Suicidio - Édouard Levé
Estoy trabajando temporalmente en una biblioteca pública. No batáis palmas (bueno, por el trabajo, sí) pues ello no se traduce en un incremento de mis lecturas, más bien al contrario; estoy practicando desde hace semanas el slow-reading, slow-bloguing, slow-reseñing y todos los slow precedentes a todos los términos que se os ocurran excepto el living. Con escaso tiempo para leer coincidiréis conmigo en que es importante priorizar y elegir con tiento lo que se lee, así que voy por la biblio con visión frontal y activando el modo off de la parte lectora de mi cerebro y el on de la de working girl, intentado evitar escuchar el susurro casi inaudible pero persistente de algunos libros. Afortunadamente para mí son muchos los que no me dicen absolutamente nada, pero el otro día una usuaria devolvió uno que pasó por mis manos (y ahí se quedó) que casi me perfora el tímpano con su aullido. La contundencia de su título, de esas letras blancas sobre el fondo negro, imagen en negativo de la que yo os ofrezco a continuación, impregnó mi visión y mi todo:
Suicidio
El negro predominante y rojo del diseño de la portada me recordaron a los de la editorial Acantilado (buena señal asociativa), pero no, se trataba de un libro de una editorial desconocida para mí, 451 Editores. Mi vista se va entonces en busca del autor. ¿Quién ha escrito, quién habla, quién tiene la osadía de titular un libro Suicidio? Édouard Levé, nuevo reconocimiento de mi ignorancia. Me salto (más bien postergo) lo que para mí sería habitualmente el siguiente paso (leer la sinopsis) y busco en la solapa información que me saque de mi ignorancia. Me encuentro lo siguiente:
ÉDOUARD LEVÉ (París, 1965-2007) fue pintor, fotógrafo y escritor. Publicó toda su obra en un periodo de seis años. A sus tres libros de fotografía, Angoisse (2002), Reconstitutions (2003) y Fictions (2006), se suma su obra narrativa, publicada bajo los títulos Oeuvres (2002), Journal (2004), Autorretrato (2005, publicado en 2009 por 451 Editores) y su obra póstuma, Suicidio (2008), que envió a su editor tres días antes de quitarse la vida, a los cuarenta y dos años.
¿Cómo os quedáis? (¿cómo me quedo?) Las letras blancas que forman la única y contundente palabra del título ciegan todo a mi alrededor excepto el libro que sostengo en mis manos. Reacciono y, ahora sí, lo volteo y leo su sinopsis. Dice así:
"Un sábado del mes de agosto sales de tu casa vestido para jugar al tenis y acompañado por tu mujer. En medio del jardín le haces saber que se te ha olvidado la raqueta en casa. Vuelves a por ella pero, en vez de encaminarte hacia el armario de la entrada donde sueles guardarla, bajas al sótano. Tu mujer no lo ve, se ha quedado fuera, hace buen tiempo, disfruta del sol. Unos instantes después oye la descarga de un arma de fuego".
Me voy a la primera página y descubro que así es exactamente como comienza este libro. Y así es como continúa:
"Corre hacia el interior de la casa, grita tu nombre, se da cuenta de que la puerta de la escalera que da al sótano está abierta, la baja y te encuentra allí. Te has pegado un tiro en la cabeza con la escopeta que habías preparado cuidadosamente. Sobre la mesa has dejado un tebeo abierto por una página doble. Con la emoción tu mujer se apoya contra la mesa, el libro bascula y se cierra antes de que comprenda que se trataba de tu último mensaje."
