Domicilio desconocido - Gerardo Vázquez Cepeda

«La verdad es que nunca he conseguido llenar del todo ese vacío [...] Aspiraba a ser un autómata, una modesta pieza de un engranaje. Sin personalidad, sustituible. Así podría encajar sin equivocarme. Y lo conseguí, hasta que se vino todo abajo. Los años han pasado para mí como las páginas de una revista, raudas, apenas leídas. Apenas vividos. No tengo nada, todo lo que he conseguido es etéreo. Los fantasmas existen pero no en una dimensión aparte. No en las entretelas de los átomos o en universos paralelos. Están aquí, yo soy uno de ellos. Sin nada que hacer, salvo subsistir».
Pienso a menudo en si la sociedad en la que vivimos produce seres infelices, en serie, como una cadena de montaje en la que solo importase un objetivo final y no cada una de sus partes. Pienso en si es la sociedad o en si somos nosotros mismos los que caemos en nuestra propia trampa, al fin y al cabo, somos nosotros los que vamos construyendo esa sociedad. Nos come el hastío, nos llena el vacío y, estamos tan ocupados formando parte de ese engranaje que, apenas nos damos cuenta de ello. Tal vez sea necesario salir de esa cadena de montaje, aunque sea como material considerado defectuoso y por tanto inútil, para abrir los ojos y percibir la diferencia entre dónde estamos y dónde queremos estar; ya se sabe, el que toca fondo no puede hundirse más y por ello solo le queda emerger. Tal vez, llegados a ese punto, nos agarremos a un clavo ardiendo o a cualquier eventualidad que el destino o el azar ponga a nuestro alcance; cualquier cosa con tal de volver a sentirnos vivos, lo que sea por gozar de un instante de felicidad.
«Lo peor de la felicidad es su ligereza».
El protagonista y narrador de esta novela se agarra a una llamada telefónica fortuita y errónea. Es una voz de mujer la que llega a su oído y es por un tal Jaime por quien pregunta. Da a entender que mantuvieron algún tipo de relación en el pasado y que han perdido el contacto. Su interlocutor, lejos de sacarla de su error, le sigue la corriente y, fruto de esa conversación, surge la decisión de quedar el próximo fin de semana en Madrid para verse, pues ambos viven en diferentes puntos geográficos de España.

Tengo que reconocer que esta premisa de la que parte esta novela no termina de convencerme. Puedo pasar por alto la llamada telefónica, que la mujer reconozca en una voz desconocida a alguien con quien parece que tuvo una relación importante, que el hombre, por pereza, por diversión, por lo que fuera, se mantuviera en una identidad que no le correspondía, pero ante la inminencia de un encuentro en persona ¿no se echa para atrás? ¿no teme la reacción de la mujer cuando descubra el engaño? ¿no cree que el juego está yendo demasiado lejos? Tengo que decir que él mismo se hace estas mismas preguntas, también que en algún momento de la novela conoceremos la opinión de la mujer al respecto, pero, aun así, es algo que me resulta harto inverosímil y, sin embargo... poco me importa. Poco me importa cuando me he creído el resto; cuando poco a poco me he ido metiendo en la historia, saboreándola, deteniéndome en ella como pocas veces somos capaces de detenernos en el momento presente.
«El presente está infravalorado; incluso hay quien niega su existencia, un movimiento de los párpados y ya es pasado. El presente se consume sin darse uno cuenta, dicen, moviendo la cabeza, mientras lamentan lo que no hicieron y suspiran por lo que harán. Pero aquellos días aprendí a disfrutar del momento, porque dentro de mi nueva identidad no había pasado, ni se podía imaginar ningún futuro; era solo instante. Un pasado de horas y minutos».
Pienso en esa incapacidad de vivir en el presente; en esa costumbre arraigada de vivir del pasado y esa empeño de esclavitud de vivir para el futuro. Pienso en lo permanente y en lo efímero, en querer hacer de lo segundo lo primero cuando somos mucho menos lo primero que lo segundo, como si formara «parte de la naturaleza humana dejar alguna señal, alguna marca de nuestro paso por el mundo». Y, mientras pienso todo esto y me sumerjo en esta novela, se desvanece el engranaje gris de esa cadena de producción que nos vuelve seres inertes y el mundo se me vuelve retazos de vida; se me hace una mañana en un museo, un paseo en el Retiro, un café en una librería de viejo. Estamos hechos de momentos; de un roce, una caricia, una mirada que es mar, una conversación; de enamoramientos (si, para enamorarme, basta una hora) inesperados y hasta desesperados, de cuarenta y ocho horas en una vida con las que podría escribirse la novela de esa vida.
«Parece que aquellos besos quedaron de alguna manera fijados, impresos, preservados en el interior de mi boca. Que mis papilas gustativas los envolvieron haciéndolos incorruptibles. Es el único recuerdo de mi vida que puedo revivir con los cinco sentidos. Si pienso mucho rato en Nieves se me eriza la piel porque siento la presencia de sus dedos palpándome; inhalo su perfume, que parece flotar en el aire y noto el tacto de su pelo, que aquella mañana resbalaba como el agua de una catarata al tocarlo».
Pero pienso también que tal vez todo eso no sea sino otra trampa que nos ponemos; si, como más tarde escribirá Nieves (tal es el nombre de la mujer que yerra en la llamada telefónica), el romanticismo no nos matará, si no nos impedirá él mismo (nosotros mismos) vivir otro tipo de presente ajeno a él (y esto ya es cosecha propia). Y recuerdo al falso Jaime, embelesado ante cierta etérea fragilidad de Nieves; y descubro que Nieves detectó en la voz de ese Jaime desesperación. Y pienso, pienso, pienso sobre cuánta inconsistencia se levanta algo tan consistente, algo tan efímero y, a la vez, tan permanente.  Y me voy de esta lectura, como tantas otras veces me ocurre, con más preguntas que respuestas. Poco me importa; poco me importa si con ella gano otro momento de vida, y algunas lecturas también suman en ese sentido. Es por ello que perdono mis reticencias iniciales y alguna otra cosilla; por ello y porque al final me creo lo que al principio me resultaba inverosímil. No seré yo quien niegue que, en ocasiones, se es más uno mismo siendo otro.

