Tus pasos en la escalera - Antonio Muñoz Molina

Pasear. Leer. Mañanas luminosas porque me las imagino así (tienen que ser así). Temperatura agradable (también me la imagino): ni frío ni calor, una ligera brisa tal vez. El tiempo detenido a placer en un retiro elegido.
«Para ver de verdad tengo que mirar con los ojos de Cecilia».
El protagonista de Tus pasos en la escalera lee, pasea a Luria y espera. Espera escuchar los pasos en la escalera que le traerán a Cecilia, su esposa. Él se ha adelantado desde Nueva York para preparar el piso de Lisboa al que se mudan. Ella, científica que estudia la relación entre memoria y miedo, llegará próximamente para incorporarse a un nuevo lugar de trabajo. Él, que ha sido despedido de una empresa en la que con anterioridad él mismo se había encargado de despedir a tantos otros, se ha trasladado ya de continente, país y piso para comenzar a crear el hogar que recibirá a Cecilia.

Él nos cuenta (o se cuenta) cómo fue «expulsado de un paraíso de vagancia, ensoñaciones y lecturas a los trece o catorce años, y solo ahora vuelvo a él después de una vida entera de exilio». Porque él «no había nacido para hacerme adulto de una manera tan irrevocable y para ganarme la vida en trabajos en los que ha habido siempre un sobresalto de competición y de crueldad» y eso era algo que inconscientemente siempre había sabido pero que solo ahora que ha retornado al paraíso perdido conoce con seguridad.

Su paraíso está en ese piso de Lisboa y en esa espera. Ese piso de Lisboa con disposición tan parecida, ahora que se da cuenta, al que ha dejado en Nueva York. Con vistas también al río. En el que ha procurado colocar todos los objetos y muebles que se ha traído de manera lo más parecida posible a como estaban en su lugar de origen. Para que Cecilia no afecte el cambio. Para que se sienta en casa.
«Mi teoría era que la belleza es en gran medida un espejismo, un efecto secundario de la lejanía, en el espacio y también en el tiempo [...]; en el pasado siempre parece que hay más belleza que en el presente. [...] La belleza es un efecto óptico [...] Todo lo que ves es un espejismo».
Yo me sumerjo en la lectura y me pregunto que tendrá que ver Lisboa con Nueva York. Una que me la imagino de mañanas luminosas y tiempo detenido y la otra que se me antoja pura vorágine (claro que no conozco ni una ni la otra y no sé de dónde sale mi percepción). Me pregunto también que tendrá que ver el Tajo con el Hudson, los respectivos puentes que los cruzan si al fin y al cabo cada río lleva su historia (claro que tal vez todos los ríos se parezcan en sus torbellinos más de lo que pienso por más que la luz de una mañana ideal los cubra con su superficie de calma). Y me pregunto cómo se las arregla Antonio Muñoz Molina para hacerme cruzar de orilla; cómo me cambia de ciudad haciéndome sentir en la misma, como si fuera el protagonista de su novela mimetizando un piso en otro para su esposa.

Pero no hay ninguna cosa igual a otra por mucho que se le parezca. A poco que nos esforcemos nos damos cuenta de ello. Es como jugar a las siete diferencias, metáfora que está presente en algún punto de esta novela, si no me falla la memoria. En otra de sus páginas leo: «La biblioteca se hace igual con lo que se elige como con lo que queda descartado», y no puedo evitar añadir mentalmente cuando más tarde releo esa frase: al igual que la memoria.
«Dice Cecilia que el cerebro procesa una parte muy limitada de las impresiones que le envían los sentidos; y que los sentidos mismos solo captan zonas muy parciales de la realidad, variables según la especie, de modo que en cada momento y en cada lugar existen diversos mundos simultáneos. La luz del día que ven ahora mis ojos no es la misma que ven esos vencejos volando sobre los tejados o la que ven un gato o una cucaracha. Hay a mi alrededor otros mundos invisibles para mí bañados en claridades ultravioletas o infrarrojas».
Así que así es, por muy sólida que parezca una percepción siempre hay un punto débil por el que comienza a resquebrajarse, como la superficie de hielo sobre el agua helada. Nos abrasa entonces el temor: a ahogarnos, a congelarnos. Como el almirante Byrd (cuyo periplo por el polo Sur es una de las lecturas de nuestro hombre en su retiro elegido) ante la dicotomía entre morir por asfixia y morir congelado. Si se piensa bien, «cualquier cosa puede ocurrir en esta tierra de extremos climáticos».