Édouard Levé. Fotografía del interior de la cubierta de Suicidio. |
Los libros nos eligen, y no me parece mala idea aprovechar este año bibliotecario para dejarme asaltar y descubrir nuevos títulos y autores de esta forma tan reveladoramente casual, pero también soy consciente de que el mismo entusiasmo que nos lleva a decantarnos por una lectura y aplazar (a veces incluso desplazar) otras puede jugar en nuestra contra. Contemplo la posibilidad de que el hecho de que un texto sobre el suicidio sea lo último que haya dejado escrito un autor suicida no lo convierte en mejor que otros y, aún así, claudico, me rindo ante él, porque no tengo otra posibilidad, porque negarlo y darle la espalda sería condenarme a que me persiga ese aullido aunque cada vez más tenue, porque prefiero una pequeña decepción a la corrosiva duda de lo que podría haber sido. Y, sin embargo, no sé lo que busco en él. Sé que no busco respuestas, no soy tan ingenua como para pretender que los libros las ofrezcan, que sus mensajes sean tan claros que se puedan leer en una página de cómic, aunque yo, como hará más adelante el padre del amigo de Levé, la releería y buscaría en ella una y otra vez. Supongo que busco lo mismo que en todos los libros que leo: reconocimiento y amplitud de mirada. En este caso en concreto, busco más bien lo segundo y, tras leer las primeras líneas, busco también que me siga golpeando como han hecho éstas. Pero no renuncio a lo primero, porque encontrarse en un libro así sería el golpe definitivo.
Y sí, este libro golpea, golpea, golpea... pero el dolor de los primeros golpes nos sirve de anestesia para los siguientes. Vamos aprendiendo a esquivarlos, a reconocer la dirección desde la que nos lanzarán la próxima embestida, porque todo el libro es un remover y dar vueltas alrededor de las mismas ideas. Ello no ha impedido que me haya gustado y que me haya aplicado a subrayar con fruición (no literalmente, por supuesto, no subrayo los libros que no son de mi propiedad, los que vengáis a la biblioteca podéis estar tranquilos, los libros que hayan pasado por mis manos estarán impolutos) pero esa falta de progresión le resta al conjunto y me quedo un poco como su protagonista, con la impresión de que el deseo que suscita el comienzo es superior a su culminación. Recurro a las propias palabras de Levé para explicar este sentimiento: "Al principio, los hechos conservan el potencial que pierden con la conclusión. El deseo se prolongará mientras no se haya completado. En cuanto al placer, marca la muerte del deseo y, en poco tiempo, también la del propio placer."
Édouad Levé nos presenta a su amigo como un ser solitario, introvertido, que prefiere las distancias cortas y rehúye las multitudes; un tipo que se encuentra más cómodo cuando cae la noche y al que le abruma el día; impaciente, obsesivo, extremadamente perfeccionista; un hombre de naturaleza triste que se sentía un inadaptado y un extranjero en el mundo, al que no se le "podían imponer las ganas de vivir" y al que "en la balanza, la serenidad de [s]u muerte pesaba más que la agitación dolorosa de [s]u vida." Y, sin embargo, leo y me quedo con la duda de si he conocido al amigo a través de Édouard Levé, si es al propio Levé al que conozco a través del amigo, o si, tal vez, me he quedado sin conocer a ninguno de los dos.
El artista parisino pareciera mitificar tanto al amigo como al suicidio y los funde en su narración en un único ente. Reconoce que de seguir vivo tal vez su amistad se hubiese disuelto con el paso del tiempo; llega a preguntarse incluso: "¿es amistad amar a alguien a partir de su muerte?" En su opinión, el abrupto y violento final de su amigo, de "belleza escandalosa", como él lo califica, arroja luz sobre la vida de quienes lo rodeaban, que la viven más intensamente a la sombra y por contraste del triste y perturbador acontecimiento. La del amigo, en cambio, se ha reescrito a partir del suceso; es como el guiño que he hecho al inicio de la reseña sobre la inversión del blanco y el negro de las letras del título y del fondo desde el que emergen en la portada de este libro y en las pantallas desde las que me leéis.
