El oficio de vivir - Cesare Pavese

«El interés de este diario sería el imprevisto repulular de pensamientos, de estados conceptuales, que de por sí, mecánicamente, indica los grandes filones de tu vida interior».
Tu vida interior. La mía, que leo y entonces soy la propietaria de ese tu. La de Pavese.

Cesare Pavese se escribe. Supongo que un diario íntimo consiste en eso: escribir para uno mismo, escribir a uno mismo. Su autor se desliga, pues, y, así, el Pavese escritor le escribe al Pavese hombre. Es recurrente en sus páginas el uso de la segunda persona del singular. Un tú acusador, porque Pavese es implacable. Un tú que me hace detestar, compadecer, tratar con indulgencia al escritor italiano. Un tú que cuando me reconozco en lo leído me duele porque Pavese es directo, certero, no tiene piedad, no se tiene piedad.

Mi interés por este diario no era otro que tener acceso a los grandes filones de la vida interior del italiano. Desde que lo descubrí y me maravilló el verano pasado con la lectura de su novela corta La playa y varios relatos de su autoría, e indagué después sobre otros libros suyos dando así con esta obra íntima, ese interés germinó en mí hasta florecer en necesidad. Cómo resistirse además a un título tal como El oficio de vivir.

Hacia el final de ese oficio de vivir Pavese escribe lo siguiente:
«Ahora sé que estas notas de diario no cuentan por sus descubrimientos explícitos, sino por la rendija que abren sobre la manera de ser que tengo inconscientemente. Lo que digo no es verdad pero traiciona -por el solo hecho de que lo diga- a mi ser».
Es esta una de sus últimas anotaciones pero, sin embargo, este libro no termina con el fin de este diario.

Pavese comienza su diario en 1935, contando veintiséis años, y lo concluye en 1950, año de su muerte o si se prefiere de su «homicidio tímido», eufemismo que él mismo acuñó para el suicidio, aunque nada más lejos de su intención rehuir dicho término. Pero aunque este diario ocupa la práctica totalidad de este libro, al final del mismo tenemos acceso a otros tres textos íntimos del autor. Uno de ellos es Fragmentos de mi vida pasada, una serie de apuntes que el escritor escribe cuando está a punto de cumplir los diecinueve años. En ellos leo lo siguiente:
«No fijarse en si hablo siempre con una sinceridad ruda, con una monotonía exasperante de las mismas cosas. Es mi alma: no puedo hacer nada por levantarla de su postración enferma de sueño. Reconsiderando los restos atormentados de todo lo que me ha trastornado, torturado o extenuado de alegría, [...] siento una zozobra resignada y triste, el destino más secreto e inexorable de toda mi vida».
Me maravillo a la par que me entristezco al leerlo. Más que retrotraerme a un Pavese adolescente me parece estar asistiendo a la continuación del diario del hombre ya adulto del que vengo. No me sorprendo, sin embargo. Esa monotonía exasperante de las mismas cosas es recurrencia de temas, recurrencia a uno mismo. ¿Qué otra cosa es acaso un diario?
«Niño o Adulto se nace, no se llega a ser.
Y ahora consuélate».
 
Lo cual podría traducirse como: «Nadie puede huir de sí mismo. Si audaz, audaz; si débil, débil».

Cesare Pavese
Cesare Pavese nació niño pero, en cuanto llegó a la edad adulta y tomó conciencia de que seguía instalado en la desprotección de la infancia y en una eterna adolescencia, no halló consuelo.

Pavese creía en el destino pero no en el destino como el futuro que ya está escrito sino en que nuestra personalidad nos determina. Es nuestro pasado el que escribe nuestro futuro. Somos hombres que tropezamos dos, tres, cuatro, enésimas veces en la misma piedra. En una única piedra que es nuestra piedra. Por tanto, «sufrir es siempre culpa nuestra».
«Quien se equivoca es quien no entiende todavía su destino. Es decir, no entiende cuál es la resultante de todo su pasado, que le indica el porvenir. Pero lo entienda o no, se lo indica lo mismo. Cada vida es lo que debía ser».
«Tenemos debilidades. Estamos convencidos de que nadie puede cambiar el propio bagaje. Procuramos, con astucia, transformar en valores nuestras debilidades. Pero ¿y si en el bagaje falta precisamente la astucia?» 
A Pavese le falta astucia. Por eso se siente incapacitado para vivir.

