Madre mía - Florencia del Campo

«Yo también te abandonaré, mamá.
Porque eres egoísta. Porque hablas demasiado fuerte.
Porque siempre te estás quejando».
  
AMÉLIE NOTHOMB, Matar al padre
Primera patada en el estómago (pum) y acabo de empezar. No, aún no he empezado; esta es Amélie Nothomb, no es Florencia del Campo. Pero es del Campo quien elige las palabras de Nothomb como preámbulo de las suyas. Ya he empezado, sí, y tomo aire; lo tomaré muchas veces a lo largo de esta lectura. Tomo aire para protegerme del golpe que sé que va a venir; tomo aire como si pensara que la contracción del diafragma accionara una palanca que pusiera en marcha un dispositivo para endurecer mis vísceras. Tonta y estéril ilusión. Precario mecanismo de defensa.
«Fue cuidarme a mí cuando iba a cuidarte a vos, y pagué un precio por eso».
«Un recuerdo: algo que no ha sido protegido del todo por el olvido».
«Yo sé que algún día vas a escribir un libro sobre la coincidencia de mi cáncer con tu mudanza al exterior», le dijo la madre mía del título a la firmante del libro. Y lo escribió, vaya si lo escribió. Escribió sobre el deber, sobre la obligación moral; escribió sobre mantener la independencia («La paz, como la libertad, es algo muy difícil de conseguir: siempre parece que es a costa de algunas relaciones»); escribió sobre la culpa; escribió sobre la familia.
«Mi sensación encubierta e intermitente: que la familia era la última célula cancerígena de un gran tumor que ya había hecho metástasis. El gran tumor: tal vez la vida. Y la historia. La historia se cuenta con esta especie de historia clínica de una enfermedad mortal llamada familia. Morirse de familia».
Morirse de familia. Ese cáncer latente que no sentimos pero está. Que se enquista. Que crece, que invade. Del que no nos percatamos porque siempre ha estado ahí (como el grafiti en una pared por delante de la cual siempre se pasa, que diría Florencia). Tumor sin diagnosticar que no se puede extirpar. Cuyo nombre no sabemos. Cuyo nombre no queremos pronunciar.

Pero hay otras cosas que se pronuncian; porque Florencia escribió, vaya sí escribió. Ella, que viajó por medio mundo mientras su madre se moría. Ella, que cuando acudió a su lado estuvo a veces sin estar. Y después, escribió. Y lo contó ¿todo? No, todo no.
«No les conté el relato que habita en la fisura, en la escisión, en el borde; en la zona exacta donde se dobla el papel y no es cara ni contracara. ¿Cómo se narra desde ahí, desde ese no-lugar o lugar-tan-fino-y-resquebrajado? ¿Cómo se hace equilibrio en la grieta, en el intersticio, desde el lenguaje?»
¿Se debe dejar todo, aparcar la vida propia, abortarla incluso, para cuidar a una madre (o padre) en una enfermedad mortal? ¿Esa obligación la sentimos nuestra o está causada por la presión social? ¿Se debe asistir al progenitor por amor filial o para evitar después el sentimiento de culpa? ¿Cómo comulgar las distintas opiniones que tengan los hermanos al respecto, cómo repartir equitativamente el cuidado cuando los hermanos ni son iguales ni tienen las mismas circunstancias ni las mismas necesidades? ¿Es egoísta el enfermo que reclama sacrificio y atención permanente? ¿Es egoísta el hijo que da prioridad a su vida por encima de la probable inminente muerte del padre/madre? ¿Justifica el ser/haber sido un padre/madre difícil la inhibición del hijo ante los cuidados? ¿Se es un mal hijo por eso? ¿Qué es ser un mal padre/madre? ¿Se puede demandar lo que no se da, exigir algo que no se ha enseñado? No espero más respuestas que mi propio eco. Pregunto desde la fisura, desde la doblez del papel.

le cinéma est la plus belle escroquerie du monde. Forografía de Janina C. Falckiewicz

Desde ahí escribe Florencia: desde el precipicio, desde el borde del abismo. Y es el vértigo lo que la hace vomitar. Palabras ácidas, sarcásticas, diálogos surrealistas con su conciencia-culpa-madremuerta. Causarían gracia si no fuera por las circunstancias. Asomaría la sonrisa a nuestros labios si no estuviésemos demasiado ocupados manteniendo la respiración.
«Porque te fuiste a vivir. Mala. Eso te pasa por vivir. Egoísta. Vivir mientras tu madre muere, ¿a quién se le ocurre? A mí. ¡¿A mí?! Sí, a mí».
Y, no contenta con vivir, escribiste sobre ello, Florencia. Escribiste y lo publicaste. ¿Yo? Sí, tú.
«Esta es mi espiral de la trampa: querer escribir sobre la enfermedad ajena y acabar escribiendo, enferma, sobre la escritura».
Y, además de escribirlo, jugaste con lo escrito. Estiraste las palabras, les diste vuelta a las letras, encogiste las frases cual muelles y las hiciste rebotar.
«¿Quién escribió tu historia? ¿Quién escribió tu historia clínica? ¿Quién escribió tu historia cínica? ¿Quién escribió tu historia cíclica? ¿Quién escribió tu historia psíquica? ¿Quién escribió tu historia física? ¿Quién escribió tu historia rígida? Mamá, mami, madre..., ¿quién escribió tu historia mía? Vos. ¿Vos? Sí, vos. Es decir, ¿yo? Sí, yo. ¿Entonces vos? Sí, vos. ¿Somos lo mismo? Réplicas».
Y yo, yo, te leí. Y disfruté/participé de tu juego. ¿Yo? Sí, yo. (Cómplice)