"Tu forma de quitarte la vida ha reescrito la historia de esta en negativo. Los que te conocieron releen cada uno de tus gestos a la luz del último. La sombra de ese gran árbol negro esconde desde entonces el bosque que fue tu vida. Cuando hablan de ti empiezan contando tu muerte, antes de remontarse en el tiempo para explicarla. ¿No es curioso que ese último gesto invierta tu biografía? Desde que moriste no he oído a nadie contar tu vida desde el principio. Tu suicidio se ha convertido en el acto fundacional, y tus actos anteriores, que creías liberar del peso del sentido con ese gesto del que apreciabas la absurdidad, se han visto, por el contrario, alienados por él. Tu último segundo cambió tu vida a los ojos de los demás. Eres como ese actor que, al final de la obra, revela con su última palabra que era un personaje distinto al que representaba con su papel.
No eres de esos que acabaron enfermos y viejos, cuerpos marchitos en espectros, parecidos a la muerte antes de terminar de vivir. Sus muertes fueron el culmen de una decrepitud. Una ruina que muere, ¿no es una liberación, no es la muerte de la muerte? Tú, en cambio, te fuiste en la vitalidad. Joven, vivo, sano. Tu muerte fue la muerte de la vida. Así y todo, me complazco en creer que encarnas lo contrario: la vida de la muerte. No soy capaz de explicarme cómo sobrevives a tu suicidio, pero tu desaparición es tan inadmisible que de ella nace esta locura de creer en tu eternidad."
downstairs. Fotografía de Procsilas Moscas |
¿Conocía realmente Levé detalles tan íntimos por aparentemente banales como los que cuenta en este libro para reconstruir a su amigo? ¿Nos habla del suicidio de su hermano en muerte o del suyo propio? ¿Tenía pensado quitarse la vida antes de escribir estas páginas? Preguntas, preguntas, preguntas sin respuestas. Cuando leí la breve reseña sobre el autor en la solapa del libro se me cruzó por la mente la idea de que tal vez leer antes su Autorretrato no fuese mala idea. Ahora pienso que obviamente no me hubiera arrojado respuestas pero quizás sí me hubiese evitado alguna pregunta; otra mera especulación por mi parte, por supuesto.
Al bucear en mis subrayados ficticios para escribir esta reseña (como ese padre en las páginas del tebeo-legado del hijo) una frase ha saltado del maremágnum y se ha fijado en mi retina: "En arte, quitar es perfeccionar." Revelador, teniendo en cuenta que viene de un artista que se quitó la vida. No obstante, el francés también se hace preguntas. Se detecta en sus palabras un anhelo por saber de la muerte y a su propio amigo le interpela de la siguiente manera:
"Es curioso que, gustándote como te gustaban los principios, acabases suprimiéndote: el suicidio es un fin. ¿Pensabas en él como en un principio?"
Tal vez el amigo ya hubiese dejado escrita su respuesta:
Nacer me sucede
Vivir me ocupa
Morir me acaba
Una cosa sí me ha quedado clara y es tan contundente como el título de este libro: "La muerte es un país del que nada se sabe, nadie ha vuelto de él para describirlo".
...
Paso rauda junto a la estantería de novela francesa (caray con los franceses) en dirección a otra sección a colocar unos libros. Por el rabillo del ojo detecto (esta vez, sí) en el borde de uno de sus estantes el negro y en esta ocasión amarillo de Acantilado. Me paro, tomo el libro y leo su sinopsis: jugosa y sumamente apetecible. Lo dejo en su lugar. Me niego a memorizar o tomar nota de título y autor. Sigue ahí, el otro día me hizo un guiño, nadie lo ha sacado ni lo ha descolocado. Voy a ponerme con lecturas pendientes y a dejar que sea el azar quien decida. De momento, el libro sigue susurrándome.
Ficha del libro:
Título: Suicidio
Autor: Édouard Levé
Traductora: Julia Osuna Aguilar
Editorial: 451 Editores
Año de publicación: 2010
Nº de páginas: 104
ISBN: 978-84-92891-07-8
Acabo de leer la reseña de Ana que me ha dejado con enormes ganas de leer el libro y vengo a la tuya y me encuentro otro suicidio y otro libro que apunto en cabeza de lista.