Aerial view of the Cristo Rei statue looking over the Tajo river onto Lissabon with ponte 25 de Abril bridge. Fotografía de Marco Verch.

El retiro de nuestro hombre es elegido pero, por muy envidiable que parezca, hay algo en él de irreal, de trampantojo. Su retiro implica aislamiento y su piso es como una especie de búnker. Y me gusta recurrir a este último término porque esta novela trata sobre el fin del mundo, entendiéndose este como aviones chocando contra las torres gemelas un 11 de septiembre; como las innumerables catástrofes climáticas que nos asolan; como nuestro mundo y entorno y relaciones más cercanas; o como nuestro propio interior.
«Quizás no quería salir de aquella amnesia que era también como una gran absolución».
«El miedo no duerme nunca, dice Cecilia. Somos los descendientes de organismos primitivos y de animales a los que eso que nosotros llamamos miedo les permitió sobrevivir». El miedo nos mantiene alerta y el exceso de miedo nos paraliza, pienso yo. Su remanente tan solo nos permite 'subvivir'.
«Cómo puede uno fiarse de una mente que cuando está dormida acepta como verdaderas sin ninguna extrañeza las fantasmagorías desatadas de los sueños».
Tus pasos en la escalera es la historia de una espera («nuestra espera tranquila y resguardada del derrumbe del mundo»). Mientras se espera no se vive. El tiempo detenido de las mañanas de ociosidad es tiempo suspendido. Es bajarse del mundo no sé muy bien si para evitar ser arrastrados hacia su final o para procurarnos nuestro propio fin en él. Leer también es suspender el tiempo, por muy pegado a la realidad que nos parezca lo leído. «Es como estar yendo a alguna parte y no saber a dónde, y no tener prisa por llegar; como estar viviendo algo y al mismo tiempo viéndolo en un sueño que no compromete a nada».

Leo a Muñoz Molina sin importarme a dónde voy y sin tener prisa por llegar. Me mece y me sume con su melódica cadencia en un placentero letargo. Hay un capítulo en concreto en esta novela que me hace recordar a la inquietante El bigote de Emmanuel Carrère pero ni siquiera esta asociación consigue sacarme de mi placentera mañana de luz y aire limpio. Es el primer libro del autor que leo y estoy encantada. No es perfecto, algo falla, la trama se queda sosa, es como si existiera meramente para justificar todo lo demás. Sin embargo, no puedo evitar que a mis labios asome la sonrisa tonta de indulgencia que, paradójicamente, los lectores exigentes regalamos a esos escritores que nos saben llevar con su prosa y que hilvanan con ella temas que nos interesan.

Termino la novela, me bajo de su lectura y vuelvo a subirme al mundo. Leer es como el puente que conecta las dos orillas entre las que oscilo. Bajo él, el río que soy: calma y quietud y torbellino insospechado. Y, en el camino de ese río, algún remanso. Al fin y al cabo, leer y pasear en una mañana luminosa también es vivir siempre y cuando no nos llamemos al engaño de no aceptar el fin de ese mundo que son esos pequeños oasis de felicidad.
«El fin del mundo es un hecho frecuente. En cualquier parte puede estar sucediendo ahora mismo un Apocalipsis».
Teléfono Contestador Automático. Fotografía de blickpixel.





