La canción de los vivos y los muertos - Jesmyn Ward

Leer es escuchar.

En la historia que os traigo hoy hay personas que escuchan a los muertos, incluso los ven. Hay personas que escuchan a los animales. También personas que se escuchan a sí mismas, como nos escuchamos todos a poco que pongamos atención. Pero no todas esas personas son capaces de escuchar a otras cuando esas otras guardan obstinado silencio, cuando sus palabras no siempre se corresponden con sus sentimientos, cuando sus gestos son traicioneros y sus actitudes un grito de huida. «¿Por qué no escucha, por qué no escucha lo que yo siento?», piensa una de esas personas, y yo sí escucho ese pensamiento porque Jesmyn Ward me ha otorgado ese privilegio y poder, así como también me quedo ahí, colgada de esa súplica silenciosamente desesperada, pensando a mi vez cuán paradójico es poder escuchar a un muerto y no a un vivo, más cuando a ese vivo nos une un lazo tan próximo. Pero, claro, caigo ahora en que los muertos se sienten a veces más vivos que los vivos y en que también ellos son parte de ese lazo que nos sujeta a la vida y que nos lleva a la muerte; en que ellos buscan y anhelan escuchar y reconocer esa canción que a nosotros también nos pertenece. «Lloramos en coro», escucharé a alguien pensar. Y no podré evitar en ese momento pensar que llorar es cantar.
«Igual que yo descorrí el velo para que pudieras entrar en esta vida, tú me ayudarás a descorrerlo para que yo pueda entrar en la siguiente».
No sé por dónde empezar. Por qué hilo de los que se desprenden de ese lazo comenzar a tirar pues todos tiran de mí. Así que comenzaré por el principio, que es una frase de esas que no solo tiran de mí, sino que  me enganchan y no me sueltan. Dice así: «Me gusta creer que sé lo que es la muerte. Me gusta creer que es algo a lo que podría mirar de frente». Es a Jojo al que le gusta pensar que sabe lo que es la muerte. No es así. No lo sabe pero está a punto de descubrirlo.
«Dejé que sus enseñanzas se me escurrieran del cuerpo para que la verdad pudiera salir a flote. A veces el mundo no te da lo que necesitas por más empeño que pongas en buscarlo. A veces se lo queda para él».
Jojo tiene trece años cuando lo escucho pensar esa primera frase. Vive en la época actual en el estado de Misisipi. No sé si cree que sabe lo que es vivir allí pero si es así nuevamente se equivoca. No creo que entienda aún lo que significa vivir en Misisipi, en una «tierra negra como las manos, quebrantada. Tierra que, al pisarla, dejaba huellas claras». Lo de la época tiene menos importancia porque, como escucho a alguien pensar, «a veces creo que las cosas han cambiado. Y luego me duermo y me levanto y no ha cambiado nada».

Todas estas cosas aún no las sabe Jojo pero conoce muchas otras. Sabe todo lo que le ha enseñado Pa y sabe también que quiere ser cómo él. Sabe que Ma, hasta el momento en el que su cuerpo no ha vuelto a salir de la cama, le ha procurado siempre alimento, y está a punto de aprender que ese alimento es como el amor y que parte de ese amor, como el alimento, ha de guardarse como reserva para «saca[r] ese agua cuando la necesites». Y sabe, por encima de todas las cosas, cuidar de su hermanita Kayla y proporcionarle su propia reserva de amor, ese amor que Kayla no recibe de su madre y del que las pocas muestras que Jojo atesoró ya le quedan muy lejanas.

