Tras la máscara - Louisa May Alcott

«Siempre seré una víctima desdichada de las respetables tradiciones de Concord», declaró  en una ocasión Louisa May Alcott. «Concord (Massachusettes) era una comunidad puritana y tradicionalista, una ciudad rodeada de extensos bosques y de una naturaleza primigenia y opresora», nos explica Juan Mari Barasorda en el posfacio a la novela que hoy os traigo. Su autora, Louisa May Alcott (1832-1888), ha pasado sin embargo a la posteridad como la creadora de la célebre novela juvenil Mujercitas, pero sería injusto juzgar su obra literaria tan solo por ese texto.

Alcott escribió Mujercitas, así como el resto de obras que firmó con su verdadero nombre, respetando, valga la redundancia, esas respetables tradiciones de Concord. Su educación, sin embargo, no fue muy tradicional. Hija del trascendentalista Amos Bronson Alcott y de Abigail May, fue el primero quien se encargó de la formación tanto de Luisa como de sus tres hermanas con clases matutinas en su estudio que la escritora recordaría más tarde como «horas muy felices para nosotras, pues las enseñanzas de mi padre se basaban en el sabio método que extrae lo que hay en la naturaleza del niño, como una flor que se abre en lugar de atiborrarlo con más de lo que puede digerir como si fuera un ganso relleno».

Las hermanas Alcott crecieron en un ambiente creativo, ligado al aire libre y en el que se las animaba a cultivar sus intereses. Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau eran vecinos y amigos de la familia, lo cual tuvo una gran influencia en el interés de la joven Louisa por la literatura, cuya carrera se vería más tarde inspirada por la lectura de las obras de Edgar Allan Poe, Wilkie Collins y Nathaniel Hawthorne.

El padre, defensor del abolicionismo, el antimaterialismo y el vegetarianismo, era también torpe en cuestiones financieras, hecho que dio lugar a un empobrecimiento cada vez mayor de la familia. Fue su esposa, Abigail, quien se ocupara del sustento familiar. Asimismo, las cuatro hijas comenzaron a trabajar desde muy jóvenes pero fue Louisa quien relevó a su madre en la labor de mantener a flote financieramente a la familia y lo hizo tanto a través de sus narraciones más famosas y tradicionales como de aquellas otras no tanto.

«Creo que mi ambición natural es el estilo escabroso». Estas declaraciones de la escritora son recogidas en la introducción de Blanca Briones a la edición de la novela de la que me dispongo a hablaros. Supongo que por escabroso Alcott entendía algunos temas tabúes para la época, como el adulterio y el incesto, que abordó en una serie de narraciones escritas anónimamente o bajo el seudónimo de A. M. Barnard y a las que gustaba de calificar como relatos «de sangre y truenos». A estas obras más desconocidas de la célebre autora, y que hoy calificaríamos de domestic noir, pertenece, precisamente, el libro que hoy os traigo: Tras la máscara.
«Era una muchacha menuda, delgada y demacrada, de cabellos rubios y rasgos marcados e irregulares, aunque muy expresivos. La pobreza parecía haber dejado huella en ella, y la vida le había deparado más días de escarcha que soleados; no obstante, las comisuras de su boca revelaban fortaleza, y su voz clara y susurrante presentaba una curiosa combinación de mando y súplica en sus diversas tonalidades. No era una mujer atractiva, aunque tampoco ordinaria y, viéndola allí acomodada con sus delicadas manos tendidas sobre su regazo, la cabeza inclinada y  una amarga mirada luciendo en su delgado rostro, resultaba más interesante que muchas jóvenes alegres y florecientes».
Esta es la joven, o más bien la mujer, que llega a la mansión de los Coventry para trabajar como institutriz de la hija menor, Bella. Estamos en la Inglaterra victoriana de 1866 y junto a la joven Bella reciben a Jean Mur, tal es el nombre de la institutriz, el resto de la familia. Esta está formada por la madre, una mujer de talante enfermizo y delicado; Edward, el hermano menor; Gerard, el hermano mayor y heredero; y Lucia, prima de los hermanos a la que todos esperan sin disimulo ver casada en un futuro con Mr Coventry. El recibimiento es desigual por parte de los diferentes miembros de la familia. Mientras que la madre y los dos hermanos menores pronto se rinden a los encantos de Jean Mur, Mr Coventry y su prima Lucia albergan cierto recelo hacia ella. 

Calificaba, más que de joven, de mujer a la señorita Mur, porque, una vez que se queda sola en su alcoba, pronto descubrimos que no cuenta los diecinueve años que declara a los Coventry sino treinta. No es la única falsedad que oculta bajo la máscara de su brillante interpretación. Su «disfraz estaba más en la expresión que en cualquier tipo de vestimenta o falso adorno. Ahora que se encontraba sola, sus cambiantes rasgos se acomodaron en su expresión natural, cansada, dura y amarga. Había sido encantadora en el pasado, una criatura feliz, inocente y tierna; pero nada de todo aquello perduraba ya en la sombría mujer que se inclinaba sobre sí misma meditando sobre alguna desgracia, pérdida o desengaño que había oscurecido toda su vida».