Ficha del libro: 
Título: Tus pasos en la escalera
Autor: Antonio Muñoz Molina
Editorial: Seix Barral
Año de publicación: 2019
Nº de páginas: 320
ISBN: 978-84-322-3507-8





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Comentarios

  1. Muñoz Molina me encanta. Gracias por compartir tu lectura. A ver si pronto me pongo con él.

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    1. Entonces seguro que disfrutarás esta novela.
      Gracias a ti por la visita y la lectura.

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  2. Hay autores que saben contar, que saben narrar. Y le perdonamos que la trama no sea de diez, porque nos ha regalado tantos y tantos buenos momentos... Apuntado el libro.
    Besotes!!

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    1. Así es, Magari. La novela es buena aunque la trama se me haya quedado algo coja. Pero disfrutar de todo lo que nos cuenta Muñoz Molina y de cómo nos lo cuenta es una delicia.
      Besos

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  3. Excelente reseña de un libro que tiene que leerse tranquilo y disfrutando.Gracias por la propuesta.Saludosbuhos

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    1. Es un libro que aunque toca temas que deberían producirnos inquietud, provoca mucha calma.
      Gracias a vosotras por la visita.
      Besos

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  4. Me has traído de nuevo a la memoria esta novela que no es de las que más me han gustado del autor, pero me gustó mucho, y ahora, al leerte, vuelve a mí y me trae sensaciones y recuerdos y veo la trama de nuevo, ese trampantojo que mencionas y en el que el autor nos sumerge, y me doy cuenta de que tal vez me gustó aún más de lo que pensaba.
    Yo también pienso que leo para apearme del mundo, para verlo con distancia y tratar, desde el andén en que lo contemplo pasar de lejos, de entenderlo un poco más. Para eso y para disfrutar, por supuesto y cuánto me ha hecho disfrutar Muñoz Molina desde que lo leí por primera vez. En realidad, me ha acompañado casi toda mi vida adulta. Y espero que lo siga haciendo por mucho tiempo.
    Un beso.

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    1. No puedo comparar ya que es la primera novela suya que leo y en parte te la debo, pues, aunque es un autor que llevaba tiempo queriendo leer, ha sido tu reseña de este libro la que me ha dado el empujón final. Y la verdad es que estoy muy contenta de haberme decidido por fin.

      Es curioso y en parte contradictorio el hecho de buscar en la lectura algo más que evasión y entretenimiento y, sin embargo, a pesar de encarar lecturas que nos enfrente con la realidad propia o ajena, no poder evitar que nos evadan de la realidad.

      Yo también espero que a partir de ahora Muñoz Molina me acompañe durante mucho tiempo.

      Besos

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  5. Me encanta cómo narra Muñoz Molina. Puede gustarte más una novela que otra, pero es siempre un gran novelista, de esos que logran detener el tiempo y sumergirte en su mundo. Algo tan difícil...
    Y me encantan tus reseñas, ya lo sabes. Enhorabuena, como siempre.

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    1. Muchas gracias, Sara :)

      Esa es la sensación que tengo tras leer este libro y por lo que me comentáis los que habéis leído al autor más que yo: que es uno de esos autores fiables que no fallan y, aunque evidentemente es imposible mantener un nivel tan alto en todas las obras, todas ellas son buenas y de ninguna se va uno de vacío. A mí me ha encantado detener mi tiempo y acoplarlo a su mundo.

      Besos

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  6. Empecé a leer a Muñoz Molina en Un invierno en Lisboa, en sus primeras páginas fue un comienzo prometedor, es una narración muy descriptiva, descripciones con una prosa muy seductora, y también una escritura con una dimensión reflexiva importante (lo mismo veo en esos párrafos que seleccionas), pero según avanzaba… no sé, pensaba que todas sus frases y escenas me remitían siempre al mismo punto, la soledad, decadencia y el vacío del protagonista, como si la escritura/historia fuese un remolino que se enrosca en su propio centro y no sale de ahí.

    Sin embargo cometí un fallo… cuando viajé a Lisboa me olvidé llevarme el libro, justo en el último momento (lo tenía apartado y todo).
    Me consta que entre la saudade de Lisboa nos hubiésemos reconciliado. No lo he abandonado…
    Gran entrada, Lorena.