Porque la madre de Jojo y de Kayla no es Ma y el padre tampoco es Pa. Y Kayla en realidad no se llama Kayla sino Michaela. Y le pusieron así por su padre que se llama Michael. Pero, a Michaela, Jojo, Pa y Ma la llaman Kayla y eso es lo que cuenta porque ellos son su familia. Su familia no es Michael, que cumple condena en la penitenciaría de Parchman, en la que también estuvo de joven Pa y de la que, al igual que el sur, la primera vez que la ves «no piensas que sea una cárcel porque no hay muros». Su familia no son los padres de Michael, tan blancos ellos, que rechazan a su madre por ser negra y que ni siquiera la conocen a ella y a Jojo, porque aunque llevan sangre blanca solo cuenta su sangre negra. Su familia tampoco es Leonie, hija de Pa y de Ma y madre de Jojo y Kayla, porque, como piensa Jojo, «Leonie mata cosas», y porque Leonie va y vuelve y se marcha otra vez y no se sabe cuándo regresa.

Mi familia es: Pa, Ma, Leonie, Jojo y Kayla. Ellos son los que para mí cuentan porque «observar a esta familia me agarra por dentro, me retuerce, me aprieta. Me duele». Y me gusta creer que, de poder escucharme, no recelarían de mi sangre blanca; como me gusta creer que el rojo es el color de la sangre de la humanidad sin distinción pero sé que, como a Jojo, aún me queda mucho por aprender.
«Su cara, todas las arrugas de su cara se juntan unas contra otras como las fallas de la gran tierra fracturada. Lo que las une: el dolor».
Parchman prison convict labor, 1911

Para Leonie, en cambio, el que más cuenta es Michael. Porque Michael «vio más allá de la piel color café solo, de los ojos negros, de los labios ciruela, y me vio a mí, a mí. Vio la herida andante que yo era, y vino a ser mi bálsamo».

«Todos tenemos una debilidad: un punto por donde rompernos», escucho. Y ya no recuerdo a quién pertenece el pensamiento pero creo que le viene bien a  Leonie. Y supongo que da igual quién lo haya pensado porque ya forma parte de esa canción que todos buscan y comparten sin saber. Lo que sí pienso es si tal vez el punto por donde se rompió Leonie se llama Given. Given como el Given-no-Given que ve cuando se coloca. Given como el hermano que perdió, al que asesinaron injustamente y a cuya muerte contribuyó el padre de Michael a hacer más injusta.
«Siempre me han dado miedo los rayos, creía que un día me caería uno encima, atravesaría el aire y me tocaría con un enorme arco azul, como una lanza dirigida hacia mí, y yo me quedaría indefensa cuando la afilada punta se clavara en mí».
Cuando Michael avisa a Leonie de que va a salir de la cárcel, Leonie decide ir a buscarlo en coche con Jojo y Kayla, como si fueran una familia. Yo también voy. Casi podría decir que viajo agazapada entre los asientos delanteros y traseros del automóvil. Casi, si no fuera porque alguien ocupa ese lugar.

En el camino de vuelta de Parchman a la granja de Pa y Ma un polizón se cuela en el coche. Es Richie, un muchacho negro de edad aproximada a la de Jojo aunque, a diferencia de él, lleva años teniendo la misma edad. Tantos como años hace que el abuelo de Jojo estuvo en Parchman.

El abuelo de Jojo, que para Jojo es Pa, para Richie es River. Y Richi sabe que Jojo es familia de River en cuanto lo ve. Lo sabe por cómo Jojo sujeta en sus brazos a Kayla y por cómo intenta protegerla, «como creyendo que al rodearla con el cuerpo, su esqueleto y su piel serán una fortaleza que la protegerá de los adultos, de la inmensidad del cielo, de la vasta extensión de tierra cubierta de césped y tumbas debajo». Lo sabe porque River también protegía así. Y le dan ganas de decirle a Jojo: «Chaval, no puedes». Como tampoco pudo River. Pero no lo hace.

