El mar indemostrable - Ce Santiago
Y quién puede demostrar el mar. Quién puede demostrar lo inconmensurable, lo inabarcable. Quién podría explicar «una verdad y una realidad no superiores sino inferiores, no de las alturas sino de lo profundo». Quién podría alcanzar esa profundidad y volver igual. Es más, quién podría soportar regresar igual. Y es que quién puede contar el mar. Quién puede expresar todas las frustraciones y deseos que en él depositamos. Quién demostrar su existencia si todo lo que le suponemos es nuestro. Quién podría, pues, demostrar la nada más absoluta, esa nada que llevamos dentro y que nos llena de vacío.
«[...] además, todo esto es algo de lo que el mar no sabe nada, porque el mar, por más que lo repitan, ni arrebata ni reclama nada, salvo eso que le pidamos, salvo eso que depongamos. [...] El mar no es más que los reflejos sin significado, sin sentido, que creemos que somos».
«Pero si uno ansía en secreto la muerte del agua, ¿qué clase de vida la antecede?, ¿el rabioso y ciego intento por negar, por ahuyentar, la asunción de que el mar no es sino un reflejo de sí mismo, de que es sí mismo ya perdido, ya ahogado en la corriente de su propio presente, en un pensamiento al arrastre, manteniendo a frágil flote la obra muerta que es?, ¿qué clase de vida es esta?, ¿qué clase de hombre la vive?Luego es verdad, estar sin estar es el mar».
Hay un hombre que intimida al chico con sus monsergas y ademanes. Es un hombre capaz de encontrar el mar en un vaso con coca cola, tres cubitos de hielo y dos dedos de whisky y que «bebe igual que beben los peces: no por sed sino por respirar» porque «nada sino la muerte aguarda a cuanto salga del mar». Un hombre que exhala exabruptos en un monólogo de frases atropelladas e interminables.
Hay de nuevo ese hombre y otro hombre más. Son hombres de mar. Son las dos caras de una moneda: el que no puede vivir sin el mar y el que para vivir se hizo a la mar. Dos hombres condenados por esa moneda que es el mar. Dos hombres, por tanto, condenados por la nada o condenados por el todo que ellos presuponen al mar. Y está su diálogo atropellado y confuso. Y está lo que se escucha de ese diálogo pero también lo que queda sepultado bajo la réplica superpuesta.
Está otra vez el hombre y el chico temeroso. Un chico que observa, calla y obedece. Un chico que tal vez odie a la vez que es incapaz de resistir la atracción hacia quien le provoca ese odio. Esto no lo sé, se me acaba de ocurrir porque lo que sí sé es que los imanes repelen y atraen con la misma intensidad. En todo caso es un chico que tendrá sus propios anhelos porque ese chico algún día será hombre. Y con el hombre y el chico está esta vez la mujer. Una mujer que no hace más «que estar, que esperar, que estar, que esperar, que estar, que esperar, que estar, que esperar. Simple ahí. En aguas bajas». Una mujer que si tuviera que explicar cómo llego a ese estado de estar y esperar tal vez diría algo así como que «cierto día encaras un cúmulo de ciertos días que equivalen a la asunción de que moverse es lo mismo que ir a ninguna parte, y que eso es peor que, al menos, estar en algún lugar. Y a eso se reduce todo. A estar. Simplemente. A nada más». Mujer varada en tierra como el hombre, sin ser consciente, está varado en el mar.
Está la filosofía del mar. Sí, existe una filosofía del mar. Hay que mirarlo a la cara para conocerla. Hay que mirarse a la cara.
Y otra vez el hombre, el chico y la mujer. Están en tierra. La tierra es un mundo separado por la orilla de ese otro mundo que es el mar. Dos mundos separados, como el mundo de la vida y el mundo de la muerte. Dos mundos que son solo uno, «como si la muerte fuese algo distinto a vida que reclama vida».
Y está este libro, que es todo esto que os he contado y mucho más. Y está el traductor Ce Santiago, que firma esta su primera novela. Y hay una trama muy sencilla, tan sencilla que en unas pocas frases se podría contar. Y están esas vidas condensadas en tan pocas frases que nos dejan desolados y enmudecidos con todo lo que esconden detrás.