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    1. Tal vez no era el momento o tal vez no es un autor para ti. A veces pasa, es cuestión de feeling. El tiempo dirá si Muñoz Molina y tú os tenéis que reencontrar bien en Lisboa o en otro lugar.

      Un abrazo

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  7. Con Muñoz Molina me quedé en "Un invierno en Lisboa", aunque conozco este título por una reseña de Rosa, a la que añado la tuya. El ejercicio de la lectura a veces lleva a la introspección, a hurgar en uno mismo y da igual Lisboa o Nueva York.
    Si la trama es débil tampoco me importa mucho, en estas lecturas hay alicientes sobrados, me recuerda a "Corazón tan blanco" de Javier Marías (y sus digresiones). Como siempre, anotado y subrayado.
    Un abrazo.

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    1. A mí tampoco me importa mucho cuando una lectura me aporta tantas otras cosas. La prosa de Marías tal vez más compleja pero sí, hay en ambos autores algo de te cuento esto para en realidad hablarte de estas otras cosas.

      Yo también me dejé tentar por la reseña de Rosa.

      Un abrazo

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  8. De ;uñpoz Molina he leído varios títulos. Comencé con "El invierno en Lisboa", luego "Beltenebros", también recuerdo con mucho gusto "Sefarad". En general es un escritor que me agrada y del que sobre todo he leído los artículos periodísticos que suele publicar en el suplemento "Babelia".
    Pero volviendo a tu reseña, te diré que me encanta cómo las escribes pues consigues embobarme en su lectura. Naturalmente tomo nota de este título que no he leído y que espero leerlo pues suelo seguir muchas de tus recomendaciones. Ayer mismo saqué de la Biblioteca una novela de Clarice Lispector, autora que quiero leer desde que vi que a ti te gusta mucho.
    Un beso

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    1. Muchas gracias, Juan Carlos. A mí me ha embobado Antonio Muñoz Molina y supongo que de ahí el reflejo en la reseña.

      Así que vas a leer a Lispector por mis comentarios... Ay, qué responsabilidad. Espero que la disfrutes.

      Besos

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    2. Ja, ja..., Lorena. No te preocupes por nada y menos por recomendar buenas lecturas como la de Lispector. Seguro que me agrada.

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  9. Antes de escribirte, fui a cerciorarme qué tenía de Muñoz Molina esperando; son varios títulos, pero nunca hasta hoy lo he leído. Parece buena la ocasión, entonces, para incluir alguno de ellos en mi dieta lectora.
    Leyéndote, me han surgido recuerdos, que comparto. Primero, creo que él ganó una beca para estar un tiempo en Nueva York, por lo que escribió 'Ventanas de Manhattan'. Por eso sospecho que lo que nos cuentas sobre la ciudad debe estar en base a su propia experiencia.
    Luego, me acordé de 'Zama', de Antonio Di Benedetto, que también abordaba la espera como tema principal. Y, finalmente, al romántico de Luis Miguel, quien en 'Ese momento' también recordaba los pasos -de su amada- en la escalera.
    A veces, la fluidez de la prosa supera con creces la falta de argumento sustancial, y existen momentos de la vida en que el lector prefiere este tipo de novelas para dejarse llevar.
    Lo tendré en cuenta para uno de esos momentos.
    Gracias por tu reseña, tan honesta y personal como siempre.
    Un abrazo, Lorena.

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    1. De hecho creo que el autor vive a caballo entre Madrid y Nueva York. Y Lisboa también es una ciudad querida para él. De ahí supongo la facilidad con la que nos traslada de una a otra. Para él deben de convivir perfectamente en su mente y en su bagaje vital.

      El buen oficio siempre suple los pequeños peros. Y desde luego a mí este libro me ha producido muchísima satisfacción.

      Ya me contarás si te animas finalmente con Muñoz Molina.

      Un abrazo

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