Old Mississippi License plate. Fotografía de Diana Robinson

Richie entendió lo que significaba tener un hogar cuando, en Parchman, River comenzó a contarle historias por la noche. (Y, ahora que lo pienso, creo que contar historias es algo así como cantar canciones. Las dos unen, las dos trenzan el lazo de la memoria). Ahora Richie necesita de River una última historia. Por eso en cuanto ve a Jojo lo sigue para que lo lleve hasta River y se mete con él en el coche. Porque solo si escucha esa historia descubrirá el camino de regreso al hogar.
«El hogar no siempre tiene que ver con un lugar.
[...]
El hogar tiene que ver con la tierra. Si la tierra se abre para ti. Si tira de ti tan fuerte que el espacio entre tú y ella se funde y sois sólo uno y late como si fuera tu corazón. Al mismo tiempo.
[...]
El lugar es una canción y yo voy a ser parte de esa canción».
Escucho a Richie, como escucho a Jojo y escucho a Leonie. Porque ese es el poder y el privilegio que me ha otorgado Jesmyn Ward: escuchar sus tres voces. Ver los veo a todos a través de ellos. Y los siento. Y me duelen. Y los abrazo y acuno. Y los quiero proteger como en su momento quiso River y como ahora quiere Jojo pero sé que no puedo. Siento todo eso y también mucha impotencia porque son mi familia. Richie, aunque no forma parte de esa familia, también de algún modo lo es. Porque lo son todos los que trenzan ese lazo que me sujeta a la vida y que me lleva a la muerte. Y porque Richie, como todos en esta familia, me ha enseñado cosas.

Me ha enseñado a mirar al cielo y a mirar los árboles porque «podrían estar ocurriendo tantas cosas en esos árboles» y porque «hay tanto cielo vacío donde antes se alzaba un árbol». Me ha enseñado a no ignorar, y en cambio escuchar, la mirada de los pájaros.

Me gustaría decirle a Jojo con el pensamiento: «Ahora sabes lo que es la vida. Ahora sabes lo que es. La Muerte». Como sé que no puede escucharme, me digo a mí misma: ahora sabes lo que es cantar. Cantar es «recoger los pedazos de todo el mundo y [...] ponerlos juntos».

Perch-2. Fotografía de R Singh





Ficha del libro:
Título: La canción de los vivos y los muertos
Autora: Jermyn Ward
Traductor: Francisco González López
Editorial: Sexto piso
Año de publicación: 2018
Nº de páginas: 260
ISBN: 978-84-16677-91-7





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Comentarios

  1. Lorena..., por todo lo que nos cuentas y tus párrafos seleccionados me da la sensación de que esta es una novela distinta, con un argumento distinto, curioso y eso me gusta mucho, además de estar bien escrita
    La portada me gusta mucho también, es hipnótica
    Besos

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    1. Es una novela en la que te metes muy bien en la piel de los personajes. Y luego además tiene varios niveles de lectura.
      La portada es cierto que llama la atención pero es cuando se acaba de leer el libro que cobra su auténtico significado.
      Besos

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  2. No sé dónde leí otra reseña de esta novela, pero ya la tenía apuntada. Estas historias ambientadas en los estados del sur de Estados Unidos me encantan. Son similares, destilan un aire de injusticia, una sensación de miseria mental, de necesidad, unos deseos de salir adelante, de ser igual al resto... destilan racismo, en una palabra, y todo lo que trae consigo. Y es cierto que da un poco lo mismo la época en que se escriban o en que se ambienten. Los cambios son más formales que reales.
    Gracias por recordármela y encima con un texto tan sentido y tan bueno.
    Un beso.

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    1. Como apunta Paco más abajo, probablemente hayas leído las reseñas de Ana y Gerardo, al igual que yo las leí en su día y que junto a otras opiniones en instagram me animaron a leer este libro.

      Está la historia de esa familia y luego está la de tantas otras que han pisado (y a las que han pisado) esa tierra del sur profundo de ese país por la que, efectivamente, parece que no pasa el tiempo y sigue en algunos casos el gen de la esclavitud tan incrustado en el ADN de sus gentes.

      Llegué a este libro, como te cuento al principio de este comentario, un poco siguiendo la canción que han sido las opiniones sobre él de lectores en los que confío. Así que si mi reseña forma parte del canto que te lleve a él, yo encantada.