A Pavese le sobra capacidad de análisis y honestidad consigo mismo. Por eso este incapacitado para la vida ha sido capaz de escribir como pocos sobre el oficio de vivir.
«El arte de vivir es el arte de saber creerse las mentiras. Lo tremendo es que, no sabiendo quid sit veritas sí que sabemos lo que es la mentira». 
«En el fondo, el secreto de la vida es hacer como si tuviésemos lo que más dolorosamente nos falta».
Pero a Pavese le dolían extremadamente sus carencias como para jugar a ese juego de máscaras que es la vida.

El italiano se sentía solo y falto de amor. Los fracasos de sus relaciones amorosas lo torturaban profundamente. Hay en sus palabras odio y resentimiento no solo hacia sus ex parejas en particular sino hacia las mujeres en general. «No se huye del propio carácter: misógino eras y misógino sigues siendo. ¿Quién lo creería?», escribe.

Tina Pizzardo, amante de Pavese
al inicio de la redacción de su diario
Su odio y su resentimiento, sin embargo, es la pataleta infantil del abandonado, del que no se siente suficientemente hombre para que una mujer se quede con él, lo escoja a él. Lo leo y, como mujer, paso del rechazo a cierta actitud maternal mezcla de reconvención y consuelo para terminar por sentir una profunda lástima por él. «Sólo se tiene piedad de las personas que no la tienen de sí mismas». Y Pavese indaga de tal modo en su resentimiento, es tan crítico consigo mismo y es tan evidente que la principal víctima de sus sentimientos negativos hacia las mujeres es él mismo, que no me queda otra que mostrar por él la indulgencia que él no se tiene.

«No se desea poseer una mujer, se desea poseerla nosotros solos», escribe. Y tengo la impresión de que su deseo de posesión no se limita tan solo a lo afectivo y lo sexual, sino que exige un todo imposible de dar y que esto es así para más ámbitos de su vida. Leo en otro apunte: «Tú, si te propones un sacrificio, lo quieres tan fuerte y exclusivo que en definitiva no le interesa a nadie. Acuérdate de que, cuando hiciste la primera comunión, no te tragabas la saliva para no romper el ayuno».

Hay más cosas en este diario a parte de ese girar sobre sí mismo («-¿Por qué piensas siempre en ti?/-Si no pienso yo, ¿quién piensa?»). Hay, especialmente, mucha crítica literaria y sobre la creación literaria. El italiano, además de poeta, prosista y ensayista, realizó su tesis sobre el poeta Walt Whitman, fue traductor especialmente de literatura norteamericana y también fue uno de los cimientos de la editorial Einaudi. Así, Pavese diserta sobre poesía y narrativa; comenta sus lecturas, dejando incluso citas de ellas; recurre a los clásicos y a lecturas más contemporáneas.  

Reconozco que estos pasajes han sido un poco áridos para mí y que en algunos puntos me han resultado incomprensibles, pero mi perseverancia me ha procurado una recompensa en forma de lectura profundamente lúcida y enriquecedora. Cesare Pavese nos dice: «En la quietud y en el esfuerzo de escribir, lo que sostiene es la certeza de que en la página queda algo no dicho», cita que yo hago extensible a la quietud y el esfuerzo de leer. El oficio de vivir es de esos libros que puedes abrir en diferentes etapas de tu vida por una página al azar sabiendo que lo que quedó no dicho con anterioridad se te va a revelar, de forma insospechada, en el momento necesario.