«[...] y quizás lloraba, pero de ser el caso lloraba el llanto de la complejidad y en momentos así abrir la boca solo complicaba aún más lo complicado, no sabía de palabras simples con las que nombrar lo complejo, y amansarlo, sí del peso de la inutilidad de las suyas, un codo en el hombro, de la certeza de su invalidez, de que hablar no hacía más que evidenciar de una manera vergonzante su incapacidad, su estupidez, su gilipollez, lo desazonaban, e igual que en una autopista los faros paralizan al conejo aquella desazón lo paralizaba, pues para el chaparrón de la desazón no le habían mostrado otro refugio que encomendarse al silencio y la inacción, y qué sentido tiene fingir que se tiende un puente por encima de lo insalvable, el océano, cuando ni siquiera la sencillez del tacto lo es».
Y está esta lectura indemostrable. No la puedo explicar ni la puedo expresar. Para mí es una simbiosis entre el Océano mar de Alessandro Baricco y La guardia de Nikos Kavadías pero con su propia identidad. Su trama, como digo, es tan sencilla que en esta novela casi todo es forma. Pero no estamos ante uno de esos casos en los que la forma se come el fondo, sino que, aquí, el fondo está precisamente en esa forma. Con pleno dominio de diferentes registros narrativos y del lenguaje, y creando potentes, desoladoras y poéticas imágenes, Ce Santiago aprueba con nota su primera incursión como escritor en el panorama narrativo y consigue trasmitirnos lo inconmensurable, lo inabarcable y el vacío de esas vidas que se pueden contar en unas pocas frases pero que en realidad no hay frase que las cuente.
El mar indemostrable me huele a algas en descomposición. Para mí es un mar en noche cerrada: cielo negro, superficie de mar negra, fondo marino negro. Es un fondo oscuro y viscoso al que, figurativamente, encomendamos demasiadas cosas (triste ocupación encomendarse al dios de la nada). Pero es un fondo que, en realidad, sabemos vacío y para el arrastre, como sabe el marino que se echa a la mar que no por más veces que sumerja las redes va a sacar más pescado, pues, «en cierto modo, el arrastre —y no solo el arrastre, sino todo arte de pesca— se parece a cierta dinámica mental y a los comportamientos que la acompañan, pues toda obsesión va al arrastre en su propio océano mental, arrasando el fondo, arando el lecho, capturando sin hacer distinciones hasta esquilmar. El pensamiento al arrastre, la mente en el mar, no tiene recuerdos sino sedimentos, como los que deja el mar al retirarse; nunca desembarca sino que vara, y, de hacerlo, la marea alta siempre lo devolverá mar adentro».
«[...] y su madre vaciará las bolsas blancas con pescado fresco en el fregadero y le echará un vistazo, al pescado, y cuando su madre no mire el chico tocará los ojos del pescado con la punta de la punta de un dedo, y se preguntará si tocar los ojos de un pez fuera del agua se parece a tocar los ojos de un muerto».
dead_fish, fotografía de Josh Staiger bajo licencia CC BY 2.0 |
El libro de Ce Santiago es sobre todo forma, dices, pero no sólo forma. No sé cómo será pero con tu reseña logras transmitir la belleza que debe de contener este mar indemostrable. Los traductores suelen desembocar en creaciones propias. Conozco, que recuerde a hora, el caso de Sergio Pitol o el de Marcos Ordóñez, creadores de obras potentes.
ResponderEliminarDesde luego el libro que tares parece toda una belleza. Gracias por darlo a conocer, Lorena.
Un beso
Grandes traductores que han pasado mucho tiempo metiéndose buena literatura en vena y que nos salen con obras como esta.
EliminarLo que más llama la atención de esta novela es la forma (o las formas, porque contiene diferentes registros), por lo que creo que es importante dejar claro que esa forma no es un artefacto vacío, sino que es una forma de expresión y transmisión y se dice mucho a través de ella.
Es un libro del que me resulta complicado hablar. Lo único que puedo decir es que el que sienta curiosidad que lo lea. Hay que cogerlo con ganas para sumergirse en él, pero como es cortito no supone demasiado esfuerzo.
Besos
¡Holaaaa!
ResponderEliminarQue preciosa te ha quedado la reseña, que poética.
Veo que es un libro bello, al menos por lo que nos cuentas de él, con filosofía, con reflexión, pero también desolador, triste, duro. La verdad es que no se si estoy ahora mismo de humor para este tipo de lectura, pero sin duda lo tendré en cuenta para el futuro.
¡besotes y gracias por compartir!
Es un libro bello, a pesar de que no narra cosas bellas.
EliminarPara cuando te apetezca leer algo diferente puede ser una buena opción.