Su vida es oscura y ella la quiere iluminar. Jean Mur es mujer y es pobre, y usará todas las armas que le brinda lo primero para dejar de ser lo segundo.
«¡No fracasaré de nuevo si cuento con el poder del ingenio y la voluntad de una mujer!»
Tal vez no nos gusten las armas que utiliza. Tal vez las repudiemos. Pero en la época en la que vive Jean Mur la única salida honorable para enriquecerse es un matrimonio desigual. No culpemos a la pobre Jean por utilizar todos los ardides a su alcance.

¿Conquistará al joven y afable Edward? ¿Será el distante Gerard Coventry quien caiga atrapado en sus redes? ¿O, tal vez, la mucho más lujosa mansión y el título de sir John, tío de los muchachos, sea mucho más apetecible para la institutriz?
«-Ya me ha convertido en su esclavo. ¿Cómo lo hace? Jamás antes obedecí a una mujer. Jean, creo que es usted una bruja. Escocia es hogar de criaturas extrañas y asombrosas que adoptan formas adorables para tormento de las almas pobres y débiles. ¿Es una de esas hermosas impostoras?
-Qué halagador es -rió la joven-. Soy una bruja, y algún día me despojaré de mi disfraz y me verá tal y como soy; vieja, fea, malvada y extraviada. Tenga cuidado conmigo cuando llegue el momento. Se lo advierto. Ahora ámeme asumiendo los riesgos».
Louisa May Alcott
La protagonista de Tras la máscara ha sido calificada como una antiheroína. Supongo que esto es así porque se aleja de las heroínas clásicas de las novelas de la época. Estas eran mujeres hermosas, delicadas, repletas de virtudes; pero también inactivas, incapaces de tomar las riendas de su propia vida. Jean Mur, en cambio, es inteligente. Se marca un objetivo y se esfuerza por alcanzarlo, y cuanto más difícil es lograrlo con más satisfacción asume el reto. Es vengativa, despiadada a veces, aunque también sabe admirar a su rival cuando lo considera digno y en algún momento nos muestra sus inseguridades. En realidad es la heroína de su propia vida, pues sabe que nadie más que ella va a solucionársela. Me recuerda a la Becky Sharp de La feria de las vanidades de William Thackeray, otra mujer de comportamiento y acciones cuestionables pero que a la vez me parece un personaje mucho más atractivo que el de su antogonista, Amelia Sedley, cuya inhibición, por más que se incluya en su dechado de virtudes, a mí particularmente me puso un poco nerviosa durante la lectura.

Así, Jean Mur se me antoja también mucho más atractiva que alguno de los personajes que la acompañan. La señora Coventry y sus hijos Edward y Bella son bondadosos e incapaces de pensar mal, pero también planos. Lucia y Gerard, en cambio, son más interesantes. La primera, aunque parezca por momentos no ser del todo inmune a las artes de la señorita Mur, no ceja en su desconfianza hacia ella, sentimiento que es alimentado por los celos; el segundo, es un ser indolente que despierta atizado por la indiferencia de la recién llegada. Pero el auténtico personaje estrella de esta novela no es otro que el de Jean Mur.

Esta pareciera compartir la suspicacia con su creadora. Luisa May Alcott debió de poseer tal cualidad para hacer tan brillante retrato psicológico de sus personajes e hilvanar la trama. También debió de hacer gala de una fuerte conciencia social (no en vano fue abolicionista, al igual que su padre, y también sufragista), pues en esta historia se detecta cierta crítica hacia las diferencias sociales.
«¡Ah, se olvida usted! Este vestido, el esplendor que me prestan estas joyas, la libertad de esta alegre velada, el romance del papel que ha interpretado... todo eso ciega su realidad. Por un momento he dejado de ser una sirvienta, y por un momento me trata como a una igual».
Alcott fue una gran aficionada al teatro. Se divertía escribiendo y representando obras teatrales. Este divertimento está presente en Mujercitas y también en Tras la máscara. La representación de Jean Mur es otro homenaje a este arte, haciendo el papel de su vida una vez que se sube el telón y mostrando lo que oculta la máscara de su interpretación entre bambalinas. El seudónimo de A. M. Barnard no deja de ser otra máscara, aquella bajo la que quedó oculta la verdadera literatura que quiso escribir su autora. Una literatura que incluye obras como esta novela, que hasta un siglo después de su primera publicación no se despojó de la máscara y no llevó consigo el nombre de su autora. Una literatura muy digna de ser considerada estar a la altura de muchos de los clásicos de su época.
«¿Puedo admirar la valentía con que afronta tan adversa fortuna y conquista el mundo, ganándose el respeto y la consideración de todos los que la tratan y la honran?»
Ni que decir tiene que Louisa May Alcott cuenta con todo mi respeto y mi admiración.