Y te comprendí. (Culpable)

«Yo también te abandonaré, mamá», el aviso antes de cortar el cordón. El corte ante el riesgo de terminar enredado, ahogado. El atrevimiento de vivir más allá del cáncer. El sentimiento del tumor extirpado como un miembro fantasma tras la amputación. El descubrimiento de que el cordón no solo aprieta sino también sostiene. El reflejo en el espejo de un nuevo pero no por ello desconocido abismo. 
«¿Con qué otras cosas provenientes de vos iba a empezar yo a tener que vérmelas sola? Terror ante la imaginación de posibles respuestas».
Madre mía.

thread. Fotografía de ben dalton





Ficha del libro:
Título: Madre mía
Autora: Florencia del Campo
Editorial: Caballo de Troya
Año de publicación: 2017
Nº de páginas: 128
ISBN: 9788415451822
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Comentarios

  1. Recuerdo este libro por el blog de Ana Blasfuemia, al leer sus impresiones, y ahora las tuyas, es patente que estamos ante una narración contundente, una escritura que intenta apresar la naturaleza de unos sentimientos contradictorios, el sentido de unas preguntas dolorosas acerca de asumir determinados actos con un compromiso sincero... o nada más que por obligación ante la presión de "cumplir un deber" como hija.

    Parece que su idea de la familia no casa con la gratitud, una se siente esclava de sus responsabilidades familiares, pero fuera fuera de ahí... no eres más libre.

    Considero enriquecedor asomarse a experiencias de tal calibre.

    Un abrazo Lorena.

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    1. Cierto, no hablan de gratitud estas páginas. Hablan de muchas cosas y sobre todo del sentimiento de culpa. Y la culpa, como todo sentimiento, es algo intrínseco. Es decir, que proviene de nosotros y no del exterior, por mucho que la presión externa, lo que se espera de nosotros, influya. Tema complejo el que expone Florida del Campo, más aún cuando se ha hecho la vida fuera, lejos de la familia. Además, aunque no cuenta, deja caer que la relación mantenida con la madre, ya desde la infancia, es compleja; tal vez por ello la ausencia de gratitud, no sé. Sin duda enriquecedor este texto, por todo lo que plantea y por cómo lo cuenta.
      Un abrazo, Paco.

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  2. Cuando leí la reseña en el blog de Ana Blasfuemia le dije que me siento incapaz de leer este libro. Asistir a los cuidados de una madre enferma me pondría delante una situación que cada vez está siendo más real en mi vida: padres muy mayores, que cada vez se valen menos por sí mismos, y la angustia de sentir cercana su desaparición. En fin, que de momento no me atrevo y eso que por otra parte, me atrae muchísimo porque ya sabes que las relaciones madre-hija me fascinan, pero prefiero madres sanas y no muy ancianas. No obstante, apuntado queda para un futuro.
    Un beso.

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    1. Te comprendo, Rosa. Mis padres también van cumpliendo años y, aunque con algún típico achaquillo aún se valen por sí mismos, eso supone ir asumiendo que no son inmortales. Cada vez temo más afrontar ese momento que, por otra parte, puede ser un momento o prolongarse en el tiempo. ¿Cómo afrontarlo? Supongo que depende de cada uno y también de las circunstancias personales. A veces no es solo querer comprometerse sino que el poder o no lo complica todo. Desde luego es mucho más preferible pensar en padres sanos.
      Besos

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  3. Dura esta lectura, por todas esas reflexiones, por todas esas preguntas que te plantea. Y porque sabes que en algún momento, te vas a enfrentar a alguna situación similar. Bien apuntada me la llevo.
    Besotes!!!

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    1. Bien cierto todo lo que dices, Margari. Si lo lees, ya me contarás.
      Besos

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  4. Un libro sobra la culpa y también sobre el rencor. Interesante como lectura contemporánea (se podría confrontar con La Muerte de Iván Ilich), viviendo en una sociedad hedonista que ignora la muerte y donde la familia, cuando es fuente de responsabilidad, se transforma en un tumor. Entiendo que si has traído esta lectura aquí es porque Florencia del Campo sabe trabajar bien con un material tan inflamable, porque estoy harto de ver a gente que se le llena la boca de solidaridad y solo vive para sí misma. En fin, una recomendación interesante, Lorena. Merece reflexionar sobre estos temas.
    Un abrazo.

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    1. Más sobre la culpa que sobre el rencor, Gerardo. Y la visión de la familia como un tumor hace más bien referencia a la manida frase de ni contigo ni sin ti. Interesante la propuesta de Florencia del Campo y no solo por los temas que trata sino por cómo los trata. Por su forma descarnada de escribir, impúdica y que se atreve a jugar con temas y sentimientos peliagudos. ¿Es lícito ese atrevimiento y ese juego? A menudo me lo he preguntado a lo largo de esta lectura. Una lectura que, como ves, a pesar de haberme gustado también me ha provocado sentimientos encontrados.
      Un abrazo

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  5. Durísimas palabras las que citas en tu entrada y que intuyo que el libro tiene muchas más, la culpa, la maldita culpa y ese debatirse entre lo que se quiere y lo que se debe, difícil e interesante lectura. No sé cuándo pero sí que le echaré una ojeada al libro.
    Un abrazo

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    1. Difícil a veces conciliar el deber y el querer. Y, muchas veces, aunque se deba y se quiera entra en juego el si se puede o el a costa de qué. Échale un ojo, la lectura es más que interesante y su autora una voz fresca.
      Un abrazo

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