ResponderEliminarUn beso.
Yo también me he apuntado el de Ana. Esto es un no parar ;)
EliminarBesos
hola! lo que es contundente es tu reseña, es fenomenal!!!! que nos has llevado a atrabajar en ella( yo trabajo en una) y como nos fuiste contando...quedo espectacular y que trama! habre de conseguirla. gracias por el hallazgo, y es verdad que ellos nos buscan, gritan o susurran, menudos pillines... abrazosbuhos.
ResponderEliminarSí, menudos pillines, no hay quien escape de ellos.
EliminarUn abrazo
Me parece un libro muy interesante, aunque ahora no es un buen momento para mí para leerlo. Me lo anoto para más adelante.
ResponderEliminarUn beso ;)
Él decidirá entonces cuando ha de ser leído.
EliminarBesos
Una reseña increíble, me has dejado con unas ganas locas de leerlo y hacerme mis propias preguntas, averiguar, o intentarlo, el porqué de todo.
ResponderEliminarEn fin, un texto duro.
¡Un saludo!
Al final, como digo, más preguntas que respuestas. Pero creo que los libros están más para lo primero que para lo segundo.
EliminarUn texto duro, sí. Espero que le saques partido.
Saludos
No es lo que me apetece leer ahora, pero anotado lo dejo porque los párrafos seleccionados me han parecido de lo más impactante. Yo espero entrar en modo slow esta semana ya :-) Un besote!
ResponderEliminarTiene muchos párrafos así. He subrayado muchísimo. A pesar de que el libro entra en bucle invita a reflexiones que no tienen desperdicio.
EliminarEl modo slow no está mal cuando se elige. En mi caso es más bien un imperativo. Que lo disfrutes.
Besos
Yo también estoy en slow de todo, de lecturas, de actualizar mi blog y de ponerme al día con otros blogs incluso. Que esté currando y para este mes de agosto me esperen 245 horas de trabajo ayuda a eso.
ResponderEliminarA veces pasa que una obra nos llama tanto la atención que se nos cuela de golpe en nuestras manos. Y al menos a mí me sucede que, si son obras breves que intuyes que puedes leer en un suspiro, ganan puntos para que eso suceda.
¡Un abrazo!
¡¡245 horas!! Y luego me quejo yo. Bueno, en realidad mi queja es el horario que me invade el día; por lo demás, encantada.
EliminarY sí, casi apetecen más libros cortitos. Acabo de terminar uno de más de quinientas páginas y se me ha hecho eterno a pesar de lo que me ha gustado.
Que te sea leve el curro.
Un abrazo
Pues sí , estoy convencida de que algunos libros nos eligen y en este caso además con la suerte de que te ha gustado. Nos traes un autor y un título que desconocía y del que sin duda voy a investigar un poquito más y tal vez lo acabe leyendo. Completísima tu reseña.
ResponderEliminarSaludos.
Algunos por no decir casi todos, con la salvedad de que unos lo hacen con más insistencia que otros.
EliminarNo ha sido una lectura redonda por ese estancamiento y falta de progresión que comento, pero sin duda me ha dejado huella.
Ya me contarás si te animas.
Besos
Leí este libro hace bastante tiempo. Y aunque al principio me fascinó la forma tan directa y cercana de contar, al final se me atascó un poco. Supongo que las obsesiones de Levé (las que me imagino le llevaron finalmente a suicidarse) se me hicieron muy cíclicas y repetitivas. Se me hizo cuesta arriba, aunque también tengo que decir que con el paso del tiempo es un libro que recuerdo más de lo que creí iba a recordar...
ResponderEliminarUn abrazo
Me pasó un poco como a ti. También sentí ese estancamiento pero luego, al releer fragmentos de él para escribir esta reseña, me di cuenta de que no sólo me había llegado el principio sino todo el libro. Esa permanencia creo que es lo que define las buenas lecturas.
EliminarUn abrazo