De sus palabras sobre el acto de escribir me quedo con estas:
«Es bonito escribir porque reúne las dos alegrías: hablar solo y hablarle a una multitud».
Pavese era un hombre que quería estar solo sin estarlo, que se sabía solo pero sabía también que solo no se bastaba. Las palabras que creo que mejor lo definen son las siguientes:
Cesare Pavese con la actriz Constance Dowling,
última de sus parejas. Roma, 1950.
«Estás solo y lo sabes. Has nacido para vivir bajo las alas de otro, sostenido y justificado por otro, pero que sea tan gentil que te deje hacer el loco y hacerte la ilusión de que tú solo te bastas para arreglar el mundo. No encuentras nunca a nadie que aguante tanto; de aquí proceden tu sufrimiento y tus desintereses, y no de la ternura. De aquí, tu rencor contra el que se ha ido; de aquí tu facilidad para encontrarte un nuevo protector; y no de la cordialidad [...] no te bastas tú solo, y lo sabes».
Como escritor se bastó solo y lo supo. En los últimos años fue notablemente reconocido y admirado. Pero eso no le bastaba. Al final optó por la única manera posible de huir de la prisión que era de sí mismo.

Termino y recurro para ello nuevamente a su texto Fragmentos de mi vida pasada, maravillándome una vez más de cómo Pavese era conocedor del final desde el principio.
«Y el mundo ha continuado su camino, como si nada hubiese sucedido. ¡Y es justo! El mundo que ya ha olvidado, con sus sueños, a todos los paveses muertos, abatidos y despedazados en la última guerra, el mundo que olvida hace milenios todas las mortandades enormes y las contorsiones de dolor atroz de los hombres, todos los sueños rotos, los entusiasmos y las horas más trágicas, el mundo que siempre es la misma esfinge de la máscara de piedra bien puede no sobresaltarse ni siquiera un instante ante el gesto rápido de un exaltado. Hay agonías mucho más largas y dolorosas que pasan. La única flor de esta civilización prodigiosa en su ocaso, que no olvida todavía y que a través de la muerte conserva para los hombres el latido de los corazones humanos es espíritu sin rostro, el Arte. Sin rostro por universal y eterno. Y porque debe ser -es- la fascinación de todos los hombres».
Yo no olvido a Pavese porque estoy fascinada con su arte, porque he leído 'el libro'. El «libro, que ningún padre de familia un poco honesto y serio querría que un hijo suyo hubiese escrito, y que ninguna persona que sepa un poco vivir en el mundo debería leer».

Leo porque no sé vivir. Y escribo sobre este libro que soy incapaz de abarcar porque no sé que hacer con los agujeros que Pavese me ha taladrado con su segunda persona del singular.
«Qué grande es el pensamiento de que verdaderamente nada se nos debe. ¿Alguien nos ha prometido nunca nada? Y, entonces, ¿por qué lo esperamos?»


Firma de Cesare Pavese





Ficha del libro:
Título: El oficio de vivir
Autor: Cesare Pavese
Traductor: Ángel Crespo
Editorial: Seix Barral
Año de publicación: 2001
Nº de páginas: 432
ISBN: 978-84-322-1963-4





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Comentarios

  1. Interesante este libro, este Diario de Pavese. Yo del italiano no he leído nada. Siempre lo he evitado en la idea de su atroz pesimismo; sin embargo, ahora, al leer tu reseña veo que en él habitaba un hombre, un ser humano con ideas más o menos curiosas para los voyeurs que en el fondo somos los lectores -sobre todo los lectores de biografías, memorias, diarios, etc-.
    Comparto tu reseña porque como todas las tuyas es una gozada leerla.
    Besos

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    1. Cierto, los lectores somos un poco mucho voyeurs.

      Era una persona atormentada. En cierto modo estoy de acuerdo con él porque, aunque con los años vamos cambiando, hay ciertas cosas inherentes a nosotros que somos incapaces de cambiar y tenemos que aprender a vivir con ellas aunque no nos gusten. Pavese era víctima de sí mismo.

      Es un autor un tanto complejo pero disfruté mucho de su ficción cuando la encaré el verano pasado.