Gracias a ti por tus palabras.
Besos
Te leo y admiro Buena Suerte
ResponderEliminarGracias.
EliminarBuena suerte a ti también.
¡Hola Lorena!
ResponderEliminarPues no lo conocía y me parece una novela de lo más llamativa. Aunque el mar que según nos cuentas aparece en estas páginas no es demasiado agradable, aunque no por ello deje de ser atrayente. Me la llevo.
Un beso.
Ni el mar es agradable ni esta lectura lo es. Pero sí que ambos son muy atrayentes.
EliminarBesos
Un hombre, una mujer y un chico. No puedo evitar pensar en Los nombres prestados de Alexis Ravelo. Aunque ya veo que nada tienen que ver ambas novelas. me ha encantado ese primer párrafo de tu propia cosecha con que inicias la reseña. Es cierto que nadie puede demostrar esa nada absoluta que «nos llena de vacío», pero ahí están, el vacío y la nada, tan indemostrables como inevitables. Y esa imagen, esta de la novela, de tocar el ojo del pescado fuera del agua.
ResponderEliminarNo sé si terminaré leyendo la novela «que huele a algas en descomposición» (otra imagen preciosa), pero leer esta entrada me ha cautivado totalmente. Has hecho auténtica poesía.
Un beso.
La de Ravelo y la de Santiago son, efectivamente, dos novelas muy diferentes tanto en estilo como en temática, pero comprendo perfectamente que mi exposición te haya hecho acordarte de Los nombres prestados. Solo ha faltado el perro, jeje.
EliminarEl primero es un párrafo inspirado en particular por esa 'filosofía marina' de uno de los capítulos y en general por toda la novela en sí. En cuanto a la decisión de cerrar la reseña con esa cita en concreto, la del ojo del pescado, tiene su por qué, pero eso ya no lo puedo contar.
Es un libro que se lee bien por su breve extensión pero que a la vez es exigente con el lector por su estilo narrativo. Y es una lectura diferente, de esas que apetecen de vez en cuando para oxigenarse.
Besos
Solo diré: gracias por la reseña. Eres una genia.
ResponderEliminarEl genio es Ce Santiago.
EliminarGracias a ti por la lectura y por tus palabras.
Un saludo
Qué preciosidad de reseña! Si me lo cuentas así, no me puedo resistir.
ResponderEliminarBesotes!!!
Gracias, Margari.
EliminarEs una lectura excelente. No te resistas.
Besos
Holaa!! Tu reseña me ha encantado, la forma en la que te expresas es increíble, gracias por compartir esta genial entrada. Ya te sigo.
ResponderEliminarBlessings!!
Me alegro de que te haya gustado.
EliminarBienvenida.
¡Hola!
ResponderEliminara mí también me ha venido a la cabeza la de Ravelo (por lo de Un hombre, una mujer y un chico), aunque se ve que no tienen nada que ver.
Hay mucho mar en esta novela tan curiosa y distinta que nos traes hoy (como casi todo lo que sueles traer por aquí) y se nota por los párrafos elegidos que aunque la forma no se coma al al fondo, tiene mucho más peso el cómo se cuenta que lo que se cuenta, aunque esto último también lo tenga
Ya sabes que no es de mi estilo, pero como siempre un placer leerte (por cierto, he pensado que en tus reseñas, lo que más pesa también es cómo lo cuentas (no quiero decir con ello que lo que cuentas no tenga importancia, para nada), la forma tan peculiar que tienes de escribir (una maravilla, una genialidad y no es peloteo)
Besos
Gracias, Marian.
EliminarLo que más destaca de esta novela, efectivamente, es la forma. Pero es que con esa forma se expresan y cuentan muchas cosas. Y, sí, es una novela distinta.
Entiendo, como le digo a Rosa, que te haya recordado a Los nombres prestados. Pero no, no tienen nada que ver.
Besos
Parece un libro lleno de poesía y a la vez devastador. No obstante, me atrae. No descarto leerlo si se cruza en mi camino.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Lorena.
Es una pequeña gran lectura y, efectivamente, con unas imágenes poéticas muy potentes.
EliminarOtro abrazo para ti, Rocío.
Realizas unas preciosas reseñas con mucho mimo y un conocimiento grande de las letras y palabras
ResponderEliminarSabes cautivar y transmitir😊
Gracias ❤
EliminarLas frases son espectaculares!
ResponderEliminarSí, la prosa de Ce Santiago es magnífica.
EliminarUn abrazo