      Besos

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  3. Yo si recuerdo haberlo visto en el blog de Ana Blasfuemia y en el de Gerardo. Pues sí, una portada muy llamativa, parece un guiño a ese maravilloso poema narrativo de Edgar Allan Poe, "El cuervo".
    Te leo, y parece que Jojo tiene una familia como los pedazos de cristal de un vaso roto, se pueden unir pero quedarán fisuras e irregularidades, y también hay ánimas que pululan por la vida, tendrán algo que hacer o que decir. Ya dije en su momento, creo que fue Gerardo, que todo me recuerda mucho a la Canción de Salomon, un libro maravilloso de Tony Morrison.
    Estupenda reseña, Lorena ;)

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    1. Yo también pensé en el cuervo de Edgar Allan Poe la primera vez que vi la portada. El cuervo se utiliza como metáfora en esta novela y supongo que por eso han elegido su imagen para ilustrar la portada.

      Pa y Ma son el sostén de esa familia. Pero Michael y Leonie distan mucho de ser padres ya no ideales sino simplemente padres. Aun así, tendremos ocasión de empatizar con Leonie aun no compartiendo muchos de sus comportamientos.

      Recuerdo tu comentario en la reseña de Gerardo. Y sigo con Tony Morrison pendiente, que ya me vale y a ver cuando le pongo remedio. A mí, como a Rosa, tampoco me viene mal que me recuerden estas cosas.

      Un abrazo

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  4. Hola, no conocía este libro. Me lo apunto para futuras lecturas.
    Te sigo, soy de la iniciativa blogs asociados.
    Un saludo

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  5. Qué buena reseña, Lorena. Me gusta cuando entre blogueros nos vamos "prestando" lecturas, tengo rachas que todo lo que leo proviene de esta fuente.
    Por lo demás, coincido contigo. Son personajes con los que es imposible no empatizar, es una narración habilidosa, sensible, que engancha, atemporal. Un gran libro.
    Abrazos.

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    1. Me 'presta' mucho eso de ir prestándonos lecturas (aquí el verbo prestar además de como dejar lo usamos como gustar, disfrutar, hacer ilusión).

      Ciertamente es una lectura que toca y que hace ponerse en la piel de sus personajes, además de ir más allá de la historia de la familia protagonista. Un gran libro, sí.

      Un abrazo

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  6. Hola Lorena se nota que has "estado" con ellos. Pa, Ma, Leonie, Jojo y Kayla te han calado y así lo transmites y haces que se quiera conocerlos. Es curioso que parece que no pase el tiempo ni que haya cambios en ese Sur profundo como si se llevara en el ADN el sufrimiento pasado que hace que sea más costoso vivir.
    No sé si me gusta más tu reseña que la novela aunque sea de lo más apetecible.
    Besos

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    1. Es cierto, en esta novela está ese sur y también está esa familia de la que es imposible desplegarse. La novela te gustaría, creo.
      Besos

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  7. Creo que la disfrutaría, pero por lo que cuentas, creo que es una lectura para leer lenta y con los cinco sentidos puestos en ella. Me la anoto para más adelante.
    Besotes!!!

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    1. Se lee muy bien. No es una lectura pesada. Pero es cierto que es mejor disfrutarla con los cinco sentidos puestos.
      Besos

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  8. Lo tengo apuntado desde hace un tiempo, aunque aún no lo he visto por estas costas. No obstante, tengo 'Quedan los huesos' de la misma autora para ir esperando.
    Tus líneas me recuerdan al libro de Maya Angelou, donde la tierra y el hogar se confunden.
    Gracias por tu bellísima reseña, que invita a la lectura.
    Un abrazo.

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    1. Tengo pendiente a Maya Angelou. Supongo que será el ambiente sureño y también los temas que puedan tocar lo que las hermana, como también con Toni Morrison, por lo que me han comentado.

      Quedan los huesos también tiene muy buena pinta. Ya nos contarás si lo lees.

      Un abrazo

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