Ilustraciones de Cassell's Magazine pertenecientes a la edición reseñada de Tras la máscara
Imagen tomada de la web de Editorial dÉpoca





Ficha del libro:
Título: Tras la máscara
Autora: Louisa May Alcott
Traductoras: Rosa Sahuquillo Moreno y Susanna González
Introducción de: Blanca Briones
Posfacio de: Juan Mari Marasorda
Ilustraciones: Cassell's Magazine
Editorial: dÉpoca
Año de publicación: 2018
Nº de páginas: 180
ISBN: 978-84-946875-5-6 





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Comentarios

  1. AYyy lo que disfruté leyendo dos y hasta tres veces "Mujercitas" en su día. Me flipaba también la peli. Recuerdo que la veía con mi madre (gran lectora también que fue la que me incitó a leerla)

    Me encanta lo que nos cuentas sobre la autora, Louisa, cosas curiosas, no sabía que había ayudado a contribuir a la economía familiar con sus relatos
    Un beso Lorena!!!

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    1. A mí también me encantó descubrir cosas de esta autora. Y sí, me temo que con Mujercitas somos muchas las que pasamos gratos momentos.
      Besos

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  2. Leí este libro hace unos años y me gustó mucho también. Esta autora me tiene conquistada. Hace unas semanas leí Mujercitas por primera vez y ahora estoy deseando leer Aquellas Mujercitas... :) Me encantan los personajes femeninos tan fuertes que creó.

    Besos!

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    1. Supongo que quiso plasmar en sus libros su visión femenina de las mujeres y lo consiguió.
      Besos

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  3. Una gran novela ciertamente y un gran personaje. Después de leer esta, leí "Mujercitas" por primera vez en versión sin adaptar. No sé si sería por la sugestión que "Tras la máscara" me había dejado, pero vi muchos guiños a la independencia y la libertad de la autora detrás de la tradición y el costumbrismo que parece aceptar.
    Fue una gran autora que supo ponerse y quitarse la máscara tras la que tenían que esconderse las mujeres en aquellos años si querían vender libros y mantener a la familia.
    Un beso.

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    1. También capté esos guiños en Mujercitas aunque yo la leí antes que esta novela. Pero puede ser que fuera porque en mi caso estaba sugestionada por la información sobre la autora que antes había buscado.

      Me parece muy reveladora tanto la Louisa May Alcott que había con máscara como la que se ocultaba tras ella. Una, la que tenía que trabajar para sostener económicamente a la familia (al fin y al cabo pocos son los privilegiados que tienen su trabajo soñado) ; la otra, la que no renunció por ello a escribir las historias que realmente quería escribir.

      Besos

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  4. Vaya! Siempre me he preguntado quién leería hoy la novela clásica decimonónica y tú me sorprendes con este texto.
    Por tus líneas desfilan mis recuerdos de Jane Austen, E. M. Forster y algo de las hermanas Brönte. Y me resulta valioso lo que nos revelas de su educación.
    No se si me pondría hoy con ella, pero tomo nota como buen ejemplar de la novela victoriana.
    Un abrazo.

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    1. Pues no me prodigo mucho por la novela decimonónica; suelo preferir la contemporánea. Pero sí conozco (aunque sea solo virtualmente) lectores que siguen leyendo y disfrutando mucho de la literatura del siglo XIX.

      Me alegra haber traído a tu mente nombres tan ilustres. Creo que Loisa May Alcott está a la altura de muchos de sus colegas contemporáneos más conocidos y sin embargo tengo la impresión de que se la considera una autora menor.

      Un abrazo

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  5. Hola.
    Pues no he leído ni mujercitas ni este libro y la verdad es que por el momento no tengo intención de hacerlo. Tampoco es que el genero clásico me guste (consiguieron que lo odiara en el instituto).
    Por cierto, acabo de descubrir tu blog y me quedo por aquí.
    Nos leemos.

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    1. Es lo malo de las lecturas obligadas de colegios e institutos. Yo abogo siempre por el leer por placer así que, si este no apetece, a por otro.

      Bienvenida.

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  6. Yo tengo eternamente pendiente a Louisa May Alcott, y tu reseña (estupenda, como siempre) me ha vuelto a poner los dientes largos T___T
    Pongo esta obra en pendientes, pero antes quiero priorizar Mujercitas.
    ¡Un abrazo!

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    1. Mujercitas es todo un clásico, por así decirlo. Es una lectura que desde la perspectiva adulta puede resultar ñoña y moralista en algunos aspectos, pero también hay otros que pueden sorprender positivamente teniendo en cuenta la época en la que fue escrito. Si se contextualiza se puede disfrutar y apreciar mucho. Espero que sea tu caso.
      Un abrazo

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