      Besos

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  2. Me has traído a la memoria "El asesino tímido" de Clara Usón, que saca la expresión de Pavese al que nombra en varias ocasiones.
    Lo más terrible de la adolescencia es ver que los adultos están ubicados en los mismos errores, en la misma vulnerable desprotección que los niños. Al menos, así es para muchos adultos. Ver que tus esperanzas de llegar a ser fuerte y seguro se desvanecen es motivo suficiente para renunciar a seguir sine die con esa misma desprotección.
    Tal vez su propia incapacidad para amar hizo que no le amaran y que se sintiera falto de cariño. Una gran desgracia llevar en ti mismo la causa de tu desamparo. Un hombre con una gran clarividencia para analizar y escribirse, pero con poca capacidad de cambiar la persona atormentada que era. Un personaje trágico en el más puro sentido griego del concepto.
    Un beso.

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    1. Recuerdé la cita de tu reseña del libro de Clara Usón. Ya entonces tenía en mente leer este diario.

      En el fondo todos somos niños necesitados de amor. Pero tengo la sospecha de que Pavese exigía lo imposible, ese ideal que con los años aprendemos que es eso, un ideal, pero que en su caso no supo renunciar a él.

      Una lucidez asombrosa la de Pavese a pesar de sus sombras o precisamente por ellas.

      Besos

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  3. Me encanta este autor. Lo que pasa es que igual que Pessoa, por ejemplo, hay que dosificarlo porque te puede dejar "tocado".
    Un abrazo.

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    1. Es de esos libros para tener y releer fragmentos de vez en cuando.
      A Pessoa lo tengo pendiente pero con muchas ganas de leerlo.
      Un abrazo

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  4. Conozco a Pavese (no lo he leído pero conozco un poco por el criterio de otros su prosa, la profundidad de sus escritos, el existencialismo)Si lo leyera, tendría que tener una libreta cerca en todo momento para quedare con muchos de sus párrafos (no hay más que leer los que has elegido para hacerse una idea). Ufff, "Niño o Adulto se nace, no se llega a ser" y "En el fondo, el secreto de la vida es hacer como si tuviésemos lo que más dolorosamente nos falta", ¡tremendas frases!!!
    Besos

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    1. Tremendas frases. Y muchas más que me he dejado. He subrayado muchísimo. Con Pavese, como bien dices, creo que es imposible no hacerlo.
      Besos

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  5. También me recuerda al "Libro del desasosiego" de Pesso. Un tipo de lecturas que me afectan, en el mal sentido. Tuve la costumbre de escribir mis diarios, cuando no escribía nada más y cuando los releeo alguna vez es horroso, como revivir los malos momentos y sepultar los buenos.
    La anterior reseña también eran diarios, ¿verdad? Te veo muy introspectiva, Lorena. Y comparando, prefiero el de Ginzburg.
    Un abrazo.

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    1. Entre que llevo tiempo con ganas de leer a Pessoa, y en concreto su Libro del desasosiego, y que no paráis de nombrarlo, me da que ya va siendo hora de que me plantee seriamente ponerme con él. Pero también es cierto que, aunque me encantan este tipo de lecturas tan introspectivas, creo que es conveniente e incluso sano dosificarlas en su justa medida.

      Las pequeñas virtudes no son diarios aunque sí contienen una fuerte carga autobiográfica. Son lecturas muy diferentes y sin embargo he pensado varias veces en Ginzburg mientras leía a Pavese. No es casualidad que haya leído seguidos estos dos libros. Ambos escritores no solo eran compatriotas y coetáneos, sino que compartían ideas políticas, trabajaron en la misma editorial y fueron amigos. Había leído ya a ambos y como quería leer sendos libros suyos pensé que sería buena idea hacerlo seguido. Recuerdo que califiqué Las pequeñas virtudes como una pequeña biblia de la vida; el diario de Pavese se titula El oficio de vivir. Es curioso como dos personas que frecuentaron los mismos círculos y compartieron contexto histórico escriben sobre la vida de manera tan diferente. Ginzburg es más luminosa, es capaz de sobreponerse a sus experiencias, recuerdo haber destacado de su libro el amor a la vida y la compasión y misericordia hacia el prójimo. Pavese en cambio se mueve entre las aguas pantanosas que es su propia persona, aunque ese fango esconde valiosas vetas de oro. Adoro a Ginzburg por su sencillez y su luz. Admiro a Pavese por su honestidad y franqueza. Y hago extensible la misericordia a la que apelaba la primera al segundo.