Giovan francesco susini, ermafrodito, firmato e datato 1639. Fotografía de sailko





Ficha del libro:
Título: Domicilio desconocido (contenido en Torre de Canela)*
Autor: Gerardo Vázquez Cepeda
Editor: Asociación Artístico Literaria Itimad
Año: 2017
Nº de páginas: 67 (63-130 págs. de Torre de Canela)
ISBN: 978-84-697-2471-2


*Domicilio desconocido de Gerardo Vázquez, al que muchos conoceréis por su blog Varado en la llanura, obtuvo en 2017 el segundo premio del VII Certamen Internacional de Novela Corta Giralda organizado por la Asociación Artístico Literaria Itimad de Sevilla. La novela está recogida en el volumen Torre de canela junto a las otras dos premiadas: La bala de Jonnhy Deep de Javier Zúñiga (primer premio) y El veedor de galeras de Alfonso Tomás Cantador Alias (premio local).





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Comentarios

  1. Lorena, me encanta lo que cuentas de este libro y los párrafos que has elegido. Lo he buscado por ahí para pedir que la biblioteca lo compre, pero no lo he encontrado a la venta, solo en Amazon. La premisa de la que parte el libro me parece original y yo creo que el hombre sí es posible que tema la reacción de la mujer cuando se de cuenta del engaño, pero probablemente le de lo mismo. Llegado al punto en que es un autómata viviente, le vendrá bien asumir el riesgo para darle un poco de emoción su presente
    Me lo quedo en mente por si llega a entrar en la biblio
    Besos

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    1. Das en el clavo, Marian ;)
      Espero que tengas la oportunidad de leerlo.
      Besos

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    2. ¡Hola! He conseguido leer el libro (bueno en realidad solo he leído la historia de Gerardo) y me alegro mucho de haberlo hecho porque la verdad es que me ha parecido una historia muy especial, curiosa y sobre todo muy bien escrita. ¿Sabes? Los párrafos que has escogido, yo también los tenía anotados, hemos coincidido, aunque he anotado unos cuantos más.
      ¡Gracias por dármelo a conocer y gracias a Gerardo por haberme dado la oportunidad de leer su relato!
      Besos
      Besos

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    3. Cuánto me alegra saber que lo has leído y más aún que te ha gustado tanto.
      Bueno, yo también he subrayado bastante más de lo que he dejado en la reseña (je, je) pero, claro, no se puede dejar todo aquí.
      Besos

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  2. Leí este relato de Gerardo hace ya tiempo. Estaba pensando leer los otros dos y hacer una reseña completa del libro, pero me fue pasando el tiempo sin hacerlo. Ahora, al sacarlo tú de nuevo a la luz, me han entrado muchas ganas. Releeré a Gerardo y después los otros.
    Yo hace mucho tiempo que no le busco demasiada verosimilitud a la literatura (dentro de un orden) porque he visto que la vida no se permite ninguna. A veces hay más realismo en las novelas (ellas sí buscan parecer reales) que en la vida (ella ni siquiera lo necesita) que nos sorprende con situaciones totalmente esperpénticas. Por lo que se refiere al relato de Gerardo en concreto, su pequeña cota de irrealidad es pura literatura y me gustó mucho.
    Un beso.

