nada pues Anagrama lo menciona en la sinopsis.
      Besos

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  4. Una autora y título que ya me he encontrado más de una vez por blogs conocidos, y generalmente con buena acogida.
    Parece que Sánchez Adrade es una narradora muy solvente, y muy gallega manejando con habilidad ese ambiente telúrico tan característico de aquellas tierras, de grandes escritoras que lo han reflejado tan bien, como Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán, o sin ser gallega de nacimiento pero si de adopción (pasó su infancia y juventud viviendo en Galicia), Elena Quiroga.
    Abrazo!

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    1. Sí, la de Sánchez-Andrade es una narración muy ligada a la tierra y ha sido una gozada disfrutar de su buen hacer en esta novela.
      Galicia tiene su buena cantera de narradoras, como bien mencionas.
      Un abrazo

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  5. No me sonaba de nada. Y me ha gustado tanto lo que cuentas de esta novela. ¡Y cómo lo cuentas! Anotadísimo me lo llevo.
    Besotes!!!

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  6. Me alegra sobremanera que te hayas decidido por este título, Lorena, y, por lo que aprecio, te ha gustado mucho. En lo personal, ha sido una buena lectura y le he cobrado sincero cariño.
    Por cierto, la foto de las dentaduras me recordaron a mi abuelo, que solía dejar su dentadura postiza sobre la mesa de noche -a veces, dentro de un vaso con agua-.
    Gracias por alegrarme la velada. Por una vez, me iré a descansar con una sonrisa.
    Un abrazo.

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    1. Me alegra haberte sacado una sonrisa.
      La verdad que he disfrutado mucho de esta lectura. Una forma aparentemente sencilla de narrar. Pero qué difícil es hacer fácil lo difícil.
      Un abrazo

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  7. Me llama mucho esta novela. Seguro que tu forma de reseñarla me incita a leerla, esos párrafos que eliges son muy estimulantes, la pareja que forman estas dos hermanas gallegas que cabalgaron durante muchos años la Singer también pican mi curiosidad... Vamos que tengo que leer a esta autora de la que nada conocía.
    Te leo escribir que hay como realismo mágico gallego si es que se puede decir tal cosa. Yo creo que es muy pertinente esta calificación de una forma de decir tan característica de cierta literatura gallega. Ahora mismo recuerdo, por ejemplo, a Cela o a Eduardo Blanco Amor o incluso a Torrente Ballester quienes en muchas ocasiones sumergen al lector en esa atmósfera mágica, neblinosa, irracional tan característica del alma galega. Sí, yo creo que esa descripción le va bien a la literatura que se suele hacer en Galicia. Veo, por lo tanto, que Cristina Sánchez Andrade se alinea con esta manera de escribir que se hace por el noroeste peninsular.
    Tomo nota del título. Muchas gracias por dármelo a conocer, amiga.
    Un beso

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    1. Son un dúo curioso esas dos. Personajes magníficos tanto individual como colectivamente.
      Haberlas haylas, como dice esa expresión tan gallega. Y, aunque en esta historia no hay seres mágicos ni mitológicos, sí que está envuelta de esa atmósfera tan especial en la que parece que todo puede pasar.
      Yo encantada de descubriros títulos como tantos otros descubro yo en vuestros blogs. Creo que este en concreto te gustará. Ya me contarás.
      Besos

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  8. Hola Lorena, me has dejado un poco desconcertada... Bueno, más bien me has dejado intrigada. Para mí es de los libros más novedosos que he visto en las últimas semanas. No lo conocía, así que te agradezco el descubrimiento. Besos

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    1. Pues me alegra haber hecho que te fije en él. Si te animas, ya me contarás.
      Besos

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  9. ¡Hola! ^^
    No lo conocía, gracias mil por la entrada :P

    Un besote =)
    P.D. Acabo de descubrir tu blog y ya te sigo, te invito a pasarte por el mío

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