      Así que mucho mejor Ginzburg para ti si estas lecturas te hacen tanto daño. Aunque no descartaría echar un vistazo a la ficción de Pavese. Creo que te gutaría.

      Un abrazo

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  6. Cuando leí 'La luna y las fogatas' tomé verdadera dimensión de las letras de Pavese. Al poco, otra lectora sugirió este título, del que me hice de un ejemplar apenas volvió a aparecer en las librerías locales.
    Considero que hay que estar en un buen momento para 'rumiar' muchas de sus reflexiones; si no, se corre el riesgo de que termine siendo un bajón, tal como lo expresa G. aquí mismo, arriba de estas líneas.
    Por lo demás, agradezco que me hayas recordado que aún sigue esperando y hayas rescatado para nosotros algunos de sus pensamientos.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Estos libros hay que cogerlos con ganas, desde luego.

      Mi caso es un poco parecido al suyo. Tomé dimensión de las letras de Pavese leyendo La playa y otros relatos suyos. A partir de ahí indagué y en cuanto supe de la existencia de este diario supe que tenía que leerlo. No me arrepiento para nada.

      Un abrazo

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  7. Yo de Pavese leí hace muchos años "De tu tierra" (en el 2009), y me queda lejano en el recuerdo. Recuerdo que, por suceder en el mundo rural, me recordó un poco al tremendismo de Cela (de La familia de Pascual Duarte), no creo que la comparación sea acertada, pero es lo que tenía entonces para comparar. Y desde entonces, no he leído nada más de Pavese, salvo que sé que también escribió poesía y conozco algunas.
    Sobre tu entrada, algunos fragmentos han hecho que me identifique, y da un poco de miedo, la verdad. Creo que como dice Varado en la Llanura, según en qué momento lo leas te puede dejar un poco chafado.
    Un abrazo.

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    1. Es una lectura hiriente porque contiene muchas frases espejos. Pavese no tuvo piedad consigo escribiendo su diario y la lectura del mismo no tiene piedad con quien lo lee.

      Creo que como lectores tenemos el derecho de hacer las asociaciones que nos de la gana entre lecturas. Es parte del camino que traza nuestro mapa literario.

      Un abrazo

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  8. Aún tengo pendiente "La playa", que lleva por mis estanterías ni se sabe. Siempre me atrajo su "sentimiento trágico de la vida", que diría Unamuno. Fue un hombre acomplejado, lastimado en el aspecto amoroso... ni siquiera su enorme talento literario fue una motivación suficiente para él, para mantenerle con un propósito en la vida. Fue una personalidad compleja y es fácil sentirse atraído por todo lo que pudiera expresar. Leerlo se me antoja un viaje fascinante, como te ocurrido a ti, y como también, segurísimo, me sucedería a mí.
    Un abrazo, Lorena.

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    1. A mí La playa me encantó.

      Pavese se sentía incapaz de hacer feliz a una mujer así como de que ninguna lo quisiera lo suficiente como para quedarse con él. Sus fracasos amorosos lo lastraron profundamente pero también había algo intrínseco en él, más allá de lo que le afectaron sus experiencias, que le impedía dejar de atormentarse. Su talento literario tuvo reconocimiento ya en vida pero eso no le bastaba. Tal vez era una de esas personas incapaces de ser felices con lo que tienen y enfocados a obtener lo que nunca podrán conseguir.

      Estoy segura de que te resultaría un viaje fascinante.

      Un abrazo, Paco

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