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    1. Me da rabia y hasta un poquito de vergüenza haber tardado tanto en leer este libro. En mi 'medio' descargo diré que tenía pensado leerlo a finales del año pasado, pero como tuve que hacer un pequeño parón lector, cuando retomé la lectura cambié de planes y entre tantos libros que siempre me apetece leer no conseguía hacerle hueco.

      Creo que si no le encontraba demasiada verosimilitud a esa premisa (que no a la novela) es porque en ese momento todavía no estaba metida del todo en la historia. Me fui metiendo poco a poco y luego ya no quise salir. Porque la verdad es que la novela de Gerardo me ha encantado, es de esos libros en los que te apetece quedarte a vivir. De hecho ha sido la que más me ha gustado de las tres. La primera también me gustó, por los temas que trata y por cómo escribe su autor, pero me faltó algo para acabar de pegarme del todo a la historia; y el premio local me resultó entretenido pero en mi opinión no tiene mucho más que destacar. Ya me contarás cuando los leas.

      Besos

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  3. Supongo que la verosimilitud de ciertas premisas/situaciones está también en nuestra disponibilidad o nuestro nivel de imaginario. Yo ya me creo casi cualquier cosa. Por supuesto que las lecturas no sólo te dan respuestas, también amplían los interrogantes. Es bueno, son cosas que hacemos con los libros y ellos con nosotras.

    Un abrazo

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    1. Te doy la razón en que hay una gran dosis mía personal en creerme o no creerme determinadas cuestiones. Y te la doy también en que es bueno que los libros nos planteen preguntas. A mí me gusta que la literatura sea así. Y cuando digo que me voy de una lectura con más preguntas que respuestas, es un halago que le hago a ese libro.
      Un abrazo

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  4. Cosas más raras nos enseña la vida a veces... No me costaría creerme esta situación. Y viendo que al final te ha convencido y la has disfrutado, apunto bien su título, que no conocía ni la obra ni a su autor.
    Besotes!!!

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    1. Cosas más raras ocurren y, como se suele decir, la realidad supera muchas veces a la ficción.
      Me alegra que no te hayas quedado solo en ese pequeño pero, que al fin y al cabo es una mera apreciación personal a la que yo misma le he quitado importancia al continuar leyendo, y que pienses en darle una oportunidad a esta novela. Hay muchas cosas en ella que disfrutar.
      Besos

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  5. Gracias por tu amable sinceridad, Lorena, la reseña me ha encantado, pero ya te he escrito por otra vía largo y tendido. La edición solo está disponible en la web de Itimad, aunque puede que se haya agotado. Para el que tenga interés, basta con entrar en mi blog, enviar una solicitud a través del formulario y yo le envío el PDF sin coste alguno. En Amazon tan solo está en papel.
    Feliz verano y un fuerte abrazo.

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    1. Gracias a ti, Gerardo, por regalarnos esta historia que he tardado mucho más en leer de lo que merecía.
      Desconocía que estuviese disponible en Amazon. Aprovecho y voy a enlazar allí el título de la novela en la ficha del libro por si a alguien le interesa.
      Un abrazo

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  6. Hola!! Todo lo que cuentas de este libro me llama mucho la atención, pero tengo tantos pendientes que debo dejarlo pasar, pero me lo apunto para más adelante. ¡Gran reseña! Nos leemos y ya te sigo!! Besos!!

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  7. Pues a mi no me parecería extraño que realmente ocurriera lo que narra el autor; de hecho, para fines de año -hace ya mucho tiempo, en estas latitudes- solían recibirse llamadas telefónicas provenientes de ciertas oficinas -estudios contables, consultorios médicos, escribanías-, con el fin de mantener una charla amistosa y, quién sabe, conseguir cita y ligar. Sí es más difícil hacerse pasar por otro y dejar eso en evidencia ni bien se reúnan...
    Tengo bastante atestada la agenda lectora, pero quizá pase por casa del autor para solicitarle el envío.
    Gracias por las reflexiones sobre el efímero presente que disparó tal lectura. Con tu inicio, me has hecho recordar lo que escribió Wayne Coyne: 'And now this horrible machine/ churns out pain instead of love...'.
    Un gran abrazo.

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    1. Gracias a ti por pasarte y por dejarnos esa cita de Wayne Coyne que te ha venido a la mente al leerme. Muy apropiada, ciertamente.
      Un abrazo

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